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Capítulo dos | How deep is your love


—¡Oye, Wesley! —la irritante voz de Fred canturreaba en forma de broma desde hace minutos al otro lado de la puerta. Wesley solo se limitaba a gruñir y ocultarse más debajo de sus sábanas pero aquello ya parecía imposible desde que el rubio comenzó a golpearla—. ¡Wesley! —repitió aún más fuerte.

—¿Qué? —dijo aun con los ojos cerrados como berrinche contra su almohada, bajó su brazo de la cama y tomó uno de los zapatos que usaba hace algunas horas, lo arrojó a la puerta con las pocas fuerzas que tenía haciendo que su amigo parara de golpear.

—¡Sé que es temprano pero ella estará aquí en unos minutos, necesito que me ayudes! ¡Tú eres el que sabe de los gastos en este lugar! —volvió a golpear.

—Demonios —susurró con molestia levantándose de golpe. Se detuvo al sentir como todo le dio vueltas, parpadeó repetidas veces queriéndose acostumbrar a todo y, con movimientos más lentos, fue hasta la puerta—. Solo lo divides entre tres — fue lo único que dijo al abrir, se quedó ahí mirando fijamente como su amigo intentaba no reírse del hecho de que solo estuviese en ropa interior, Wesley talló su rostro con desesperación—. Hay una nota en la puerta del refrigerador con los gastos del mes—señaló al final del pasillo.

— ¿Desde cuándo te volviste un aburrido?

— Fred, no estoy para eso ahora.

— ¿No crees que tener una chica aquí podría ser divertido? Es linda, la investigué.

— ¿En serio? —arrugó la nariz.

—Sí, si tuvieses Facebook quizá sabrías que puedes hacer eso.

—Sí, mucho Facebook pero te olvidas de meter tu cara en un libro de verdad para no reprobar.

— ¿Vas a comenzar?

— ¿Quieres que comience?

— Tengo todo el día —se encogió de hombros—. Tú no.

—Bien —cerró los ojos, respiró hondo y puso la mano en alto queriendo captar su atención—. Dices que es linda pero no vas a intentar nada con ella si se queda —advirtió.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Porque acabo de inventar la regla que prohíbe acostarse con tu compañera de piso, no quiero que su estadía aquí sea incómoda, al menos para mí... Así como cuando te prohíben hacerlo con tus compañeras de trabajo.

—No tienes derecho a decir eso porque tú no cumples esa regla —bufó.

Wesley suspiró. El chico tenía razón pero no se iba a poner a discutir ese punto.

—¿Podrías por favor dejarme dormir al menos un par de horas más? —pidió, un bostezo salió de su boca—, estoy hablando en serio.

—Bien —el rubio rodó los ojos y se alejó—. Pero si la acepto y no te gusta no va a ser mi problema —dijo por último.

Wesley resopló molesto y azotó la puerta como respuesta.



—Creo que es aquí —releyó el mensaje que tenía en su teléfono donde el chico le había enviado la dirección.

Miró el edificio con duda desde la ventana del taxi; alrededor de seis pisos alzándose con una colorida combinación de marrón con el verde de las plantas que los inquilinos cuidaban en sus pequeños balcones

—Es lindo —sonrió contenta con la idea de poder vivir ahí. Parecía ser bastante viejo pero podía confiar en que confortable también. Tenía un enorme portón a un lado lo que indicaba que toda la planta baja era de estacionamiento.

Buscó dentro de su bolso un par de billetes para darle al hombre que conducía quien con anterioridad le había mencionado el monto.

—Gracias —agradeció amablemente y salió del auto. Acomodó su bolso sobre su hombro y, aun buscando los detalles del lugar, escuchó como el taxi se fue—. Vamos, Claire, tú puedes —respiró hondo al subir los escalones de la entrada.

Se paró frente a la puerta y presionó el botón que tenía a un lado el número once, repitió la acción un par de veces más al no recibir respuesta.

—¿Hola? —se escuchó por el altavoz.

—¡Hola! —saludó un poco nerviosa después de presionar de nuevo—. ¿Fred? —preguntó con duda—. Soy Claire, Claire Blumberg —aclaró.

—¡Ah, sí! —el chico rio—. Entra —dicho eso colgó, el ruido de la puerta que indicaba que estaba abierta se hizo presente.

Era de un color negro y muy pesada, la empujó con dificultad pegándose a ella para ocupar todo su cuerpo. Dejó que ésta se cerrara sola, fijó su vista en las escaleras que había a un lado queriendo ignorar lo silencioso y solitario que parecía ser el estacionamiento. Solo había cuatro autos estacionados en sus números correspondientes pero no había ninguno en el designado para el número once que estaba pintado en la pared del fondo.

Había acertado con lo viejo del edificio, pues no contaba con elevador.

Tras varios minutos subiendo escaleras en silencio; soportando el frío y pidiendo que por favor ellos tuviesen calefacción, llegó a la puerta con el número once. Miró el reloj de su muñeca que le indicaban que eran las ocho con dos; muy temprano para un sábado y quizá una de las razones por las cuales parecía que todo estaba muerto.

Golpeó la puerta tres veces creando una melodía graciosa —al menos para ella— después de ver una nota que aclaraba que el botón del timbre a un lado de ésta no funcionaba.

Los pasos se escucharon del otro lado y ella aguardó sonriente. Un chico rubio y de grandes ojos verde limón abrió la puerta con una enorme sonrisa en sus labios. El mismo que había visto en la fotografía de la conversación por Whatsapp que habían tenido. Al instante, él extendió su mano como saludo la cual ella tomó sin darse cuenta.

—¿Claire? —enarcó una ceja, y ella solo se limitó a asentir—. Fred Gainsbourg —se presentó formalmente aun moviendo sus manos.

Era alto, tenía esa típica sonrisa encantadora de chico apuesto y que hacía sus ojos arrugarse con gracia. Cejas espesas y un cabello rubio oscuro bastante peinado. Todo eso lo hacía ver joven, como un adolescente de dieciséis, eso aunque según lo que él dijo, tenía ya casi los veinte.

—Ven, pasa —soltó su mano y se hizo a un lado para dejarle pasar.

Ignoró aquella extraña cercanía del chico y se dedicó a estudiar el lugar.

El departamento se veía acogedor a simple vista, frente a ella había un angosto pasillo que terminaba con una ventana que hacia entrar la iluminación con bastante fuerza por falta de algo afuera que se lo prohibiera y una extraña planta casi muerta al pie de ésta. Había cuatro puertas en ese corredor; dos frente a dos que eran las tres habitaciones y el baño.

A su lado izquierdo se encontró con una pequeña sala con dos sofás y un mueble frente a ellos donde estaba la televisión. Más allá había una mesa redonda con cuatro sillas y el pequeño cuarto que era la cocina.

Las paredes eran blancas y sin ningún cuadro decorándolas. El piso era de madera y solo había una tapete negro que se extendía por la sala; cosa que hacía resaltar migajas de frituras que cayeron de la bolsa que estaba sobre la mesa de café. Había libros abandonados en un pequeño estante a un lado de la televisión y, para su suerte, encontró el radiador de calefacción.

—Es lindo... —fue lo único que dijo. Fred se cruzó de brazos detrás de ella y Claire le volteó a mirar con una sonrisa—. ¿Cuál podría ser mi habitación? —preguntó curiosa y con algo de emoción.

Fred frunció sus labios y caminó dejándole atrás; Claire le siguió cuando le indicó que lo hiciera.

—Esas son nuestras habitaciones —señaló las puertas de la izquierda—. Este es el baño —señaló la primera puerta en la derecha cuando pasaron por ella—, y esta es la tuya —abrió la otra invitándola a entrar—. Perdona si no está muy ordenada, pero no había tenido tiempo —mintió, la verdad era que lo había olvidado.

Claire se encogió de hombros y dio un par de pasos queriendo convencerse aún más.

Había una cama justo en la esquina más alejada con una mesita de noche bastante vieja a un lado, un escritorio, un pequeño sofá, un estante y un armario de madera con todas sus puertas abiertas haciéndole ver que estaba completamente vacío. Tenía una ventana grande sin cortinas, cosa que le hizo entrecerrar los ojos un poco por la gran cantidad de luz que entraba por ella.

Caminó inspeccionando cada rincón de la pequeña habitación; no era tan grande como la que compartía en su antigua vivienda ni como la que tenía en casa, pero eso no importaba, era una habitación para ella sola.

—¿Con todos los muebles? —señaló con duda al mover una de las puertas del armario notando como éste rechinaba. Tenía un color blanco y desgastado que le daba un aspecto bastante genial, al menos para ella y su gusto por las cosas antiguas.

—No, el escritorio y el sofá son de nuestro antiguo compañero, Xavier —explicó.

—¿Hace cuánto se fue?

—Ayer en la mañana —hizo una mueca.

—¿Por qué? —intentó no burlarse.

—Digamos que... teníamos nuestras diferencias —asintió.

—Oh.

—Ven, hablemos de negocios —interrumpió cambiando de tema y regresando a la sala.

Claire le dio un último vistazo a la habitación.

Aún tenía dudas sobre hacer eso; no le había contado a sus padres que planeaba cambiarse de residencia porque si supieran que lo haría para vivir con dos chicos, irían por ella y la regresarían a casa de inmediato.

Pero era un riesgo que valía aceptar. Vivió en una residencia con otras chicas todo su primer semestre de universidad y la verdad había sido lo peor de su vida; ya que no solo tenía que compartir vivienda sino también habitación con otras dos personas. Hubiese sido bueno si no fuesen chicas problemas o buscaran enfocarse en sus estudios ya que resultaron ser esas chicas locas que vienen de algún pueblo lejano y que sienten como un sueño todo lo que la ciudad les ofrece. A Claire le molestaba bastante, más cuando intentaba estudiar o hacer sus deberes y ellas no dejaban de distraerla por cualquier estupidez.

Peleas tras peleas, comenzó una búsqueda de un nuevo lugar. Estaba de más decir que no lograba congeniar tampoco con las demás.

—Esto son los gastos del mes —Fred imitó lo que Wesley le había dicho en cuanto la vio llegar a la sala. Le extendió una hoja de papel donde se mostraban las cifras y ella la tomó de inmediato—. Si crees que es mucho, puedes decirnos.

—Estoy bien con el dinero —dijo con solo darle una mirada y sin dudar. Sí, era un poco más costoso pero tenía lo suficiente como para cubrirlo, solo tendría que reducir sus gastos en comida y transporte—. En verdad me gustaría vivir aquí — inclinó un poco su cabeza como si intentara ser dulce para convencerlo de aceptarla.

—¿No te da miedo vivir con dos hombres? —bromeó tomando lugar en el sofá grande.

Claire tomó asiento en el pequeño cuando él se lo señaló para poder verse frente a frente.

—No, por mí está bien. Pero por si acaso tengo gas pimienta y una picana eléctrica siempre conmigo —golpeó su bolso con una sonrisa.

—Eh... —Fred hizo una mueca—. Puedes estar segura con nosotros —tragó saliva.

Claire rio con ironía y negó con su cabeza diciéndole que estaba bromeando respecto al usar sus armas de defensa con ellos. Aunque no era mentira que las llevaba consigo, fueron los regalos que su hermano mayor y su padre le dieron antes de llegar a la ciudad.

—Wesley y yo somos amigos desde que tenemos seis años, te aseguro que lo más peligroso aquí es el gato que llora todas las noches con el vecino —señaló con su pulgar a sus espaldas—. ¿Quién te dijo que buscábamos compañero?

—Ah —mordió sus labios mirando el foco del techo—, una amiga de la facultad —arregló un poco su cabello detrás de su oreja como si se preparara a contar una historia—. Su novio es amigo de un chico que... te conoce... —intentó recrear la cadena, cerró uno de sus ojos queriendo no fallar—. Creo que se llama Joseph...

—¡Joseph! ¿Joseph Davies?

—Realmente no lo conozco —negó con su cabeza con decepción.

—Oh bueno, eso no importa —encogió sus hombros.

—¿Tu compañero... se llama Wesley? —preguntó con una mueca.

—Sí, ¿por qué?

—Eh... ¿Acaso soy la única que recuerda a Fred Weasley?

Fred entrecerró sus ojos.

—No entiendo.

—Gemelo... pelirrojo... murió en la última película —intentó ir por el lado de la adaptación.

Claire arqueó sus cejas esperando algo de su parte y el chico comenzó a reír.

—Sí... Siempre nos dicen eso, ya es broma local —aceptó— pero dime, ¿por qué quieres mudarte? ¿Qué te molesta de tu actual hogar? —fingió hablar con mucha clase como si de repente fuese algo serio.

—Mmh... —la chica relamió sus labios y suspiró—. Ahora mismo estoy compartiendo una con otras dos chicas y es, realmente, frustrante para mí. Se puede decir que no nos llevamos muy bien —jugó con sus dedos índices como si estuviese apenada por ello—. Creo que nada bien —terminó aceptando.

—¿Puedo preguntar algo? —Claire no logró responder cuando el chico continuó—: ¿Hacen de esas pijamadas como en las películas donde tienen peleas de almohadas y luego se besan? —preguntó interesado.

—Mmh... no, no me ha tocado eso —arrugó su nariz.

—Ah —soltó con decepción.

—Y bueno... —intentó traer de vuelta el tema—, aquí tendría mi propia habitación y mi privacidad, creo que es me caería de maravilla. Casi toda mi vida la tuve que compartir con mi hermana Joy hasta que construyeron una nueva habitación el años pasado... y realmente me emociona tener algo para mí sola.

—¿Por qué?

—Somos gemelas —resopló como si estuviese harta de ello—, ya sabes, creen que debemos hacer todo juntas.

El rechinido de una puerta les interrumpió, escucharon con atención como unos lentos pasos atravesaron el pasillo y después como otra puerta se abrió.

Claire le cuestionó con la mirada y Fred cerró sus ojos.

—Wesley —suspiró—. Trabajó hasta tarde y llegó a casa a las cinco; está como un zombi, solo no hables muy alto que se pone gruñón —terminó de hablar en susurro—. Esa es una de las reglas —siguió hablando muy bajo—, no interfieras con sus horas de sueño ni toques su comida. Pero fuera de eso, es muy buena persona.

—Bien —dijo no muy segura, mentalizando aquello.

La silueta de un chico de pie llamó su atención después de eso.

Wesley lucía perdido y bastante dormido, tal y como Fred dijo. Claire lo observó fijamente esperando a que alguien reaccionara.

Era bastante alto con largos cabellos castaños muy alborotados y un par de pequeños ojos claros. Solo vestía un bóxer gris mostrando lo feliz que había sido durmiendo minutos antes.

Wesley, por su parte, solo se quedó congelado al notar a una pequeña chica sentada en uno de los sofás mirándole con demasiada sorpresa.

Claire frunció el ceño queriendo quitarle la mirada de encima pero para su mala suerte no podía. Después de esos incómodos tres segundos, Fred comenzó a reír.

—Hola... —saludó ella con un poco de duda después de regresar por culpa de la carcajada del chico rubio.

—Yo... vengo por un vaso de agua —musitó el chico, tan bajo que por poco no se entendió lo que quiso decir. Sin más, fue directo a la cocina—. Maldita sea, Wesley —se susurró a sí mismo una vez dentro.

Claire siguió al chico con la mirada sin dejar de prestar atención a todos sus movimientos: sirvió su vaso de agua con torpeza, la bebió como si ésta doliera al pasar por su garganta, lo escuchó susurrar cosas no muy agradables por su tono de voz y después le miró como si sintiera sus ojos sobre él.

Claire relajó un poco su expresión y volvió hacia Fred quien aún seguía divirtiéndose con la escena.

—Te presento a Wesley, Wesley Van der Gucht en todo su esplendor —dijo en tono de burla.

—¡Wow! Van der Gucht —arrugó su nariz.

—Holanda Septentrional —pronunció el chico desde la cocina. Su voz sonaba más ronca de lo usual y muy profunda para los oídos de Claire.

El castaño salió de la cocina aun con su vaso de agua atendiendo al llamado de Fred quien golpeaba el sofá de forma graciosa para que él tomara asiento. De mala gana reflejada en su rostro y fingiendo que no tenía vergüenza por estar casi desnudo, lo hizo dejándose caer ahí. Puso el vaso sobre la mesa de café y, tras estirarse un poco, se acomodó en el lugar; se cruzó sus brazos como si aquello le pareciera una pérdida de tiempo.

Bostezó mientras tallaba su ojo derecho.

—Mi padre es de Volendam —aclaró—, yo soy de aquí— se encogió de hombros—. Goedemorgen —pronunció como si estuviese fastidiado.

Claire abrió su boca para responder algo pero volvió a cerrarla. Su mirada se llenó de incredibilidad cuando, desde su lugar y por culpa de las luces, los ojos de Wesley parecían ser de un color verde aceituna cuando segundos antes parecían ser color miel.

—Soy Claire Blumberg —atinó a decir después dándole una media sonrisa y volver a Fred. Wesley cerró sus ojos y asintió sin decir más.

—Bueno, ¿Qué haces? —continuó el rubio quitando lo incómodo del ambiente.

—Estoy cursando mi primer año de medicina —respondió esbozando una sonrisa más grande al chico rubio quien parecía ser el más agradable de los dos.

Wesley respiró hondo en un vago intento de mantenerse despierto, supo desde el primer momento en el que recibió la mirada de la chica que había sido una horrible primera impresión pero ahora realmente eso ya había pasado a segundo plano.

La observó fijamente; no sabía exactamente para qué, quizá para incomodarla o tratar de imaginar cómo sería vivir con ella. Lucía como ese tipo de chicas que son bastante refinadas y que parecía poseer ese carácter fuerte... como el de su madre, a pesar de ser una mujer pequeña.

¿Por qué querría vivir con ellos? Si él fuera ella, se hubiese retractado desde la primer broma sexista de Fred y corroborado eso desde que él apareció en ropa interior. Queriendo averiguar, se quedó observándola de arriba abajo sin prestar atención a todo lo que salía de su boca y que hacía que la carcajada fingida de Fred saliera. Usaba un grueso suéter blanco con la frase No estoy de mal humor, simplemente no me agradas en el pecho; jeans azules desgastados y converse blancos, todo como si hubiese tomado lo primero que vio esa mañana sin preocupación alguna.

Su cabello parecía ser muy rebelde y alborotado, pero al parecer no le molestaba en lo absoluto y, para los ojos de Wesley, aquello se veía bastante bien. Era una melena larga, rubia y castaña a la vez. Su frente era amplia, sus ojos grandes de un color azul cielo, una nariz pequeña pero un poco gorda de la punta, mejillas redondas y un par de rosados labios que se movían con rapidez. Hacía gestos graciosos al hablar gracias a sus cejas que no dejaban de moverse transmitiendo todo lo que sentía al decir una palabra.

Wesley pensó de inmediato que era una de las chicas más bonitas que había visto en su vida y, de la nada, How Deep is your love de Bee Gees comenzó a reproducirse en su mente. De pronto, todo desapareció y lo único que sus ojos captaban era a la chica que estaba a escasos dos metros de él.

—¿Por qué me mira como un baboso? —masculló Claire un poco apenada por culpa del castaño quien no había parpadeado por un largo rato.

—Wes —Fred le dio un codazo.

—¿Uh? —regresó en sí y respiró hondo atendiendo a su amigo.

Fred sonrió con malicia.

—¿No tienes alguna pregunta para Claire?

Wesley pasó su lengua por sus dientes pensando, la verdad era que no tenía nada que decir porque no había escuchado nada; pero quedar como idiota una vez más ya sería un récord. Suspiró como si fuese a decir algo importante.

—Puedes vivir aquí, haz lo que quieras —pronunció con tranquilidad—. Solo... —dudó—, solo no toques mi queso —fue lo único que salió de su boca—. Qué idiota —se habló así mismo en susurro bajando su mirada. Con fastidio por sus torpes palabras, se puso de pie dispuesto a marcharse dedicándole una falsa sonrisa a la chica.

Claire enarcó la ceja viendo el camino que el castaño había tomado. Confundida y sin creer lo absurdo que había sido eso, iba a decir algo más pero el rubio le interrumpió.

—Bien... —Fred entrecerró sus ojos siguiendo con ellos a su mejor amigo quien se encerraba de nuevo en la habitación—. ¡Creo que puedes quedarte!


How deep is your love - The Bee Gees

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