Capitulo 2: ¿Por que?
-Hola Estefanía –Raquel se acerco a dar un beso a su cuñada –Sentimos el retraso, los niños
-No te preocupes Raquel –Ella le sonrió con complicidad, después miro a Carlos –Hermanito ¿tu no me saludas?
-Hola –El suspiro y se acerco a dejar un beso en la mejilla
-No pongas esa cara, te prometo que no seré muy pesada –sonrió divertida
-Hola Carlos –David estrecho la mano del hermano de su prometida -¿Tu también te ves arrastrado eh?
-Mujeres –Carlos negó con la cabeza
-Dejad ya de criticar –Estefanía le quito importancia con la mano –Vamos a probar los menús
Y para eso estaban allí, en uno de los mejores hoteles de la ciudad, para probar los menús para la boda de Estefanía y David. Hacía tres años que estaban saliendo juntos y al fin habían decidido casarse. Como Estefanía se llevaba muy bien con la esposa de su hermano decidió que fueran ellos quien les ayudaran a organizarlo todo
Raquel estuvo dispuesta a ayudarla en todo lo necesario, aunque también estaba molesta por la actitud que su marido estaba toando en lo referente a la boda de su hermana
-No te cuesta nada mostrar un poquito de interés –Hablo molesta mientras caminaban hacia el coche, después de dos horas de probar comida
-No empieces –Carlo abrió el vehículo y se subió –Estas cosas son una estupidez
-¿Una estupidez? –Raquel se subió y se puso el cinturón -¿Así que ahora las bodas son una estupidez? Bien
-No tengo ganas de discutir Raquel –El arranco y saco el coche del estacionamiento, miro su reloj –Tengo una reunión importante en una hora
-¿Una reunión? –Ella le miro bruscamente –Es Sábado
-SÍ, es sábado –El apretó el volante molesto
-Les prometiste a los niños ir al zoo con ellos –fijo la vista en la carretera
-Que los lleve la niñera –El frunció el ceño –Para eso le pago
-Pero eres tu quien tendría que ir con ellos, con nosotros –se soltó el cinturón para girarse a mirarle –Pero claro, estoy olvidando que eres un hombre muy ocupado
-¡Pues claro que lo soy! –el acelero bruscamente -¡Ocupado en trabajar! ¡Trabajar para que a ti y a los niños no les falte nada!
-¡Sin embargo les falta lo más importante! ¡Su padre! –Raquel aguanto las ganas de llorar -¡Mi marido!
-¡Ya basta! –paro el auto en seco –Hemos llegado, tengo que irme o llegare tarde
-Que te vaya bien en tu reunión –Raquel salió bruscamente del coche y cerro dando un portazo, después camino hacia su casa sin volver la vista atrás. Aunque contuvo el aliento cuando oyó el auto marcharse
Tal y como supuso, su marido no llego a comer y ya estaba anocheciendo cuando la llamo para decirle que tenía que arreglar unos papeles y se quedaría en la oficina hasta tarde La llamada fue corta, seca y precisa, dejándola con una tristeza increíble
Cansada de esperar siempre en casa, decidió tomar las riendas, sorprender a su marido y tratar de recuperar la espontaneidad de la pareja. Tomo una botella del mejor vino que tenían y llamo a la niñera para que se quedara con los niños. Se subió a su auto y se dirigió a la oficina, con una tenue sonrisa en su rostro, con la esperanza de hablar con Carlos y remediar la discusión que tuvieron esa mañana
Pero todo cambio cuando paro el vehículo ante el semáforo que estaba frente a las oficinas de su marido. Un edificio de diez plantas, con unas inmensas cristaleras que daban a la calle. Y allí, desde el coche su mirada recorrió el edificio hasta pararse en la cristalera del tercer piso, que estaba iluminada. En ese momento vio a su esposo pararse ante ella, sonrió observándole, hasta que otra silueta apareció en escena
Una mujer, una mujer que ella conocía, Vanesa, la secretaria de su esposo, se acerco a el por la espalda y le abrazo. Carlos se giro y la tomo por la cintura para besarla fuertemente. Si ya le estaba causando bastante dolor la imagen que estaba viendo, aun fue peor cuando vio a aquella rubia oxigenada arrodillarse y a su marido echar la cabeza hacia atrás
Su mirada se congelo en aquel cristal, sus manos apretaban con fuerza el volante, mientras su mente le jugaba malas pasadas. Incluso le parecía estar oyendo los gemidos de su esposo mientras esa mujer lo complacía. El pitido de un auto la sobresalto, el semáforo se había puesto en verde, el coche que estaba tras ella la adelanto y volvió a pitarle. Pero ella no reacciono, seguía alli sentada, en su coche, ante el edificio Entonces metió primera y acelero, llego a la rotonda y cambio de dirección
-¿Señora ya está de vuelta? –La niñera la miro preocupada
-Puedes marcharte –Le dio un par de billetes –Gracias
-Sí, señora –la mujer tomo el dinero y se fue
Raquel camino por la casa, con la botella de vino en la mano. Llego a la cocina y tomo una copa, después se sentó uno de los taburetes y se sirvió vino. Así permaneció con la mirada fija en el anillo que llevaba, en la cocina, sola, hasta que oyó la puerta principal y supo que Carlos estaba en la casa
-¿Qué haces despierta? –el se paro en la entrada de la cocina -¿Me estabas esperando?
-Los niños se lo han pasado muy bien en el zoo –Tomo la fotografía que le había traído la niñera y la lanzo en la encimera –Con la niñera
-No empieces –El suspiro mientras se aflojaba la corbata –Estoy demasiado cansado
-Claro, tanto trabajo –Raquel levanto la vista hacia el –Pero la próxima vez te sugeriría que echaras las cortinas de tu oficina, por lo menos para que nadie vea lo entregada que está tu secretaria en su trabajo
-¿Qué? –El se congelo inmediatamente, después entorno los ojos -¿Me estas espiando? Esto es lo último que me faltaba
-¡¿Lo último que te faltaba?! –Raquel sintió como las lagrimas salían de sus ojos -¡Me estas engañando! ¡Y lo único que se te ocurre es molestarte por que te estoy espiando!
-Estas sacando las cosas de quicio, baja la voz –Carlos la miro molesto -¿No me dirás que te sorprendes? Por favor
-¡Cerdo asqueroso! –Raquel lanzo su copa hacia él, que la esquivo y esta termino estallando contra la pared
-¡Estas loca! ¡No tengo porque aguantarte! ¡Ya llevo demasiados años soportándote! ¡Me voy! –Carlos camino por el pasillo hacia la salida -¡Hablaremos cuando te calmes!
-¡Eso huye! ¡Vete! ¡Cobarde! –Ella le siguió por la casa hasta la puerta de entrada -¡Eres un maldito cobarde! ¡Vete como siempre haces! –observo cómo se subía al coche y se marchaba, cerró la puerta y se apoyo en ella hasta deslizarse en el suelo -¿Por qué me haces esto? –lloraba sin poder parar -¿Por qué?
-¿Mama? –Alex estaba parado en las escaleras mirándola
-¿Has peleado con papa? –Matt que estaba junto a su hermano camino hasta ella y la abrazo
-Mis niños –Raquel abrazo a su pequeño e hizo señas a Alex para que se acercara
Y alli, sentada en el suelo de la entrada de su casa, abrazada a sus hijos, derramo todas las lagrimas que desvelaban su dolor
-Mami –Alex miro a su madre a la cara –Yo no quiero verte triste
-Y yo no quiero estar triste –Raquel acaricio el rostro de su hijo, cerró los ojos y respiro profundamente –Vamos –Se levanto del suelo –Id a vuestro cuarto, necesito que guardéis todos los libros del cole en la maleta
Y los niños le hicieron caso sin rechistar, mientras ella corría a su habitación y guardaba algo de ropa en su bolsa, después paso a la de sus hijos y preparo dos mochilas con ropa de ellos y les dijo que podían coger al menos un juguete. Por último fue a la habitación de Damián y tras preparar una bolsa con sus cosas, lo cargo en sus brazos sin despertarlo y lo tapo con la manta
Cuando salieron de la casa, la oscuridad de la noche les invadió, Raquel aseguro a sus hijos en las sillitas y después subió al vehículo
-Mama –Matt la miraba con el ceño fruncido -¿Dónde vamos?
-A casa de la tata –Raquel arranco el auto y miro su casa con lastima, ahora parecía que todo lo que había vivido y sentido allí fuera una mentira ¿Acaso lo era?
Cuando llego a la casa de su hermana cogió a Damián en sus brazos y con las bolsas cargada y acompañada por sus otros dos hijos que llevaban sus mochilas subieron al piso de Analía. Llamo al timbre varias veces, incapaz de mantenerse fuerte ante sus hijos
-¡Que ya va! –Analía gritaba desde el interior de la casa, abrió la puerta y sus ojos se abrieron con sorpresa, después con tristeza –Dios mío
-¿Podemos quedarnos aquí? –Las lagrimas volvieron a brotar de los ojos de Raquel, aunque trataba de mantenerse fuerte –Solo serán unos días
-Claro que puedes cariño –Analía abrió la puerta rápidamente y se acerco a quitarle unas cuantas bolsas –Venid niños –entro en la casa y camino hasta el salón –Os voy a preparar la habitación –sonrió a los pequeños como si aquello fuera una fiesta y después miro a su hermana con cariño –Yo me encargo de ellos
-Gracias –Raquel asintió, lo cierto es que ahora mismo no tenía fuerzas para nada
Se sentó en el sofá, aun con Damián entre sus brazos y le observo dormir Era todo lo que tenia, sus hijos ¿Y ahora?
-Dame a Damián –Analía regreso y lo tomo entre sus brazos –Acosté a Alex y Matt en la habitación pequeña, he puesto la barra de seguridad a la cama para acostar a Damián en la tuya
-Si –Raquel asintió, aunque no sabía qué era lo que le había dicho su hermana
-Ahora vuelvo –Analía la miro con tristeza y se marcho con el pequeño, cuando volvió se acerco a ella y se sentó a su lado -¿Qué es lo que ha pasado?
-Me engaña –Raquel mantenía la vista fija en la pared del fondo –Me engaña con su secretaria
-¿Te lo ha dicho el? –Analía tenso la mandíbula
-No, les he visto –Raquel rompió a llorar de nuevo –Y ni siquiera se ha molestado en negarlo cuando se lo dije
-Hijo de puta –Analía abrazo a su hermana –Tranquila, todo va a estar bien
-Se fue de casa sin darme ninguna explicación –No podía dejar de llorar –Como si realmente no importara, como si yo y los niños no importáramos
-Voy a matarlo –Analía lloraba junto a su hermana
-¿Por qué me ha hecho esto Ana? –se incorporo para mirar a su hermana a los ojos –Era él, era mi hombre perfecto
-Cariño –Analía acaricio la mejilla de su hermana –El hombre perfecto no existe
-Pero estamos casados, tenemos tres hijos –miro la alianza en su dedo -¿Por qué?
-Porque no te merece –respondió mirandola fijamente –Porque nunca te ha merecido
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