Capítulo ocho | Just my imagination
—Si fuera tú se lo habría restregado en su cara y obligado a que te besara el trasero. Su rostro cuando te entregó el examen... —suspiró hondo como si lo recordara felizmente—, eso no se ve todos los días, o mejor dicho, nunca ha pasado —le dio un último trago a su lata de Coca-Cola y aclaró su garganta—. ¿Qué se siente ser la primera persona en la historia en sacar un perfecto cien en un examen del gran Señor Birkin? —Oliver fingió que usaba la lata como micrófono y después la puso frente a Wesley para que respondiera.
Wesley dudó un poco, caminaban por la acera directo al departamento después de la escuela y tenía que ver por dónde iba. Se supone que tendría que ir a la tienda de discos pero se sentía realmente feliz por esa calificación que decidió llamarle a Camille para que lo cubriera; iba a pasar su viernes tranquilo y sin preocupaciones ya que tampoco tenía turno en el club.
—No lo sé, ni siquiera puedo creerlo. Menos cuando en toda la hora que duró el examen ese hombre no me quitaba los ojos de encima —dijo siguiendo el juego de su amigo—. Me siento orgulloso de que su enorme vena de la frente no me haya intimidado tanto como creí.
—¿La viste hoy? Cuando dijo tu nombre para entregar tu examen parecía que iba a explotar—apartó la lata de refresco y la aplastó con su mano para después parar de caminar, la lanzó e intentó pegarle con su pie con la esperanza de que ésta cayera en el bote de basura que había frente un edificio. Pero solo rebotó en el borde—. Ah, demonios —se quejó yendo hacia ella para levantarla y meterla dentro manualmente.
—Creí que su cabeza iba a explotar, su falsa sonrisa solo se hacía más grande con cada falsa palabra de felicitación.
—¡Cómo no! Le diste en su ego de anciano genio.
Wesley rio y negó con su cabeza.
—Creo que lo odias más que yo, y a ti no te ha hecho nada.
—Me puso un ochenta y cinco —le recordó—. Y cuando fui a hablarle sobre la calificación con la esperanza de que subiera un poco más, me bajó a ochenta, no estoy muy contento ahora... Así prefiero enfocarme en ti y no irme a casa a llorar.
—¡Wesley!
Algo picó sus costillas por detrás, el chico se detuvo confundido y levantó sus brazos donde se encontró con un par de manos que seguían intentando causarle cosquillas. Oliver se detuvo después y volteó. Su amigo se rio.
—¿Qué pasa contigo? —reconoció la cansada voz de Claire. Intentó una vez más pero se dio por vencida colocándose a su lado; sus cejas estaban fruncidas y se cruzó de brazos sintiéndose un poco ofendida.
—No me causa nada, lo siento —sonrió el castaño cuando comenzó a caminar nuevamente. Claire le siguió y Oliver lo hizo después—. Él es Oliver —señaló al chico alto y de ojos oscuros que caminaba a su derecha—. Oliver, ella es Claire —ahora señaló a la chica que caminaba a su izquierda.
—No es justo, entonces corrí para nada —soltó exhausta. Se apresuró a extender su brazo frente a Wesley paras saludar a su amigo.
Oliver tenía un rostro muy delgado y un par de ojos redondos bastante profundos. Su cabello era lacio y más corto que el de Wesley pero de igual forma estaba desarreglado. Vestía una chaqueta de cuero dándole un aspecto del típico chico problema que venden en la televisión. Pero eso daba un gran contraste cuando notó las palabras que estaban escritas con mayúsculas en la camisa blanca que usaba debajo: MONEY SUCCESS FAME GLAMOUR.
Él chico tomó la mano de Claire y le dedicó una sonrisa bastante coqueta que no mostraba sus dientes, la chica solo le dedicó una risa un poco nerviosa. Porque era así, a Claire siempre le daba risa todos los intentos de coqueteo, de cualquier forma.
—¿No deberías estar en el trabajo? —preguntó rápidamente en cuanto soltaron sus manos, miró a Wesley y él solo apretó sus labios.
—Hoy decidí que voy a festejar —le dijo.
—¿Ah sí? ¿Y qué festejaremos? —se añadió como broma.
—Wesley sacó la nota máxima en su examen —aclaró Oliver con orgullo por su amigo y compañero de clase. Claire abrió su boca sorprendida y miró al chico a su lado quien solo asentía fingiendo como su ego subía.
—¿De la clase del viejito loco que dices que te odia? —cuestionó ella.
—Sí, ése —suspiró fuertemente—. Me siento como si estuviese en un sueño y que pronto despertaré para ir a clases y obtener el cuarenta y cinco que esperaba.
—¿Esperabas un cuarenta y cinco? —bufó Claire—. Cariño, pero si te la pasaste casi toda la semana sin despegarte de tus libros ni de la cafetera. Fred y yo creímos que estabas sonámbulo la mayor parte del tiempo porque ni en tus horas de sueño después de tus empleos te ibas a la cama.
—Me odia, digamos que esperaba que usara cualquier otro pretexto para bajar mi calificación —terminó diciendo.
—Al menos respetó la perfección de tu examen, podrá ser malo pero aceptó que perdió la guerra y su ética está intacta —comentó Oliver después.
—¿Por qué te odia? —Claire frunció sus cejas. Los chicos intercambiaron miradas y Wesley resopló.
—Odia mi cabello, mi ropa de vago, mi poca formalidad... Odia mi aspecto, dice que no encajo, bla, bla, bla —soltó un poco frustrado—. Cuando inició el semestre creyó que me había equivocado de clase —rio.
—Yo se lo digo —intervino Oliver—. Si fuese tú —le golpeó el pecho y después pasó su brazo por los hombros del chico como si estuviera a punto de dar un gran ejemplo para que éste lo imaginara junto con él—, me hubiese reído en su cara, me habría subido a su escritorio y pateado todo lo que hay ahí con un baile escocés.
—¿Por qué un baile escocés? —cuestionó Wesley.
—Eres escocés, ¿no?
—No —frunció sus cejas.
—Igual sería genial —se apartó.
—Eh... —Claire dudó—. ¿Van a estar en el cumpleaños de Fred? —preguntó interrumpiendo en silencio que se había formado de repente—. Yo no estoy segura si fingir que algo me duele y quedarme en mi habitación para no ser grosera, no conozco a sus amigos y no me sentiría muy cómoda.
—Yo no tengo opción —Wesley rascó su nuca dudando—, tengo que estar ahí, después de todo es mi mejor amigo... Oliver, ¿vienes?
—¿Puedo invitar a alguien?
—Claro —se encogió de hombros al llegar frente al edificio, Wesley fue el primero en subir los escalones para poder abrir la puerta principal con su llave. Dejó que ellos entraran primero y cerró nuevamente.
—¿Podemos invitar a alguien? —habló Claire cuando comenzaron a subir las escaleras hacia el departamento.
—Sí, las fiestas de Fred tienen una lista de invitado ilimitada, vives con nosotros tienes más derecho de invitar a quién quieras. Es una regla que tenemos —un pequeño eco le acompañó.
—¿Regla? En verdad la desconocía, ¿hay más reglas que debería saber? —subieron el primer piso.
—Hay pero la verdad no importa porque se rompen todo el tiempo, digo, tenemos un gato y esa es la principal regla de Fred —encogió los hombros.
—Bien... Invitaré a Nora, quizá a Charles también —avanzó yendo más delante de ellos. Wesley hizo una mueca cuando se aseguró de que ninguno le veía.
—¿Quién es Charles? —preguntó Oliver al pasar cerca de un farol que adornaba la entrada de algún inquilino, lo golpeó con su dedo índice y después presionó el timbre llamando a la puerta sin detenerse.
—Mi novio —respondió ella al llegar de nuevo a las escaleras.
Wesley tragó saliva y volteó hacia Oliver quien apresuradamente se colocó a su lado como si quisiera desaparecer de la persona que pudiese atender la puerta. El castaño negó con su cabeza como si le dijera que dejara de jugar y el otro chico solo rio.
—Creí que no querías que supiera que vivías aquí —se dirigió a ella después.
—Sí, pero es una fiesta, no se va a poner a averiguar de quién es el departamento, duh —dijo obvia cuando llegaron al siguiente piso—. Tú deberías invitar a alguien también.
—Invité a Oliver —le señaló. Claire negó con su cabeza y siguió caminando hacia las otras escaleras.
—Fred me invitó antes —dijo el chico a su lado.
—Yo me refiero a alguien más —soltó Claire subiendo rápidamente con una voz un poco agitada por ello—. A una chica que trabaja en el supermercado y que dijo que esperaba que la invitaras a salir... Con cabello naranja y unos ojos verdes... —intentó recordarle.
Wesley resopló.
—¿Aún estás tras la linda madre soltera? —Oliver frunció sus cejas cuestionando a su amigo. Wesley siseó y Claire solo se detuvo haciendo que ellos chocaran con ella antes de subir los escalones.
—¿Tiene un hijo? —susurró con mucha sorpresa hacia su compañero de departamento. El castaño esbozó una sonrisa rehusándose a responder y ella abrió su boca para replicar más no salió nada.
—Sí, creo que no te mencioné eso.
—Creí que desde que salías con Camille ya había sido historia —Oliver siguió hablando.
—Yo no salgo con Camille —espetó Wes con aburrimiento—. Además, Mia se separó de su esposo hace meses y ya hizo su divorcio oficial. Sí, tiene un hijo, pero eso no importa... No mucho —le informó a su amigo quien solo rodó los ojos y continuó subiendo dejándolos atrás.
—¿Salías con Camille? —preguntó Claire en susurro.
—¿Qué? ¡No! —rio nervioso al llegar a su piso.
Vieron como Oliver ya los esperaba en la puerta con el número once, forzando el picaporte para entrar
—No salgo con Camille y Mia ya no está casada —aclaró a su amigo cuando llegaron hasta él.
Usó su llave para abrir dejando que ellos entraran primero.
—Destruiste un matrimonio, ¡Wow! Wesley, estás que nada te detiene —bromeó el chico quitándose la chaqueta—. Lo he acompañado a ese lugar algunas veces —se dirigió a Claire—, la chica le coquetea de una manera sutil pero a la vez notoria esperando algo de su parte pero él solo se mete más regaliz a la boca.
Wesley resopló cerrando detrás de él. No dijo nada más y solo se quitó el abrigo para dejarlo en el perchero y dejó caer su mochila ahí; fue directo a la cocina.
—Yo no sé por qué no tienes novia —Claire se paró en medio de la sala con la vista hacia Wesley; con los pies separados como si se plantara en el suelo y se cruzó de brazos haciendo un gesto gracioso.
Detrás de ella, Oliver alzó su mano mostrándole su pulgar.
—¿Por qué tengo que tener novia? —intentó no reír de lo irrelevante que sonaba aquello. Abrió el refrigerador tomando una botella de agua y salió de nuevo.
—No lo sé —Claire frunció sus cejas como si se lo dijera a ella misma—. Pareces el típico chico serio que tiene una relación estable y un futuro planeado, ¿me entiendes? —dejó caer sus brazos—, quizá no fue lo primero que pensé cuando te vi pero ahora siento que te conozco mejor. Necesitas a alguien serio —le señaló con su índice moviéndolo de arriba abajo—. ¿Quién mejor que Mia?
—Perdón si me meto pero sigo creyendo que Camille es muy ardiente para ti —dijo Oliver yendo hacia el sofá donde se dejó caer como si fuese su casa.
Wesley le dio un sorbo a la botella e hizo un gesto de disgusto por lo fría que estaba el agua—. ¿Por qué estamos hablando de esto? —tosió.
—Me gusta conseguirle parejas a las personas— excusó—. Vamos, solo invítala, no perderás nada, ¿o sí? —subió y bajó sus cejas.
Wesley resopló.
—Mañana—aceptó.
—¡Bravo! —aplaudió con una emoción exagerada—. Oliver—llamó. El chico levantó su cabeza asomándola por el respaldo del sofá—. Necesito una opinión; Wesley, sus ojos, ¿de qué color son? —le apuntó sin pena.
Oliver entrecerró sus ojos viendo a su amigo. Se quedó en silencio por varios segundos.
—Sabes, siempre tuve esa duda pero poco a poco aprendí a ignorarlo —terminó diciendo.
—¿Verdad que es raro? —habló Claire acercándose a Wesley, tomó su rostro sin mucha delicadeza y con sus dedos lo obligó a abrir aún más su ojo izquierdo—. Cuando parpadeas se ponen azules por milisegundos, y cuando los mueves muchos se ponen de color miel... Pero usualmente son más verdes. Me encantan, te odio—se alejó.
—¿Gracias? —arrugó su nariz un poco confundido.
—¿Por qué hablan tanto? —Fred salió de su habitación aún en pijama. Bostezó rascándose el pecho y con pasos lentos fue directo a la cocina sin muchos ánimos de saludarles; despeinó su cabello aún más y bostezó, de nuevo.
—¡Hey Fred! —Oliver hizo el signo de amor y paz desde el sofá—. Adivina, Wesley sacó un cien con el Señor Birkin.
—¿Eso es posible? —frunció el ceño viendo a Wesley para que lo corroborara.
—Al parecer sí —el castaño se giró por completo para poder ver a su mejor amigo—. No dormir tuvo sus frutos, ahora imagina si no hubiese matado algunas neuronas cuando tenía catorce, no habría necesitado que estudiar tanto— le aseguró.
—Vamos a festejar —Claire colocó sus manos en su cintura invitándolo al plan al cual tampoco había sido invitada—. No sé qué hagan exactamente pero no tengo mucho que hacer hoy.
—Claire —susurró Wesley—. Pepino esta en tu habitación, debe tener hambre — dijo en voz baja cuidando de que Fred no escuchara.
—Oh, cierto —corrió rápidamente a la cocina empujando un poco a Fred quien salía de ahí con una lata de soda. El rubio no le prestó mucha atención pero ella rápidamente salió de ahí con el plato amarillo y una lata de comida, fue directo a su habitación.
—Entonces... ¿Qué harán? —preguntó Fred tallando sus ojos.
Oliver y Wesley intercambiaron miradas, éste último suspiró.
—Supongo que beber hasta quedarme dormido, la verdad no tengo muchos ánimos de salir.
—¿Ya tienes tu disfraz para la fiesta? —le señaló Fred con seriedad como si esperara a que le respondiera que sí.
—No, no voy a usar un disfraz, Fred —arrugó su nariz.
—Yo si —Oliver levantó su mano—. Tengo un disfraz de Hot-Dog que alguien una vez olvidó en mi casa, no sé de quién es, pero es genial —miró a su compañero de clase—. Wesley, tú podrías ser la bebida.
—Me pondré una máscara y sería arriesgarme mucho.
Fred puso los ojos en blanco articulando las palabras de Wesley en forma de burla y Oliver fue el único que se echó a reír. Wesley no prestó atención y fue directo al reproductor que estaba en el mueble de la televisión para poner algo de música.
—¿Van a pedir algo de comer? Muero de hambre y la verdad no tengo ánimos de cocinar —salió Claire del pasillo encontrándose con el trío de miradas sobre ella. Enarcó una ceja esperando alguna respuesta pero ninguno la daba.
—¿Qué se te antoja? —Wesley fue el primero en hablar.
Regresó su atención al aparato poniendo una canción al azar directo desde su teléfono celular. Living on the Edge de Aerosmith comenzó a reproducirse y él subió el volumen.
—Me da igual —se encogió de hombros.
—Comida tailandesa —Oliver chasqueó sus dedos.
—No —Claire hizo una mueca.
—¿Pizza? —dijo Fred con duda mirando a la chica.
—No —arrugó su nariz.
—Entonces no te da igual —espetó Wesley ganándose una mirada de desprecio de la chica.
Los cuatro se quedaron en silencio pensando mientras intercambiaban mirada. Claire se sentó en el sofá en donde Oliver estaba y Wesley tomó asiento en el más pequeño.
—Sigo creyendo que tailandesa es buena idea —murmuró el chico.
—Lo siento —habló Fred desde el pequeño comedor redondo con el teléfono en su oreja—, nadie actúa, yo gano... ¿Hola? Quiero una pizza familiar... —apartó el aparato—. ¿Ustedes qué quieren?
—Lo que sea —dijo Wesley y ninguno de los otros dos dijo algo más.
—Wesley —susurró Claire—, creo que deberíamos llevar a Pepino al veterinario —miró a Fred como si cuidara que no escuchara, pero para su suerte el rubio se metió a la cocina.
—¿Tiene algo?
—No lo sé pero debemos asegurarnos, ¿no?
—Bien —se estiró recargándose en el asiento—, ¿quieres ir más tarde? —buscó el reloj que estaba en la pared, éste marcaba las dos de la tarde con quince minutos.
—Bien, yo lo meto a mi bolso y tú distraes a Fred. ¿Hecho?
—Hecho.
—Está asustado —Claire hizo un puchero hacia Pepino quien solo ronroneaba en su regazo, aun metido dentro de uno de sus bolsos más grandes.
Habían pasado un par de horas bebiendo y comiendo la pizza que Fred pidió por teléfono, Claire optó por solo beber media lata mientras que Wesley había terminado con cuatro. Antes de seguir y después de ver lo felices que Oliver y Fred se habían puesto de repente, le dijo que sacara al gato y tras la excusa de que iban a ir por algo al supermercado, salieron del departamento.
—Perdona por estropear tu día libre —dijo después moviendo el brazo del chico que estaba a su izquierda.
—¿Mmh? —Wesley sentía que sus ojos se estaban cerrando por sí solos, el autobús hizo una parada y todo se movió haciendo que él los abriera por completo. Escuchó a la chica que estaba a su lado derecho reír—. Está bien, era muy triste el solo quedarme a emborracharme hasta dormir. Fue divertido tratar de controlarlo —señaló al gato el cual rasguñó sus brazos cuando el veterinario intentaba ponerle sus vacunas.
—También hubiese sido divertido quedarnos a ver como Fred y Oliver decían bromas sin sentido —se burló ella recordando los pequeños monólogos que habían comenzado a hacer cuando llegaron a las siete latas cada uno—. Creía que Fred era un poco raro pero ahora creo que a Oliver le falta un tornillo.
—Oliver es hiperactivo; con pensamientos sobre la paz mundial pero con una sonrisa perversa, es buena persona pero a veces no conoce los límites. Cuando está junto a Fred son como una bomba de tiempo —hizo una mueca con sus labios—. Pero tiene camisas geniales.
—¿Te refieres al money, success, fame, glamour?
—Ama las camisas con frases, algunas hasta las ha hecho él mismo, muchas veces son muy ingeniosas, ¿sabes?
—Debo pedirle una alguna vez —acarició nuevamente al gato—. ¿Y... si vas a invitar a Mia? Digo, tenemos que llegar al supermercado para comprar nuestra excusa, y podemos aprovechar para comprar el regalo de cumpleaños de Fred —se apresuró a decir antes de que él replicara.
—Yo no le doy regalos de cumpleaños —Wesley resbaló un poco en el asiento quedando casi tan bajo como la rubia, se cruzó de brazos maldiciendo entre dientes por culpa de sus piernas que no cabían en los espacios.
—¿No? ¿Es alguna otra regla de su amistad?
—Nos damos obsequios cuando realmente es necesario, o cuando miramos algo y decimos: mira, eso le puede gustar —volteó hacia la chica—. Lo regalamos con un ligero: ve, esto es genial —levantó su mano fingiendo que Fred estaba frente a él—. Sin envolver y sin felicitación, solo un: ten y cállate.
—¿Por qué son tan raros?
—Optamos por una amistad poco tradicional —encogió los hombros—. ¿Qué escuchas? —preguntó notando que ella usaba un auricular en su oído derecho, alejado de él. Claire frunció sus labios y sacó el reproductor que Pepino mordía. Se lo mostró a Wesley.
El chico entrecerró sus ojos para poder leer a distancia.
—¿The cranberries?
—¿Quieres escuchar?
—Bien.
Claire se quitó el auricular derecho de su oído y se lo pasó a Wesley quedándose ella con el izquierdo.
—Just my imagination —pronunció él recargando su cabeza en el respaldo, cerró sus ojos como si siquiera dormir y entrelazó sus manos dejándolas sobre su pecho. Le escuchó reír.
—¿Te gustan?
—Sí, siempre he tenido una cierta atracción hacia Dolores O'Riordan, y con siempre me refiero a desde que tenía cinco años —abrió sus ojos y miró a la chica a su lado quien se echó a reír en voz baja.
—Un gusto extraño para alguien tan pequeño.
—Sí, ahora que lo pienso —rascó su barbilla—. Es ella, Winona Ryder, Liv Tyler y... ¡Jane Birkin! Jane Birkin era muy sexy.
—Y se apellida igual que tu maestro el que te odia, eso debe ser gracioso.
—¿Ves? Mi vida es una colección de coincidencia y situaciones graciosas... Dios tiene sentido del humor —dejó caer su mano sobre el lomo de Pepino—. ¿Quieres que juguemos a algo?
—¿A qué?
—Veo algo... Veo algo negro.
—¿Pepino?
—Demonios.
—¿Vas a invitar a Mia a la fiesta?
Wesley arqueó sus cejas con diversión.
—En verdad amas formar parejas, ¿eh? —sonrió—. Si lo hago, ¿dejarías de molestar con esto?
Claire sonrió con malicia y fijó su vista frente a ella.
—Me gusta ayudar a tomar riesgos—respondió—. El amor es bueno, no hay que solo evitarlo y quedarnos con el que hubiese pasado, Wesley. Acepto que me gusta armar parejas que creo serían perfectas juntos; y considero que Mia y tú se verían perfectos.
—Solo ve y dile que habrá una fiesta por el cumpleaños de Fred, no sería una cita solo es algo informal donde habrá otras treinta personas —le insistió la rubia. Wesley fijó sus ojos en el gato que ella traía en brazos e hizo una mueca.
—¿No vendrás?
—Dudo que me dejen entrar con él —lo levantó un poco. El castaño frunció sus labios y terminó asintiendo dándole la razón.
—Bien —soltó de mala gana—. Ahora regreso.
—Tu puedes —la rubia palmeó su mejilla como apoyo y él solo se limitó a respirar hondo.
Avanzó sin mirar atrás hasta la entrada donde las puertas se abrieron automáticamente, él metió sus manos en su bolsillos tomando un aspecto bastante misterioso; cosa que causó que el guardia no le quitara los ojos de encima como si esperara a que actuara. Wesley intentó sonreírle pero el hombre no cambió su expresión.
Resignado, buscó a Mia entre las numerosas cajas registradoras y todas las personas que hacían compras. La encontró muy concentrada en su trabajo en la caja número nueve donde una anciana hablaba y hablaba como si tuviesen un problema.
Entró rápidamente ocultándose con la palma de su mano cuando vio que la mujer pelirroja levantaba su mirada como si notara los ojos del chico sobre ella. Wesley se apresuró tomando dos bolsas de un aparador de frituras y con pasos largos se dirigió a formarse a la caja donde Mia estaba a pesar de que había otras que estaban vacías.
Se quedó ahí por solo algunos segundos a esperar detrás de una mujer que intentaba calmar a su bebé, eso mientras la canción que escuchó con Claire no dejaba de meterse en sus pensamientos, comenzó a cantarla en voz baja y de la nada creyó sentirse un poco frustrado.
Se acercó más a la caja dejando personas atrás con el pretexto de llegar a los caramelos donde tomó su típica bolsa de regaliz. Miró a la mujer que seguía intentando que su bebé tomara su chupón y ella solo frunció sus cejas al notarlo.
—¿Podría? —indicó él señalando las escasas tres cosas que llevaba—. Se me hace tarde —se excusó.
La mujer solo soltó un suspiro cansado ante las quejas de su pequeño hijo y retrocedió su carrito un poco dejándolo pasar. Wesley susurró un gracias.
—Que tenga una buena tarde —escuchó como Mia le decía a la anciana que seguía quejándose de los precios mientras se iba. La pelirroja rio y volteó, su expresión cambió a una de sorpresa cuando lo vio—. ¡Wesley! —soltó regresando a su risa—, acabas de meterte a la fila, te informo —le dijo una vez que él dejó todo sobre la banda.
—Estoy en una emergencia de frituras —fue lo único que salió de su boca.
—Bien —dijo no muy segura mirándole fijamente mientras pasaba las cosas por el lector—. Admito que eres una de las personas más raras que conozco—enarcó una ceja. Miró la pantalla—: Son dos con treinta.
Con el cabello suelto acomodado detrás de sus orejas, el escaso maquillaje cubriendo sus ojos y en compañía de ese par de hoyuelos que se formaban en sus mejillas, Mia lucía como la clase de mujer que ni en sus más profundos sueños se fijaría en él.
Comenzaba a sentir que sudaba y que lo único que saldría de su boca al hablar serían palabras balbuceadas.
Wesley rápidamente metió la mano en su bolsillo buscando algunas monedas que, según recordaba, estaban ahí. Mia frunció sus cejas al notar como el chico actuaba raro; un poco entusiasta pero a la vez muy silencioso a como solía ser.
—¿Pasa algo? —preguntó tomando el primer par de monedas que él le dio. Wesley negó con su cabeza esta vez sacando su billetera del bolsillo trasero de su pantalón.
El castaño relamió sus labios y le extendió un billete de cinco que intercambió por las monedas que ya le había dado—: ¿Sabes si estarás libre mañana? —preguntó por impulso.
Mia arqueó sus cejas tomando el billete con un poco de gracia. Abrió la caja registradora buscando el cambio.
—Eh... tengo clases temprano e iré a almorzar con mi abuela porque quiere ver a Jacob —dijo sin mirarle—. ¿Por qué? —le entregó el dinero.
—Mañana es el cumpleaños de Fred y va a hacer una reunión, y...—buscó algo detrás de él como si de pronto se sintiera observado por cientos de personas—. ¿Querrías venir? —soltó regresando a ella. Esbozo una sonrisa que no supo de donde salió haciendo que Mia solo le mirara con bastante incredibilidad—. Si no quieres o no puedes, yo lo entiendo —añadió rápidamente.
—No, está bien —rio—. No lo sé, tendría que... —suspiró—, agradezco tu invitación pero no creo que pueda darte una respuesta ahora.
—Bueno —Wesley buscó su teléfono celular en su abrigo, éste casi resbala de sus manos pero lo atrapó pegándolo a su cuerpo—. Jesús —se susurró a sí mismo. Lo tomó extendiéndoselo—. ¿Podrías darme tu número? Así podría darte la dirección por si decides ir.
Mia comenzó a reír levemente como si quisiera evitarlo, asintió mordiendo sus labios y respiró hondo.
—Dije que lo haría sin dudarlo, ¿no? —recordó lo que dijo la última vez y tomó el teléfono de Wesley.
—Y, y yo que buscaría un pretexto —le sonrió de vuelta.
Just my imagination - The cranberries
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