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Reencuentro

Como todas las mañanas antes de ir al trabajo, sirvo un enorme tarro de café que llevo conmigo en el auto mientras voy manejando y doy sorbos en cada semáforo.

Hoy; tercer lunes de enero, debemos reunirnos con el cliente a las 8 a.m. en punto, así que voy a buena hora.

Para la semana siguiente debían iniciar los trabajos.

Al llegar al sitio, voy directo al estacionamiento y luego me reúno en el lobby del edificio con mi personal de ingenieros; los que estarán en el campo de trabajo. Nos identificamos y de inmediato nos dan paso a los ascensores.

Subimos al piso 32, me anuncio con la asistente y ésta nos dirige a una sala de conferencias con paredes de cristal, en medio hay una mesa de madera en color negro, sumamente enorme, donde la Srta nos ubica en las sillas correspondientes y sale a notificar de nuestra presencia para dar inicio a la reunión.

Mientras tanto, detallo la sala, escasa de adornos y decoración pero con una vista impresionante, paredes que separan de las otras estancias, en color blanco puro. Una con video beam, la otra con una enorme pizarra acrílica.

Vuelvo a la realidad al escuchar voces de varias personas entrando al lugar y nos levantamos para estrechar manos y ser presentados con los demás miembros del equipo de trabajo del cliente.

Saludo al Sr. Cardona, quien es ingeniero civil y Gerente General de la Constructora Valladares; nuestra empresa cliente.

Presento a mi equipo de trabajo y él nos presenta al suyo; ahí fue cuando volví a ver a mi amor de toda la vida; Ian Cornwell.

Había cambiado completamente, estaba mucho más apuesto, maduro, corpulento y con un leve rastro de barba en su rostro; pero aún así lo reconocería a kilómetros de distancia en medio de una multitud.

Mi corazón dio un gran salto de emoción, trabajaría con él; eso solo significaba que lo vería a menudo.

El Sr. Cardona inicia la reunión, ahí nos dictan algunas pautas en cuanto a los formatos para los permisos de trabajo, procedimientos, entre otras cosas; y yo aún no podía creer que él estaba frente a mi.

Tenía que hablarle, habernos reencontrado después de tanto tiempo tenía que ser una señal. Y no la desperdiciaría.

Al finalizar, sirven un refrigerio y nos invitan a quedarnos; situación que aproveché para acercarme a Ian y hablarle.

—Que bueno verte Ian ¿Que casualidad encontrarnos nuevamente después de tanto tiempo, verdad? —Traté de que mi tono de voz sonara casual mientras me servía un café. Él, con vaso de agua en mano, me miró desconcertado.
—¿Disculpa? —Fue su respuesta.

Yo ingenuamente pensé que no había escuchado, así que sin dudarlo repetí la pregunta.

—¿Nos conocemos? —Inquirió él con ceño fruncido.
—Claro, del colegio... la universidad. —Digo pausadamente.
—¿De verdad? Pues... lo siento. —Hizo una pausa, me observa detenidamente y agrega—: Pero... yo no recuerdo haberte visto antes.

Siete palabras que derrumbaron mi mundo.

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