seventeen
La casa olía a pino y especias. Habían decorado cada centímetro disponible con ramas verdes y bayas. Jeongyeon caminaba por la habitación inspeccionando cada rama mientras JunMyeon sacaba una hornada de galletas del homo y las espolvoreaba con azúcar teñido con zumo de arándanos.
Al oír el grito de alegría de jeongyeon, SeHun se acercó a contemplar su obra. Les había ayudado a cortar la masa en forma de campanas y estrellas y hasta había intentado hacer un hombrecito.
—Me temo que jeongyeon estará demasiado excitada para comer. —dijo JunMyeon, riendo—. No sé si merece la pena hacer la cena.
—Yo estoy hambriento por los tres. —repuso SeHun mirándolo con amor—. Comeré su plato.
—Podría probar una galleta. —sugirió jeongyeon.
—Hasta mañana, no. —le recordó JunMyeon—. Vamos a usarlas como adorno. —y se dispuso a colocar las galletas entre las ramas, poniendo un toque de color.
Jeongyeon aplaudió. La niña no podía parar quieta y hacía falta la atención de los dos adultos para contenerla.
JunMyeon dio gracias en silencio por la excitación de jeongyeon. Le impedía tener que pensar, o sentir, o revivir el preciado momento en el que SeHun lo había besado.
Más tarde, cuando padre e hija estuvieran dormidos, tendría tiempo para restaurar cada valioso instante y guardarlo como un tesoro en su corazón. Por el momento, apenas se atrevía a mirar a SeHun. Pero lo que veía no era de gran ayuda.
Tenía el rostro impasible, y así había sido desde que jeongyeon los encontrara en la colina.
Se llevó los dedos a los labios, reviviendo el roce de su boca una vez más.
Pasó tiempo antes de que jeongyeon se tranquilizara lo bastante para trepar al regazo de JunMyeon. La niña bostezó.
—Conozco a una niña que debería irse a la cama. —dijo JunMyeon con suavidad.
Jeongyeon lo negó con la cabeza.
—Cuanto antes te metas en la cama, antes llegará mañana. —dijo su padre.
—Papá, ¿qué crees que pasará cuando Santa venga esta noche? ¿Le dará a JunMyeon el regalo que siempre le traía a mamá?
SeHun se sonrojó. Había olvidado aquella parte de la Navidad. Seulgi siempre había recibido un regalo de santa en Nochebuena. Era una sorpresa y se lo dejaba delante de la puerta o de una ventana. Seulgi no había visto motivo alguno para no continuar la tradición cuando tuvo un marido y una casa propia. Y en su mente, santa sólo iba a verla a ella, y se negaba a compartir el momento con SeHun e incluso con su hija.
—Creo que no tenemos que preocupamos de que santa traiga nada este año. Siempre iba a dejarlo a casa de tía Irene. Supongo que sabe que tu madre ya no está entre nosotros. —explico SeHun.
JunMyeon sintió un estremecimiento por la espalda cuando SeHun lo miró de arriba abajo.
—¿Qué te traía a ti Santa Claus, jeongyeon? —preguntó JunMyeon en un intento desesperado por cambiar de tema.
—Ah, Santa Claus sólo le traía cosas a mamá. A mí nunca me trajo nada, era demasiado pequeña. —respondió jeongyeon haciendo una mueca algo desanimada.
En aquel momento, fue el tumo de JunMyeon de lanzar a SeHun una mirada ardiente de reproche y SeHun no se atrevió a mirarlo a los ojos.
—Y si esta vez santa Claus fuera a traerte un regalo, ¿qué querrías jeongyeon? —preguntó JunMyeon con delicadeza.
Jeongyeon ladeó la cabeza.
—Me gustaría una muñeca nueva con dos vestidos. —declaró sonriente, pero reflexionó un poco más mientras la sonrisa se le borraba del rostro—. Claro que lo que de verdad me gustaría sería que mis orejas no sobresalieran tanto. —la pequeña tiró de su toca con impaciencia—. Me canso de llevar siempre una toca.
—Todo el mundo se pone tocas o bueno gorras en invierno. —le recordó JunMyeon al ver el dolor de la niña para animarla.
—Pero dentro de la casa, no. —replicó jeongyeon —. Y yo no la llevo en invierno la llevo siempre.
JunMyeon le quitó distraídamente la toca a la niña jeongyeon tenía el pelo grueso y levemente ondulado, seguramente de llevarlo en una trenza. Aun así, si no fuera tan largo y le pesara tanto...
—Creo que deberíamos lavarte la cabeza antes de que te acuestes esta noche. Eso te relajará y dormirás de un tirón. —dijo JunMyeon con una sonrisa cambiando de tema para no hacerla llorar.
SeHun estuvo a punto de objetar. Hacía frío y la cabaña tenía comentes de aire a pesar de sus intentos por aislarla. Abrió la boca y en aquella ocasión su mirada se cruzó con la de JunMyeon con el impacto de un puñetazo. Su lobo sintió como su omega lo regañaba y cohibido acato la orden y SeHun solo pudo resoplar.
—Ve a remover el fuego y asegúrate de que el cazo del agua está lleno. —ordenó JunMyeon sin remordimiento alguno—. Tengo que buscar una tela para cortarla en tiras.
SeHun asintió, por un momento quiso burlarse de si mismo por actuar tan mansito con su omega. Tanto a su lobo como a él no les gustaba recibir órdenes, pero había aceptado obediente la orden de JunMyeon.
Cuando JunMyeon regresó con un puñado de trozos de tela, jeongyeon ya estaba de pie junto al lavabo.
JunMyeon le lavó el pelo a la pequeña y luego dejó mudos de sorpresa a padre e hija al tomar las tijeras y empezar a cortarle el pelo a la niña.
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—¿Qué diablos estás haciendo? —la furia y la frustración impregnaban su voz—. Jeongyeon nunca se ha cortado el pelo JunMyeon. Es más, necesita el más posible largo para tapar...
—Treinta centímetros de pelo liso por la espalda no sirven de nada SeHun. —regaño JunMyeon—. Ahora déjame que le ponga estos trapos en el pelo antes de que se seque. —lo apartó a un lado y no le prestó atención hasta que SeHun regresó gruñendo a su silla.
Después de envolver los trapos con el pelo de jeongyeon, JunMyeon cubrió cada mechón con el extremo de la tira y lo ató para que no se deshiciera.
—Parecen vendas pequeñas. —gorjeó jeongyeon con deleite—. Mi pelo está enfermo y JunMyeon lo está cuidando, como hizo con mi papá. —chillo la niña.
Rieron por la ocurrencia y SeHun asintió con aprobación. Con los trapos en la cabeza, las orejas casi no se le veían.
—Claro que no puede ir por ahí con una funda de almohada desgarrada en lo alto de la cabeza, pero tengo que reconocer que disimula sus orejas tan bien como una toca. —SeHun no esperó a que JunMyeon contestara y siguió hablando—. Voy a salir al granero a asegurarme que los animales están bien. Será mejor que estén pendientes de la ventana por si acaso me resbalo.
Jeongyeon salió de detrás de la cortina vestida con su camisón. Cada poco minuto se tocaba el pelo.
—Estoy segura de que mis tocas parecerán más bonitas con estos rizos. —le dijo a JunMyeon, comprendiendo que había habido cierta tensión entre JunMyeon y su padre por el corte de pelo—. Pero siento que no puedas pasar una Navidad de verdad, como hacíamos antes. Me refiero a ir a casa de tía Irene y hacer juegos de salón con los demás. Fue culpa mía por gritar porque me querían quitar la toca. Si no hubiese dicho nada, podrías estar pasándolo bien en lugar de estar peinándome y esperando a que papá vuelva del granero. —se disculpo jeongyeon bajando la mirada al suelo.
JunMyeon se sintió conmovido. No podía decirle la verdad, pero tampoco iba a permitir que la niña cargara con el peso de la culpa.
—De no ser por ti, jeongyeon, me habría quedado aquí solo. A tu tía Irene no le caigo bien y no me habría dejado dormir en su casa. —conto JunMyeon levantándole la mirada.
Jeongyeon se arrojó a los brazos de JunMyeon.
—Entonces no importa. —sonrió—. Porque tú me caes bien y me gusta pasar las Navidades aquí en casa.
Justo en ese momento una luz se movió por la ventana. JunMyeon levantó a jeongyeon en brazos y giró a la niña hacia él
—¿Has visto eso? —preguntó JunMyeon—. Me ha parecido ver una luz ahí fuera.
La puerta se abrió y SeHun entró a grandes pasos en la estancia.
—La noche no está hecha para un cambia-formas. —declaró SeHun—. Les he dado una ración extra a los animales y... ¿qué pasa? —cuestiono al ver la cara de pánico en su familia—. Cualquiera diría que han visto un fantasma.
—Hay algo en esa ventana. —jeongyeon se aferró al cuello de JunMyeon—. No serán los humanos ¿verdad papá?
—No he visto ninguno. —les dijo SeHun, apenas capaz de disimular una sonrisa—. ¿Por qué no nos acercamos a la ventana y vemos de qué se trata?
Soltó el pestillo y la abrió, y un soplo de aire gélido entró en la habitación, pero la conmoción ante el frío no pudo competir con el chillido de jeongyeon al contemplar la culminación del paso de una deslumbrante estrella fugaz.
Saltó de brazos de JunMyeon y corrió a la ventana. Su padre tomó la muñeca del alféizar y la puso en los brazos.
—Vaya, qué sorpresa. —dijo con ironía—. Supongo que Santa ha decidido que eres lo bastante mayor para recordar este año.
Cerró la ventana y regresó a su silla junto al fuego.
—No pegará ojo en toda la noche. —lo regañó JunMyeon con suavidad—. Está tan emocionada.
—Dale un par de minutos y luego tal vez quieras leer la historia de la Navidad. —sugirió SeHun.
—Pero te corresponde a ti hacerlo SeHun. —le dijo JunMyeon.
SeHun no protestó y se levantó para tomar el grueso libro de la estantería. Volvió a acomodarse en su silla y jeongyeon se sentó a sus pies. JunMyeon ocupó una banqueta a corta distancia.
El fuego chisporroteó. La pequeña acariciaba su nueva muñeca y JunMyeon sintió que su corazón se henchía por poder participar en aquella escena familiar, a pesar de la desgracia que lo había llevado allí. En aquel instante único, la infelicidad ya no era un solo recuerdo.
Jeongyeon apoyó la cabeza en la pierna de su padre y se quedó sumida en el sueño profundo de la satisfacción antes de que SeHun terminara la historia.
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Ya esta el epiologo de "un conejito para dos lobos", me faltaria el de intimidad y lo subo mañana, promesa
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