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Capítulo tres | Ho Hey


—Por favor, dime que lo del queso es una mala broma —Tyler mordía sus labios para no soltar su carcajada, de nuevo.

—Estoy hablando en serio —contestó Wesley de mala gana. Colocó el trapo con el que limpiaba la mesa en su hombro y se dedicó a voltear las sillas para ponerlas sobre ella—. Me quedé como bobo viéndola y cuando Fred me habló lo único que llegó a mi mente fue el estúpido queso que está en el refrigerador desde que nos mudamos ahí.

—¿Te digo la verdad? No te creí tan estúpido.

—Ni yo mismo lo entiendo —ignoró el insulto, como siempre lo hacía—, creí que había superado mi miedo al hablar con alguien del sexo opuesto, desde que tuve mi primera novia. Digo, hablo con ellas todos los días —señaló la barra donde se la pasaba horas preparando bebidas.

—Es diferente, es tu trabajo, tienes que hacerlo —Tyler aclaró su garganta—. Esto me emociona un poco, las chicas universitarias están dementes y tener a una viviendo contigo podría traerte cosas buenas, si sabes a lo que me refiero —arqueó sus cejas—. Son más fáciles de lo que aparentan por el simple hecho de que ya no están bajo supervisión de adultos a quienes les importen.

—No deberías decir cosas así —Wesley arrugó su nariz.

—No me digas que no lo pensaste.

Wesley calló y frunció sus labios un tanto afligido.

—Ese no es el punto —negó con su cabeza retiraron todo lo que su amigo haya pensado—, tendré a una chica durmiendo a metros de mí y ni siquiera siento que pueda formular una frase coherente frente a ella.

—¿Cuándo se muda?

—Hoy, en unas horas, quizá.

—¿No crees que sea como una casualidad?, ayer hablábamos de tu incompetencia en el amor, y de repente una chica linda llegue a quedarse en tu casa como para hacerte pasar por pruebas.

—Claro que no —canturreó queriendo ocultar el que se haya sentido ofendido.

—Claro que sí, ayer tuviste la primera y fallaste; fuiste como un anciano gruñón, semidesnudo y amante de los quesos. Esa chica seguro cree que eres el perdedor más grande de todo Vancouver.

—¿Y no lo soy?

—Amo cuando te menosprecias, pero éste no es el caso —suspiró—. La verdad no sé para qué me molesto.

Wesley se echó a reír.

—Estoy bien, la verdad no esperaba tener algo con ella de todas maneras... La verdad, creo que eso sería mucho pedir —resopló haciendo un ruido gracioso con sus labios—. Recordaré ese momento por siempre y se lo contaré a los nietos de mis hermanos.

—¿Y por qué no a tus nietos?

—Sonará raro pero no me imagino un momento en mi vida futura con un bebé en mis brazos y que éste sea mi hijo. Creo que tendré un gato, uno negro que ataque a Fred cada vez que me visite... y un perro, alguno que encuentre en la calle y que lo ataque también. Eso o me descargo Neko Atsume, otra vez.

—Ahora si eres un perdedor.

Wesley se encogió de hombros.

—Gracias.




—Al parecer necesitaba mudarse —susurró Fred procurando que la chica no escuchara cuando salió del departamento, pero la verdad era que su susurro se escuchaba más alto que su voz normal.

Wesley solo se limitó a poner sus ojos en blanco y cruzar sus brazos por encima de la mesa. Esa mañana, había dormido con pijama recordando el incidente con Claire del día anterior.

Eran las casi las doce del día y desde hace un par de horas que Claire metía cosas a su habitación con ayuda de dos chicos de catorce años que se encontró en el estacionamiento.

—¿No crees que deberíamos ayudar? —inquirió el rubio. Wesley resopló y le dio otro vistazo a sus vecinos que entraron por la puerta con cajas en sus brazos y fueron directo a la habitación de la rubia.

—Les quitaríamos trabajo —fue lo único que dijo.

Ambos salieron de nuevo dejando la puerta del departamento abierta, otra vez.

—Bien... entonces me voy, llegaré tarde —el chico a su lado se puso de pie mirando la hora en su reloj de muñeca. Wesley frunció el ceño y le detuvo del brazo.

—¿Qué? ¿Vas a dejarme solo con ella? —preguntó exasperado.

—Ajá —dijo obvio.

—¿Y si quiere algo?

—¿Qué puede querer? —cuestionó confundido.

—¿Hablar conmigo?

Fred se carcajeó con exageración al comprender lo que pasaba por la mente de su mejor amigo. Despeinó su cabello como burla y Wesley golpeó su mano quitándosela de encima.

—Es una chica, no va a morder... —se detuvo a pensar un momento—. Si eso llegara a pasar, llámame.

—No es eso —arrugó su nariz—, es solo que creo que no le agrado.

—No te conoce.

—Pero si al ochenta por ciento de mi cuerpo, y por su expresión, no soy tan lindo.

—Espera —el rubio relajó sus brazos dándole una mirada juguetona, le señaló con su índice moviéndolo de arriba a abajo—. Algo me huele mal aquí —la sonrisa se hizo más grande cosa que le causó un poco de miedo al castaño quien abría sus ojos a más no poder.

—¿Qué? —intentó no tartamudear.

—¿Desde cuándo te importa eso? —sus cejas se fruncieron y se mostraba más serio— Oh, por Dios —se retiró un poco. Tapó su boca con su mano queriendo soportar sus ganas de gritarlo—. Te gusta —susurró confirmándolo, y fue una mala idea porque parecía que quería que todos en el edificio lo supieran.

—Fred —Wesley resopló—. No me gusta, no seas idiota —siguió riendo—. La conocí ayer —le recordó.

—Sí pero, ¿por qué te preocupa tanto qué vaya a pensar de ti? A ti nunca te ha importado lo que piensen de ti, Wes, ¿por qué con ella sí?

Wesley hizo una mueca con sus labios y se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

—Te parece atractiva, ¿no es así? —rio de forma malévola—. ¿No es así? —repitió un poco más alto.

Su acusado solo entrecerró sus ojos y siguió negando con su cabeza. Sabía lo que vendría si respondía que sí, sabía que Fred se alarmaría y comenzaría a darle consejos sobre cómo seducir chicas aunque él rechazara toda su ayuda.

Siempre pasaba lo mismo: Fred haciéndola de Cupido en la vida amorosa de Wesley sin permiso.

Wesley solo cubrió su rostro con sus manos tallándolo con fuerza, un poco cohibido y harto del tema. Se dejó caer en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos. Pasó su lengua por sus dientes y miró a su amigo con bastante molestia.

—No metas la pata que es su primer día aquí —le regañó Fred tomando el papel que él solía tener siempre respecto a su vida amorosa—. Imagina que soy yo, solo que con una vagina.

—No es una muy buena imagen, ¿Sabes? —frunció sus cejas—. No me gusta, no la conozco y sí, es bonita, eso es todo. Pero creo que me comporté muy mal con ella ayer, y quizá hoy sea todo muy incómodo.

Fred rodó los ojos.

—Entonces solo has que cambie de opinión y ya.

—Es todo, chicos, muchas gracias —la alegre voz de Claire los interrumpió haciendo que Wesley se pusiera de pie inmediatamente—. Dejen eso en la sala, si quieren.

Aparecieron los dos chicos quienes cargaban una caja cada uno mientras que la rubia, detrás de ellos, traía una mochila de gimnasio repleta de cosas.

Les sonrió en cuanto les vio; Wesley y Fred esbozaron la sonrisa más grande y fingida que habían hecho en su vida.

—No tengo mucho cambio, creo que tendrán que buscar una solución para dividir su dinero —buscó dentro de la cartera que traía en su mano cuando los chicos se pararon frente a ella pidiendo lo que les prometió a cambio de que le ayudaran a subir todas sus cosas—. Aquí tienen —uno de ellos tomó el billete y miró a su amigo bastante satisfecho, el otro hizo lo mismo y salieron de ahí—. ¡Gracias! —se apresuró a decir en cuanto ellos cerraron la puerta con fuerza. Hizo una mueca bastante incrédula por la falta de comunicación de los chicos y después miró a los otros dos que estaban parados junto al comedor—. Hey... —pronunció no muy segura al notar cierta tensión en ellos.

—¡Hey! —Fred fue el primero en reaccionar, levantó sus brazos llamando su atención causando que se la privara a Wesley—. Yo tengo que irme, tengo un turno en el café que empieza en quince minutos, los veré en la noche —dijo con rapidez mientras cruzaba la estancia—. Espero te pongas cómoda —le dijo a Claire cuando pasó a su lado, abrió la puerta para salir cerrándola de un portazo detrás de él.

—Bien —Claire se quedó con los ojos en la puerta, dio un largo suspiro recordando que tenía un nuevo hogar y sonrió. Miró a Wesley y de inmediato esa sonrisa se esfumó—. Hola... —dijo con bastante timidez.

Wesley se quedó embobado de nuevo. El overol azul y el suéter de rayas que la chica vestía eran casi una talla más grande que ella, y eso la hacía ver demasiado adorable para sus ojos.

Relamió sus labios y, aunque intentó articular una palabra, lo único que pudo hacer su cuerpo fue mover su mano como un saludo bastante seco.

Claire solo se sintió un poco intimidada por la pesada presencia del chico, intentó ignorarlo y solo se limitó a dejar la mochila que colgaba de su hombro en el sofá grande. Se acercó a las cajas y tomó una de ellas con un poco de dificultad.

—¿Quieres ayuda? —escuchó.

—N- bueno —no terminó de responder cuando Wesley ya estaba a su lado tomando la otra caja—. Sobre la mesa —le indicó con algo de pena, él lo hizo.

Claire lo observó detenidamente, sin decir más y esperando alguna reacción después. El cabello castaño del chico se veía un poco húmedo, su suéter negro con delgadas líneas blancas estaba algo desacomodado en su cuerpo como si se lo hubiese puesto solo para salir de la habitación, sus jeans estaban deshilándose de la parte de abajo y sus pies estaban descalzos. No había notado lo alto que era hasta ese momento en el cual lo comparó con la pequeña cercanía que habían tenido segundos atrás.

—¿Es todo? —preguntó él pasando sus dedos por su alborotada melena como si quisiera peinarla un poco hacia atrás.

Claire respiró hondo y asintió mientras avanzaba hasta él. Ignorando su mirada sobre ella, dejó la caja que llevaba en sus manos en el otro lado de la mesa quedando frente a frente.

—Sé que no te gusta la idea de que esté aquí —espetó sin verle; queriendo ser fuerte ante el chico y ante la idea de que no le agradara. Comenzó a sacar la pequeña despensa que había comprado cuando vivía en la otra casa y recolectó de la alacena antes de cambiarse—, pero déjame decirte que no me importa mucho, no me importa lo que ustedes hagan. Realmente no me molesta que lleguen a ser sucios, que eructen o que se tiren sus... gases. Estoy estudiando medicina, la verdad es que eso no me afecta, yo solo espero respeto del espacio personal —le retó con la mirada. El chico solo entrecerró los ojos y asintió lentamente como si analizara lo que acababa de decir, Claire se sintió doblemente tonta y deseó que la tierra la tragase.

Wesley quiso reír después pero por respeto no lo hizo, aunque falló porque carraspeó su garganta al querer evitarlo. Claire levantó su mirada un poco confusa.

—No me molestas —sonrió como si le pareciera ridículo. Ella enarcó una ceja cuestionando y él solo suspiró, negó con la cabeza y comenzó a ayudar a sacar la comida que había en su caja—. No me has molestado, no hasta ahora.

—Creo que debo disculparme por lo de ayer, estaba cansado y un poco dormido, realmente no recuerdo mucho de lo que dije pero sí que no lo viste muy bien —bufó—. ¿Quieres comenzar de nuevo? —se detuvo mirándola fijamente.

Claire parecía no perderse ninguno de sus movimientos y eso causó que Wesley comenzara a ponerse nervioso; el rostro de la chica parecía más limpio que el día anterior y su cabello estaba trenzado sobre la parte de arriba de su cabeza, de forma torpe y descuidada. Retiró su atención de ella y siguió sacando comida ordenándola sobre la mesa, algo más zopenco de lo usual.

Ella respiró hondo y asintió; Wesley le pareció como la clase de chico que era silencioso y muy pacifico, por la expresión serena que su rostro tenía y la impresión que le daba, lo deducía como alguien bastante bohemio.

—Claire —extendió su mano a la mitad de la mesa por impulso, lo hizo con bastante fuerza y hasta se vio exagerado causando que ésta bailara moviendo todo, Wesley retiró sus manos de la comida y observó fijamente como la chica extendía la suya.

Ella solo cerró sus ojos sintiéndose tonta. Él sonrió.

—Wesley —imitó la acción, de la misma forma exagerada que ella, quizá para hacerla sentir un poco mejor.

Con un leve apretón de manos con duración de dos segundos regresaron a lo que hacían.

—¿Por qué Chris y Anthony te ayudaban con tus cosas? —preguntó él refiriéndose a su vecino de catorce años y a su mejor amigo que quizá estaba de visita.

—Porque les dije que les pagaría.

—Bueno, no me refería a eso —rio levemente—. ¿Viniste sola hasta acá cargando con todo eso? —señaló a su derecha, recordando las cuatro maletas grandes, las tres pequeñas y las seis cajas de cartón repletas de objetos.

—Si... —frunció el ceño como si tampoco lo creyera—. No sé cómo logré eso. Una de mis antiguas compañeras me ayudó a empacar aunque sé que solo lo hacía porque quería que me fuera —suspiró— pero el taxista fue quien me ayudó a subir y bajar todo del auto. Estaba en el estacionamiento a punto de llamarle a Fred para pedirle si podría ayudarme cuando me topé con esos dos —encogió los hombros.

—Tú... ¿y no le pediste a ninguno de tus amigos que te ayudaran a mudarte?

—¿Amigos? Sí, claro... pero el hecho de haberme mudado es un secreto que solo sé yo y las chicas con las que vivía —hizo una mueca.

—¿Qué? —preguntó escéptico—. ¿Por qué?

—Mira, mis padres no saben que me mudé y menos que lo hice con dos chicos. Son demasiado sobreprotectores y no quiero problemas, no ahora. Si mis amigos saben que me mudé, Charles también y si Charles lo sabe se lo dirá a mis padres porque tampoco le gustará la idea, y si eso pasa mandarán a mi hermano mayor a inspeccionar. Créeme que no quieres eso.

—Ouh —hizo una mueca de disgusto—. ¿Y quién es Charles?

—Mi novio —suspiró un poco cansada.

Novio.

Novio.

Novio.

—Oh... —Wesley frunció sus labios—. ¿Y qué te hace pensar que no se dará cuenta?

—No lo sé —soltó como si se lo reprochara a sí misma—. Él nunca me visitaba porque no le gustaba estar rodeado de chicas que gritan por cualquier cosa, solo nos vemos entre clases porque siempre está ocupado, así que... espero poder ocultárselo hasta que encuentre otro lugar donde vivir, otro lugar que pueda ser aprobado por todos ellos —rodó los ojos con molestia.

—Le estás ocultando algo a tu pareja, no creo que eso sea muy correcto...

—No tengo tiempo para retractarme ahora.

—Bien... —susurró él y soltó un chiflido dándolo fin a la conversación—. Wow... —se susurró a sí mismo bajando la mirada.

—Te tengo una pregunta —habló ella después de un par de minutos.

—¿Uh? —alzó un poco su cabeza. No dijo nada porque sabía que de todas maneras ella seguiría hablando.

—¿De qué color son tus ojos? —preguntó con bastante seriedad que él dudó en reír.

—¿Qué? —inclinó su cabeza como si no entendiera la pregunta.

—Sí, es que de pronto parecen ser de un tono de azul, a veces algo más como hazel y después los veo de un color... miel —dijo con duda—. Son curiosos —le miró fijamente. Sin dejar de hacerlo se acercó a Wesley.

Claire se paró frente a él cruzándose de brazos, entrecerró sus ojos y analizó los del chico a cierta distancia. Él no dijo nada más, esperó un poco incómodo por su posición y vio como la chica que tenía a centímetros solo hacía gestos graciosos tratando de adivinar.

Jugó con su mirada, divagando para evitar mirarle directamente pero llegó un momento en el que lo hizo por menos me medio segundo: las cejas de la chica estaban fruncidas y tenía pequeñas manchas de máscara de pestañas en sus párpados como si hubiese estado muy apresurada al ponérselo. Su frente tenía pequeñas gotas de sudor por culpa de la mudanza y sus ojos se veían un poco cansados gracias a las ojeras que sobresalían aunque tuviese maquillaje encima de ellas.

Wesley exhaló e inhaló de nuevo al darse cuenta de que había aguantado la respiración. Claire olía a champú de frutas, fresco, combinado con algo dulce como los caramelos.

—No los muevas... —le pidió riendo—, no lo sé, cuando parpadeas se ponen azules, si los mueves se vuelven miel pero creo que el color definitivo es el verde —se mordió el labio. Wesley se incorporó de inmediato—. Es como si tuvieses todos los colores de ojos ahí —regresó a su lugar—. Es genial.

—Eh... tienes unos ojos lindos también —intentó decir para no quedarse atrás. Claire sonrió y negó con su cabeza resultándole demasiado tierno—. Yo creo que... —murmuró un poco cohibido cuando vio que ella continuaba con la tarea—, estaré en mi habitación por si necesitas algo —señaló con su pulgar detrás de él.

Claire asintió sin más y puso las palmas de sus manos en los extremos de su caja de comida.

—¿No tienes hambre? —preguntó obligándolo a detenerse cuando estaba a punto de darse la vuelta—. Puedo preparar algo de comer —siguió hablando mientras revisaba todo lo que tenía ahí.

—¿Sabes cocinar?

—Cuando vives solo tienes que aprender por la fuerza —se burló—. No me digan que ustedes se la viven a base de comida congelada y atún.

—Ah... —sí, ella tenía toda la razón—. Ese es Fred, yo vivo a base de cereal y de comida que compro en el pequeño restaurante que está al lado de la tienda de discos.

—Con razón eres tan delgado —se burló tomando una caja de pasta—. Puedo hacer espaguetis —señaló viendo de reojo el frasco de salsa de tomate.

—Oye, gracias —dijo un poco sarcástico—. Espaguetis está bien, no importa.

—No te enojes —le miró con una sonrisa un poco incrédula—. No quería ofenderte, pero creo que deberían mejorar su alimentación, podrían enfermarse.

—No me ofende —se encogió de hombros—, realmente, aunque no lo creas, hay músculos acá abajo —se golpeó el pecho.

—Si... ayer los vi —le recordó—. Yo te aviso cuando estén listos —regresó al tema.

—Puedo ayudarte —soltó de inmediato sonando tosco—, si quieres... —completó bajando su voz.

—¿No tenías que irte? ¿Qué estudias? —le miró con curiosidad, había pasado por alto aquello.

—Leyes.

—¿Igual que Fred? ¿En serio? —le miró de arriba abajo.

—Sí, ¿por qué?

—No lo sé —puso sus manos en su cintura analizándolo de nuevo—. Todo este tiempo creí que eras algún estudiante de artes plásticas o música, perdón si juzgué antes de tiempo pero luces como el típico chico que toca canciones con una guitarra en el campus de la universidad.

Wesley arrugó su nariz.

—Qué explicita —murmuró.

—Imagino cosas muy rápido —se excusó.

—No serías la primera —resopló dejando caer sus brazos y encogiéndose de hombros—, estoy acostumbrado.

—Eso es fantástico —tomó todas las latas que pudo y fue hasta la cocina—. Sigues fuera del estereotipo que la mayoría suele tomar ahí.

Wesley la siguió cargando con lo que pudo de la mesa.

No sabía qué pensar exactamente de lo que había pasado un par de minutos atrás; cuando de un momento a otro todo lo extraño e incómodo se había convertido en una charla animada —al menos por parte de ella— sin mucho respeto por el espacio personal.

Claire, por su parte, no dejaba de regañarse a sí misma por no pensar antes de actuar y de exagerar todo lo que hacía, pero no podía evitarlo. Cuando estaba nerviosa tendía a gritar, a ser un poco hostigosa y desconsiderada con las demás personas. Quizá a él solo quería irse pero no encontraba la forma porque ella lo retenía ahí por algún comentario. Quizá solo estaba siendo educado.

Le miró de reojo mientras acomodaba las cosas en la alacena; él mantenía sus ojos fijos dentro del refrigerador donde metía todo en silencio.

—Yo no tengo problema con compartir comida —habló ella después del largo silencio—, si compramos cierta cantidad de comida entre los tres cada mes todo sería más barato y yo podría cocinar después de clases —se mordió el labio sin dejar de ver todo lo que tenía en sus manos.

Wesley infló sus mejillas y después dejó salir el aire de golpe.

—Por mi está bien —dijo cerrando la puerta—, podríamos ir el domingo a comprar cosas —comentó.

—Bien, me parece perfecto, sumamente perfecto... —pronunció fingiendo emoción de la cual se retractó al instante—. Eh... —Claire frunció sus labios y se giró hacia él—. ¿Con albóndigas? —puso en alto la caja de pasta.

—No como carne pero para ustedes, creo que está bien —dijo sin mucha importancia saliendo de ahí para ir por más cosas a la mesa.

—¡¿No?! —sus ojos se abrieron como platos sintiendo que le había ofendido.

Wesley enarcó una ceja y asintió levemente queriendo adivinar que pasaba por la mente de Claire, después de que ella no dijo nada más, comenzó a reír.

—Pero no creas que te daré un discurso del por qué lo considero malo —puso su mano en alto deteniendo cualquier pensamiento de ella—. Esto se trata de mí y una decisión que tomé hace mucho tiempo, no voy a tratar de convencerte a ti también. Si hiciera eso, Fred y yo ya no seríamos amigos.

—Bien... ¿entonces no te molesta?

Wesley negó con su cabeza entrando nuevamente a la cocina.

—¡Vaya, señor Van der Gucht! —expresó con un falso acento alemán que no terminó por reírse de sí misma—. Sí que no es lo que todos esperan. Creí que serías el tipo de chico que devora su hamburguesa tal cual bestia —se burló.

—De hecho si hago eso, devoro mi hamburguesa, mi hamburguesa de soja. Y sí, también como una bestia.

Claire rodó los ojos continuando con el acomodo. Wesley rio y, posiblemente soltando los nervios que tenía.

—Sigo lamentando lo de ayer —habló él cortando el momento.

Claire negó con su cabeza en señal de que no se preocupara.

—Lamento acosar tus ojos.

—Está bien —murmuró sin prestar atención—. Pero si tienes razón... si he tocado canciones de The Lumineers en el campus de la universidad, sobre todo Ho hey cuando salió en Silver Linings Playbook y todos me pedían que lo hiciera para cantar —concluyó alejándose de ahí—. Estaré en mi habitación.

Ho Hey - The lumineers

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