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—¿Que tu qué? —abrió en demasía sus ojos con incredulidad, al mismo tiempo en el que abalazaba su torzo hacia adelante, chocando contra el escritorio de madera frente a él. La sorpresiva petición le impactó como un balde de agua fría directo en el rostro.

Y es que Hoseok no creyó que el Omega de sonrisa bonita y calificaciones perfectas estuviera pidiéndole un favor tan... extraño. Parpadea confundido, el color de su rostro escapa y ahora toma la apariencia de un fantasma, totalmente pálido.

El Omega rió bajo—: Que quiero entrar al equipo de básquet. —respondió simple, ensanchando su sonrisa al final de la oración, luciendo tan sereno ante tal alocada idea suya.

¿Este omega ha perdido la cabeza? Pensó Hoseok.

En todos sus años como Presidente del Consejo Estudiantil jamás escuchó una petición de ese tipo. Y aunque el pelirrojo se consideraba una persona sin estereotipos alfa/omega/beta a seguir, un Omega... ¿en el equipo de básquet? Aquello sonaba lo más parecido —a lo que él nombró—; una muerte segura, quizá peor.

—Jungkook, ¿estás seguro? —preguntó, su voz detonando preocupación en cada sílaba, acto que no pasó desapercibido ante la mirada esperanzada del castaño, quien no se inmutó—. Tu promedio es perfecto, no necesitas los puntos extra del equipo, y a parte, ¿por qué querer estar rodeado de Alfas malolientes?

El castaño viró los ojos a la nada, ¿él, queriendo estar rodeado de Alfas malolientes? Por favor, aquello sonaba ridículo, asqueroso y nuevamente ridículo. Rebobina las palabras de su Hyung una vez más, es verdad que no tenia quejas de su impecable promedio, ni mucho menos necesitaba los puntos extras que el equipo le otorgaba, así que entiende el particular punto de vista del Presidente del Consejo Estudiantil.

—Vamos, Hoseok Hyung, tampoco es tan malo... —refiriéndose a querer entrar al equipo—. Además, tú fuiste el mismo que dijo que me vendría bien jugar baloncesto.

Estúpida y gran bocota.

Hoseok tragó nervioso—: Tsk, no tomes todo lo que digo literalmente. —se queja entre muecas, maldiciendo haber sugerido aquello tiempo atrás.

La vez que vio a Jungkook escabullirse en el gimnasio del Instituto jamás imaginó que el Omega más dotado de todo el colegio estuviera jugando tan bien baloncesto. Le fue imposible no elogiar su talento, mucho menos cuando le vio encestar una que otra vez. Aún así cuando soltó aquel comentario no creyó que lo recordaría hasta el día de hoy, hasta realmente volver a presentar su petición.

—No puedes retractarte, Hyung. —el tono orgulloso que utilizó el omega hizo que Hoseok quisiese enterrar su suelta lengua tres metros bajo tierra.

El pelirrojo negó—: Y no lo hago, pero sabes que no puedo hacer milagros.

Le dolía la idea de rechazar al de ojos color avellana, pero el Instituto jamás aceptaría a un omega como Jeon Jungkook en el equipo, menos si el director y entrenador eran la misma persona: Kim Woo Suk.

Él es como un halcón que acecha en la oscuridad, esperando que des un paso en falso para arrancarte la cabeza. Es el malo de la historia, el villano del cuento, el gemelo malvado —no tiene uno, pero es lo mismo—, no era una persona tan fácil de convencer. Incluso si le ruegas de rodillas lo más probable es que si la idea no es de su agrado terminará rechazándote de la manera más tormentosa y escalofriante posible.

Jungkook plantó sus pies en el suelo, enderezó su espalda y se dijo a sí mismo que no saldría de allí hasta obtener lo que quería.

Humano terco, muy terco.

—Hyung, no seas cruel —murmuró ofendido, ¿cómo que hacer milagros? Patrañas—. Al menos, podrías intentarlo.

Por el amor de Dios, ¿desde cuándo existen Omegas tan tercos? Pensó Hoseok, masajeando su sien con los dedos. Jungkook tenía razón, podría intentarlo, sin embargo las probabilidades de ser aceptado eran una entre un millón. Si el resto de los estudiantes se enteraban que solicitó entrar al equipo y fue rechazado, Jeon sería la burla todo el semestre. Pero, ¿Y si eso no pasaba? La culpa y el arrepentimiento lo atormentarían durante años, y él era una persona muy joven como para pasar el resto de sus días en penumbra.

—Debes ser el Omega más irritante que he conocido nunca, Jeon Jungkook —su rostro serio no causó reacción alguna en el recién nombrado, es más, una sonrisa genuina adornó su rostro, como si acabara de recibir uno de los cumplidos más brillantes en la faz de la tierra.

—¿Eso es un sí? —la pregunta le hace cosquillas dentro de la boca, la expresión indiferente de su amigo le causa gracia, simplemente por el hecho de apreciar una pequeña sonrisa camuflarse entre toda esa mentira suya.

El pelirrojo intenta reprimir la sonrisa que se asoma por la camisura de sus labios y falla completamente, cubriendo sus labios con su mano derecha cuando la mueca sonriente con aires de derrota ya no puede ser ocultada bajo la palma de sus manos.

—Vete antes de que me arrepienta y te asesine con mis propias manos. —dice, desplomandose en el respaldo de su silla cuando el castaño cubre su boca con ambas manos en notoria sorpresa.

Jungkook ahora mismo siente un revoltijo de alegría en el estómago que le cosquillea la palma de las manos y le eriza el cuerpo entero. Una sonrisa que llega hasta sus ojos adorna su aniñado rostro, mientras una risueña carcajada escapa de sus labios, encantado ante la noticia. ¡Definitivamente eso es un sí! Lo ha conseguido, la felicidad que desborda su cuerpo es palpable para Hoseok, y esto solo le contagia el sentimiento. El Omega no estaba soñando, ¿o sí? La sensación de livianes le acompaña como si de verdad estuviese dormido, enfrentándose a la realidad que creyó posible solo en el rincón más inhóspito y solitario de sus sueños, ¡Realmente lo había logrado! Su cabeza le repite que no se emocione, que esto recién es el comienzo, que todavía existe la innegable posibilidad de que le rechacen, pero, ¿Realmente importa ahora? No para él.

—¡Hyung es el mejor! —farfulla apresurado, estrellando sus palabras entre sí cuando salen apresuradas de su boca, mientras se dirige a la salida—. ¡Gracias!

Y así se despide, saliendo por la puerta casi dando brincos tal cual conejillo contento, dejando a Hoseok en su silla pensando cómo demonios le diría al Señor Kim que Jeon Jungkook, el Omega de último año, quiere entrar a su equipo estrella. De solo pensarlo le dan escalofríos en la nuca, las palabras crueles y sin corazón de Kim Woo Suk sin duda le congelan la sangre.

Anciano malhumorado, tsk. El de pelo rojizo medita las palabras que utilizará con él, ¿debía ser directo, verdad? Definitivamente sí, a las personas irritables les fastidia perder el tiempo. Se endereza en su silla y la valentía que creyó tener se desmorona, derrumbándose sobre su escritorio como un niño pequeño a punto de tener una rabieta, ¿cómo es que la brillante mañana en Seúl se había tornado tan oscura repentinamente?

Dejando de lado sus desgracias, fuera de su pequeña oficina, sobraba decir que el castaño estaba de buen humor. Mientras caminaba por el pasillo que recorría todos los días Alfas, betas y omegas lo observaban con curiosidad, guiados únicamente por su instintivo olfato. Las feromonas de felicidad que emanaba estaban delatando por completo su estado de ánimo, al notarlo se avergonzó de aquello y apresuró el paso, murmurando disculpas que apenas llegaban a los oídos de los alumnos desconocidos.

Sus mejillas vuelven a la normalidad cuando su recorrido llega a su fin, encontrándose ahora frente a su casillero, rápidamente coloca la combinación y escanea el interior de éste en busca de su móvil. Usualmente suele dejarlo allí ya que años atrás cada vez que lo tenia consigo el aparato se perdía y terminaba siendo hallado por el anciano conserje días después.

Cierra la puerta de su casillero, sus ojos observan la pantalla táctil ajenos a la realidad, sus pulgares deslizándose entre mensajes de texto sin leer y noticias en las redes sociales. Hace una mueca al leer el mensaje que le ha enviado su madre hace media hora, el cual dice que no estará en casa para la cena. Suspira, dispuesto a apagar el móvil y mantenerlo a salvo en la seguridad de los bolsillos vacíos de sus pantalones, pero antes de poder hacerlo siente el pecho firme de alguien chocarle por delante, haciendo que el móvil se estrelle bruscamente contra su rostro.

—Ouch, fíjate bien por dónde caminas, idiota. —maldijo, sobando su frente con la punta de sus dedos. Las cejas rectas y los labios fruncido llaman la atención de quien le había chocado.

Aquel choque que para Jungkook no tenía para nada la pinta de ser accidental, se cruza de brazos molesto y fulmina con la mirada al alto Alfa pelinegro. La zona que ha sido golpeada le palpita con fuerza, tiene el impulso de volver a llevar su mano al lugar, pero en vez de hacerlo sigue desafíando con sus ojos al idiota que le ha chocado de frente.

—¿Jeon Jungkook? ¿El omega que se cree un Alfa? —una sonrisa que el castaño reconoce como desagradable se forma en el rostro del contrario—. Se dice por ahí que este año intentarás entrar al equipo, así que dime ¿es verdad que aquí las noticias vuelan?

Mierda. Quiso arrancarse los oídos y salir corriendo cuando las carcajadas inundaron el pasillo, se estaban riendo de él como si fuera un chiste, y aunque habían personas allí que hicieron oídos sordos ante el tono burlón del Alfa y siguieron con lo que sea que estaban haciendo antes... sintió que estaba siendo humillado.

Jungkook niega—: No me creo un Alfa, tonto —viró los ojos, indiferente ante las burlas del Alfa, quien podía comportarse como una maldita astilla en el culo si se lo proponía—. Y no tengo porqué darte explicaciones a ti, Alfa descerebrado.

No era la primera vez que aquel Alfa le molestaba, a estas alturas ya estaba acostumbrado a recibir esos tipos de comentarios de parte suya, sin embargo intentaba no prestarles atención, ¿Quién era él para juzgarlo? La rabia se acumula dentro de su pecho y le hace querer refutar en contra de todo lo que salga de la suelta boca del Alfa, es que aquella mirada le rebajaba en absolutamente todo, y ni hablar de la sonrisa petulante que aparecía en su rostro cuando intentaba humillarlo.

Seung rió—: Me pregunto a qué se deben tus feromonas, no me digas que ya te me has adelantado, ¿realmente presentaste tu petición? Verte salir de la oficina de Jung Hoseok te pone en una situación... comprometedora.

—Dije que no tengo porqué darte explicaciones a ti, y aún si de verdad hubiera presentado mi petición aquello sigue sin ser de tu incumbencia —se abraza a sí mismo, odiando que el Alfa pueda olfatearle con total libertad, poniéndole incomodísimo y asqueandole la forma desvergonzada en la que se empeña en hacer desaparecer la cercanía repugnante entre ambos, acercándose hasta respirar la misma tibia corriente de aire—. Lárgate, por favor.

—¿Ya quieres que me vaya? Aún tengo bastante que decir, es una pena... —añadió, su mirada fija en el rostro aniñado y fastidiado del Omega, divirtiéndose al provocarlo intencionalmente. Su mano derecha viaja a la sonrosada mejilla e intenta dejarla allí, pero el castaño se aleja inexpresivo, evitando a toda costa que sus pieles lleguen a toparse siquiera un mísero centímetro.

—Pues, guárdalo para ti. —contestó.

Seung contempló solemne la rudeza en su mirada, la forma en la que su cuerpo lo rechazaba al contraerse para sí mismo y cómo cada palabra que salía de su boca se empecinaba en dejarle claro que él, comportándose de aquella forma, estaba siendo un completo imbécil.

Y admitía que le encantaba.

—Ambos sabemos que aunque entres al equipo jamás conseguirás jugar, porque un Omega como tú nunca será bienvenido. —susurró en la lívida oreja del menor, acariciando el lóbulo ajeno con su respiración pausada.

—Vete a la mierda, Seung. —murmuró entre dientes, empuñando sus manos ante la impotencia que le causó aquella frase y la forma en que sintió sus piernas flaquear.

No hubo más palabras hirientes, simplemente el alfa se marchó sin siquiera mirar hacia atrás, y decir que aquello no le afectó a Jungkook sería una cruel mentira. Porque aún cuando intentaba hacer oídos sordos ante la opinión de los demás, seguía teniendo sentimientos, y un corazón muy frágil para un grupo de Alfas egoístas.

Se sintió cohibido cuando el silencio reinó sobre el pasillo y las miradas ajenas cayeron sobre él. Se sintió juzgado y la sensación le quemó la espalda cuando salió corriendo hacia la cafetería.

—...Estúpido Alfa, se cree la gran cosa ¡Siquiera Obama se cree la gran cosa! —bramó furioso mientras llevaba de igual forma un trozo de sándwich a su boca.

Luego de aquel encuentro desagradable con Seung corrió hacia la cafetería para contarle a su amigo la repugnante situación, y para huir de las miradas que parecían querer despedazarlo. Aunque daba la impresión de que su amigo estaba más entretenido en lo que la pantalla de su móvil mostraba, ya que siquiera estaba haciendo esfuerzo alguno por escucharlo.

—¿Me estás escuchando? —pregunta irritado, con las cejas casi juntas y los labios formando una fina línea. Remoja sus labios con saliva, ciertamente su atención ha sido robada por la mueca de dulzura frente a él, y el porqué de esta—. Jimin Hyung, háblame.

El pelirrubio cambió la expresión de ensoñación de su rostro y levantó la mirada, despegando de una vez por todas su atención y devoción por el dispositivo táctil que sujetaba entre sus manos. El rostro serio de Jungkook lo trae de vuelta a la realidad, ¿Qué estaba diciendo? No lo recuerda, a decir verdad siquiera ha escuchado la mitad de las cosas que salieron de su boca los últimos cinco minutos, lo único que habita en sus pensamientos son los mensajes de texto que hasta hace un segundo intercambiaba.

—¿Eh? Oh, continúa —pidió negando para sus adentros. Intentó borrar por unos minutos el Alfa pelinegro de su cabeza, aquel que le complicaba en demasía la simple tarea de concentrarse, o entablar una conversación sin nombrarle—. Adelante, te escucho.

Pero Jungkook no era estúpido, y sabía que aquella actitud torpe y descuidada que adaptaba el rubio tenía un motivo. Motivo que hacía llamarse Min Yoongi, y que al parecer le estaba dando mucho de que hablar a Park.

—¿Realmente las cosas marchan bien con Yoongi hyung, verdad? Sé que estaban hablando. —asegura con una sonrisa brillante, fulminando a su amigo con la mirada hasta que las mejillas del rubio se colorearon levemente de carmín.

Jimin se carcajea nervioso cubriendo sus labios, sus ojos formando medialunas al hacerlo, ¿Cómo es que su amigo puede cambiar de emociones tan fácilmente? Humedece sus labios con saliva una vez que termina de reír y de pronto se siente un poco más pequeño en su lugar.

—Ha comenzado a cortejarme hace cuatro días, ¿No es lindo? —atrapa sus belfos rosáceos entre sus dientes, el recuerdo del Alfa pidiéndole permiso para cortejarlo ahora es lo único que se reproduce en su mente, su parte lobuna brincando sobre sus patas y agitando la cola demuestran su felicidad—. Es verdaderamente encantador.

Jungkook boqueó como un pez fuera del agua, ¿cuatro días? Jimin debía estar bromeando. Ahora todo dentro de su escurridiza cabeza castaña encaja, de un momento a otro la razón por la que su amigo llegaba apestando al alfa pelinegro y se escabullia cuestionablemente durante horarios extraños tiene un nombre y apellido.

—Tú, Park Jimin, no tienes corazón. —la diversión y la indignación resaltando en su voz mientras toma entre sus dedos las migajas de pan de su almuerzo y las arroja a las hebras rubias de su amigo—. Siquiera me lo hubieras dicho si no hubiera tocado el tema.

—Juro que iba a decírtelo, solo no encontré el momento adecuado. —una risotada acaricia los belfos cerezas del mayor, atajando las migajas de pan que son enviadas a su cabeza como misiles.

El menor lo fulmina con la mirada, aceptando con resignación aquella explicación vacía que recibió.

Un escalofrío recorre su espina dorsal al caer en cuenta de que su pelirrubio amigo está siendo cortejado por un Alfa. Y no cualquier Alfa, porque no se podía hablar a la ligera cuando se trataba de Min Yoongi, el chico de encías rosadas y piel lívida que año tras año acaparaba suspiros y chillidos de las féminas tras su espalda. Más aún así jamás fue visto saliendo con alguien, tenía mala fama de ser un arrogante sin reparo, según muchos. Por un tiempo solía decirse que nadie era lo suficientemente bueno para salir con Min Yoongi, ya que no encontraban una explicación lógica al rechazo que el alfa mostraba hacia todos los omegas y betas que se le declaraban.

De igual forma, el de ojos color avellana hace tiempo tenía una vaga sospecha de que el alfa pelinegro tenía interés en su amigo, es decir, digamos que el pelinegro no era muy bueno en disimular, y las veces que el par de amigos encontró al alfa embobado en el pelirrubio solo hacia que Jungkook tuviera más certeza.

—Entonces ya tienes Alfa. —asegura Jungkook con una sonrisa irradiando picardía y pasando por alto el hecho de que su amigo le había dicho lo contrario—. Min Yoongi es tu Alfa.

Oh por Dios, Jimin podría jurar que todo el oxígeno en sus pulmones se extinguió por lo que parecieron ser minutos enteros, su alma podría haber escapado de su cuerpo en ese instante. Sus mejillas perdieron color, su rostro entero perdió el color y su garganta se secó, como si hubiera recibido un fuerte golpe en el estómago. Instintivamente observa de reojo la gran mesa donde se sienta el equipo de básquet y su rostro se pinta de nuevo, agradece que aún no hayan llegado del entrenamiento y le lanza una mirada de odio al menor, quien evidentemente lo había hecho apropósito.

Jimin murmura—: ¡Baja la voz! Recién está cortejandome, no te emociones más de la cuenta. —advirtió entre dientes, cerciorando con la mirada que ningun extraño haya escuchado la mentira en la que el castaño hizo énfasis a viva voz.

—Babea por ti desde segundo año, verás que pronto será tu Alfa. —asegura el menor, admirando el anhelo en los ojos contrarios, encontrando cierta chispa en los luceros brillantes de su amigo.

La verdad es que Jimin jamás se sintió tan plenamente cómodo y seguro entre los brazos de nadie más que en los del que se atrevería a nombrar su alfa. Es que el simple roce de sus pieles hace que su cuerpo entre en combustión y sea innegable llegar a pensar que es correcto.

—¿Sabes quién babea por ti? —Inquirió el pelirrubio, observando cómo el rostro del menor se deformó en una mueca de profunda confusión, su boca articulando las palabras "¿de qué estás hablando?" , mientras se dedicaba a mirarlo como si tuviera monos en el rostro—. Seung.

El de hebras castañas no se molestó en disimular el desagrado que le causó aquella confesión por parte del de regordetas mejillas y de su garganta emergió la pulcra imitación de una arcada, la cual fue acompañada por sus manos cubriendo los propios belfos cerezas.

¡Ugh! Que desagradable.

Jungkook negó espantado, odiando la libre interpretación que esa oración le dejó a su cabeza, y odiando aún más la imagen del Alfa estando a menos de treinta centímetros suyo. Sacude su cabeza de un lado a otro con desesperación, maldice a Park Jimin y maldice la capacidad que tiene su cerebro de hacerle pasar malos ratos.

—No puedes estar hablando en serio, ¿cómo podría babear por mí? Se la pasa haciendo de mi vida un infierno. —la pregunta dejó un amargo sabor bajo su lengua.

La imaginación de su amigo a veces llega a sorprenderlo, es decir, no debías tener dos dedos de frente para darte que lo último que Seung sentiría por él es alguna clase psicótica de amor o algo parecido.

—Solo intenta conseguir tu atención, está resentido porque lo rechazaste en cuarto año. —explica Jimin, aún riendo ante las reacciones tan exageradas que el castañito se empeña en mostrar cada vez que insiste con él y el Alfa.

—Ridículo, no me cambies el tema, esto no se trataba sobre mí y el idiota de Seung, ¿sabes lo que decía mi abuela...? —sus palabras se quedan a la mitad cuando toda la cafetería queda en completo silencio, siendo las puertas de la cafetería el foco de atención de más de setenta estudiantes.

Enseguida comprende la situación cuando lo único que divisan sus ojos son las chaquetas a juego de color lila y blanco entrando por la puerta, aquellos colores que podría reconocer estando a kilómetros de distancia. Los colores del equipo de básquet del Instituto.

Su mirada se posa curiosa en cada uno de los jugadores, conociendo de memoria el linaje y el aroma de cada uno de ellos. La repentina combinación fuerte de aromas le quema el olfato y arruga la nariz haciendo una mueca. Un único aroma destaca entre los demás, el único que no le causa molestias, exactamente el aroma imponente de Alfa de Kim Taehyung, el Capitán del equipo y el Alfa más guapo del mundo, si es que le preguntas cualquier estudiante en el Instituto.

A cualquiera menos a Jungkook.

Si él tuviera que describir a Taehyung en pocas palabras sería algo así como: Alfa con complejo de superioridad ridículamente alta. Para nadie era un secreto que ellos dos se odiaban y aún más cuando Kim lo rechazó e humilló en frente a todos sus compañeros de primer año por querer jugar con el balón. Aquel día el pelinegro no solo rompió sus sueños, también rompió su pequeño e inocente corazón.

El Jungkook de trece años tenía algo más que un simple amor platónico por él, en aquel tiempo aún no se había presentado, pero Taehyung sí, se había presentado a la edad de catorce años como un Alfa, el mayor orgullo de su padre. El ahora Omega en ese entonces le pedía cada noche a la madre luna presentarse como un Omega y así lo hizo, Jungkook se presentó como un hermoso Omega, con un aroma tan delicado y suave como el de la primavera. Creyó que podría tener una oportunidad con Kim ahora que era un Omega, pero la realidad le golpeó de frente cuando éste no hizo nada más que ignorarlo y pretender que no existía de un día para el otro.

Jeon Jungkook dejó de existir para Kim Taehyung.

Y dolió como nunca antes había hecho, dejó un hueco en su corazón que ningún otro Alfa pudo llenar jamás. Jungkook ignoró y rechazó a cada persona que se le declaró, o que siquiera intentó tener algo con él, se cerró completamente a la idea de amar. Sin embargo no era importante, era un tema que había quedado en el olvido con el pasar del tiempo, algo que se prometió enterrar en lo profundo, después de todo solo era un adolescente hormonal como todos a esa edad, Kim solo fue un capricho, un amor de la adolescencia, nada más.

El tiempo se encargó de borrar todo rastro de rechazo y desilusión en Jungkook, dejó cada pieza de su roto corazón bajo polvo y escombros de lo que fue un amor infantil y que jamás pasó más allá de una mirada fugaz.

Y ahora, viéndolo, se da cuenta de que el tiempo hizo bien su trabajo, ya no quedaba nada del Taehyung por el cual había caído rendido.

Y es que hay mucha diferencia entre los catorce y los dieciocho. Aunque el pelinegro siempre fue más alto que él por unos centímetros ahora la diferencia de altura era muy notoria, el cuerpo de Kim se hizo más grande, tenía músculos y una fuerza descomunal que Jungkook descubrió cuando lo vio entrenando. Pero sus ojos, su sonrisa, y los lunares en su rostro seguían exactamente iguales, y eran los únicos que le recordaban a Jungkook lo que una vez hubo y jamás habrá.

Su pecho se contrae y es llenado por una sensación tan desconocida que le arrebata la respiración y le achica el corazón. Un atisbo de anhelo se observa en sus ojos cuando se encuentra a sí mismo compartiendo miradas con Taehyung, se siente tan impropio hacerlo que se cuestiona si es correcto siquiera observarle y que éste también lo haga. Porque cuando sus ojos se encuentran Jungkook olvida todo a su al rededor, como si hubiera desaparecido del plano, solo para volver a aparecer cuando los ojos de Taehyung abandonan su cuerpo, ignorando su existencia olímpicamente.

Ya estaba acostumbrado.

—...Jungkook.

La voz de Jimin lo trae de vuelta a la realidad, y luego de reaccionar se averguenza violentamente por haber quedado tan hipnotizado ante aquel tonto Alfa y simplemente finje no escuchar las carcajadas que salen de la boca de su amigo, está totalmente perdido en la sensación que se quedó clavada en su pecho.

Cuando el timbre que anuncia el regreso a clases se hizo presente ambos tuvieron que separarse, ya que asistían a clases diferentes. Y a decir verdad, el resto de la mañana pasó inusualmente lenta para el castaño, aún más cuando la materia que tomaba era matemáticas. Lo que le resultó extraño, siendo que consideraba aquella asignatura como una de sus favoritas y usualmente se desenvolvía de manera excelente en las clases, pero aquella mañana su atención pareció desaparecer, pareciéndole super difícil concentrarse y ejecutar de manera correcta los ejercicios combinados.

Para su suerte la tortura terminó poco después de las cinco y media, luego de que el Profesor Lee les recordará la tarea para la próxima clase. Ahora se encontraba recostado en su cama, a punto de dormir mientras sus párpados se cerraban de forma involuntaria. Respiró pausado, sintiendo la forma tan calmada en la que su pecho subía y bajaba lentamente.

Un agarre suave se apoderó de su cintura, ésta siendo encerrada entre dos grandes manos que la sujetaron con firmeza y que se encargaron de acercar su pequeño cuerpo al contrario, chocando ambas anatomias de golpe. Una calidez abrazó a Jungkook por completo, su mejilla derecha se restregó cómoda en el pecho del otro y no fue que abrió sus ojos hasta que una mano acunó su rostro y unos belfos delgados se posaron sobre los suyos, estableciendo un control sobre él que a Jeon le fue imposible no ceder ante. Claro, eso antes de ser consiente sobre a quién estaba besando.

Abrió los ojos de golpe y llevó ambas manos a su rostro, soltando un pesado suspiro que acompañó su irregular respiración.

¿Estaba soñando con Taehyung? ¿Qué?

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