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Capítulo 17.Algo más.


Detuvo la camioneta al llegar a la verja, se bajó para abrirla y cuando volvió a entrar estaba temblando a causa del frío. Ni siquiera llevaba su chaquetón, pues me lo había dejado a mí.

Metió la marcha y emprendimos la marcha hacia casa.

Nos bajamos juntos y caminamos hacia la casa. Entramos y lo primero que hizo fue encender la estufa de pele para que la cabaña se calentase. Me quité su chaquetón y lo dejé en la percha, junto a mis pertenencias, entonces caminé hacia él justo cuando él se ponía en pie y levantaba las manos para calentarse. Me apoyé sobre su hombro.

–¿Estás bien? – ladeó la cabeza para mirarme y sonrió, entonces me agarró de la cintura para que no pudiese escapar a ninguna parte, pese a que yo no pensaba hacerlo. – Jesse... todo esto... yo... – ni siquiera sabía cómo volver a pedirle disculpas por haber complicado su vida tanto. Acortó las distancias entre nuestros rostros haciendo que me quedase sin palabras, y no se detuvo hasta haber apoyado su frente sobre la mía.

–No digas nada más, por favor – suplicó. Me quedé callada, escuchando como el viento invernal sacudía las ventanas, mientras sentía los latidos de su corazón debajo de la mano que tenía apoyada en su pecho y su respiración me relajaba. – Esta vez ha salido bien, he podido salvar a la chica... – sonreí al escuchar esas palabras y pensé en lo terrible que debió haber sido para él haber perdido a las dos mujeres que amó. La primera murió antes de que él hubiese podido hacer nada, de una sobredosis en la cama que compartían. Y ... la segunda fue ejecutada delante de él como una advertencia.

Me besó dulcemente, despertando esas sensaciones que habían estado dormidas desde que bailamos en el bar y rompí a reír en sus labios tan pronto como sus manos bajaron hasta haberse aferrado a mis nalgas. Dimos traspiés por la habitación mientras jugábamos con nuestras lenguas, nos sonreíamos a cada tanto y nos besábamos, hasta que él se sentó sobre el sofá y tiró de mí para que me subiese sobre él. Me dio igual que se me subiese el vestido, estaba más ocupada mirándole, estaba muy guapo.

Subió las manos y luego las metió entre mis cabellos hasta que acarició mi rostro y sus dedos se establecieron en mi nuca. Yo apoyé las mías en su perfecto rostro de revista, parecía todo un modelo de estos que salen en la televisión publicitando un perfume.

–Debería estar prohibido... – dije sin pensar.

–¿El qué? – quise morirme de vergüenza en ese justo instante. Bajé la mirada avergonzada y él bajó su mano hasta que agarró mi barbilla para levantarla. Sonreí, porque su cercanía me hacía sentir muy bien.

–Que seas tan guapo. – Me devolvió la sonrisa y por un momento fue especial, lo más especial que he tenido nunca antes con nadie. Podía verle el alma tan sólo con una mirada, era como si pudiésemos entendernos sin palabras.

–¿Esa es tu forma pobre de decirme que te gusto? – Rompí a reír, sin poder evitarlo, por el maldito tono que usó al decir aquello y él sonrió como un idiota, como si se estuviese enamorando de mi risa. Tardé un poco en dejar de reír como una loca y volver a mirar a ese perfecto hombre y cuando lo hice él tenía algo que decirme. – ¿Qué opinas de lo de antes? – perdí la sonrisa y el buen humor al escuchar esa pregunta.

–¿Sobre la muerte de esos tíos? – negó con la cabeza. – No deberías haberte metido en esto, Jesse. – Bajé la cabeza, con el alma llena de pesares. No quería que él volviese a matar debido a mí. – Estas manos... – me fijé en ellas y las cogí entre las mías, mirándolas. Eran perfectas, pese a que se comía las uñas. Pero ... eran grandes y delgadas. – No quiero que vuelvan a quitar la vida nunca más... – tragó saliva y pensó en su pasado.

–¿Sabes? Durante mucho tiempo, cuando me empecé a meter en este peligroso mundo de la meta, nunca tuve que apretar el gatillo personalmente. Hasta que un día... tuve que hacerlo. Se suponía que yo no lo haría, el plan inicial era que lo hiciese mi socio, pero las cosas llegaron a un punto álgido a causa de una serie de circunstancias: los tipos para los que trabajábamos en aquella época planeaban dejarnos fuera del negocio y hacernos desaparecer... – volvió a pensar en ello mientras yo entendía a lo que se refería con eso último. Esos tipos iban a matarle. – El señor White y yo tuvimos que trazar un plan para salvarnos. Y ... tuve que disparar a un tío indefenso en la cabeza. – Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar en ello. – No sabes lo difícil que fue mirar a los ojos de ese tío antes de hacerlo, Lucy... – apoyé la frente sobre la suya para calmarle y agarré su rostro entre las manos para calmarle. – Después de matarle me destruí... no podía dormir por las noches y volví a consumir, porque la maldita meta era lo único que me hacía olvidar por unas horas lo que había hecho.

–Eso no va a volver a suceder nunca. Yo no voy a dejar que recaigas en la droga, Jesse. – Sonrió tenuemente, agradecido de tenerme allí.

–Ahora estoy enganchado a una droga incluso más adictiva que esa – sonreí, pues sabía que eso que llamaba droga era yo. – Es algo tan maravilloso que ni siquiera imaginé. Es esto que tenemos, Lucy. – Bajé la cabeza al escuchar sobre ello, no quería que él confundiese las cosas. – Cuando me miras o me hablas... cuando sonríes.... Me olvido de quién fui y sueño con un futuro distinto, como el que tienen las personas normales.

–Lo que hay entre nosotros es amistad, Jesse – me observó sin comprender, pues pese a lo mucho que yo tratase de resistirme y asegurar que sólo quería sexo, él sabía que había mucho más. – Somos amigos con derecho a roce.

–No me habría involucrado en un asesinato por una amiga con derechos, Lus. – Bajé la cabeza, avergonzada, antes de susurrar algo.

–Eso es problema tuyo. Eres tú el que se está arriesgado con todo esto, no yo. – Asintió, defraudado, mientras yo me ponía en pie y él lo hacía también. – Te lo dije en tu casa. Que no podíamos ser más que amigos con derechos, Jesse.

–¿Y cómo será, Lucy? ¿Pasarás las noches conmigo hasta que te canses y luego te irás...? – señaló hacia la puerta sin apartar los ojos de mí – ¿... a buscar al camarero?

–¿Qué te ha dicho? – por la forma en la que hablaba del tema me dejó muy claro que alguien había estado envenenándole el alma.

–Que eres una zorra y que te gusta jugar con los hombres.

–¡Eso no es cierto! – grité, molesta.

–Que os acostasteis y hay algo entre vosotros.

–¡Por el amor de Dios, Jesse! ¡Va a casarse! ¿De verdad me crees capaz de tener una relación con un hombre comprometido?

–Sinceramente, Lus... me da jodidamente igual lo que sucediese entre vosotros. Si es pasado o no lo es... Ahora mismo sólo quiero que me mires a los ojos y me digas... ¿por qué?

–Lo que pasó entre nosotros fue cosa de una noche de borrachera y sucedió mucho antes de que tú y yo nos besásemos en el bosque.

–Ya te he dicho que eso me da igual. Sólo quiero que me respondas a la pregunta. ¿Por qué no puedes considerarme como alguien con el que empezar una relación? – bajé la mirada y tragué saliva, avergonzada, porque no sabía cómo iba a explicarle la maldita situación. – ¿Es porque soy un cocinero de meta? ¿un asesino? ¿un fugitivo buscado por la justicia?

–No tiene nada que ver contigo, si no conmigo.

–Ya... – lucía molesto. – No te creo. Seguro que si fuese un chico normal no estaríamos en esta situación. – Sonreí, desconcertándole. Se cruzó de brazos y me fijé en lo apuesto que estaba desde aquel punto.

–Es precisamente eso lo que me gusta de ti – dije sin pensar, dejándome llevar por el corazón. – Eres diferente a cualquier otro chico que haya conocido antes. – Bajé la vista con rapidez y él sonrió al darse cuenta de que me había atrevido a confesarle algo.

–¿Cómo puedes ser tan tímida para unas cosas y tan atrevida para otras? – me encogí de hombros. Lo cierto es que me había pillado. Así era justo como yo era. Bajé la cabeza y volví a sonreír antes de negar con la cabeza, indicándole que no lo sabía. – ¿Por qué te da tanto miedo decirlo en voz alta?

–No tengo ni idea de lo que me hablas. – Pero sabía que aquello no iba a salvarme esta vez.

–¿No? – negué con la cabeza. Me agarró de la cintura y me atrajo hasta él, solo con eso ya me tenía, me derretí allí mismo. – Estás loca por mí y ni siquiera sabes cómo gestionarlo.

–¿Yo? – me hice la inocente, apoyando mis manos en su pecho, mientras él sonreía.

–Está bien porque yo también estoy loco por ti, Lus – sonreí. Esa información ya la sabía, no necesitaba sus palabras para corroborarla ni nada. – Y no pienso dejarte escapar.

–Define loco – sonrió, abalanzándose contra mis labios, besándome apasionadamente mientras mi mano se aferraba a su cabeza y la acariciaba, presionándole contra mí, para que no se detuviese nunca. Me moría por él, ¿cuánto tiempo más iba a negármelo? ¿amigos con derechos? Hacía mucho que habíamos dejado de ser solo eso.

Se separó antes de haberme dejado satisfecha y señaló hacia las escaleras del fondo.

–Deberíamos irnos a dormir, es tarde.

–¿Por qué no hacemos otra cosa antes de dormir? – sonrió encantado de que fuese así cuando se trataba del deseo entre ambos. – Te necesito entre mis piernas ahora, Jesse.

Tiré de su mano hacia las escaleras, pero él me detuvo antes de haber subido tan sólo un peldaño.

–Deberíamos quitarnos la ropa aquí, arriba será difícil.

–Bien – acepté, quitándome las botas frente a él, los leotardos, el vestido, el sujetador y las bragas. Se mordió el labio inferior al verme desnuda. – ¿Qué hay de ti? – no se hizo esperar y se la ropa para mostrarme lo preparado que ya estaba para mí.

–¿Debo ir a por los condones? – negué con la cabeza. – Eres una chica muy caprichosa. ¡Cómo te gusta tirar el dinero! – Rompí a reír mientras me daba la vuelta y tiraba de él hacia la habitación.

Me tumbé sobre la cama y él sobre mí. Su piel me quemaba y deseaba con todo mi ser sentirle dentro, pero él seguía resistiéndose. Me observó, mientras acariciaba mi cabeza con los dedos y acarició mi rostro con la punta de su nariz, entonces entró dentro y ambos nos quedamos sin respiración.

Esperé sentir otro calambrazo cuando lo sacase, pero no se movió, tan sólo me miró.

–¿Qué harás ahora? ¿volverás a casa?

–Esto no ha acabado todavía, Jesse. Alfonso me habló de ese tipo, el tal Valdés. No suele dejar cabos sueltos. Así que ... mandará a más sicarios a matarme hasta que uno de ellos le asegure que lo estoy.

–¿Quién es Alfonso?

–Era el mejor amigo de mi hermano – dije con tristeza. No había querido pensar en él en todo aquel tiempo, porque aún me sentía culpable por muchas cosas con respecto a él. – Y el policía que me consiguió una nueva identidad.

–Ya veo... – se quedó pensativo un momento antes de decir algo más. – Entonces debería ir a España a matar al jefe. Sólo era una broma. No podría ni, aunque quisiese... coger un avión ahora sería imposible para mí. Habrá una foto mía por cada aeropuerto. Debo ser uno de los hombres más buscados de Estados Unidos, Lus.

–Podrías dejarte barba y el pelo muy largo. Quizás así nadie te reconozca. – Sonrió al pensar en ello, pues ya había tenido ese aspecto una vez.

–Ya lo he llevado así. Pero ... lo que me interesa saber ahora es... ¿seguiré resultándote atractivo entonces? – rompí a reír en cuanto puso una cara rara. – De seguro sería un motivo para que te vayas con el camarero.

–¿Aún sigues con eso? – se mordió el labio inferior, divertido. – Entonces... ¿qué hay de ti? – se señaló con el dedo. – Todas esas veces que fuiste a la cafetería para ligar con Emily. – Rompió a reír, sin poder evitarlo, y yo le pegué un manotazo. Me agarró de la mano y enredó sus dedos con los míos antes de contestar.

–No iba a la cafetería a verla a ella, iba a verte a ti, Lus.

–Ya... Esta nueva forma tuya de tener sexo es aburrida – me quejé, empujándole antes de subirme sobre él.

Lo hicimos como siempre después de eso, disfrutando como locos, olvidándonos de todo, hasta que el éxtasis nos golpeó y nos dejó bien relajados.

Me recosté en la cama, sintiendo sus labios sobre los míos, encantándome aquella conexión. Y luego sentí sus caricias en mi rostro.

–Eres la criatura más perfecta que he visto nunca.

–No soy perfecta. – Me quejé – soy de todo menos perfecta.

Pensé en la conversación de antes, en lo que había dicho sobre mi marcha.

–¿Qué harás tú cuando yo me vaya?

–No te irás – le miré sin comprender. – Espero haberte conquistado para entonces.

–Así que ese es tu maquiavélico plan – sonrió. – ¿Enamorarme? Pues... déjame decirte que no es una buena idea.

–¿No crees que pueda lograrlo?

–Créeme, Jesse. Es mucho mejor si solo somos amigos con derecho a sexo, como hasta ahora.

–¿Y eso por qué?

–Porque soy una caprichosa con los hombres y me suelo aburrir de ellos con facilidad. ¿Sabes que él chico con el que he tenido una relación más larga tan sólo duró 6 meses?

–¿Y qué pasó? ¿por qué terminó?

–Murió.

–Ah. Él era el chico que viste morir – asentí. No quería hablar de eso con él, era muy difícil para mí.

–Pero ... habría terminado unos meses después si no hubiese muerto. La relación hacía ya tiempo que no iba a ninguna parte.

–Yo tampoco soy de relaciones largas. Siempre la acabo jodiendo o me cago de miedo antes si quiera de haber tenido algo sólido. Pero... sinceramente... creo que esta vez será distinto. Eres una buena chica que no merezco en absoluto...

–No soy tan genial como piensas – me quejé. Él sonrió, como si no estuviese de acuerdo con eso.

–No te drogas. – Me sorprendí de que lo supiese. – A pesar de que asistías a la reunión de drogadictos anónimos. Era parte de tu tapadera, ¿no?

–¿Qué me delató?

–Al principio admitiste estar enganchada a la maría, luego usaste como excusa la cocaína, pero ni siquiera parecías decidirte sobre la forma en la que te la metías. Si tenías que pensarlo tanto es que no era cierto.

–¿Todas tus novias eran drogadictas?

–La mayoría. Sí. Una vez, incluso estuve saliendo con una drogadicta que además era prostituta – eso me sorprendí tanto que no pude evitar quedarme con la boca abierta, haciéndole reír, divertido. – ¿Qué hay de ti? El novio más raro que hayas tenido.

–Un capullo que quería hacerse un tatuaje en su... – de pronto no me pareció tan buena idea contar aquella historia. Él sonrió, sabía a lo que me refería sólo por lo colorada que me había puesto. – ... Pues bien, me hizo tomarle medidas, elegir el diseño y toda la cosa. Al final una cosa llegó a la otra y nos acostamos.

–Un tatuaje ahí tiene que doler, ese tío lo debió pasar fatal, ¿no?

–No. Al final no se hizo nada. – él rompió a reír como si fuese divertido, para mí no lo era.

–Ya veo. Todo fue una treta para conseguir salir contigo.

–¿Tú crees? – nunca antes lo había pensado de esa manera.

–Ya lo creo. Yo también hubiese hecho mucho el idiota para que te fijases en mí si estuviésemos en otras circunstancias. Pero ... en lugar de eso, fuiste tú la que te presentaste en mi casa dos veces porque no tenías como entrar en tu casa.

–No era ninguna treta – me quejé, molesta.

–Ya... de todas formas me alegro de que te dejases las llaves por ahí – le miré con cara de pocos amigos – no nos habríamos encontrado de no ser así. Ya sea para bien o para mal... me ha gustado conocerte, Lucy.



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