Capitulo 8
Dedicado a: Happy_Sunyside ❤️
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Cambios.
A Yoongi no le gustan los cambios, a pesar de ser un adulto responsable que debe, debería de hecho, darle el mejor ejemplo a su hija, buscar siempre su bienestar y felicidad, aunque en ocasiones como esta no puedan ir de la mano y tenga que esperar sentado en el suelo, recargado en la puerta del baño, donde del otro lado su pequeña no ha dejado de llorar desde que le dio la noticia.
—Princesa... Por favor... —le sale ronca la voz, con el peso del mundo entero aprisionando su pecho.
JiNa, del otro lado, no responde más que pequeños hipidos, sentadita en la tapa del retrete, mientras se jala con insistencia las mangas de su suéter. Jamás había llorado tanto y le duele la cabeza, pero le duele más su corazón, porque Papá fue malo con ella al enviarla a una nueva escuela fuera de Yuàn, Asher, SeYoon, Lisa y el señor Park.
No más fila del tren, ni canciones bonitas, no más almuerzos compartidos con Yuàn ni jugar escondidas con SeYoon, ya no podría dibujar con Asher ni pedirle al señor Park sus crayones bonitos. Esa nueva escuela era grande y fea, con un patio aburrido y señoras de vestidos negros con algo sobre sus cabezas que parecía una cortina. Llevaría un feo uniforme azul y no podría vestir como quisiera, llena de colores.
Papá ya no la llevaría a la escuela ni podrían viajar juntos, porque alguien ahora tenía el bonito auto de su padre, porque Yoongi tuvo que venderlo para pagar la hipoteca del departamento y conseguir un empleo de ingresos comprobables, irónicamente en una agencia automotriz. No pensaba volver a facturar impuestos ajenos en todo lo que le quedara de vida.
La segunda audiencia con Irene había resultado bastante mal, después de que ella insistiera en que podría darle una mejor vida a la niña y que crecería bajo el seno de una familia "Normal". Jamás olvidará mirada despectiva que le dio a Jimin antes de salir de ese juzgado de la mano de su esposo, ni tampoco todo lo que gritó Jimin una vez JiNa no podía escucharlos, en el jardín de Yeri.
En esta etapa, se encuentra solo, pues no ha podido encontrar oportunidad de hablar con el profesor, su soporte más fuerte junto a su madre. Entre el horario de Jimin y su búsqueda de empleo, entrevistas y entrega de currículos, apenas podían hablar por teléfono en las noches, mayormente en voz baja porque JiNa duerme en la misma cama que él. Quizás, sea por el hecho de llevarlo solo, que le duele tanto separar a su pequeña de sus amigos, para llevarla a una escuela pública donde podrá estar en horario completo, mientras él trabaja.
Después de minutos de silencio, JiNa por fin abre la puerta. Su carita encharcada y ojitos rojos, mientras sujeta con una mano el pomo de la puerta y con la otra se limpia la nariz.
Yoongi se mantiene en silencio, mirando a su hija hipar en silencio, con la manga del suéter sobre su nariz. JiNa mira hacia el suelo, apretando sus dedos bajo los calcetines.
—Lo siento... —JiNa se limpia los ojos, un puchero en sus labios. —Lo siento... — y echa a correr a los brazos de su padre incado en el suelo, mientras llora sin freno sobre su hombro.
Yoongi le sostiene la cabeza con cariño, calmando a su hija con quedos "shh" que tratan de tranquilizar su llanto.
🌃 ✒🚗
—Cuenta con piloto automático, además de soporte en las llantas que aminora el impacto y desgaste ofreciendo así una-
—No, no me gusta. —la rubia mujer de labios rojos, se hace rollo un mechón del cabello, mientras mira con aburrimiento a su esposo detrás de ella. —Mi amor, busca otro para mi. Este es feo.
Nueve, nueve autos entre camionetas y convertibles ha rechazado la señorita y a Yoongi poco más se le crispan los nervios. Ha pasado las últimas dos horas tratando de convencer a esa mujer, a quien parece que nada le gusta.
Su esposo, un hombre de canas y elegante presencia, le explicó amablemente a Yoongi que busca un auto para su esposa por regalo de aniversario y ella puede ser "Un poco exigente". Él solo pudo asentir con una sonrisa, porque de exigente no tiene nada, más bien está demasiado consentida...
—Me gusta la primera, quiero esa.
Yoongi asiente, ante la mirada desinteresada de aquella mujer sobre sus uñas. El primero, claro que sí, el maldito Cavalier que le mostró primero, el de más de medio millón de dólares ¡El primero con un demonio!
—Pase por aquí, señorita Wang, firmaremos las pólizas de seguro y podrá llevarse su auto mañana a primera hora.
Lo único que había valido la pena de esa venta, era la comisión. Una muy grande, por cierto, una factura con muchos ceros que podría ser de gran utilidad en la auditoria que estaba seguro, no tardaban en hacerle. Orgulloso de su venta y harto de un día que parecía no tener fin, a pesar de ser viernes, Yoongi se permite tomar un vaso de agua en santa paz, antes de que el turno de la noche termine y pueda llegar a casa, a beber el té de su madre y bañar a su hija antes de caer muertos en la cama hasta el día siguiente.
—Min, tienes un cliente.
Maldita sea.
—Gracias Lee, estaré ahí en un momento. —Yoongi le sonríe al muchacho de labios carnosos y cabello largo castaño en una coleta, porque aunque de verdad no quiera atender, TaeMin no tiene la culpa de nada.
Sale de la pequeña área de descanso rumbo a su escritorio, acomodando un poco en el trayecto su corbata. Sobre el piso de mosaico blanco, pasando entre los autos de exhibición, los pasos de Yoongi resuenan en el silencio de la Agencia, a las nueve menos cuarto de la noche de un viernes.
Frente a su escritorio, hay un hombre de cabello negro que le da la espalda, sentado en la silla correspondiente al cliente. Yoongi se apresura a rodear el escritorio, una mano dentro del bolsillo interior de su saco de donde extrae una pluma y toma asiento, recibiendo una de sus sonrisas favoritas.
—He venido por ti. —Jimin le sonríe, precioso como siempre y con el cabello ahora teñido de negro, que lo hace ver más joven y su piel más blanca.
Yoongi une sus manos sobre el escritorio, dejando un beso fugaz sobre la derecha. —Te lo agradezco, justo me acaba de llegar un odioso cliente que no quiero atender.
Jimin alza una ceja, una media sonrisa divertida en su rostro. —Debe ser horrible entonces.
—No sabes cuanto... —ambos se ríen, aún sus dedos entrelazados. —Róbame, Jimin, quiero salir de aquí cuanto antes... —le susurra contra las manos, sus ojos brillantes sobre los ajenos.
Jimin mira a todos lados y comprueba que nadie los vea, cuando se levanta tira de las manos de Yoongi y ambos corren a la salida, donde el pelinegro se suelta a reír una vez han pasado las puertas de cristal como fugitivos. —Hola, Yoongi... — lo abraza con fuerza, su cabello bajo la nariz del más alto quien recarga su barbilla en la cabeza de Jimin, rodeando al profesor con sus brazos.
—Te he extrañado mucho... —susurra, sus ojos cerrados. Jimin alza la vista, uniendo sus narices en un toque travieso.
—¿Mucho? — se ríe, Yoongi le devuelve esa sonrisa, la punta de su nariz jugando a penas a tocar la suya, sus pies en puntas. —Menos mal que te secuestré de ese horrible cliente.
—Menos mal... —Se miran a los ojos, sin dejar de sonreír como dos tontos enamorados, como si de una pareja de años se tratara y es que la presencia de Jimin simplemente ilumina su vida, su sonrisa contagia la suya y no sabe de donde, pero ese juego lo está volviendo loco y quiere volver a besarlo, solamente acortar la distancia. —Un teñido pretencioso, no lo habría soportado.
Jimin abre la boca, ofendido y se aleja empujando a Yoongi por los hombros. —¡Oye!
El mayor se ríe, lo toma de la cintura y une sus labios en un largo beso que le sabe a gloria, después de un mes entero sin probar los dulces labios de Jimin desde aquella noche en la feria. Sus manos sujetando su cintura y espalda, las de Jimin sobre sus hombros rodeando su cuello. Está inclinado hacia abajo, casi recostado el profesor entre sus brazos mientras se besan en calma, apenas abriendo un poco los labios, respirando el aire del otro. La noche es fría, las farolas de la calle los iluminan, el silencio calmo de la calle los acoge y se separan, apenas un poco, mirándose a los ojos, brillantes.
—Te vez guapísimo de negro...
—Tú tampoco estás tan mal... —le acaricia con un dedo la línea de la mandíbula, apenas una ligera sensación rasposa de la barba afeitada de dos días. —Tengo una sorpresa para ti.
—¿La nueva imagen no era por mi? —Yoongi finge un puchero herido, Jimin se ríe bajito.
—Nope, es algo mejor.
—Mejor que tú no creo que exista nada.
—Ya... —Jimin se aleja, mirando la punta de sus zapatos negros. El rubor le corre por las mejillas, tiñiendo su piel de un rosado que a Yoongi se le hace adorable. —Iremos al cine.
—¿Al cine? —Yoongi se guarda las manos en los bolsillos del saco. —De acuerdo, suena bien
—Sip, aunque iremos a uno privado... — una dulce sonrisa en sus labios, sus manos detrás de su espalda.—Confía en mi.
Yoongi observa la mano extendida del profesor, sus ojos brillantes y su sonrisa suplicante, esos labios rosas a los que les confiaría la vida si así se lo piden.
—Tengo... No puedo, Minnie, yo-
—Conseguí niñera para Ji, no tienes de que preocuparte, Yoongi... —Jimin insiste, acerca su mano. —Por favor...
Sus dedos se entrelazan, una sonrisa sincera en el rostro de Yoongi, quien sabe que en manos de Jimin no hay peligro, que JiNa está a salvo y siempre puede llamar a su madre, de todos modos. Así que le cree, toma su mano y se deja guiar por las calles hasta tomar un taxi. De todos modos su turno ya había terminado cuando llegó, no perdía nada...
📼❤🍿
Cuando Jimin abre la puerta de su departamento, está todo totalmente a oscuras, hay mantas en las ventanas, cojines en el suelo y lo que cree Yoongi, por lo poco que se ve, son sábanas en forma de casita, como las que le hace a Ji cuando juegan al castillo.
—Espera aquí. —Jimin suelta su mano, caminando rápidamente hasta el centro de la sala donde enciende una serie de lucecitas de tono amarillo tenue sobre las sabanas que sirven de techo. —Taráaaan...
En el suelo, hay cojines y mantas acolchadas reunidas todas en un manto suave y mayormente blanco, si no fuera porque los cojines de los sillones son azul turquesa. Hay un bol enorme de palomitas de maíz, dos vasos para servir la soda de esa botella enorme, un pequeño refugio para dos, con la computadora portátil de Jimin sobre una mesita. El profesor se mantiene con los brazos extendidos, enseñándole orgulloso y nervioso su obra.
—Hiciste... Todo esto... ¿Por mí?
—Si fue demasiado no dudes en decírmelo, a veces suelo exagerar las cosas y... —Jimin se mira los pies bajo los calcetines, de pronto demasiado nervioso de haber sido muy empalagoso en la sorpresa y que a Yoongi no le gustara, pero este lo toma de los hombros, recorriendo su pulgar el contorno de su rostro.
—Es perfecto. —Yoongi le sonríe, el agradecimiento en sus ojos, conmocionado de verdad ante tan maravilloso gesto. Le besa la frente, sostiene su rostro con cuidado y escucha como a Jimin se le va el aire de repente. —Gracias, Minnie...
—No es nada... Has tenido días difíciles, creí que podría ayudarte un poco, ya sabes...
—Oye... —Yoongi se aleja un poco del abrazo, una sonrisa que el profesor no alcanza a verle, mientras le recorre la espalda con cuidado. —¿Me golpearías muy fuerte si te empujo?
—¿Eh? — Antes de que pueda seguir preguntando si escuchó bien, Yoongi lo toma firmemente de los hombros empujando al pelinegro hasta que ambos caen a los cojines, entre risas y sábanas acolchadas. —¡Yoongi!
El más alto se cubre los ojos con los antebrazos, retirándose de encima del profesor para protegerse de los golpes que seguro vendrán. Una de las almohadas cae sobre sus brazos, amortiguando su cara del ataque de venganza del bajito.
—¡Pude haber muerto!
—Wah, wah, Jiminieee~ no seas bebé. —Yoongi abraza la la almohada del ataque contra su pecho, haciéndole pucheros a Jimin. —Yo te protegí.
—Grosero. —gateando, Jimin alcanza la laptop, entendiendo esta para llevarla a sus muslos. —Yo elijo la película, es tu merecido.
—Hubiera preferido una patada... —Yoongi se quita el saco, colocando la prenda en un rincón del suelo. Se recuesta con la almohada bajo la cabeza, viendo desde su sitio la espalda del pelinegro.
Cuando la película está lista y las palomitas entre ambos, Jimin se recuesta sobre el pecho del más alto, con su cabeza de lado. Yoongi le hace rulos en los mechones oscuros, mientras miran la película en un cómodo silencio únicamente roto por el tronar de las palomitas de maíz en sus bocas.
—Yoongi... —Jimin gira la vista, viendo dormitar al alto que dejó de hacerle círculos en el cabello, comprobando que se está quedando dormido. —Yoongi, ve a descansar...
—No. —abre los ojos, se talla con los puños cerrados y bosteza, antes de apretar entre sus brazos al pequeño, contra su pecho. —Ya pasó, no tengo sueño.
Jimin se endereza, colocando ambas rodillas en el suelo a los costados del más alto, quien lo sujeta de las caderas con cuidado. —¿Qué tal tu día?
La pregunta lo toma por sorpresa y Yoongi abre los ojos, parpadeando muchas veces. —Oh, bueno, fue...
—¿Malo? — insiste el pelinegro, sus manos sobre el pecho contrario. —Puedes decirme...
—Recibí una llamada del colegio de JiNa... —Jimin asiente, su sonrisa rota al recordar cuando Yoongi le llamó contándole que tendría que cambiar a la pequeña de escuela. —La madre superiora me llamó para quejarse de, bueno, de mi persona o algo así.
—¿Pasó algo malo?
—No. —Yoongi niega, calmando un poco a Jimin acariciando su espalda sobre la camiseta de algodón. —JiNa hizo un dibujo de nosotros cuando le pidieron dibujar a su familia...
—Oh, vaya...
—Sí, debiste escuchar cuando me preguntó si era homosexual... —una vaga risa escapa de sus labios. —Poco más me envía al confesionario.
—Es bastante complicado que el único jardín de niños público de la zona sea católico... —Jimin se muerde el labio, mirando a algún punto detrás suyo. —Y... Tú, ¿Qué... Qué le respondiste?
Divertido por la expresión en su rostro, Yoongi sonríe de lado, jugando a tocar la cadera del contrario bajo la tela de su camiseta. —Le dije que.... ¿Cuando te pintaste el cabello, Minnie?
—Yoongi, es en serio...
—Ya, ya... —le roba un pico de los labios, pero la angustia no abandona la carita de Jimin. —Bueno, le dije que la familia de mi hija consistía en su abuela, su padre y el hombre que amo, si eso me hacía homosexual, entonces sí, lo era.
Los ojos oscuros de Jimin miran a todos lados del rostro ajeno, en cada rincón, mientras le tiemblan las manos tratando de recordar cómo hablar sin tartamudear, sin romper a llorar. —¿Qué?...
—Que te amo... —Yoongi le limpia las lágrimas de los ojos antes de que caigan.
Jimin sonríe, las lágrimas escapan de sus mejillas a pesar de los esfuerzos de Yoongi y lo besa, sin saber que más hacer o decir, tratando de transmitir todo eso que lo abruma, que le hace cosquillas en las puntas de los dedos, lo que le provoca sonrisas temblorosas en los labios entre cada beso, mientras vocaliza en voz bajita las palabras.
—Te amo, te amo te amo... —entre besos, Jimin habla con un hilo de voz, sintiendo la risa ronca de Yoongi.
—Tendrás que ayudarme, Minnie, soy nuevo en esto... - Yoongi une sus narices por la punta, jugando a acariciarlo con suaves movimientos. —Eres mi primer novio, bueno, lo serías, si aceptas claro, siempre puedes decir que no o...
Jimin lo calla con un beso, uno que le saca una sonrisa. —Claro que acepto, tonto. No puedo permitir que caigas en manos de otro hombre y no sepa enseñarte...
—Pequeño egoísta... —Yoongi lo abraza contra su pecho, sentado Jimin en su regazo, iluminando las tenues luces su rostro. —Mi pequeño egoísta...
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