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13. Seres extraños

Había resultado incluso divertido. No fue sencillo comunicarse con ella, pero desde luego había resultado muy entretenido e incluso cultural, pues había aprendido algunas palabras en imumni. Noli era una criatura alegre, a pesar de las circunstancia, y Whetu había descubierto que su sonrisa era bella. Ranän no parecía demasiado molesta por el hecho de que la humana intimase tanto con su hija, pero sin duda estaba preocupada. No era para menos, después de todo, eran fugitivas. Ranän habló de manera clara con Whetu. Sin Ïni, las posibilidades de sobrevivir eran nulas o prácticamente nulas. Ranän no tenía ni idea de supervivencia, fuera de su ciudad era prácticamente tan débil e indefensa como una flor. 

Noli dormía en el suelo, con la cabeza apoyada en las piernas de su madre. Resultaba enternecedor ver a Ranän acariciar a su hija mientras dormía. Todo el miedo que Ranän podía sentir ante el futuro que las esperaba desaparecía en aquellos instantes. Whetu sentía lo mismo. No había pasado demasiado tiempo con ellas, pero sabía que no eran criaturas malvadas, monstruos desalmados privados de emociones. De hecho eran completamente humanas, al menos en una esfera emocional y psicológica. Whetu miró a Ranän seriamente. Desde que huyesen de la vivienda de Ïni no habían hablado de aquel tema, pero para la humana era fundamental. Ïni había fingido creer en ella por algún motivo y quería saber cuál era. Ranän, no obstante, no parecía saber demasiado sobre aquel asunto.

— No hay demasiado que contar —expuso la imumni sin necesidad de que Whetu preguntase—. Entiendo tu posición, pero yo no soy quién tiene las respuestas. Ïni no suele contarme demasiado sobre sus planes, cree que así estaremos a salvo. 

Whetu pudo notar dolor en la voz de Ranän. No sabía si podía llorar, pero el tono de su voz había sido desolador. La mujer se sorprendió al ver que se sentía identificada con ella. Durante la desaparición de Ethan también había sufrido, sobre todo por él, por sentirse impotente y no poder ayudarlo. Whetu era la mujer fuerte, la líder, la deportista; ella protegía a Ethan, lo había hecho siempre. La simple idea de que le ocurriese algo rompía su estabilidad por completo. 

— Selimum es uno de los pocos lugares en los que podemos vivir en paz. Y yo he arruinado eso. ¿Qué futuro le espera a mi hija?

— No te conozco. Pero créeme que allí donde tu estés, tu hija estará bien contigo. No soy muy buena animando, pero eres una buena madre, Ranän. 

La imumni miró a Whetu seria. A la humana le resultaba complicado entrever las emociones de Ranän por su cara; más bien las interpretaba por el tono de su voz y la forma en la que se expresaba. 

— Temo que Ïni sea ejecutada. No lo volveré a decir más en alto, pero las probabilidades de que Ïni esté muerta ahora son muy altas, cerca del 80%. 

Whetu agachó la cabeza. Se abrazó a sí misma. Había sentido muy pocas veces aquella sensación, pues el sol nunca se escondía en aquel mundo detenido en el tiempo, pero sí sabía su nombre. Frío. Era algo muy raro, Whetu no estaba acostumbrada a sentirse así, pero sabía que la temperatura corporal de los seres humanos aumentaba con el movimiento, así que se levantó y comenzó a pasear por el lugar. Tenía una idea. Claro, una idea es una idea, hay que pensarla bien, matizarla, procurar que sus puntos débiles puedan mejorarse. Pero lo cierto era que su idea, una quimera, era inmejorable. Había un lugar más apropiado que Aolmaas para ocultarse, un lugar en el que Ranän y Noli pudiesen estar seguras y más cómodas. Al menos aquella era la idea. 

— Estás completamente loca si crees que mi hija y yo vamos a ser bien recibidas en ese lugar. Por no hablar de lo peligroso que podría resultar para tu pueblo. 

— No tenéis más opción, Ranän. Suena bastante complicado, soy consciente de eso, pero creo que ese es el motivo por el que Ïni decidió creer en mi mentira. Quería tener un as en la manga para poder ayudaros. 

— No creo que sea apropiado —negaba la imumni acariciando la cabeza de su hija—. 

Whetu tuvo un impulso y se dejó llevar. Caminó hacia la criatura y se arrodilló junto a ella. Al igual que Ïni, Ranän era visiblemente más corpulenta que ella, pero la humana no temía la imponente fisionomía de la imumni. Cogió su enorme mano con las suyas y las observó en silencio. Los cuatro dedos carecían de uñas o garras salvo uno ligeramente más pequeño, cuya uña era pequeña y puntiaguda, casi como una aguja. Whetu miró a los ojos de la criatura y no pudo evitar enternecerse. Sentía algo familiar, algo humano. 

— Mi plan es una locura y precisamente eso lo convierte en el plan perfecto. A nadie se le ocurrirá que os hayáis refugiado en Kümal. 

— Nunca nos acogerán, no entenderán nuestra causa —respondió Ranän en un tono de desesperación—. Nunca se sacrificarían por dos seres extraños. 

— Estás equivocada —espetó Whetu sonriendo—. ¿Acaso hay alguna criatura que no sea extraña a ojos de otra? Regresaré a Kümal contigo y con Noli y nos acogerán. Confía en mí. 

Ranän miró a la humana, confundida. Su instinto la invitaba a aceptar la oferta de Whetu, no desconfiaba de ella y en efecto Ïni era quien la había dejado allí con ellas. Sin embargo, Whetu era una mõthmani. La historia de aquellas criaturas era un misterio para ellas mismas; eran peligrosas. Noli seguía durmiendo en su regazo, bajo su atenta mirada. En su mente, Ranän comprendió que la vida de su hija era suficientemente importante como para arriesgarlo todo. Por eso aceptó el plan de Whetu.

— Si intentan algo extraño, no me quedaré quieta —advirtió la imumni—. Mi hija está por encima de cualquier cosa.

— No te preocupes. Ïni no es la única capaz de hacer planes estratégicos. Estaremos bien. 

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