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La alarma en su teléfono comenzó a sonar. Sus ojos se abrieron lentamente y su ceño fruncido se dirigió al lugar donde su móvil vibraba, haciéndole saber que era hora de levantarse.
Tanteó la pantalla con sus dedos hasta que la melodía dejó de escucharse dentro de su habitación y cubrió su rostro con la almohada que antes se amoldaba a su castaña cabeza, allí debajo se permitió bostezar y lanzar quejidos inaudibles, murmurando palabras sin sentido mientras seguía siendo un prisionero de sus sábanas.
La semana después de hablar con Hoseok transcurrió de manera tortuosa, en siete días no habían llegado noticias y Jungkook comenzó a cuestionarse la demora exagerada de una respuesta. Sin embargo, se podría decir que algo bueno surgió de aquella espera: ahora se había convertido en la única motivación para abandonar su cama, despertar su dormido trasero e ir al colegio.
Por un lado, se mantenía en un estado de expectativa constante, imaginando los mil y un escenarios posibles que le esperarían al cruzar la puerta del despacho de Hoseok. Por otro, intentaba no pensar en ello. Sin embargo, Jungkook estaba convencido de que hoy sería un gran día.
O al menos eso creyó. Cuando llegó al Instituto se dio cuenta de que estaba equivocado. Muy equivocado.
—Maldición —murmuró el castaño con un humor de perros—. ¿Por qué me haces esto, Hoseok?
Sus ojos contemplaron solemnes la nota pegada en la puerta de la oficina del Presidente del Consejo Estudiantil: "Cerrado hasta las 15:30 pm" ¿Por qué cuando más necesitaba hablar con él no podía? El Omega sintió el impulso de lloriquear en su lugar.
Con desgano, miró la hora en su teléfono, tendría que esperar tres horas más para hablar con el pelirrojo, de solo pensarlo le daba flojera. Un suspiro pesado abandonó sus labios rosados, le echó una última mirada al papel frente a él y, con un mal sabor de boca, se marchó.
Mientras caminaba intentó convencerse a sí mismo de que un mal momento no definía su día, intentó pensar en positivo: este era un nuevo año, con nuevas oportunidades y nuevos desafíos. No debía amargarse solo porque sí.
Iba distraído, inmerso en sus pensamientos con la mirada en el suelo, más entretenido en sus zapatos que en su al rededor. Levantó la mirada cuando sintió que llevaba caminando más tiempo de lo habitual. Arrugó la nariz y frunció los labios, se rascó la nuca confundido, sus orbes avellana escanearon los salones a sus costados. Agudizó la vista y logró ver la puerta de su salón, casi al fondo del largo pasillo.
Al llegar, notó desde las ventanas que el lugar estaba a punto de colapsar, no habían siquiera lugares disponibles. Cerró los ojos con fuerza, su día recién comenzaba y ya estaba completamente irritado, quería gruñir con fuerza.
¿Acaso todo saldrá mal hoy?, se preguntó a sí mismo con rabia.
Jungkook se detuvo por un instante en la puerta de la clase de Literatura, su timidez palpable en la manera en que sus hombros se encogían. Su rostro se iluminó cuando encontró un lugar libre, con la cabeza gacha, se dirigió a su pupitre, esperando pasar desapercibido. Se sentó lentamente, evitando el contacto visual con sus compañeros, y comenzó a sacar sus libros y cuadernos, tratando de ignorar el bullicio a su alrededor.
Fue entonces cuando el olor en el aire le quemó la nariz. La mezcla de aromas en el salón era abrumadora, una desarmonía de feromonas que le hizo apretar los labios. Los aromas, mayormente de Alfas, se mezclaban en una tormenta sensorial que lo hacía sentir pequeño y vulnerable.
Jungkook trató de concentrarse en algún punto frente a él, pero la sensación de ser observado, como una presa rodeada de depredadores, lo ponía nervioso. Sus manos temblaban ligeramente mientras abría su libro de texto, el ruido de las páginas una débil distracción.
La profesora entró al salón, tenía un ligero aroma frutal en ella. Pero alguien más la acompañaba.
Entonces, un aroma distinto captó su atención, cortando a través de la multitud de olores. Canela y jengibre. Jungkook supo de inmediato quién acababa de entrar al salón. Es injusto, pensó el castaño, tan injusto que el destino lo obligue a compartir espacio con alguien que despertaba en él emociones tan contradictorias. Se odiaban, o al menos eso quería creer. Pero el efecto que tenía ese aroma sobre él era innegable, provocándole un nerviosismo que no podía controlar y un estado de transe notorio.
Taehyung se movió con la confianza de un Alfa nato, su presencia llenando el salón con una autoridad natural. Jungkook sintió su corazón acelerar a medida que el Alfa se acercaba, el olor a canela y jengibre haciéndose más fuerte, más envolvente. Cada paso de Taehyung parecía resonar en su pecho.
El estruendo de su mochila al golpear el banco de madera provocó que el castaño brincara en su lugar. Kim cogió la silla al lado del él y tomó asiento libremente, con los brazos cruzados, las piernas estiradas y la misma expresión arrogante de siempre.
Maldito seas, Kim Taehyung, pensó.
—¡Silencio! —la voz de la profesora resonó por todo el salón, haciendo callar abruptamente a los estudiantes. Con su cabello castaño oscuro y unas pequeñas arrugas marcando su rostro, la profesora ajustó sus lentes sobre el puente de su delicada nariz—. Como deben saber, este es un nuevo año, su último año en esta institución. Espero responsabilidad de su parte. Mi nombre es Soo-yeon y en esta primera clase realizarán un pequeño ejercicio grupal, formando parejas con su compañero de al lado.
La indicación de la profesora no fue bien recibida. El salón se llenó de murmullos y quejas mientras los alumnos se acomodaban de mala gana en sus asientos, Jungkook contempló la situación en silencio, demasiado concentrado en mirar hacia el frente y no hacia la derecha, donde se encontraba Taehyung.
¿Qué demonios hacía allí? Aunque aparentemente ahora era su compañero de clase seguía pareciéndole totalmente injusto a Jungkook, el Omega nunca antes compartió una clase con Taehyung, ¿por qué en su último año debía hacerlo? Apenas podía soportar la presencia narcisista de aquel pelinegro durante cinco minutos y eso quedó demostrado hace dos días atrás. No podría soportarlo durante todo un año. Y tampoco quería.
—Trabajaremos con fragmentos de las obras de Shakespeare. Deberán leerlos y elaborar un análisis propio. —dijo la profesora mientras se desplazaba entre los pupitres, colocando un libro en la mesa de cada grupo.
Maldición.
El castaño se sintió irritado de solo pensar en tener que trabajar junto a Taehyung. Cada vez que se encontraban en la misma habitación, por alguna razón, la atmósfera se cargaba de tensión y hostilidad. La sola presencia del Alfa parecía desencadenar una serie de emociones negativas en el Omega, desde la frustración hasta la ira.
El simple hecho de escuchar su voz o encontrarse con su mirada desafiante era suficiente para hacer hervir la sangre de Jungkook. Y no sabría cuánto podría aguantar antes de explotar.
Pero, a pesar de su molestia constante hacia Taehyung, debía admitir que también sentía un pequeño nerviosismo cada vez que debía hablarle. Había algo en Taehyung que lo desconcertaba, algo que no podía ignorar a pesar de sus esfuerzos por hacerlo. Quizás era su confianza desenfadada o ese misterio natural que el pelinegro poseía, pero Jungkook se encontraba inexplicablemente atado a él, incluso cuando lo odiaba con cada fibra de su ser.
No sabía cómo explicarlo. No hay explicación. Pero el de ojos color avellana no puede evitar sentir una fuerza que lo une al contrario. Encontrándose a él y al Alfa compartiendo las mismas circunstancias una y otra vez, no puede evitar preguntarse si hay algo detrás de esa imagen inquebrantable que construyó con el pasar del tiempo.
—Supongo que nos toca trabajar juntos esta vez, Kim. —dijo Jungkook con una sonrisa tensa.
Taehyung levantó la vista de su teléfono con desgano y asintió sin mucho entusiasmo. Siquiera tomando la molestia de mirar al Omega a los ojos, limitándose a pasear su vista vagamente sobre la portada de la obra con la que tendrían que trabajar.
El sueño de una noche de verano.
La profesora de Literatura comenzó a anotar sobre la pizarra tras ella los fragmentos de Shakespeare que cada grupo debería leer.
—Supongo, ¿Tienes la parte que nos asignaron? —preguntó el Alfa, apenas mostrando interés en la tarea.
Jungkook tomó la obra sobre la mesa y pasó página hasta encontrar el fragmento designado. Tuvo que morder el interior de su mejilla con fuerza para evitar maldecir el desinterés de Kim, a diferencia de él, Jungkook estaba fascinado, aquella obra era su favorita.
Con un suspiro pesado y desinteresado, Taehyung tomó la obra de las manos del castaño y comenzó a leer en voz alta, aunque su tono era monótono y carente de emoción.
—"Pero el amor puede transformar en belleza y dignidad cosas bajas y viles, porque no ve con los ojos, sino con la mente, y por eso pinta ciego a Cupido el alado..."
Jungkook escuchaba atentamente mientras Taehyung leía, contemplando la falta de entusiasmo en su voz. Pero aún con esa carencia de emoción, el castaño se sorprendió. Era la primera vez que el Omega le prestaba tanta atención, Jungkook no había notado nunca, con tanto detalle, el cambio abismal en la voz del Alfa.
La voz del pelinegro tenía un peso y una textura que contrastaban marcadamente con su apariencia. Sus ojos se fijaron en los detalles: la línea de su mandíbula, la suavidad de su piel, la expresión relajada pero intensa. Su cabello negro cayendo sobre sus cejas y pestañas. Era como si dos mundos distintos coexistieran en una sola persona.
Y aún así lo tenían absorto.
La profundidad de la voz de Taehyung lo había sorprendido, casi como un golpe que lo desestabilizaba. No era solo el contraste con su rostro suave y juvenil lo que lo afectaba, sino algo más profundo, algo que no lograba comprender del todo.
Una oleada de nostalgia lo envolvió cuando recordó a Taehyung de niño. Cuando recordó el pasado. En su memoria, la voz de Taehyung era diferente: aguda, llena de la inocencia y la despreocupación de la infancia. Recordó los días en los que el pelinegro jugaba en el patio de la escuela con sus amigos, las risas y los gritos que llenaban el aire. En aquellos tiempos, la voz de Taehyung era tan ligera como su risa
La niñez de Taehyung, y la suya propia, parecían haberse desvanecido, dejando en su lugar una sensación de pérdida. Una sensación agridulce que no sabía como manejar.
Cuando Taehyung terminó de leer, levantó la mirada hacia Jungkook, y sus ojos se encontraron. El Omega sintió un sobresalto en su pecho, como si lo hubieran atrapado en un acto prohibido. Desvió rápidamente la mirada, su rostro sonrojándose violentamente.
—Bueno, eso es todo —dijo Taehyung, arqueando una ceja al notar la reacción de Jungkook—. ¿Algo más que debamos anotar?
El castaño se sintió sumamente nervioso y tímido. Su mente trabajaba frenéticamente, intentando recuperar la compostura mientras se regañaba a sí mismo por sus pensamientos. No podía entender por qué la voz de Taehyung lo afectaba tanto, y mucho menos por qué se había dejado llevar de esa manera.
—Ehm... sí, claro —balbuceó, sin atreverse a levantar la vista—. Creo que deberíamos... eh... anotar cómo el uso de la metáfora en esa línea resalta que el amor es una experiencia más profunda, que va más allá de lo físico. Cupido, representado como un ser ciego, simboliza que el amor no está sujeto a la vista, sino que se percibe a través del alma.
Kim observó a Jungkook por un momento más, una leve sonrisa jugueteando en sus labios. Finalmente, asintió y anotó algo en su cuaderno, sin darle más importancia a la reacción del castaño.
El Alfa desvió su atención de nuevo a su teléfono, dejando que el silencio se apoderara de la mesa. El de ojos color avellana lo observó por un momento, sintiendo cómo la irritación volvía a crecer dentro de él. No podía soportar la falta de compromiso de Taehyung.
El pelinegro parecía empeñado en poner a prueba la limitada paciencia del Omega.
A medida que continuaban analizando aquellos textos, el castaño intentaba empatizar con Kim, pero era difícil cuando éste parecía tan distante y empecinado en demostrar cuan poco le interesaba hacer equipo con él.
—Podrías ponerle más entusiasmo. —masculló Jungkook.
El pelinegro desvió la atención de su teléfono y clavó su mirada en el Omega. El de ojos avellana percibió la rabia que aquel comentario le causó a Taehyung, quien gruñó entre dientes.
—No recuerdo haberte pedido un consejo, Jeon.
Una risa sin gracia escapó desde los labios rosados del Omega, dejó caer su lápiz sobre el banco de madera y fulminó con la mirada al pelinegro. Su cabeza castaña ardió en cólera ante el comentario, luchando contra el impulso de lanzarse sobre Taehyung y golpearlo.
—Solo intento que hagamos bien la tarea —respondió Jungkook, intentando sonar más firme de lo que se sentía—. Esto es importante.
Taehyung soltó una risa sarcástica, inclinándose hacia adelante. Su rostro estaba más cerca del de Jungkook de lo que el Omega hubiera deseado, y podía sentir el calor de su aliento.
—¿Importante para quién? —replicó Taehyung con desdén—. Para ti, tal vez. Pero a mí no me importa tanto. Ya hice mi parte leyendo, ¿no?
Jungkook sintió cómo su irritación se transformaba en enfado.
—¿Puedo preguntarte algo, Kim? —escupió rabioso.
El Alfa levantó la mirada con una ceja alzada y una sonrisa ladeada, sorprendido por la súbita confrontación del castaño. Jungkook detestó aquello, la expresión divertida adornando el rostro del pelinegro, como un recordatorio de la falta de seriedad ante sus palabras, como si todo fuese un juego.
—Adelante, Jungkook.
El menor sintió una mezcla de indignación y frustración al notar que Taehyung lo llamó por su nombre, solo para provocarlo. Sus músculos se tensaron instantáneamente y sus puños se cerraron con fuerza, conteniendo el impulso de responder con violencia. Una oleada de calor recorrió su cuerpo, alimentando su furia mientras sus ojos avellana centelleaban con intensidad. Kim lo empujaba al límite.
—¿Cuál es tu maldito problema? —su tono cargado entre indignación y furia confrontó al más alto, escupiendo de forma rabiosa cada palabra—. Primero: me ignoras y te comportas como un maldito idiota, pasándome por al lado como si no estuviese allí. Y segundo: te sigues comportando de la misma maldita forma. Así que dímelo, porque estoy cansado de soportar tu actitud infantil.
La respiración del castaño se estaba volviendo errática. Esta vez no apartó la mirada, mantuvo sus ojos sobre los contrarios en todo momento, ignorando la fuerte presión que le provocaba en el pecho. Contempló en silencio la fortaleza inquebrantable del pelinegro, las palabras hostiles de Jungkook no causaban ni la más mínima reacción en él. Nada.
—Quizás tu presencia es tan insignificante que apenas la noto. —respondió el de aroma a canela, encogiéndose de hombros como si restara importancia—. No hagas un drama por todo.
Las feromonas de Jungkook llegaron a la nariz del Alfa, destacando sobre su aroma a cachorro e intensificándolo levemente. Taehyung inhaló de forma inconsciente, sintiendo el impulso absurdo de hacerlo de nuevo. Nunca antes habían estado tan cerca como para notarlo, pero Taehyung descubrió un aroma dulce e intenso sobre él que lo dejó sediento. Tan adictivo que provocó en él un deseo de gruñir en respuesta, un anhelo de fundirse en ese aroma. Sin embargo, tan pronto como llegó, desapareció y su lobo pareció desesperarse ante su ausencia.
Era extraño, el lobo interior de Taehyung reaccionó instantáneamente al aroma familiar de Jungkook, como si un eco resonara en su interior. Un instinto primordial de protección se encendió en lo más profundo de su ser, impulsándolo a querer rodear al Omega con una sensación de urgencia. Con sus instintos más primitivos, rugió en desafío contra su parte racional, aferrándose al deseo de proteger y cuidar del Omega.
En ese momento, para Taehyung fue inevitable sentir una ligera fascinación por Jungkook.
—¿Te parece divertido? —preguntó el menor indignado, sin imaginar la tormenta que estaba creando dentro del Alfa—. Eres un idiota, siquiera te importa lo que estamos haciendo, ¿No te cansas de comportarte así?
Los músculos de Kim se tensaron involuntariamente mientras luchaba por mantener una expresión impasible, ocultando las emociones turbulentas que lo invadían. Cada fibra de su ser ansiaba acercarse más a Jungkook, protegerlo, cuidarlo, pero su parte humana seguía susurrando en su mente, recordándole las barreras que debía mantener.
Taehyung desvió la mirada, fingiendo desinterés mientras su corazón latía con fuerza en su pecho. Trató de enmascarar el deseo creciente que lo consumía, adoptando una postura serena y controlada frente al Omega. Sin embargo, por dentro, la tormenta de emociones lo arrastraba hacia Jungkook, desafiando cada barrera que había construido a su alrededor.
En un intento por ocultar aquellos pensamientos suspiró profundo, sus facciones detonaron aburrimiento, y ante los ojos avellana aquello fue el comienzo de una guerra. El castaño siquiera notó lo que provocó en Kim.
—¿Y qué si no me importa? No veo por qué debería fingir interés en algo que realmente no me importa —respondió Taehyung con brusquedad, acercando su rostro al contrario hasta sentir la respiración pesada contraria—. ¿Qué harás? Dime, Jungkook.
El recién nombrado apretó los dientes con fuerza, casi sintiendo el chirrido de su propia tensión. La cercanía que Kim había decidido imponer lo estaba llevando al límite, cada una de sus palabras afiladas como cuchillas, listas para cortar. Pero él no iba a ceder, no esta vez.
Tragó saliva nerviosamente, consciente de las feromonas cargadas de ira que su cuerpo liberaba, sin importarle si alguien más lo notaba. En ese momento estaba concentrado en una sola cosa: desafiar a Kim Taehyung con cada palabra y mirada.
—¡Claro que no te importa! —murmuró apretando los dientes—. Eres tan egoísta que solo piensas en ti mismo. Siempre actúas como si fueras el centro del universo y todos deberían adorarte.
Aquello fue personal, cayó bajo, lo supo. Pero, maldición, aún si Kim lo tachaba de envidioso no se arrepentiría de haberlo dicho. Fue liberador, encontró una mezcla de satisfacción y placer al decirle en la cara lo que pensaba de él.
Su mentón se alzó desafiante, no le importó disimular el desagrado y rechazo que le causaba aquella actitud egoísta del mayor, al contrario, quería que Kim supiera lo desagradable que estaba siendo.
Taehyung rio—: Vamos, Jeon, tú eres el que siempre está buscando problemas. No puedes soportar que alguien no actúe como quieres o te siga el juego. Eres patético.
El timbre del receso, que le dio fin a la clase, comenzó a sonar y a pesar de la interrupción ninguno de los dos le prestó atención, demasiado inmersos en su enfrentación como para detenerse ahora. Parecía que no había vuelta atrás, Jungkook no estaba dispuesto a disculparse y Taehyung a dejar que éste se quede con la última palabra. La brecha entre ellos era cada vez mayor, el castaño no titubeaba al hablar y esto solo molestaba más al pelinegro, cualquier otro Omega en su lugar ya estaría temblando ante su voz y presencia demandante.
Jungkook negó con la cabeza de forma lenta mientras una mueca de desagrado adornaba su rostro, por primera vez en mucho tiempo apartó la mirada de los ojos oscuros de Kim, sus manos comenzaron a guardar sus libros dentro de su mochila de forma brusca y apresurada. Podía sentir la mirada del Alfa clavándose sobre él como una cuchilla.
—Estoy harto de tu arrogancia. No sé por qué sigo perdiendo mi tiempo contigo. —declaró poniéndose de pie mientras colgaba su mochila en su hombro derecho.
El aire en el salón se cargaba con la electricidad de su enfrentamiento, el Omega comprendió que ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder terreno, entonces se rindió.
Taehyung se levantó de su asiento, su expresión se endureció mientras se enfrentaba a Jungkook.
—No quieras echarme la culpa por tus propias incompetencias. Si no puedes soportar mi arrogancia quizás deberías reconsiderar estar en esta clase.
Las palabras de Taehyung fueron como un golpe directo al orgullo de Jungkook. Sintiendo una oleada de ira y humillación, el Omega se acercó a él, ahora siendo el que acortara la distancia entre ellos, enfrentándose a Taehyung con determinación. Su corazón latía con fuerza y su pecho subía y bajaba, sintió electricidad recorrerle la espina dorsal de punta a punta cuando Taehyung tuvo que bajar ligeramente el mentón para mirarlo.
—No tienes idea de lo que estás diciendo —dijo Jungkook, su voz temblorosa de furia contenida—. Y no me subestimes, Taehyung. No te daré el gusto de renunciar a esta clase, me quedaré aquí el resto del semestre, incluso si eso significa volver a trabajar contigo.
La tensión entre ellos era palpable mientras se miraban fijamente, cada uno desafiando al otro en un silencioso duelo de voluntades. Cada mirada, cada gesto, estaba impregnado en una energía tan pesada que podía sentirse allí sobre sus hombros. A pesar del odio que los consumía ninguno de los dos podía apartar la vista, estaban atrapados en un ciclo interminable de resentimiento y amargura, cada respiración de Jungkook era como un susurro sordo de tensión que chocaba contra el pecho de Taehyung.
Entonces, el menor pasó por al lado del pelinegro, dejando al más alto solo con el eco de sus propios pensamientos y el amargo sabor de la derrota en su boca, contemplando como el sonido de los pasos del Omega se desvanecían en el aire.
Jeon salió del salón de clases como alma que lleva el diablo, acaparando la atención de los estudiantes que presenciaron en silencio la tensa enfrentación que habían llevado a cabo el castaño y el pelinegro. Jungkook ignoró los murmullos tras él, siquiera podía entender todo lo que sucedía a su al rededor, en sus oídos solo se reproducía la discusión con el Alfa, el resto solo era un ruido blanco.
Es que, maldición, no podía sacarse la imagen de Taehyung mofándose de él, poniendo aquella estúpida sonrisa en su rostro con el único objetivo de hacerle enojar.
Púdrete, Kim Taehyung, tú y tu estúpida sonrisa pueden irse al demonio.
Recordar aquellos finos labios rosados y blancos dientes le hacía enfadar, quería detenerse allí en medio del pasillo y anunciar ante todos que Kim Taehyung era el mayor idiota que conocerían en sus vidas. Los puños de Jungkook se apretaron con tanta fuerza que podía sentir el calor de su propia ira emanando de ellos.
—"No recuerdo haberte pedido un consejo, Jeon" —imitó la voz del pelinegro con rabia mientras ahogaba un gruñido en el fondo de su garganta. Sabía que parecía un loco hablando consigo mismo en voz alta, pero no podía evitarlo—. ¡Pues, deberías tomarlo, grandísimo idiota!
El castaño sentía como si estuviese hirviendo por dentro, con una mezcla de frustración y enojo que le nubla el juicio. Cada palabra de la discusión resuena en su mente, reviviendo el intercambio de acusaciones una y otra vez. Se muerde la lengua para no decir más cosas de las que ya ha dicho, pero el deseo de hacerle entender su punto de vista sigue ahí, ardiendo como un fuego inextinguible.
Cada gesto, cada mirada, incluso el más mínimo recuerdo de la confrontación, alimenta su irritación hasta que se siente al borde de la explosión. La sensación de impotencia y el deseo de venganza se entrelazan, convirtiendo su malestar en una tormenta emocional que parece no tener fin.
Entonces, todo aquel fuego dentro suyo parece apagarse lentamente al ver la puerta de madera que lo recibió en la mañana: la modesta oficina de Hoseok.
No había una exagerada cantidad de estudiantes acaparando el reducido espacio entre los pasillos, apenas y diez personas caminaban por el. Poco, teniendo en cuenta que normalmente debía abrirse paso entre medio de las personas a cuestas de codazos y maldiciones por lo bajo.
Extrañamente, ahora deseaba que una avalancha de estudiantes azotara el pasillo, para impedir que su trayectoria termine. El de ojos color avellana nunca antes se sintió tan nervioso por hablar con el Presidente del Consejo Estudiantil como ahora.
Sus nudillos tocaron la puerta tres veces y cada golpe pareció bombearle en los oídos, las manos le sudaban, obra de su nerviosismo.
La voz de Hoseok se escuchó desde el otro lado de la puerta, invitándolo a pasar. El omega limpió las palmas sudorosa de sus manos y acercó su extremidad a la perilla, abriendo la puerta lentamente, al mismo tiempo en que su torso se adentraba a la habitación.
—¿Hoseok hyung? —llamó Jungkook, escaneando el interior con sus ojos expectantes.
Se encontró en una habitación extrañamente vacía. No había forma de que hubiera imaginado la voz del pelirrojo segundos atrás, ¿verdad? Por supuesto que no. Pero empezaba a replantearse aquello cuando no veía rastro de Hoseok.
—¡Por aquí! —la voz de Hoseok resonó desde una esquina—. Jungkook, hace días que no te veo.
La respiración errática de Hoseok reemplazó el silencio ensordecedor que había envuelto al Omega al entrar. Un suspiro de alivio escapó de sus labios rosáceos.
Jungkook sonrió sin mostrar los dientes y se adentró por completo en el pequeño despacho, cerrando la puerta tras de sí.
—Lo mismo digo, últimamente casi ni sales de aquí. —una pequeña risa se extendió por el lugar, aligerando la tensión.
El mayor ajustó sus lentes sobre el puente de su nariz, y con una mueca apacible, soltó una risotada ante el comentario. Se dejó caer en la silla del escritorio, alisando la arrugada tela de su uniforme con las palmas de sus manos.
El Omega lo imitó, avanzando con pasos vacilantes mientras abandonaba la seguridad que, por alguna extraña razón, le ofrecía la puerta de madera.
Una mueca incómoda iluminó su rostro al sentarse frente al Beta. El silencio se instaló entre ellos una vez más y, aunque Jungkook fue el único en notarlo, maldijo internamente su repentina timidez, tragando con bochorno las náuseas que los nervios le provocaban.
—No quiero hacerte perder el tiempo, así que seré breve —aclaró Hoseok, abriendo el cajón de su escritorio en busca de algo que Jungkook desconocía—. Tengo dos noticias: una buena y una mala.
Mierda.
¿Una buena y una mala? La declaración erizó los vellos del Omega, haciéndole contener momentáneamente la respiración. La última vez que escuchó esa frase, tenía nueve años, y fue su madre quien la pronunció, prometiéndole una tarde en el parque después del turno con el dentista.
—¿Cuál es la buena? —preguntó con impaciencia.
Los nervios se desvanecieron, y aquellos ojos avellana lo atribuyeron a una fuerza del destino, como si éste le estuviera advirtiendo de algún mal augurio. Su corazón golpeaba con fuerza, resonando como un tambor en su pecho, mientras sentía el músculo palpitante empujando contra sus costillas. Era como si estuviese frente a un peligro desconocido, enviando una ola de temor por su espalda.
Al menos, eso era todo en lo que podía pensar mientras observaba de reojo a Hoseok, quien examinaba detenidamente la carpeta en sus manos. Cuando sus ojos se posaron en su nombre y apellido en la tapa, desvió la mirada, enfocando su atención en cualquier otro objeto de la habitación. Las preguntas superaban con creces a las respuestas, pero aún así luchaba por mantener la calma, una tarea que parecía imposible.
Jeon parecía al borde de las lágrimas, y con los nervios en su punto máximo y la atmósfera desfavorable creada por el pelirrojo, ¿Cómo podría estar bien? Era completamente absurdo. Su mano derecha apretaba con fuerza el músculo de su pierna, buscando una firmeza que nadie parecía ser capaz de proporcionarle.
—Enhorabuena, Jungkook. Tu solicitud ha sido aprobada para la prueba de admisión al equipo de básquet escolar. Sé que esto es importante para ti, pero hay algunas consideraciones que debes tener en cuenta.
Oh, Dios mío, pensó.
Su castaña cabeza procesó la noticia con incredulidad. ¿Había escuchado correctamente? Su solicitud había sido aprobada. Por primera vez en años, Jungkook tendría la oportunidad de formar parte del equipo escolar. Parpadeó varias veces, batiendo las pestañas repetidamente, incapaz de asimilar completamente las palabras que salían de la boca del pelirrojo. La emoción se arremolinaba en su pecho, abriéndose paso entre la sorpresa y felicidad.
Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro del Omega, el corazón le latía con fuerza de emoción mientras asimilaba la noticia que acababa de recibir. Había esperado este momento durante tanto tiempo que ahora no sabía ni como reaccionar.
Pero, una sombra de preocupación cruzó el rostro de Jungkook al caer en cuenta de las últimas palabras de Hoseok. Sus cejas se fruncieron ligeramente, y un atisbo de inquietud se reflejó en sus ojos avellana. Aunque estaba emocionado por la oportunidad, la advertencia de Hoseok le recordó que el camino no estaría exento de desafíos y responsabilidades.
—¿Consideraciones? —preguntó Jungkook, con la voz saliendo pausada.
Hoseok asintió con la cabeza, pero su sonrisa tensa revelaba que las noticias no eran del todo favorables. El Omega frunció el ceño, nerviosamente comenzó a tirar de las mangas de su ropa, rogando en silencio que el Beta no deshiciera la ilusión que él había construido sin darse cuenta.
—La diferencia en fuerza, velocidad y resistencia entre Alfas y Omegas es significativa debido a los distintos linajes. Espero que comprendas lo que quiero decir. En caso de pasar la prueba, deberás cumplir estrictamente con las reglas impuestas por el Director. No podrás entrenar los días anteriores y posteriores de tu celo hasta cierta cantidad de días, ni compartir baños, duchas ni vestidores con Alfas y Betas. Deberás usar neutralizadores durante cada entrenamiento, los cuales se te proporcionarán de forma gratuita, junto con supresores e inhibidores.
El semblante de Jungkook se transformó en una mezcla de sorpresa y preocupación al escuchar las palabras del Beta. Sus ojos avellana se abrieron con incredulidad mientras procesaba la información que le estaba siendo entregada. La brecha en fuerza, velocidad y resistencia entre Alfas y Omegas era una realidad que conocía, pero escucharlo de manera tan directa y en el contexto del equipo escolar lo llenó de preocupación.
La advertencia sobre las estrictas reglas impuestas por el Director resonó en su mente, recordándole la delicada naturaleza de su linaje en un Instituto controlado por Alfas. Una sensación de preocupación se apoderó de él al comprender las limitaciones y restricciones que tendría que enfrentar en caso de pasar la prueba de admisión.
La idea de no poder entrenar en ciertos días, de usar neutralizadores y supresores durante cada sesión de práctica, y de mantener una distancia cautelosa con los Alfas y Betas lo hizo sentirse atrapado en una red de normas y expectativas que amenazaban con eclipsar su sueño de formar parte del equipo.
Sin embargo, a pesar de la preocupación que sentía, Jungkook se mantuvo firme, decidido a superar cualquier obstáculo que se le presentara en su camino. Sabía que el camino hacia la realización de su sueño estaría lleno de desafíos, pero estaba dispuesto a enfrentarlos cueste lo que cueste.
Hoseok continuó —: Durante el período de prueba no podrás jugar como titular en ningún juego, ya sea dentro o fuera de la Institución. Además, el período de prueba no tiene una fecha definida de finalización, por lo que podrías estar en él durante meses. No puedo garantizarte que serás un miembro oficial del equipo. Es importante que lo tengas en cuenta.
El aire contenido en los pulmones del joven castaño se liberó en un suspiro tembloroso, apenas perceptible, como si estuviese dejando escapar una carga emocional que había llevado durante años. Su boca se entreabrió ligeramente en un gesto de asombro mientras absorbía la impactante noticia. Sus ojos permanecían fijos en sus propias manos, que tiraban suavemente de la tela de su ropa, como si estuvieran buscando algo tangible en lo que aferrarse en medio de la sorpresa.
Una punzada se hizo sentir en la parte posterior de su cabeza, mientras recapitulaba una y otra vez las palabras del pelirrojo. Jungkook se dio cuenta de que no había una distinción clara entre una buena y una mala noticia; más bien, era una mezcla de ambas, un sabor agridulce que invadía su paladar y reflejaba las emociones abrumadoras que su cuerpo estaba experimentando en ese momento.
En el silencio que siguió, Jungkook se encontró tratando de procesar todo lo que acababa de escuchar, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho mientras luchaba por encontrar un equilibrio entre la emoción y la incertidumbre que inundaba su mente.
Hoseok aguardó en silencio, contemplando pacientemente la emoción que poco a poco iba desbordando el pequeño cuerpo del Omega, quien fijó sus claros luceros sobre los suyos, los cuáles estaban a punto de dejar lágrimas surcando sus sonrosadas mejillas. Los labios color cereza del menor se deshicieron en una blanca y perfecta sonrisa, plagada de emoción.
—¡Gracias, Hyung! —exclamó a viva voz, estirándose para abrazar al mayor detrás del escritorio. Sus brazos rodearon al Beta con cariño, entregándole completamente la gratitud que estaba sintiendo.
—No deberías agradecerme, Jungkook. —respondió, zobando con suavidad la espalda del de hebras castañas, trazando pequeños círculos en toda la extensión de su espina dorsal.
El pelirrojo suspiró, aún rodeando al Omega entre sus brazos. Se preguntó a sí mismo que es lo que pasaría en las próximas horas, en lo que la práctica del equipo de básquet llegaba. También se preguntó que es lo que le esperaría a Jeon Jungkook tras cruzar las puertas del gimnasio, y más importante aún, que es lo que le esperaría si es que quedaba dentro del equipo.
—¡Claro que si! —expresó el castaño, abrumando al pelirrojo con su gratitud mientras se despedía—. Eres el mejor.
El pelirrojo suspiró satisfecho, aunque no pudo evitar sentir una creciente preocupación por su próxima reunión con el señor Kim. Recordaba vívidamente la última vez que se enfrentó a él; la mera idea de volver a encontrarse con aquel hombre siniestro le provocaba temblores en las piernas.
Hoseok esperaba no tener que enfrentarse nuevamente a aquel hombre. El solo pensamiento de tener que tratar con él durante la prueba obligatoria del Omega le causaba escalofríos. No podía evitar preocuparse por Jungkook, temiendo que fuera rechazado cruelmente.
Las frías palabras de Kim resonaban en su mente, dichas con una indiferencia que helaba la sangre:
—"¡No aceptaré a un Omega en el equipo de básquet de la preparatoria Dwight School, ni en ninguna otra parte! Una de las mejores preparatorias de Seúl no arruinará su reputación por un Omega caprichoso".
Hoseok recordó cómo apretó los puños impotente tras escuchar esas palabras. ¿Cómo se atrevía el Director a menospreciar a alguien solo por su linaje? La injusticia de la situación lo enfurecía. Jungkook era un joven tierno y lleno de potencial, y Hoseok no podía soportar la idea de verlo rechazado por prejuicios tan arcaicos.
Mientras se preparaba mentalmente para la reunión, Hoseok se prometió a sí mismo que haría todo lo posible por apoyar a Jungkook.
No permitiría que el sueño del Omega se viera truncado por la intolerancia de un hombre cegado por su propio poder.
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