3. Desaparición
Kümal era un lugar monótono. Siempre era de día porque tal y como los primeros humanos comprobaron al aterrizar en Ragna-III, el planeta estaba detenido y carecía de movimiento de rotación. Además casi siempre hacía buen tiempo, había luz y no solía llover. De hecho Whetu no había visto la lluvia en toda su vida. A pesar de todo aquello la vida en Kümal resultaba realmente sencilla en comparación a la vida que habían llevado los humanos antes de alcanzar aquel planeta; Whetu siempre se había sentido feliz de vivir allí. Pero los últimos días estaban resultando un infierno. Habían pasado dos semanas desde que Whetu descubriese el secreto de Ethan y sólo una desde que se reuniese con la Congregación para discutir sobre ello. Desde entonces su vida había cambiado bastante. Apenas veía a Ethan, quien se había ido a vivir temporalmente a Wamdae, para seguir investigando con la colaboración de Jane, pero además sentía muchísima presión por el secreto que debía guardar.
Nadie en Nurs sabía lo que su líder había descubierto, ninguna persona en Kümal conocía lo que la Congregación llevaba ocultando una semana. Whetu se sentía culpable, molesta, irritada. No quería mentir a nadie, pero al igual que el resto de líderes sabía que era lo mejor. Por eso se había centrado en la construcción de los primeros edificios de la comunidad, algo que sus habitantes habían recibido con mucha alegría y ganas. Todos colaboraban, realmente. El material del que más disponían era tierra y hierba, así que estaban realizando una especie de pasta que con la que construían habitáculos de una sola habitación, que cubrían con telas que traían desde Reva y Vori. Ya habían construido la vivienda de Whetu, como sede de la líder de la comunidad, y habían construido también el sedera, el lugar donde los era se ocupaban de cuidar y tratar a los enfermos y a las personas con algún problema de salud. Los esfuerzos de Whetu por olvidarse de sus preocupaciones estaban haciendo avanzar mucho a Nurs, y sus habitantes admiraban cada vez más a su líder.
Aquella mañana Whetu seguía trabajando, como acostumbraba a hacer, cuando Oliver, uno de los principales ardem de Nurs, se acercó a su líder. Whetu se giró para atenderlo y vio en su cara que algo horrible había pasado.
- Rida, tengo que pedirte que me acompañes.
- ¿Qué ha pasado, Oliver?
- Es mejor que me acompañes. Delilah te lo explicará.
Whetu se giró precipitadamente y echó prácticamente a correr hacia el sedera. Delilah no sólo era la era superior de Nurs, la jefa de todo el equipo sanador de la comunidad, sino que también era la suegra de Whetu. La mujer había vivido con preocupación la marcha de su hijo, pues ella no sabía los verdaderos motivos por los que Ethan se había mudado a Wamdae y lo atribuía a problemas sentimentales entre él y Whetu, tal y como los habitantes de Nurs hacían. Whetu habría querido contarle la verdad para no preocuparle, pero sabía que no podía.
Cuando atravesó las cortinas que cubrían la entrada al sedera, los ojos castaños de Whetu descubrieron a Delilah arrodillada en el suelo, cubriéndose el rostro y su llanto inconsolable. Miles de ideas atroces cruzaron el cerebro de la líder mientras se acercaba a la mujer, arrodillándose para abrazarla.
- Cor dum -le decía al oído, intentando calmarla-. Cálmate, por favor, Del. Dime qué ha pasado.
La mujer se quitó las manos del rostro para secarse las lágrimas. Sus ojos azules estaban enrojecidos, prácticamente cristalizados por las miles de lágrimas que amenazaban con salir. Cogió la morena mano de Whetu entre las suyas y respiró profundamente, intentando recobrar la calma.
- Ethan no está, Whe. Ha desaparecido.
Whetu miró a su suegra, sin comprender demasiado bien qué quería decir.
- Esta mañana llegó un mensaje de Ava, ya está de camino para hablar directamente contigo. Al parecer Ethan salió ayer a realizar trabajo de campo para sus investigaciones y aún no ha regresado. Jane ha intentado buscarlo, pero no ha dado con él. No hay ni rastro.
Whetu sintió que algo se rompía en su interior. El corazón le latía muy fuerte y su respiración se había acelerado. Salió corriendo del sedera y entró en su vivienda, tirándose sobre las mantas. Su llanto desesperado se oía desde fuera, pero nadie osaría entrar allí sin permiso. Delilah retiró las cortinas y entró, sollozando en silencio. Se sentó junto a la líder y retirándole el cabello le acarició la espalda. Ella no sabía lo que whetu sentía, no podía saberlo; ella no sabía que Ethan había descubierto algo muy importante y que su desaparición estaba relacionada con ello, al menos así lo creía Whetu. La maorí sentía una gran culpabilidad. Si ella hubiese callado, si hubiese guardado el secreto de Ethan, él jamás habría tenido que mudarse a Wamdae. Seguiría allí con ella, seguro entre sus brazos.
- No es culpa tuya, Whe -dijo Delilah de pronto-, él fue el que se aventuró a investigar cosas que no debería haber investigado.
Whetu se incorporó, mirando a Delilah completamente anonadada. Delilah sonrió.
- Ava me ha puesto al corriente a través de su mensaje. Has guardado el secreto muy bien, eres una buena líder.
- Si fuese una buena líder, Ethan seguiría conmigo.
- Como tú bien dices, no saquemos conclusiones precipitadas. Esperemos a Ava.
Whetu asintió, destrozada. Para ella, una mujer que ya no tenía familia, Ethan era todo en el mundo. Era su mejor amigo, su amante, su compañero, su proyecto de vida. Él era la infraestructura sobre la que se sustentaba todo. Perderle a él suponía perder todo. Delilah abrió sus brazos y Whetu, forzando una sonrisa, se dejó caer sobre el pecho de la mujer. Los abrazos de Delilah siempre habían sido la mejor medicina para ella, pero tal vez en aquella ocasión no eran suficiente. Se quedaron así un buen rato, en silencio, sin más compañía que el sonido de sus respiraciones. Poco después Delilah se marchó para seguir trabajando en el sedera, así que Whetu se tumbó de nuevo. No saldría de allí hasta que Ava llegase.
Dándole vueltas y más vueltas Whetu comprendió que la situación que estaban viviendo podía ser muy grave. Ethan jamás desaparecería sin decir nada, algo había tenido que pasar para que no hubiese ni rastro de él. Pero todas las ideas que acudían a su mente se convertían en horribles escenarios, situaciones que Whetu deseaba ver como una ilusión, más que como una posible realidad.
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