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Capítulo cinco | Dancing Queen


Wesley respiró hondo frente al pequeño espejo que tenía en una de las paredes de su habitación dudando sobre si afeitarse esa barba de tres días.

¿Debía verse un poco más presentable? ¿Un poco más aseado? ¿Debería cortarse el cabello? ¿Planchar su ropa? ¿Por qué de repente le importaba como se veía frente a Claire?

Sus cejas se fruncieron en cuanto el nombre de la chica apareció dentro de su mente y comprendió lo que quería hacer de forma inconsciente; negó con su cabeza y se burló de sí mismo por cuan patético podría llegar a ser.

Había pasado la semana demasiado rápido y no había tenido ningún otro encuentro con la chica que dormía cruzando el pasillo. Ella hizo lo que dijo; no usó la secadora antes de las seis con veinte y él dejó de usar su bongó cuando ella estuviese presente en el departamento. Wesley nunca estaba en casa y cuando era así, ella estaba fuera o encerrada en su habitación. Todos esos seis días dejaron de saber de la existencia del otro y quizá estaba bien que fuese así.

Seguía creyendo que su actuación con el bongó no había sido la mejor pero la verdad necesitaba darle una pequeña lección.

Probablemente seguía molesta, quizá hasta ya les contó a sus amigos del horrible compañero de piso que le tocó y de su pésimo cuerpo en ropa interior.

Ahora, un domingo por la tarde, ella estaba en la cocina escribiendo una lista de lo que necesitaban para el mes, esperándolo a él después de que Fred le dijera que no podría acompañarla a comprar todo eso por culpa de su trabajo en el café. Wesley no pudo negarse al instante porque la verdad no tenía una excusa y su cerebro no actuó rápido para buscarse una.

Claire le pidió a Fred, Fred dijo que no podría. Fred le pidió a Wesley, Wesley se ahogó un poco con su cereal. Wesley miró a Claire quien solo esperaba una respuesta sin rodeos, Claire intentó sonreír de forma amigable a Wesley. Wesley se quedó embobado de nuevo y dijo que sí.

Tenía que acostumbrarse alguna vez, pues el domingo era el día en el cual se quedaría a solas con ella y no tendrían a Fred como paloma mensajera en casos especiales.

Pasó su mano por su cabello peinándolo hacia atrás poniendo al descubierto toda su frente, movió su nariz e intentó hacer una sonrisa en grande, así como esas típicas encantadoras que Fred hacía. Pero para su suerte, no tan buena, falló al primer intento y no lo hizo de nuevo.

—No seas tonto, Wesley —canturreó hablándose a sí mismo, inclinó un poco la cabeza viéndose de nuevo en el cristal—. Tiene un novio, de seguro es un diez —frunció sus labios y tomó su gorro de encima de la cajonera que tenía a un lado ocultando su cabello con él.

Acomodó un poco su suéter y salió de la habitación para encontrarse con Claire.

La encontró en la misma posición de hace diez minutos cuando él decidió ir a cambiarse, exceptuando que ahora traía un enorme abrigo color naranja con el cuello peludo. Su peinado era el mismo de casi todos los días; o mantenía su cabello suelto o lo trenzaba y lo pasaba por la parte de arriba de su cabeza.

Aclaró su garganta queriendo llamar su atención, jugó un poco tambaleándose de atrás hacia adelante mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón. Claire levantó su mirada y solo le cuestionó con ella.

—¿Fred ya se fue? —preguntó él.

—Hace como cinco minutos, creo que se le hizo un poco tarde —respondió ella. Mordió la tapa de su bolígrafo y echó un vistazo al papel que tenía en sus manos—. ¿No tienes algo más que añadir en especial? —lo levantó agitándolo un poco.

—¿Anotaste café?

—Fred dijo que podría traer de su trabajo —dijo dudando—. Porque puede, ¿no?

—Ah, bueno, entonces no tengo nada más que añadir.

—Bien —Claire suspiró y escribió una cosa más en la lista, dejó de golpe el bolígrafo sobre la mesa y comenzó a doblarlo para meterlo en su pequeño bolso—. Vamos —se puso de pie.

Ambos se quedaron en silencio. Wesley esperaba a que ella diera un primer paso y Claire esperaba lo mismo del chico.

—¿Ya? —dijo ella con duda después de varios segundos así. Wesley asintió más no se movió; Claire rodó los ojos y avanzó a la salida sintiendo los pasos del chico detrás de ella de forma instantánea.

Siguieron sin hablar cuando Wesley se dedicó a cerrar el departamento, siguieron de tal manera cuando bajaron las escaleras y nada salió de sus bocas cuando salieron del edificio, eso hasta que una ventisca les golpeó haciendo que ambos maldijeran en voz baja por ello.

—¿Qué dijiste? —cuestionó ella creyendo que le había llamado.

—Nada, ¿Qué dijiste tú? —respondió él inmediatamente.

—Nada.

—Eh... tú dime por donde, yo te sigo —golpeó sus muslos, un poco desesperada y más incómoda de lo normal.

—Ah, sí... —reaccionó. Miró a ambos lados como si decidiera qué hacer y después de un rato señaló hacia la derecha—. Por allá —comenzó a caminar en esa dirección lo más rápido pretendiendo que ella le siguiera.

Quizá estaba bien hacer lo que Fred le dijo, no lo de imaginar que es él con vagina porque eso solo le daría pesadillas, sino tratarle como él trata a la mayoría de sus amigos. No por ser una chica que él considera linda, algo tendría que pasar. No debía tratar de aparentar ser algo que no es solo por agradarle, después de todo, vivían juntos y cualquier mentira caería en las próximas horas.

Ignorar cualquier idea sería bueno.

—¿Podrías caminar más lento? No todos tenemos piernas de rascacielos aquí —la voz, un poco molesta, de Claire le hizo voltear.

Bajó la velocidad cuando la vio seguirle con dificultad y a casi dos metros de él. Con cada paso de Wesley, Claire daba dos.

—Lo siento —intentó no reír y se detuvo para que ella llegara.

Claire se paró a su lado y respiró hondo.

—Quizá es mi culpa ser lenta —dijo después de recobrar un poco su respiración—, no tengo la mejor condición física— toqueteó su nariz con sus dedos izquierdos—. Está fría, no me gusta que esté fría, duele —se quejó.

Wesley sonrió; Claire le miró con un poco de pena al darse cuenta de todo lo que podía salir de su boca sin darse cuenta pero él solo le indicó con su cabeza que ella comenzara a caminar.

Sin dejar de verle, ella lo hizo y él esperó a que avanzara algunos pasos antes de seguirla.

—¿Quieres jugar algo? —preguntó Claire después de un par de minutos en silencio.

Ella solo lo dijo sin dejar de mirar sus pequeños pasos para no caer, Wesley murmuró un ¿Qué? casi inaudible pero ella volteó.

—¿Quieres?

—¿Cómo qué?

Claire curveó una sonrisa y caminó un poco más lento para quedar a su lado.

—Veo algo... Azul —dijo invitándole a adivinar.

Wesley rio ante ese juego que solía hacer en los viajes en auto con sus hermanos; en los asientos traseros y después de una ronda de peleas calladas por su madre.

—Soy daltónico.

—¿En serio?

—Nah —negó con su cabeza y metió las manos en sus bolsillos del pantalón. Se mordió el labio inferior y divagó un poco con la mirada observando todo a su alrededor—. Azul... ¿el cielo? —señaló hacia arriba.

—El cielo está gris —se burló ella.

—¿El gorro de ese niño? —señaló ahora a un pequeño que caminaba de la mano de su mamá a varios metros de ellos y que entraban a una tienda de flores.

Claire rio y negó con su cabeza. Imitó la acción del chico y ocultó sus manos en los bolsillos de su abrigo.

—¿Esa sombrilla? —masculló al ver como una mujer daba vuelta a la esquina y pasaba a su lado—. ¿Por qué trae una sombrilla? Hay de todo, menos Sol —dijo un poco más alto cuando ésta se alejó detrás de ellos.

—Hey, no es justo, estás tratando de adivinar, ni siquiera lo piensas —se quejó la chica con un poco de gracia.

Ambos se detuvieron a esperar a que los autos dejaran de pasar y el semáforo les indicara que podían cruzar.

—¿Qué es entonces?

—Tus ojos —se burló ella.

—¡Eso no es justo! Yo no lo veo, ¿cómo adivinar eso?

—Yo si los veo, de eso se trata —dijo con obviedad—. ¿De nuevo? —enarcó una ceja como si quisiera retarlo—. Si adivinas te compro mmh... Un cupcake —soltó con un poco de duda.

—Oh, bueno —hizo una mueca como si eso le diese igual.

—Bien... veo algo... verde —trató de decir con un poco de misterio.

Wesley frunció sus cejas y ella le miró queriendo ocultar su sonrisa. Los autos se detuvieron y cruzaron la calle sin problemas, excepto Wesley, quien caminaba buscando algo verde a su alrededor.

Los árboles estaban naranjas y cafés por culpa del otoño, y debía ser algo que estuviese a simple vista por el hecho de que estaban cambiando de lugar.

—¿Fue un auto?

—No.

—¿Esa publicidad de Coca-Cola Life? —señaló a un espectacular que había sobre un edificio.

—No —comenzó a reír—. Vamos, Wesley, que es más fácil que la primera vez.

—¿La primera vez? —resopló—. ¿Estás hablando de mis ojos, de nuevo?

—¡Si! —levantó sus manos como si le agradeciera al cielo—. Sabía que eras listo, aunque la verdad te costó dos intentos, así que no, no hay cupcake.

—¡Eso no es justo! Ni siquiera yo sé de qué color son mis ojos, ¿cómo iba a adivinar?

—Siempre deben ser una opción, Wesley. Pueden ser cualquier color.

—¿Cualquier color? ¿Hasta rojo?

—Sabes a lo que me refiero —dijo entre un bostezo.

—Me gustaría tener los ojos rojos, sería genial.

—No —Claire le miró fijamente como si intentara imaginárselo, negó con su cabeza corroborándolo—, no, no te tan verías lindo —arrugó su nariz y siguió con el camino.

Wesley no respondió a eso simplemente porque no sabía si emocionarse un poco, si ignorarlo o preguntarle por qué.

Pero pasó tanto tiempo pensando que se le escapó la oportunidad de hacerlo. El silencio no fue tan incómodo como esperaba.



You are the Dancing Queen, young and sweet, only seventeen —la chica tarareaba a la par de la música de fondo que había en el supermercado.

Con la mirada buscando en los aparadores y con la mano guiando el carro de supermercado; por su parte, Wesley lo empujaba siguiendo los movimientos de Claire por los pasillos. Tenían cerca de veinte minutos en el lugar y ella no dejaba de ir de allá para acá con la lista en mano sin dejarlo ayudar. Después de un rato se había resignado y se dedicó a jugar con el carrito como si tuviese diez años nuevamente.

—¿Ajonjolí tostado? ¿En serio? —preguntó ella leyendo. Miró a Wesley y él solo se encogió de hombros en respuesta a una de las cosas que Fred pidió.

—Le gustan los palitos de pollo con ajonjolí en vez de pan... creo que quiere convencerte de que lo prepares alguna vez —mencionó, fue hasta un estante donde tomó una lata de leche de coco, leyó un poco la etiqueta y sin más la echó junto con las demás cosas.

—Al menos tiene algo en mente no como tú que solo metiste cinco cajas de cereal y sopas instantáneas.

Wesley se encogió de hombros.

—Soy simple.

—¿En cuánto tiempo te acabas una caja?

—Mmh, no lo sé, en dos días, quizá.

—Aun no entiendo como sigues vivo, niño.

—¿Aromatizante en spray? —señaló lo que Claire traía en su mano desde hace minutos pero que hasta ese momento había logrado ver—. ¿Lavanda? —leyó de él.

—Sí, no me digas que no has notado ese olor a húmedo que hay en el departamento y que se combina con otros más raros que no quiero imaginar de donde vienen —lo agitó casi poniéndose en lo cara y lo dejó caer con lo demás—. Creo que solo faltan las frutas y verduras pero eso quieres que sea en otra parte, así que... —suspiró como si diera por terminado todo.

Wesley arqueó sus cejas y suspiró

—Bien, vamos —empujó el carrito de compras para poder ir a la caja.

—¿Sabes qué no me gusta de estos lugares?

—¿Qué?

—Que ponen todo lo que es más necesario hasta el otro extremo, y para ir a ellos tienes que atravesar todo el lugar, te ponen cientos de cosas en el camino para que te entretengas y compres más. Vienes por dos cosas y sales con siete.

—Es una estrategia sucia, pero bueno, le pagan a alguien para que piense en ellas —rasco su cuello y bostezó—. Fred me dijo que tienes gas pimienta y una picana eléctrica.

Claire rio.

—Sí, pero en estos momentos solo traigo conmigo la picana.

—¿Puedo morir si me tocas con ella?

—No, solo duele y me daría tiempo de correr.

—¿Me lo prestas una noche para asustar a Fred mientras duerme?

—No creo que eso sea correcto.

Llegaron a la caja donde Wesley se dedicó a observar todos los caramelos que había a un lado mientras esperaban que la persona que estaba antes que ellos terminara; tomó un pequeño paquete de caramelo de regaliz.

—Cuando cumplas un mes viviendo con nosotros sabrás que se merece ese piquete eléctrico —abrió la pequeña bolsa y la extendió hacia Claire ofreciéndole uno.

Ella negó con su cabeza pero Wesley no lo retiró. Suspiró y terminó aceptando uno.

—Sí que no lo soportas mucho —se burló.

Wesley sacó una tira y la mordió.

—Claro que lo soporto, sino ya no viviría con él desde la primera semana.

—Hola, buenas tardes, ¿es todo? —saludó la chica de la caja registradora.

—¡Hola, Mia! —saludó Wesley desde atrás ayudando a Claire a poner todo sobre la barra. Su voz salió exageradamente feliz causando que la rubia le mirara extrañada. El chico arqueó sus cejas sin dejar de ver a la chica.

—Wesley —ella esbozó una sonrisa dejando ver los pequeños hoyuelos que se formaban en sus mejillas—, veo que ya conseguiste una nueva amiga —tomó la primera lata de sopa y la pasó por el lector de códigos.

Mia miró a Claire e hizo una mueca bastante divertida.

—Ella es Claire, es nuestra nueva compañera de piso. Claire, ella es Mia... la chica de la caja registradora —las presentó.

Claire saludó moviendo su mano al notar como Mia seguía con su trabajo. Ella le sonrió gentilmente pero eso solo duró segundos cuando desvió sus ojos al chico alto, con bastante molestia y un tanto disgustada.

—¿La chica de la caja? ¿En serio?

—Lo siento pero no te he visto nunca en otro lugar que no sea aquí y no sé si llamarte amiga porque nunca has ido a ninguna de nuestras reuniones porque siempre te inventas alguna excusa.

Mia ladeó su cabeza mirando de forma acusatoria a Wesley, eso sin dejar de pasar la comida. Claire la observó fijamente; era más alta que ella, tenía un cabello largo de un color castaño rojizo que estaba atado en una cola alta y parecía ser muy madura a simple vista. Tenía par de ojos color aceituna; un rostro aparentemente dulce pero podía adivinar que debajo de todo ese atuendo poseía un cuerpo bastante voluptuoso.

—A la próxima, lo prometo —terminó aceptando.

—Sería genial —le extendió por último el paquete de regaliz abierto para que lo cobrara—. ¿Puedes hacer la pregunta? —Wesley pidió una vez que ella le regresó los caramelos.

—Ya sé la respuesta —negó ella con su cabeza.

—Pero ésta vez Claire decide —puso ambas manos en los hombros de la rubia y la sacudió un poco. Claire se tensó un poco y él decidió alejarse de inmediatamente.

Mía suspiró con enojo hacia Wesley pero sonrió en cuanto puso sus ojos en Claire.

—¿Papier ou plastique? —preguntó con un muy marcado acento francés.

—Papier —respondió Claire de inmediato.

Wesley comenzó a reír, un poco falso pero se detuvo de la nada.

—Me encanta.

—Tienes bastante suerte de que no te golpeé el rostro y no arruine tu sonrisa de niño coqueto —masculló no muy contenta con ello.

—Woah, al parecer tengo algo que me hace ver adorable y no lo sabía —buscó su billetera en la parte trasera de su pantalón cuando vio que Mia estaba a punto de terminar, empujó un poco el carrito vacío y se puso a un lado de Claire—. ¿Cómo te fue en la firma? —preguntó un poco más serio mientras buscaba algo dentro de su vieja billetera negra.

—Fue bueno, nunca me sentí tan libre en mi vida, ¿sabes? Creo que la próxima vez que me invites a una parte aceptaré sin dudarlo —señaló la pantalla de su computadora donde Wesley vio el monto a pagar.

Claire se apresuró a buscar dentro de su bolso pero la mano de Wesley detuvo sus movimientos, levantó su mirada y vio como él le entregaba una tarjeta que Mia tomó sin decir más.

—Quizá después encuentre un pretexto —dijo él.

La chica sonrió y le entregó nuevamente la tarjeta, junto con un recibo y un bolígrafo para que él firmara. Wesley lo tomó y lo hizo usando la banda para apoyarse. Claire observó cómo Mia no dejaba de verle; bastante enternecida y con una pizca de anhelo. Iba a decir algo pero se detuvo cuando Wesley terminó y le entregó aquello a Mia haciendo que esa mirada cambiara al instante con un poco de vergüenza.

—Gracias, nos vemos en algunas semanas o cuando nos demos cuenta de que olvidamos algo —mordió otra tira de regaliz—. Buen día —se apresuró a tomar algunas de las bolsas.

—Buen día —dijo Claire con un poco de pena queriendo tomar una de las bolsas también.

—Buen día —respondió Mia en la caja como si esperara a que se fueran.

Caminaron hacia la salida y Claire buscó de nuevo a la chica, ella no dejaba de verles desde su lugar aunque estuviese atendiendo a otros clientes.

—No entendí el chiste del papel y el plástico —comenzó a hablar ella una vez que salieron del lugar. Llevaba una bolsa en sus brazos mientras que Wesley cargaba dos.

—Es divertido, me gusta el francés y la primera vez que vine, me lo preguntó —mordió otra tira de regaliz con un poco de dificultad—. Oí que ella hablaba francés con el hombre que estaba delante de mí así que fingí que yo lo hablaba también.

—Oh, entiendo... — soltó un poco incrédula—. ¿Puedo decir algo? —preguntó mas no esperó a que el chico respondiera—. ¿Ella te gusta?

Wesley hizo una mueca dudando y miró a la chica a su lado. Soltó una carcajada de inmediato pero paró cuando notó que hablaba en serio.

Había una historia curiosa con Mia que solo se trataba de miradas y pláticas bobas de menos de diez minutos. Wesley siempre fue un poco lento para actuar y mentiría si dijera que la chica nunca le interesó en cuanto la conoció, pero para su mala suerte, cuando más confianza tenía de invitarla a algún lugar, descubrió que ella estaba casada.

Pasó el tiempo y Wesley esperaba encontrársela cada vez que iba a ese lugar; sintiéndose bastante tonto por querer a alguien muy fuera de su alcance y bastante idiota por llegar a imaginar que ella dejaría todo por estar con él... Eso hasta hace meses que fue cuando Mia le contó que estaba separándose, la verdad no se sintió como esperaba.

—No —dijo él negando rotundamente con su cabeza. Claire no dejó de atacarle con la mirada y él resopló—. Bueno —soltó de mala gana—, más de una vez pensé en salir con ella pero estaba casada; así que solo me quedé con el que me preguntara si papel o plástico cada dos semanas.

—Tú lo has dicho, estaba casada. No sé si lo notas pero es obvio que le gustas... o que al menos le pareces lindo —se burló.

—¿Acaso insinúas que se divorció por mi culpa? —enarcó una ceja queriendo ser serio—. No sé tú pero no creo que quiera salir con el chico que come regaliz antes de pagarlo y le divierte el francés... además acaba de divorciarse, no creo que sea lo más sensato.

—¿Qué tan joven es?

—No tengo idea —frunció sus labios sin dejar de mirar su camino—. ¿Veinticinco? Quizá.

—Bueno, quizá entendió que hay otras cosas que hacer además de casarte... La verdad no entiendo eso, no me casaría con mi novio, no ahora y creo que tampoco en cinco años.

—¿Cuánto tiempo han estado juntos?

—Nueve meses.

—Eso es genial... ¿en verdad no lo harías?

—No, digo, cuando estás enamorado haces locuras. Locuras que debes evitar como el casarte porque estás locamente enamorado de esa persona. Hay una delgada línea entre estar enamorado y amar; el enamoramiento se termina, el amor no. Las personas que se divorcian lo hacen por eso, porque solo estaban enamoradas —se encogió de hombros.

Se detuvieron en una esquina a esperar que el semáforo hiciera que los autos pasaran. Wesley frunció sus labios y después resopló sintiéndose un poco sofocado por el calor que le provocaba el cargar aquello y su atuendo.

—¿Qué edad tienes?

—Dieciocho —respondió sin entender.

—Parece que sabes mucho de esto.

—¡Bah! Lamento si soné demasiado cursi, no soy así, no la mayoría del tiempo. Pero es lo que considero cierto.

—Está bien, encuentro que tienes mucha razón —aceptó ganándose una tímida sonrisa de parte de la rubia—. Entonces solo quieres ser la reina del baile, joven y dulce de solo dieciocho. La reina del baile que quiere sentir el golpe de la pandereta... —esbozó una pequeña sonrisa jugando con la canción de ABBA que ella cantaba hace minutos dentro de la tienda.

—Si... —dijo no muy segura—. Puedo bailar, puedo divertirme, pasar el mejor momento de mi vida —le siguió.

Los autos pararon, las personas caminaban en dirección contraria a ellos causando que Claire chocara con su brazo haciendo que todo dentro de las bolsas se moviera, Wesley optó por caminar más lento y hacer que ella fuera frente a él.

—No puedo creer que estemos jugando con una canción de ABBA —expresó con un poco de dificultad.

—Hace rato jugamos con tus ojos, creo que no somos muy creativos —dio un largo suspiro el cual soltó con un gesto de dolor por lo frío que estaba el ambiente—. ¿Por qué pagaste todo?

Wesley aclaró su garganta.

—No traigo efectivo ahora —contestó—. Tú podrías pagar las frutas y después le cobramos a Fred, ni siquiera se da cuenta. Podrías decirle que fueron cien dólares y él solo buscará el dinero sin preguntar más.

—¿En serio? —frunció sus cejas sin creerle.

—En serio —asintió—. Una vez lo hice solo para probarlo, le dije que fueron doscientos sesenta dólares de su parte, y él me los dio. Realmente no le interesa si él no tiene que hacer las compras.

—Y se lo devolviste...

—Compré cerveza y lo demás lo guardé para la próxima. La verdad es que no es mi culpa que sea así —se excusó.

—Bien... —pronunció no muy segura—, lo tomaré en cuenta—una pequeña risa se escapó de sus labios—. ¡Oh! —alzó la voz un poco enternecida, Wesley le miró y ella se detuvo.

Él solo siguió la línea imaginaria que creaban los ojos de la chica, a unos cuantos metros de ambos, había un gato negro sentado en medio de la acera lamiendo su pata derecha, un poco mojado por las lluvias recientes y bastante gordo; Wesley no dijo nada, solo esperó a que ella hiciera algo. Claire fue hasta el animal rápidamente.

—Mira a esta cosita —pronunció haciendo un puchero cuando vio que el gato no se movió al sentirla cerca. Lentamente se puso de cuclillas frente a él y acarició su cabeza con delicadeza—. Parece un gato doméstico, no huyó... ¿Lo estarán buscando? —volteó hacia el chico.

Wesley frunció sus cejas analizando al animal. Lucía un poco viejo y tenía unos pesados ojos verdes; se parecía bastante a aquel que Fred había descrito y que lo atacó una madrugada que el rubio regresaba de una fiesta. No sabía mucho la historia pero el chico repetía que había sido un enorme gato negro.

—No tiene una placa —señaló con su barbilla. Claire siguió acariciándolo y verificó eso.

No debía ser el mismo, no había atacado ni huido de Claire. Eso o los animales en verdad odiaban a Fred.

—¿Crees que podamos traerlo a casa? —preguntó cuándo lo intentó cargar—. ¿Qué comen los gatos?

—Comida para gatos —se burló Wesley ganándose una mirada de desaprobación de la chica. Paró de reír—. Eh... No lo sé, cualquiera cosa, podríamos buscar en internet.

—¿Podemos quedárnoslo? —con un poco de dificultad se puso de pie teniendo al gato en su brazo izquierdo—. Escucha, está ronroneando —rio.

—¿Por qué me preguntas a mí? Fred es el que se volvería loco —hizo que su brazo derecho sostuvieran ambas bolsas y acarició el lomo del animal con su mano libre. Le sonrió.

—¿Y si lo escondemos? —masculló muy alerta mirando a nuestro alrededor.

—¿Estás segura?

—Siempre he querido un gato pero mi madre los odia —dijo rápidamente.

—Bien —suspiró—, pero si lo descubre, tú me obligaste. ¿Hecho?

—Hecho.



Dancing queen - ABBA

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