Introducción
En un momento de mi vida escuché a alguien decir: "Primero duele, después te da rabia y termina dándote risa, así se cierran las etapas".
¡Y cuanta razón tenía!
Ese chico al que amaba desde la secundaria, que se convirtió en una parte importante de mi vida; aún sin cruzar palabra alguna con él, ese chico a quien admiraba desde lejos cuando estudiábamos en la misma universidad y que, sin saberlo me motivó a lograr mis objetivos y sueños de vida; aún a pesar de los obstáculos que encontrara en el camino.
Ese chico al que por cuestiones del destino, del azar, o de la vida misma, me encontré hace varios meses luego de cinco años sin verlo, desde el día en que culminamos nuestras carreras.
Y es que desde que nos graduamos; él de ingeniero geólogo, yo de ingeniera civil; cada quien tomó caminos diferentes; y muy a pesar del desánimo por no verlo más, de batallar con mi timidez y millones de inseguridades a cuesta, me especialicé en ingeniería vial con mención en pavimentos.
Debo confesar que tuve algunos tropiezos, pero recordarlo a él, su fuerza de voluntad y ganas de salir adelante superando las vicisitudes de la vida, me impulsaban a trazar mis metas; y así, motivada por su personalidad avasalladora, fue como logré fundar una pequeña empresa de construcción civil en conjunto con dos colegas de la maestría.
Hicimos una sociedad; tuvimos algunos proyectos, al principio con muchos inconvenientes, por lo que fue duro acostumbrarse al ritmo de trabajo para tener buenos resultados, y que la empresa saliera a flote. Pero los sacrificios que hicimos valieron la pena; dieron sus frutos.
¡Sobrevivimos el primer año!
Así que de ahí en adelante debíamos mantener la calidad de nuestro trabajo; además del nombre de nuestra empresa, estaba en juego todo nuestro patrimonio. Lo habíamos invertido todo; era nuestro bebé.
Licitamos varios proyectos viales en diferentes empresas. Ganamos algunos de ellos, lo que nos hizo aumentar el personal ya que nosotros estaríamos al frente de los trabajos más importantes, liderando y supervisando.
Luego de hablarlo y discutirlo, cada quien escogió el proyecto en el que estaría al frente. Yo, escogí uno de vialidad urbana que tendría una duración de seis meses.
Estaba emocionada, como siempre al liderar un proyecto. Formé mi equipo de trabajo con personal de ingeniería y reclutamos personal obrero calificado, capataz, entre otros. Y así formamos varias cuadrillas para realizar las actividades.
Una vez formado el equipo de trabajo debíamos reunirnos con el cliente, allí nos presentarían a su personal, el cual nos supervisaría durante todo el proyecto.
En pocas palabras, debíamos entregarle cuentas de todas las actividades realizadas, y porcentajes de avance de la obra en los tiempos establecidos.
Ese día fue cuando comenzó esta historia.
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