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—Declaramos al acusado Kim JunMyeon, culpable de asesinato.

El presidente del jurado bajó la vista al suelo mientras hablaba y se sobresaltó visiblemente cuando el juez golpeó con su mazo la enorme mesa de roble. No se oyó ningún otro ruido en la escuela que hacía las veces de tribunal, salvo el zumbido nervioso de las moscas y la leve exclamación de la joven que estaba de pie ante el juez.

El juez Choi Siwon se pasó la mano por el rostro. Detestaba aquella situación. Ya era terrible sentenciar a muerte a un alfa, pero colgar a una joven omega iba en contra de todas sus creencias de los cambia-formas. Aun así, prácticamente no tenía elección. Sacó su reloj de bolsillo y lo abrió como si quisiera ver la hora, cuando en realidad lo que buscaba era confirmación. En silencio leyó la inscripción: «Que se haga justicia, aunque los cielos caigan sobre nuestras cabezas».

Como siempre, aquellas palabras le infundieron el valor necesario para cumplir con su deber. Inmóvil, el juez Siwon carraspeó dos veces antes de hablar.

—Kim JunMyeon, no tengo más elección que la de sentenciarlo a morir en la horca y...

No pudo decir una palabra más, porque JunMyeon cayó desplomado en el suelo y ya no oía sus palabras.

Se armó un gran revuelo y sentaron a JunMyeon en una silla, sujetándolo entre varios mientras una de las mujeres del pueblo agitaba una pluma chamuscada debajo de su nariz. Cuando los murmullos se aplacaron, el presidente del jurado levantó la mano, moviéndola tentativamente hasta que captó la atención del juez.

—Se... Señoría —tartamudeó—. El jurado pide clemencia para el acusado. No creemos que el omega JunMyeon matara a la omega Seulgi a propósito. No tenía motivos para hacerlo. Pensamos que fue una especie de accidente.

El fiscal Shindong se puso en pie de inmediato.

—Señoría, protesto. Este omega ha cometido asesinato. Llevado por un ataque de

ira injustificada, el omega JunMyeon golpeó a Seulgi y la arrojó por las escaleras, dejando a un marido sin su esposa y a una niña sin su madre. Se ha negado a admitir su culpa pese a que-hay pruebas irrefutables que lo demuestran, y el asesino no da muestras de arrepentimiento alguno. ¡Debe ser castigado! —el alfa se entusiasmó con su argumento—. Piense en el pobre viudo alfa desconsolado que tendrá que vivir con el dolor de la perdida de su pareja. Además de cocinar, limpiar, ordeñar y arar mientras intenta criar a su única hija sin la ayuda ni el apoyo de su querida omega —levantó una mano, señalando hacia arriba con el índice—. En nombre del alfa Oh SeHun y de su hija, exijo un justo castigo.

El fiscal Shindong paseó la mirada por la estancia como si esperara aplausos. Hubo un murmullo de voces y de nuevo el juez Siwon golpeó con el mazo. El abogado de JunMyeon se puso en pie al instante.

—Señoría, mi cliente no puede reconocer algo de lo que no es culpable. Nadie, ni siquiera JunMyeon, vio a la Omega Seulgi caer por las escaleras y morir. No puede sentenciar a la horca a un omega por algo que hasta el jurado duda que haya hecho intencionadamente.

—Yo no tengo ninguna duda de que lo hizo —la voz de la omega Irene resonó en la escuela—. La vi agachada junto al cuerpo de la pobre Seulgi. Sé lo que vi. — dramatizo con voz afligida.

Los golpes del mazo reverberaron entre el estallido de exclamaciones.

—Silencio todo el mundo. Déjenme reflexionar durante unos minutos.

El juez Siwon se recostó en su silla y contempló con el ceño fruncido la estancia repleta de personas. El joven omega no merecía morir.

Parecía como si su único crimen hubiese sido sucumbir al pánico. Seguramente, las omegas habían hecho su aparición inesperadamente y lo habían sorprendido robando. En su intento desesperado de huir, JunMyeon habría empujado a la frágil Seulgi y la habría hecho caer por las escaleras.

Si JunMyeon hubiese vivido en Goyan durante algún tiempo, sería otra cuestión, pero el joven omega solo llevaba allí unas semanas y sus únicas recomendaciones eran los buenos modales, una educación decente y sus ganas de trabajar.

Suspiró. El juez Siwon no era un hombre extremadamente inteligente, pero se enorgullecía de ser justo, y no pensaba que sentenciar a muerte al joven omega lo fuera. Por desgracia, se sentía incapaz de sugerir una alternativa satisfactoria.

El juego se llamaba justicia, como estaba grabado en el estuche de su reloj, y era la justicia lo que había jurado defender. Un ojo por otro ojo. Una vida por otra vida.

Su mirada se posó en la cabeza gacha del viudo. Al alfa le costaría trabajo llevar la granja y mantener a su familia sin la ayuda de un omega, y escaseaban omegas por aquellos lugares gracias a la injerencia de los humanos. El alfa SeHun Había enviado a la niña al Este con unos parientes mientras duraba el juicio, pero querría tenerla pronto a su lado.

Lo que Oh SeHun necesitaba era un omega de criado.

El juez Siwon levantó la cabeza y la sala se sumió en el silencio como si hubiera golpeado el mazo.

—Teniendo en cuenta la recomendación del jurado, así como los alegatos finales

del abogado y del fiscal, he tomado una decisión —hizo una pausa y se alegró al ver que el omega acusado se había recuperado lo suficiente para escuchar—. Habiendo sido declarado culpable de asesinato y teniendo en cuenta la petición de clemencia del jurado, un alfa en circunstancias similares habría sido condenado a cadena perpetua. Sin embargo, no tenemos cárceles para Omegas en las Goyan. Por tanto, condeno a Kim JunMyeon a cumplir su sentencia trabajando para el alfa oh SeHun y para su familia de la manera que ellos consideren oportuna. Trabajará sin remuneración alguna y recibirá cama, comida y la ropa necesaria.

—¡Eso apesta a la esclavitud que hacen los humanos despreciables! — susurró una de las mujeres con indignación.

—No puede enviar a un joven omega a vivir con un alfa solo —estalló el abogado de JunMyeon —. ¡Es inmoral y peligroso!

—Puedo y lo haré —exclamó el juez—. No concibo que un alfa tenga relaciones sexuales con el omega que asesinó a su esposa, pero en caso de que JunMyeon consiguiera seducir a Oh SeHun en un intento de aliviar su carga, me vería obligado a aplicar la pena fijada de muerte en la horca y a ordenar el arresto del señor SeHun por desacato al tribunal y antes de sus objeciones el omega JunMyeon recibirá tratamiento para controlar sus épocas de celo, así como también el alfa SeHun. Por ende, ninguno de los dos podrá objetar a que las situaciones se dieron por los designios de sus lobos. Somos cambia-formas, pero a diferencia de lo que cuentan los humanos no somos animales irracionales a la hora del celo y sin más que decir doy por finalizado esto.

Acto seguido, el mazo volvió a caer y el juez separó su silla de la mesa de la maestra y sonrió satisfecho.

Sí, señor, lo había vuelto a hacer, pensó el juez Siwon. El alfa SeHun tendría un ayudante que trabajaría a su lado durante el resto de su vida y no le costaría ni un centavo; y JunMyeon no moriría en la horca después de todo. Todavía se estaba felicitando cuando abandonó la sala, ignorando la conmoción, la incredulidad y la hostilidad que reflejaban los rostros del hombre y de la mujer más directamente afectados por su decisión.

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—¡Me niego a tener a ese omega en mí casa! — gruño SeHun dio un puñetazo en la mesa con tanta fuerza que los cuadros colgados en las paredes de la escuela temblaron.

—¿Prefieres ver al omega colgado sin vida? —preguntó Chanyeol. Había actuado como abogado de JunMyeon a pesar de su gran amistad con SeHun.

—¡No! No quiero que lo cuelguen —SeHun hundió los dedos en sus cabellos gruesos y negros—. No quiero que cuelguen a nadie. Estoy harto de tantas muertes.

La mitad de los colonos lobos de Goyan habían pasado a mejor vida el año anterior. La muerte de Seulgi había sido una cruz más sobre sus espaldas. Era tan absurdo. Tan innecesario.

—¿Cómo se atreve el juez a encadenarme a un omega que padece de ataques de ira y se niega a reconocer su debilidad? —se preguntó SeHun en voz alta—. ¿Cómo se atreve a sugerir que deje a mi hija al cuidado de un omega responsable de la muerte de mi esposa?

—Habla con el chico, SeHun —sugirió Chanyeol—. No es tan mala pieza. Es joven y fuerte, y parece sano —hizo una pausa—. Si no lo acoges, voy a tener que pedirle al juez que me permita llevármelo a casa, pero te lo advierto, creo que no tengo la más mínima posibilidad. El juez Siwon ha tomado ya una decisión. Y está en juego la vida del joven omega.

SeHun suspiró resignado.

—Jeongyeon se quedará con sus abuelos hasta después del verano. Hablaré con el chico. Si soporto su presencia, lo llevaré a casa conmigo. Que se ocupe de las tareas. Si no funciona, la traeré para que te encargues tú de él.

—SeHun, sabes que la mitad de los habitantes de estas tierras han cumplido sentencia por una u otra razón. Casi todas las familias tienen un criado o criada culpables de algún delito, y los colonos remuneran bien sus servicios, somos cambia-formas y no podemos acabar con la vida de nuestros semejantes sin estar seguros a totalidad.

—Yo ya he pagado por ese omega —le recordó SeHun—. He pagado con la pérdida de mi esposa.

Chanyeol asintió, dando gracias en silencio por que el juez Siwon no hubiese conocido a Kang Seulgi y creyera que había sido un apoyo para su marido y no una preciosa flor de invernadero. De haberse sabido su verdadera disposición, la decisión del juez podría haber variado. Sobre todo, porque era el alfa SeHun el que cocinaba, limpiaba y realizaba las tareas de la granja mientras su esposa pasaba el tiempo visitando a las vecinas, tocando el órgano y vigilando a jeongyeon esporádicamente.

Sin duda, tener una ayudante sería una experiencia nueva para SeHun.

JunMyeon permaneció de pie mientras Chanyeol se aproximaba. Su ayudante se apartó para permitirles hablar en privado, pero la voz de JunMyeon resonó en la estancia.

—¡No pienso ir! —dijo con firmeza—. Prefiero estar muerto a pasar el resto de mi vida como un esclavo en pago por un crimen que no he cometido.

—Y eso es exactamente lo que pasará —le dijo su abogado—. Si no vas con SeHun, no podré salvar tu precioso cuello.

—No seré el esclavo de ningún alfa —repitió en balde, porque se había dictado sentencia y la sala se había quedado vacía.

Park Chanyeol tomó al joven omega del brazo y lo condujo al exterior.

—Vamos, recogeremos tus cosas.

Oh SeHun los observó desde el otro extremo de la sala. Todavía pensaba hablar con el juez, si podía encontrarlo antes de que estuviera demasiado borracho para atender a razones. Sin duda el juez Siwon comprendería que la sentencia que había dictado no era factible. No porque SeHun quisiera la muerte de JunMyeon. Eso nunca. Pero no quería que viviera con él y le recordara que, de no ser por su existencia, Seulgi seguiría viva. La presencia de JunMyeon sería un castigo tan grande para SeHun como el servicio forzado lo sería para el joven omega.

Y, a pesar de su estatura, JunMyeon había algo más que llamaba la atención de su lobo, con sus brillantes ojos marrones y su pelo castaño dorado. Era pequeño, pero no tan delgado. Parecía fuerte y capaz. Tal vez eso había influido en su contra. No sólo ante el tribunal, sino también en la mente de SeHun.

Seulgi siempre había dado la impresión de que la más leve brisa la arrastraría. SeHun sabía que había sido un idiota al llevar a su omega a territorio fronterizo y esperar que sobreviviera, e incluso gozara de buena salud, en aquel entorno tan severo.

Kim JunMyeon sobreviviría. Tal vez no fuera feliz, pero se mantendría vivo y se ganaría el pan, que ya era algo. Seulgi no habría podido aspirar a tanto.

Con la mirada fija en el otro extremo de la sala, SeHun sintió cómo la furia lo dominaba, dura e implacable, como hierro fundido.

JunMyeon estaba de pie en el umbral, aferrándose a un atado que contenía todas sus posesiones mundanas.

Chanyeol le estaba dando unas instrucciones de última hora. Su voz era como un zumbido, JunMyeon ya no lo oía. Su mente y todo su ser estaban centrados en el alfa que esperaba detrás de él Podía sentir cómo sus ojos le horadaban la espalda. Percibía la hostilidad, la furia y el olor de odio.

Quería decirle que no había hecho nada para merecer su odio. Quería suplicarle que lo perdonara por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, pero, más aún, quería borrar de un tortazo la expresión satisfecha de su rostro. Se sentía con tantos derechos en su condición de esposo desconsolado, la parte dolorosamente agraviada que sufría en silencio... Pero a JunMyeon también lo habían agraviado.

Se volvió y lo miró a los ojos con una pregunta que también parecía un desafío.

Sin bajar la vista, SeHun se acercó a ellos y se paró cuando la mano de Chanyeol se posó sobre su hombro.

—Es joven y fuerte, trabajará bien —le recordó Chanyeol a SeHun—. Sabe cocinar y coser y hacer pan... —la premisa tácita de que JunMyeon podía hacer todo lo que Seulgi no había querido aprender quedó suspendida en el aire.

—Sigo sin quererlo en mi casa —SeHun masculló las palabras.

—Entonces, que duerma en el granero —rió Chanyeol—. El juez no dijo que había que tratarlo como un invitado de honor. Pero SeHun... —su voz se tomó grave—. No seas muy duro con él. Todavía dudo de su culpabilidad. Algo me huele a engaño, pero he sido incapaz de desvelarlo en los pocos días de que dispuse para preparar el caso.

—Ya oíste a Irene —le espetó SeHun—. Sabe lo que vio. Y vio cómo este omega mataba a mi esposa.

—Irene vio lo que quiso ver —gruñó Chanyeol—, como siempre. Fue mala suerte que JunMyeon estuviera cuidando a los niños de Irene. De no haber estado allí, irene no habría encontrado un chivo expiatorio tan fácilmente.

JunMyeon miró a Chanyeol con gratitud. Pero antes de que pudiera decir palabra, SeHun lo asió del codo y lo arrastró hacia la calle. SeHun no tenía intención de saber lo que Chanyeol había querido decir con sus palabras. Un estallido de risas al otro extremo de la calle le indicó que ya era demasiado tarde para apelar al juez.

—Sube al carro —le ordenó SeHun—. Y deja de mirar a Park Chanyeol como un cordero degollado. Ya no puede ayudarte. —gruño.

«Y yo tampoco», añadió en silencio SeHun.

Pero cuando tocó a JunMyeon, sintió un estremecimiento de atracción no deseada que no presagiaba nada bueno para ninguno de los dos, algo en su interior vibro y noto que era su lobo.

Inspiró profundamente tratando de mantener dormido asu lobo interior y subió al pescante del carro. Dios sabía que noexperimentaría aquellas sensaciones inapropiadas e indeseadas si Seulgi hubiesesido capaz de cumplir con sus deberes como omega. Pero desde el parto peligrosode Jeongyeon, había sido incapaz de recibirlo como esposo. Y en aquellosmomentos, Seulgi estaba muerta y la leyle había dado un joven omega rebosante de vida y de salud y, que Dios loayudara, de una sexualidad terrenal ante la que un alfa tendría que estarmuerto para no reaccionar

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