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Capítulo 18. Jane.


Se levantó tan temprano al día siguiente que ni siquiera me di cuenta de cuándo lo hizo. Se deshizo de los cuerpos en ácido y dejó los bidones en el cobertizo. Luego llevó el coche de esos tipos a un desguace y lo entregó para que lo convirtiesen en chatarra, tampoco me enteré de ese detalle.

Me tomé un té con una ramita de canela y pensé en todo lo que sucedió el día anterior. Había sido uno de los días más largos de mi vida. Me dio tiempo a hacer de todo, incluso salir a una cita con el hombre más dulce que había conocido nunca, pese a los demonios del pasado que seguían acechándole. Era ... como un niño grande que tiene miedo a la oscuridad. Esa vitalidad, esa emoción inmadura era lo que me hacía falta en aquella caótica situación en la que se había convertido mi vida.

Me encantó cada detalle con él el día anterior, incluso aquellos en los que habíamos terminado confesándonos demasiado sin pretenderlo. Pero ... lamentablemente estaban manchados con sangre, con la muerte de esos dos narcos que habían estado buscándome durante tanto tiempo.

¿Se habría acabado ya la pesadilla? ¿cuándo podría volver a casa? Y... ¿qué implicaba exactamente hacerlo? Tendría que dejar atrás a Jesse, porque él no podía venir conmigo a España. Su nuevo comienzo estaba en Alaska.

Tendí la lavadora en la parte de atrás, sabiendo que tardaría al menos todo el día en secarse, porque los días apenas eran alumbrados por el sol. Y mientras que los pocos rayos de ese lugar impactaban contra mi rostro cerré los ojos. Pensé en él, en los sentimientos que me negaba a reconocer y por un momento imaginé un mundo en el que no tuviésemos que separarnos. Por un instante quise ser la persona que lo salvase de la culpa y del pasado. Dejar atrás tanto caos, tanto dolor, tanta rabia. Él necesitaba un poco de mi locura, de esa paz que nos inundaba a ambos cuando estábamos juntos.

Tenía razón ¿sabéis? Lo que había entre nosotros era especial, aunque yo me negase a aceptarlo.

La fría brisa sacudió mis cabellos y dejé que un escalofrío me recorriese mientras me acurrucaba en mi anorak, a salvo. Y... pensé en ello... una vida sin miedo, sin violencia, sin muerte... una vida mirando hacia esos ojos azules, viendo su perfecta sonrisa y escuchando el perfecto sonido que hacían sus cuerdas vocales cuando él se reía.

¡Dios! ¿Por qué me molestaba tanto no poder tenerlo?

Sacudí la cabeza, molesta con mis propios pensamientos y volví a entrar en la casa.

Estuve recogiendo un poco, incluso me puse a limpiar para olvidarme de la frustración al no poder tener aquello y me puse algo de música en su ordenador portátil. Me había confesado la clave hacía ya tiempo, era un nombre, en mayúscula. Y ni siquiera quería pensar en por qué seguía teniendo tan presente a su novia muerta por sobredosis. Quizás... aún la amaba. Y ... de ser así... ¿qué me importaba? Yo sólo estaba con él por el sexo.

Dejé la casa bien limpia en tan sólo dos horas y luego me acerqué a la ventana, miré por ella y me extrañó que él no hubiese vuelto aún. ¿Dónde había ido?

Terminé mirando dentro del refrigerador algo para cocinar. No me apetecía nada hacer algo elaborado. Así que ... probablemente haría una pizza. Tenía ingredientes suficientes.

Canté como una loca canciones de Queens y ACDC, antes de volver a la cocina a preparar algo de comer. Opté por sacar del congelador una base de pizza. La descongelé un poco en el horno, antes de colocar los ingredientes sobre ella. Los echaba al azar, sin fijarme demasiado, volviendo a pensar en Jesse. ¿Dónde se había metido?

La puerta de la cabaña se abrió y él apareció tras ella. Miró hacia su ordenador portátil abierto y luego se fijó en mí que tarareaba mientras bailaba aquella canción. Sonrió mientras yo me fijaba en lo cansado que estaba, como si hubiese tenido una mañana ajetreada. Llevaba su inseparable chaquetón amarillo y su gorro negro.

Dejó la bolsa de viaje que traía consigo sobre el sofá y sin decir nada caminó hasta mí, me besó en la mejilla y metió los dedos en el tomate antes de lamérselos. Le di un manotazo haciéndole sonreír.

¿Por qué estaba tan guapo?

–Espera a que esté lista, Jesse – me quejé abriendo el horno para meterla en su interior. Rompió a reír al verme en plan cocinillas y luego se fijó en la bolsa que había dejado sobre el sofá. – ¿Dónde has estado?

–Por ahí – dijo sin hablar demasiado al respecto. Me dejé caer en la encimera, al igual que lo estaba él y miré hacia el sofá.

–¿Qué es eso?

–La pasta de esos narcos – le miré sorprendida, él ni siquiera se inmutó. – Estaba en el coche.

–¿Y el coche?

–En estos momentos ya no habrá coche. Ahora no será más que una gran caja de metal. Lo he llevado al desguace. Había que deshacerse de las pruebas, ¿recuerdas?

–¿Y los cadáveres del maletero?

–Eso también ha desaparecido, se han fundido en ácido en los bidones del cobertizo.

–¡Oh Cielos!

–Esta será la última vez – prometió. – No quiero hacer nada delictivo a partir de hoy.

–¿Y qué tienes pensado hacer?

–Ya te lo dije ayer. Voy a hacer que te enamores de mí – rompí a reír, porque no estaba nada de acuerdo con esa afirmación. Él se colocó delante de mí y entonces dijo algo más. – Luego... pienso casarme contigo y ...

–¿Casarme? ¡Oh no! Eso está lejos de pasar, Jesse. – Sonrió al ver la cara que ponía.

–¿Por qué? ¿acaso eres de esas personas que no cree en el matrimonio?

–Exactamente. Pasar toda la vida con la misma persona... suena aburrido – el que rompió a reír en aquella ocasión fue él. El lugar se llenó con ese precioso sonido.

–A mí no me lo parece. – Se mordió el labio inferior y me miró de esa forma que me dejaba sin aliento. Entonces nos lanzamos una de esas sonrisas cómplices y por un momento me olvidé de todo. – Un futuro contigo es algo que me apetece y ... tener hijos. Me encantan los niños. – Volví a negar con la cabeza. – ¡Vamos! No me dirás ahora que tampoco te gustan los niños ¿no?

–Me gustan los niños – ensanchó la sonrisa y acortó las distancias entre nosotros mientras me cogía de las manos para atraerme hasta él. – Pero ... – dejó mis manos sobre sus hombros, sin acortar las distancias del todo entre nosotros.

–Si es niño se llamará Jesse Junior, por supuesto. – Rompí a reír, sin poder evitarlo. Él era todo un caso.

–Ahora entiendo por qué tus relaciones terminaron antes de empezar... No puedes planear todo de una relación antes de que haya empezado a ser algo serio, Jesse.

–Aunque te parezca muy difícil de imaginar... es la primera vez en toda mi vida que estoy pensando en este tipo de futuro, Lucy. De normal, mis preocupaciones solían ser: la meta e irme de fiesta con los colegas.

–¿Y las chicas no?

–¿Las chicas? ¿tú me has visto bien? – le eché una mirada para repasarle bien y se me hizo la boca agua solo con eso. – Nunca me ha resultado difícil conseguir chicas, Lucy.

–Ya me imagino...

–A ti tampoco, ¿a qué no?

–La verdad es que no. Pero... siempre he tenido predilección por los malotes.

–¿Ah sí? – dio un paso hasta mí mientras me sujetaba de la cintura y creaba en mí un remolino de emociones solo con eso.

–Y me aburro después de haberlos reformado – rompió a reír en cuanto escuchó aquello.

–Entonces... es una suerte que yo me haya reformado antes de conocerte.

–¿Reformado tú? Pero si has matado a dos tipos, te has desecho de los cuerpos y del coche que llevaban...

–Al menos... ya no me drogo.

–En eso tengo que darte la razón.

Pude darme cuenta de que él quería besarme solo porque su mirada bajó hasta mis labios, así que se lo puse fácil cuando di un paso más y acerqué mi boca a la suya.

Apenas había rozado sus labios cuando sentí esa corriente eléctrica dejándome sin aliento, pero pese a lo que pensé, no me besó, prefirió decir algo más.

–¿Puedo preguntarte una cosa? ¿eres de esas chicas que controla a la perfección sus días de ovulación?

–¿Qué clase de pregunta es esa? – me quejé, echándome hacia atrás, apoyándome sobre la encimera nuevamente. Estaba avergonzada.

–Es una pregunta como otra cualquiera. Somos adultos, tenemos sexo y no estamos usando métodos anticonceptivos, Lus. Sólo quiero saber si estás siendo cuidadosa de algún modo o ...

–¿O qué? ¿también vas a pedirme que aborte si llegado el caso ocurre un accidente? – me molesté al respecto, porque ya había tenido ese tipo de incidencias antes.

–¿También? – Bajé la cabeza, avergonzada, porque él había descubierto más de lo que yo quería confesar aún. – Tu novio muerto...

–¿Podemos por favor no hablar de esto?

–Nunca te pregunto por él porque sé que debe pasarte como me pasa a mí con Jane. Es doloroso hablar sobre los momentos que pasé con ella porque ella ya no está en mi vida.

–¿Aún la amas? – tragó saliva y se lamió los labios antes de desviar la mirada. Ya sólo con eso me estaba indicando que la respuesta era afirmativa. – No deberías hablar entonces sobre un futuro conmigo, ni pensar en enamorarme o tener hijos, Jesse.

–Los sentimientos no son como un botón que pueden apagarse, Lucy. Creo que no podré olvidarme de ella nunca. Era alguien atrevido, no tenía pelos en la lengua y hacía las cosas a su manera. Nunca antes había estado enamorado antes de conocerla a ella.

–Yo no me he enamorado nunca. – Y no era mentira. – Me encapricho de los chicos malos y me canso de ellos después de haberlos reformado. ¿Sabes? Tu novia y yo no nos parecemos en nada. Yo suelo callarme las cosas la mayor parte del tiempo y a veces soy tímida.

–No siempre. A veces sacas tu lado salvaje y me lo muestras – dijo un paso hacia mí y yo me aparté para comprobar la pizza. Le sentí por detrás. – Si quieres preguntarme algo... puedes hacerlo. No suelo hablar de ella nunca, pero si quieres...

–Eres tú el que quería saber por mi novio muerto. Pero ... aquí estás. Hablando de tu novia muerta. Quizás esto explique por qué la contraseña de tu ordenador sigue siendo su nombre.

–Vamos, Lucy – me agarró la mano para darme la vuelta. Yo estaba molesta y ni siquiera sabía por qué. – No te enfades.

–No estoy enfadada. Solo estoy cansada de esta conversación de mierda. ¿Qué querías saber sobre Carlos? ¿querías saber si me obligó a ir a abortar? Pues sí, Jesse, mi novio me convenció de ello. Y no una o dos veces, hubo hasta cuatro veces. No era el momento para formar una familia, por mucho que yo lo quisiese. – Tragó saliva, sin saber qué decir a continuación. – Me has preguntando antes si contaba mis días de ovulación. Pues no, Jesse. No los cuento. Soy un puto desastre y si algún día tengo una falta... si algún día me quedo embarazada... ni siquiera me importará si el padre no lo quiere. No volveré a abortar. Nunca. Sea cual sea la situación.

–Bien.

–¿Bien? No está para nada bien. Sobre todo, porque el tío con el que me acuesto aún tiene sentimientos por su novia muerta.

Di aquella conversación por concluida y me metí dentro del baño. Este no tenía puerta, tan sólo una cortinilla, así que terminé sentándome en la tapadera del váter, mientras pensaba en toda aquella mierda.

–Me haré responsable de la situación si te quedas embarazada, Lucy. Y ... jamás te pediría que abortases.

Me levanté del váter, cabreada con él. No quería que fuese tan dulce, necesitaba que fuese borde y capullo como Carlos, porque eso lo haría todo más fácil.

–¿Te harás responsable? – espeté desde la puerta. Él asintió. – ¿Y por qué crees que necesito que seas el padre de mi hijo? No. ¿Sabes qué? Creo que deberíamos terminar toda esta tontería ahora. Tú y yo... es de risa. ¿No crees? – tragó saliva al darse cuenta de lo que estaba proponiendo. – De todas formas, todo acabará cuando vuelva a España. Deberíamos dejarlo antes de que nos hagamos daño.

–Jane fue mi primer amor, Lucy. La primera chica a la que amé de verdad. Me enseñó a drogarme de maneras que ni siquiera sabía que existían. Ella era genial en todos los sentidos.

–No quiero escucharlo. ¿Crees que quiero escuchar al chico que me gusta hablando sobre lo estupenda que era su exnovia muerta?

–Ya veo... hemos avanzado un poco por lo que veo.

–¿Qué?

–Ya no soy tu amigo con derechos o el chico con el que te acuestas. Ahora soy el chico que te gusta.

–¿Qué? ¡No! – ¿Por qué tenía que confesar esas idioteces en un momento como aquel?

–Ella ya no está. – Concluyó con amargura. Asentí sintiendo toda aquella pena dentro de mí. – ¿Sabes? Cuando me dijiste que eras una tatuadora en España me recordaste a ella. – Tragué saliva. ¡Joder! Odiaba que siguiese hablando de su maldita novia muerta. ¿Acaso no se daba cuenta de lo mucho que me molestaba? – Ella también era tatuadora como tú. Dibujaba muy bien. – Abrí la boca de par en par, porque eso no lo había esperado. – Nos conocimos de la misma forma que tú y yo. Éramos vecinos. Bueno... prácticamente ella era la hija de mi casero.

–De acuerdo. Sí. Admitiré que esta vez me has impresionado... – me observó sin comprender.

Cada maldita conexión que sentí con él en ese momento se hizo añicos en mis recuerdos después de ese momento. Porque... cuando él me miraba no me veía a mí, sino a ella.

Cada maldito momento estaba condicionado por los sentimientos que aún tenía por su exnovia, porque él lo había dicho era su primer amor.

–Yo no soy Jane, Jesse.

–Eso lo sé.

–Creo que nuestros caminos se separaran aquí.

–¿Qué?

–Es lo mejor para los dos. El peligro ya ha pasado. Esos narcos están muertos. Así que ya podemos separarnos.

–¡No! – se negaba a creerlo. Trató de cogerme de la mano, pero yo me eché hacia atrás. – Si es por lo que he dicho de Jane... No quiero que te confundas, Lucy. Lo que siento por ella es el pasado.

–¿Y si no lo es? ¿crees que podré acostarme contigo sabiendo que cuando lo hacemos piensas en ella?

–Eso no es cierto. Cuando tú y yo estamos juntos me olvido del puto mundo, de mi horrendo pasado, incluso del futuro que me espera. Sólo te veo a ti, Lucy – bastó una mirada en la que vi miedo de decirme adiós y supe que lo que me decía era real. – Te conté todo eso porque quería decirte que ... ella me enseñó formas que desconocía sobre drogarme, pero tú me has enseñado una droga mucho más sana que la meta, Lucy. Y estoy completamente enganchado, joder – sonreí como una tonta, mientras él acortaba las distancias entre nosotros, hasta sujetarme de las caderas, sin hacer nada más que eso. – Te pareces a ella, pero no eres ella. Eres distinta a cualquier otra chica que haya conocido nunca.

–¿Te estás confesando en este justo momento, Jesse? – sonrió, divertido, tentando a besarme.

–¿Y qué si lo estoy haciendo? ¿vas a volver a decirme esa tontería de que somos solo amigos con derechos? – Negué con la cabeza. En aquel momento, después de que se me hubiese pasado por la cabeza dejarle atrás, no quería pensar en nada de eso.

–¿Por qué necesitas ponerle nombre? – me quejé – tampoco quiero pensar en qué pasará con nosotros cuando tenga que irme o si conseguirás que me enamore de ti – ensanchó la sonrisa – ni siquiera si tendremos hijos.

–Jesse Junior – me contagié de su entusiasmo y rompí a reír, dándole un manotazo que le hizo reír incluso más fuerte que yo.

–Solo quiero disfrutar del presente.

–Me parece bien.



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