Sesshomaru despertó rodeado de siete hombres, todos apuntándole con flechas o espadas, alzó las manos y cuando el primero se acercó, le torció el brazo quitando el arma y cortando su cuello, y tal como su padre le había enseñado, rodó en el suelo y atacó a las piernas, todos cayeron y él los mató uno a uno.

"En una sociedad llena de hombres, solo debes procurar ser el más fuerte, aquí la amistad y respeto están olvidados"

Recordó las palabras de su padre mientras limpiaba la espada adquirida, revisó los bolsos de todos, si algo le servía lo guardaba y si no, simplemente lo tiraba, aprovechó de reponer flechas y también tomó una petaca con algo de Vodka.

Masajeo su cuello, aún dolía un poco por el golpe de Kagome, se preguntaba quien diablos la habría entrenado, se veía pequeña e indefensa, pero esa misma lindura lo había dejado durmiendo quizá por cuantas horas, y sin saber por qué, muy dentro de su corazón, deseaba ella llegara a salvo con las demás.

Tocó su cuello, al menos, aún estaba aquel colgante que cuidaba con su vida, aquel último recuerdo de su madre antes que se fuera, teniendo el nombre "Irazue" grabado por dentro.

Un nuevo día comenzó, llegó a una ciudad caída, edificios con los vidrios quebrados, las plantas crecían a través de todo y los animales se escondían ante sus pasos, escuchó un gemido de dolor, preparó la espada, caminó más lento y despacio, entre los escombros, una mujer se pudo visualizar, ¿que no entendían que debían estar escondidas de los ojos masculinos?

Pensaba irse, no deseaba problemas, pero su vos áspera, por la falta de agua, pidiendo ayuda lo hicieron memorizar a su madre, llorando en las noches y pidiendo fuera a dormir, tan afligida y desprotegida, que entendía el por qué había abandonado a su padre, ¿pero por qué a él, por que a su medio hermano?

–Por...favor– la mujer luchaba por tener los ojos abiertos, delgadas lágrimas bajan por sus mejillas con moretones y algunos rasguños– mi hija...corre peligro.

Fue a ellas, ofreciendo agua y algo de la comida enlatada que le quedaba, una pequeña niña estaba de rodillas tras la mujer.

–¿Por qué piensas que te ayudaré y no seré como los demás?– vio como ella sonreía, una sonrisa débil a su parecer.

–Muchacho, he visto a los demás, he sido atrapada por esos salvajes...tu no tienes la mirada de ellos– tomó la mano de la pequeña y la de él– me queda muy poco tiempo, no recuerdo el camino a casa, por favor, protegela y has que llegue a salvo.

Sesshomaru suspiró, ¿es que era la semana de darle más y más responsabilidades? No tenía ni la menor idea de como protegerla, si la llevaba con él, incluso los mismos de su pequeño campamento serían tan viles como para.... No, no pensaría en ello o terminaría enloqueciendo, prefirió sacar su chaqueta, la puso sobre la niña y se fue de allí, no miró a la mujer agonizante, no escuchó las súplicas de la niña, solo corrió hasta estar en medio de la ciudad, la pequeña se había dormido, quizá por tanto llorar, quizá por que hace mucho no lo hacía, pero el silencio le ayudó a pensar un poco mejor.

Se levantó, comenzando a caminar de un lugar a otro, pensando en las posibilidades de que ella sobreviviera, en un lugar que fuera seguro para ella, y lo encontró, era arriesgado, considerando que el lugar donde podía dejarla estaba muy cerca de su campamento, pero allí podría ir a vería más seguido, llevarle comida, solo debía asegurar que nadie de su campamento lo siguiera o aquella niña estaría en serios problemas.

–¿Mami?– la temblorosa voz de la pequeña lo detuvo, volteó y ella lloraba– ¿no volverá, verdad?

–Lo lamento, pero no– ella lloró en silencio, abrazando sus piernas, él por su parte, fue por comida, había visto unos siervos cerca, así que fue con flechas y arco en mano, cuando estuvo listo, corto y limpio la carne lo mejor que pudo, hizo una fogata y comenzó a asar la carne– ¿Cuál es tu nombre y edad?

–Me llamo Rin, y tengo seis– respondió mientras miraba muy encantada la carne.

Escuchó el gruñido del estómago, Rin estaba apenada, pero no podía mentir, estaba muy hambrienta, Sesshomaru sacó un buen trozo y se lo dio cuando enfrió un poco la carne, la vio comer con muchas ganas, como si no hubiera comido en muchos días.

–Te llevaré a una cueva, suena feo, pero aquel lugar nadie más lo conoce, solo yo, es mi lugar secreto– volteó el resto de la carne, le dejaría todo eso y frutas, del agua no se preocupó mucho, pues en dicha cueva caía un poco por una apertura y le daría un cuenco para que pudiera beberla– iré cada que pueda a llevarte comida, te daré una manta y buscaremos algo de ropa, ¿está bien?

–Si– respondió para después seguir comiendo– ¿Puedo comer más?

Le dio la carne que él aún comía, no tenia hambre, así que mientras ella terminaba de comer, guardó sus cosas, apagó la fogata y luego limpió el rostro de Rin, la cubrió con su chaqueta y la tomó en brazos, se adentró nuevamente en el bosque y comenzó su camino.

Mientras volvía por su sendero, pudo notar varias flores, Miosotis "no me olvides" Recordó a su madre, enseñándole a él e Inuyasha sobre aquellas flores, notó como crecían marcando un extraño sendero, no le prestó mayor atención, siguió caminando, sin saber, que pudo haber llegado al lugar, donde su madre estaba a salvo, ese pequeño camino, era marcado por ellas, ya que las mujeres tenían mayor conocimiento en flores, pocos eran los hombres que notarían algo tan insignificante como una pequeña flor, y jamás se darían el trabajo de seguirlas.

Era un lugar extraño para que crecieran, pero ellas habían logrado adaptar la tierra, habían decidido esa flor por su significado "un símbolo de la memoria, de las historias de la vida y resistencia que tienen por contarnos las víctimas de la guerra" quizá no estaban en un campo minado lleno de soldados, pero debían sobrevivir, era una guerra donde ellas debían salir victoriosas para ya no lamentar más perdidas.