Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7

La campana anuncia el fin de clases, sacando así al profesor de su asiento , para hacer la fila del tren que llevará a sus pequeños alumnos a la salida. JiNa como todos los días, ha llegado antes hasta el profesor Park para poder sujetar su mano en el tren.

—Muy bien niños, maaanitas arriba. —Park alza las manos, sus alumnos imitan y comienzan a acomodar la fila. –Maaanitas al frente y-

—Disculpe, profesor. — Lisa toca la puerta, abierta, llamando la atención del docente quien todavía mantiene los brazos al frente. –Está aquí la abuela de una alumna, solicita hablar con usted de inmediato.

Jimin asiente, bajando ambas manos a sus costados. –Lisa va a llevarlos afuera, por favor sean amables.

El profesor se despide con una venia de sus alumnos, agradeciendo también a la asistente al pasar a su lado rumbo a la salida. Rumbo a la sala de espera, fuera de la dirección, revisa su teléfono y nota que faltan treinta minutos para las dos de la tarde y, no ha recibido ningún mensaje, ninguna llamada. No puede evitar sentirse angustiado, incluso un poco decepcionado aunque su corazón le dicte que no son más que imaginaciones suyas solamente, porque Yoongi no es como todos los idiotas que ha conocido antes, esos que prometen llamar, que obtienen uno o dos besos y después se van decepcionados de no sacar nada más de esa cita.

Al llegar a la sala de espera, una señora de edad madura, definitivamente menos de cincuenta años, con el cabello rubio oscuro que ya pinta algunos mechones plateados espera en el asiento del medio.

—Buenas tardes, Park Jimin a sus órdenes. —El profesor se inclina y después, ofrece su mano derecha a la mujer que imita su gesto y la toma.

—Profesor, dígame Yeri.

Jimin asiente, educado, mientras termina de atar los cabos en su mente y de paso sintiéndose bastante tonto por el incidente del pasado.

—Señora Yeri, por favor dígame en qué puedo ayudarla.

Yeri le regala una sonrisa dulce. —He venido a recoger a mi nieta, Min JiNa, profesor.

—Por supuesto, puede llevársela. —Jimin corresponde esa sonrisa, indicando con una mano el camino hacia donde la pequeña será entregada. —Por aquí por favor...

El incómodo malestar en su estómago no se acaba, incluso incrementa al recibir a la madre de Yoongi por primera vez recogiendo a JiNa. Jimin trata de mantener la calma, la compostura, pero siente que va a salir corriendo a buscar a Min a la primera oportunidad y el largo pasillo hasta la salida no ayuda en nada.

Lisa entrega a la pequeña con su abuela y el profesor las despide con una dulce sonrisa, sacudiendo su mano al igual que JiNa, quien se marcha de la mano de Yeri.

—Dime por favor que no lo asustaste y ahora no quiere verte. —discretamente, Lisa le susurra entre dientes, una vez todos los niños se han ido.

—Espero que no...

La puerta se cierra al salir el último alumno, dejando así el eco de sus risas y sus pasitos perdiéndose en la calle, un poco también las esperanzas de Jimin. Toma camino dentro del jardín de niños, dispuesto a tomar su mochila e irse a casa, pero el sonido de un claxon lo hace girar por inercia.
Y ah, todo miedo parece desaparecer, sus hombros se sienten livianos cuando lo ve, ese pontiac negro que jamás estuvo más feliz de ver antes. Yoongi sale del auto, tan fresco como galante y le saluda desde lo lejos.

Jimin corresponde el saludo con una gran sonrisa, le hace señas a Yoongi para que espere mientras busca su mochila y entra corriendo al salón a tomarla. Cuando regresa, segundos después, esa sonrisa sigue ahí, brillante y sincera.

—Hola... — Yoongi tiene las manos en sus bolsillos, avanza apenas un paso hacia el profesor y lo mira, ligeramente hacia abajo.

—Qué puntual. — halaga Jimin, un pequeño guiño que hace al más alto reír bajito. —Me alegra verte...

—Sí, a mi también.

—¿Ya sabes dónde almorzar? Podemos ir a donde sugerí, ya sabes, pero hm... Yo... — Jimin se balancea en sus talones, jalando un poco los cordones de su mochila. —Bueno, no sé si te guste el sushi...

Yoongi le regala una suave risa ronca, mientras asiente. —Sushi suena genial.

—¡Grandioso! — Jimin rodea el auto, rumbo al asiento de copiloto ante la mirada divertida de Yoongi. —Tú conduces.

—Es mi auto, después de todo... —Yoongi niega, divertido y cómodo junto a ese explosivo castaño de sonrisa contagiosa.

Nada podría arruinar su cita, la que tanto trabajo le había costado nombrar como tal. Jimin se mantuvo inquieto en el asiento, cantando bajito las canciones internacionales de la radio con un inglés mal pronunciado, a veces moviendo los hombros, golpeando sus rodillas son sus dedos al ritmo de la música, siempre alegre e incluso animando a Yoongi a cantar, pero este se mostró siempre avergonzado y nunca cantó.

—Tienes una voz muy bonita. —Yoongi enciende las intermitentes, girando hacia la derecha.

—Oh, gracias... Yo, canto un poco, para los niños.

—¿De verdad? — el castaño asiente, un suave rubor en sus mejillas. —No sabía, seguro eres grandioso ahí, con tu pandereta y tus canciones infantiles...

Jimin empuja sin fuerza el hombro de Yoongi, ambos riendo de la broma del más alto mientras este estaciona el auto. —Para tu información, mi pandereta y yo podríamos ganar un concurso de talentos.

—Si Matilda y yo competimos, no lo creo. — Jimin alza una ceja, aceptando el reto. —Ah, Matilda es mi guitarra...

—Todo un estuche de talentos, ¿eh, señor Min?

Yoongi abre la puerta, se gira apenas lo suficiente para ver de lado a Jimin y le guiña un ojo. —Más de los que imagina.

Almorzar en la terraza fue idea de Yoongi y comer rollo de camarón de Jimin. Comieron entre risas ocasionales y miradas furtivas, a veces detrás de la servilleta una sutil sonrisa, a veces rozando a propósito sus dedos al tomar la soya y cediendola al otro en disculpas torpes y risas nerviosas. Charlaron de todo y de nada, descubrieron que a Jimin no le gusta el pepino ni a Yoongi la comida picante, bebieron soda de mandarina y pasaron la tarde entre sutiles coqueteos y juegos.

—Gracias por acompañarme, necesitaba despejarme en serio... — Yoongi juega con una menta entre sus dedos, su semblante triste, mirando la charola donde trajeron el cambio del cobro, que Jimin se aferró a pagar.

—Hey, no agradezcas nada. — Jimin toma sus dedos entre los suyos, mirando por sobre sus pestañas. —¿Pasa algo? Te noto ausente de pronto...

A Yoongi le hubiera gustado poder negar con una sonrisa y disparar los miedos de Jimin, sin embargo, la presión fue demasiada y sin darse cuenta, estaba llorando.

—Jimin... Su madre, ella... No puede quitarme a mi hija...

Para Jimin no hacen falta explicaciones, cuando rodea la mesa y abraza sin reparo a Yoongi todavía sentado, sujetando su cabeza contra su pecho. —Estoy aquí, estoy aquí, Yoongi, no pasarás por esto solo... —Yoongi rodea al castaño con fuerza, dejando salir todo lo que le oprime el pecho. —Estará bien... Van a estar bien...

----

Personas de portafolio y trajes almidonados entran y salen del edificio, totalmente ajenos al mundo interior del hombre que lleva de la mano a una pequeña de abrigo color borgoña. Yoongi ha pasado ya por todas las etapas del miedo y la incertidumbre, siempre agradecido con Jimin por estar a su lado en ese ínter lleno de dudas, semanas que parecían una cuenta regresiva hacia su sentencia de muerte.

La mano de Jimin es firmemente sujeta por la de Yoongi, mientras avanzan los tres por esas escaleras de cemento pintado de blanco rumbo al juzgado. El trayecto es silencioso, puede escucharse solo el golpear de sus zapatos contra el asfalto y los más pequeños de JiNa, con sus zapatitos negros. Al entrar, JiNa abandona la mano de su padre pero Jimin la sostiene, llevándola a su pecho. La pequeña enrosaca sus brazitos al rededor del cuello del profesor, mirando hacia todos lados con curiosidad.

—Estaremos afuera, Yoongi, si necesitas algo por favor llámame.

Yoongi asiente al menor a su lado, sus ojos cerrados y expresión angustiada. —Gracias, por favor vayan con cuidado. —besa a su pequeña en la frente y después, a Jimin en el mismo sitio.

—Señor Park... — lo llama en voz baja, mientras sigue tratando de reconocer el lugar al que su padre la llevó, mientras se dirigen a la salida. —¿Estamos en una fiesta?

Jimin niega con la cabeza, abrazando a la pequeña Min contra su pecho. Se muerde la lengua y aprieta los ojos, intentando no romperse en ese momento. —No, Ji, venimos a que tu papi conozca a una buena persona que va a ayudarlo...

—¿Podemos comer helado con esa buena persona?

—Tal vez, Ji...—Jimin mece a JiNa de un lado a otro entre sus brazos. —¿Quieres jugar en los columpios, nena?

Jimin lleva en brazos a JiNa, fuera del juzgado. Afuera hace frío y debe subirle la bufanda color pimienta a la naricita, mientras buscan asiento en alguna de las bancas del parque de enfrente. Definitivamente no es lugar para una niña tan pequeña, totalmente ajena a la situación que vive, así que su profesor decide que es mejor llevarla a los columpios, mientras su padre habla con esa buena persona. Toma su teléfono celular y marca el número de Yoongi, quien responde a los dos timbres.

—Estamos en frente. —Jimin no aparta la vista de la niña, quien ya tomó camino hasta la resbaladilla. —¿Encontraste a tu abogado?

—Todavía no, la verdad es que no sé cual de todos sea, Jiminie... Todos lucen igual.

Una suave risa escapa de sus labios, contagiando al hombre del otro lado de la línea. —Deberías ponerte un cartel con su nombre, como en los aeropuertos.

No suena tan mal... — Jimin se acomoda la bufanda negra, cubriendo hasta su nariz, jugando a morder la orilla mientras juguetea con sus pies sobre las pequeñas piedras del suelo. —Creo que lo veo, te llamaré más tarde.

—Suerte...

Yoongi corta la llamada, guardando el teléfono en el bolsillo de su gabardina. Frente a él, un hombre bien parecido y de corbata azul le saluda animadamente con una mano.

—Señor Min. — el abogado le extiende una mano apenas están frente a frente—Choi SiWon, yo llevaré su caso.

—Licenciado Choi, muchas gracias. —Yoongi la acepta, a la vez que se inclina de forma respetuosa. —No sabe lo mucho que agradezco que tomara mi caso.

SiWon le regala una sonrisa, enmarcada de la barba apenas crecida en su rostro. —Debo advertirle, que a pesar de que todo parece apuntar a nuestro favor, si el juez dictamina custodia compartida, no podremos hacer nada para evitar que la niña vea a su madre.

—No quiero evitarlo, es derecho de ambas, licenciado, simplemente no pienso dejar que me quiten a mi hija.

SiWon parece entenderlo, pues relaja un poco su tono de voz. —¿Ha considerado una contra demanda, Señor Min?

Yoongi se ríe, entre la resignación y la ironía, negando con su cabeza. —No, no quiero hacer esto más difícil.

SiWon asiente y chasquea la lengua, mirando a su alrededor. —Por favor, pase conmigo, debemos encontrarnos con la parte demandante en mi oficina.

Seguir a un abogado, por los pasillos de un juzgado, a las ocho de la mañana de un Lunes de Diciembre, en medio de un juicio en el que podría perder a su hija, no era parte de los planes de vida de Min Yoongi. Sin embargo, al abrirse la puerta de la oficina del abogado, ver esas cuatro sillas vacías frente a un escritorio, lo hace todo más real, más palpable y más atemorizante aún. Yoongi siente que le fallan las piernas y el respirar es difícil, sujeto del marco de la puerta mientras trata de recuperar un poco la compostura o al menos la cordura emocional. El teléfono entre sus dedos tiembla, mientras el pitido de la llamada resuena en sus oídos como eco.

¿Yoongi? ¿Está todo bien?

No puedo hacer esto solo. — Yoongi se sujeta del pecho, oprimiendo entre sus dedos la tela del abrigo. —Te necesito...

—Vamos para allá.

Exactamente no sabe cuando, por las puertas del juzgado entró corriendo Jimin con su hija en brazos. Pudieron haber sido segundos, minutos, no importa, no importa porque detrás de ellos entraron Irene y quien Yoongi cree, es su abogado.

—Yoongi... — JiNa es sujetada por su padre, quien no es capaz de mirar al profesor a la cara, demasiado concentrado mirando algún punto detrás suyo. Jimin se aventura, alzando una mano con cuidado hasta el hombro del más alto. —Yoongi, mírame, estarán bien.

Fotografías. Fotografías mentales de Irene en el público de un pequeño concierto en un festival independiente donde Yoongi tocó por primera vez en público, de su cabello degradado a rosa acariciando sus hombros frágiles, de las noches bajo las estrellas donde se prometieron quererse para siempre, esa sonrisa de niña, esos ojos brillantes y besos, besos fugaces que duraban noches enteras. Irene descalza, Irene pintando, Irene jugando entre las flores, sus manos en su vientre y una resplandeciente sonrisa de veinteañera, su llanto, su angustia, la forma de su vientre resguardando a JiNa, noches en vela y demasiadas peleas, una bebé preciosa tan parecida a su madre, más peleas y una nota. Todo como carrete de fotografía, pasando frente a los ojos de Yoongi al ver aproximándose a JooHyun hacia ellos.

—Princesa... —Yoongi susurra a su hija, su voz quebrada. —¿Ves esa señora de abrigo y cabello largo? —JiNa asiente, sus ojitos fijos en la bonita mujer del abrigo color crema. —Ella es tu... Mamá.

Jimin se muerde los labios, respira profundo sin soltar el hombro del más alto, hasta que Yoongi baja a JiNa al suelo. —¿Estarás bien?

—Tiene que conocerla. —Yoongi le acomoda el abrigo a la menor, le regala un beso en la frente y una sonrisa, de esas que tanto tiempo le ha dado. —¿Quieres verla?

JiNa niega, sus manitas en su boca y ojos acuosos. —Quiero quedarme con el señor Park...

—¿JiNa? — la fortaleza de Yoongi, la paciencia de Jimin y un poco de su valentía se quebraron al escuchar a JooHyun llamando a su hija, pasos más atrás de la pequeña. —Mi amor, JiNa, soy mami...

Irene está medio incada, sus brazos extendidos hacia la pequeña pelinegra con quien tanto parecido comparte. Sus ojos, brillantes, su voz quebrada y manos temblorosas. JiNa mira a su padre, después a Irene y al último al profesor, quien trata encarecidamente de no perder los estribos, mordiendo el botón de su manga.

—Puedes ir... —Yoongi la apoya, una sonrisa que puede desmoronarse en cualquier momento, su voz en susurros. —Estaré aquí, lo juro...

JiNa avanza despacio, sus zapatitos negros contra la loseta blanca. Tiene los dedos entrelazados y camina con cautela, dejando atrás a su padre incado en el suelo. Cuando por fin llega, no es abrazada.

—Estás tan hermosa, mírate... Pareces, una muñequita... —Irene encoge las manos, de pronto con miedo de abrazar a su hija, quien la mira confundida. —Soy mamá, Ji...

—Buenos días... —JiNa la saluda de forma educada, como se le enseñó en casa. —Usted es muy bonita.

Irene rompe a llorar, incapaz de sujetar a su hija entre sus brazos después de tanto tiempo, sintiéndose una completa extraña. Yoongi a su vez, limpia con ahínco las lágrimas de sus ojos, de espaldas a la escena, con Park a su lado.

—Señorita Bae, debemos entrar a discutir los términos de su demanda, por favor... —SiWon se acerca con cautela, extendiendo un pañuelo a JoonHyun.

Un hombre de piel morena y rasgos fuertes se acerca a ella, la ayuda a levantarse y la abraza, mientras Irene llora en su hombro. Es él quien recibe el pañuelo y lo agradece. —Cariño, está bien, dale tiempo...

Jimin se apresura a tomar a JiNa en brazos, no sin mirar a su madre con algo muy cercano al desprecio. —¿Quieres ir por helado, princesa?

JiNa asiente, en silencio. Sus ojitos oscuros fijos en la bonita señora. —¿Puede venir con nosotros? Está muy triste...

—Mamá debe ir a hablar con los grandes, Ji, no podemos ir por helado ahora...

—Licenciado Song MinHo, llevaré el caso de mi esposa. —SiWon recibe la mano del abogado, su cara descompuesta en una mueca.

—Acompañenme.

—Jimin... —Yoongi lo llama, desde su sitio. —Vayan afuera, estaré bien.

El profesor asiente, con la pequeña entre sus brazos, jugando con su bufanda, mientras ve a Yoongi entrar a una oficina junto a la madre de su hija y su esposo.

—¿Ella es como Mamá Yeri?

Jimin limpia con su manga las lágrimas que escurren en sus mejillas antes de que JiNa pueda verlo. —No, Ji...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro