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Había logrado salir vivo, procuró no tocar el veneno o estaría en problemas, revisó los bolsos de todos y encontró comida, unas cuantas cartas, que le recordaron cuando las solía coleccionar, las guardaría en su habitación, como un recuerdo más.
Estaba cansado y adolorido, hace mucho no salía y peleaba, decidió dormir, sacó una manta de su mochila y se acomodó lo mejor que pudo en el piso, usando su mochila como almohada.
***
¿Cuantos días habían pasado? No lo sabía, el tiempo parecía transcurrir rápido o muy lento desde que Inuyasha estaba en sus vidas, Irazue no era la misma, por las noches no iba a su cuarto para leerle, se la pasaba llorando en el baño, y de día, cuidaba de ambos comos si se hubieran criado juntos toda su vida.
Como el hermano mayor que era, se encargó de enseñar a Inuyasha a jugar, tal parecía que el niño jamás hubiera tenido un juguete, pues quedaba fascinado rápidamente incluso con un soldadito.
–A lavarse las manos para comer– dijo su madre entrando en el cuarto del mayor, donde los vio en el suelo jugando con autos e Inuyasha reía, sus mejillas tenían un tono rojo que lo hacía ver adorable, sentía lástima por la clase de padre que le había tocado– ¿o prefieren comer aquí?
–Comeremos contigo en el comedor, mamá– respondió el menor, Irazue sintió una opresión en el pecho, pero solo sonrió– ¡vamos, tengo hambre!
Sesshomaru fue con Inuyasha, lo miraba detenidamente, se parecía mucho a una mujer que había visto, la vida en sus ojos, la radiante sonrisa, había visto a su padre un par de veces con esa mujer, pero no recordaba el nombre, y preguntarle a Inuyasha sería muy doloroso.
***
La tarde era fresca y su madre había insistido en salir a pasear, el patio era extenso, lleno de flores bien cuidadas gracias a las maravillosas manos de su madre, Inuyasha corría feliz siguiendo una mariposa, Irazue reía ante las ocurrencias de ese pequeño, y él, solo leía disfrutando el paisaje.
–¿Como se llama esta flor?– consultó Inuyasha tocando una pequeña flor de color azul arándano– es hermosa.
–Son Miosotis o también se les llama no me olvides– respondió Irazue, se acercó a él y se agachó a su altura– ¿te gusta?
Sesshomaru dejó el libro, tenía que ir al baño, se levantó y fue directo al del segundo piso, por gusto propio más que nada, en la habitación de sus padres escuchó ruido, su padre estaba allí, se suponía estaba durmiendo, se acercó pensando que le había pasado algo, pero todo lo que vio, fue a su padre teniendo sexo con la sirvienta, aquella misma que sonreía con su madre, aquella que lo cuidaba, lo alimentaba e incluso jugaba.
Salió de allí con el mismo cuidado que llegó, fue al baño y sin aguantar, vomitó todo lo que había almorzado, la imagen no se iba de su mente, y todo lo que podía hacer, era pensar en el dolor que causaba toda esta situación en su madre.
***
Sesshomaru miraba su plato, Naoko servía la comida con una radiante sonrisa, una que él comenzó a odiar, probó un poco, pero la verdad era que le causaba asco imaginar aún la situación.
–¿Quién lo ha preparado?– Naoko feliz le dijo ella había sido, su gesto se torció y alejó la comida– está asqueroso, ¿que no has aprendido como lo hace mamá?
–¡Sesshomaru!– su madre lo reprendió, pero él sólo le levantó alegando su apetito se había ido, ella fue tras su hijo ya que se veía enojado– ¿que ocurre? Desde ayer estas extraño.
–¿Por que aun sigues con papá? Aun cuando ella duerme con él– Irazue se acercó, queriendo abrazarlo, decirle todo estaría bien, pero no podía, no le mentiría a su hijo– podrías haberte ido, ser feliz, así no tendrías que llorar todas las noches.
–Odio cuando entiendes tan bien las cosas– fue todo lo que ella dijo, para después sentarse a su lado y acariciar su cabello.
***
Despertó por el ruido de algo acercándose, sacó el arma que llevaba esperando ver quien o que era, y respiró aliviado cuando solo vio un siervo, guardó el arma y miró el cielo, estaba por salir el sol, su estomago pedía comida así que hizo una fogata para calentar el tarro de comida que le quedaba.
Era su segundo día, al menos debía encontrar un lugar nuevo con animales, se levantó estirando los brazos, iría por el río que estaba a unos kilómetros de allí, tendría mejor vista y así lanzar las flechas no sería tan difícil por los árboles.
Cuando estuvo más cerca del río, comenzó a escuchar una suave melodía, alguien cantaba, una voz suave, muy agradable, quedó tras un árbol y allí, en el agua, un cuerpo delgado se podía apreciar, piel blanca, cabello largo y azulado, era una mujer.
Preparó el arco, un viejo que también la había visto se acercaba a ella, apuntó esperando un poco y cuando ella también lo vio, disparó.
–¡Hey, sal del agua!– le gritó tomando sus pertenencias, la chica no se movía y se podía oír como más hombres se acercaban– ¡mierda, vienen más, sal!
Reaccionó, salió de allí y Sesshomaru la envolvió con una chaqueta, la tomó en sus brazos y corrió al bosque, debía perderlos o ambos estarían en problemas, logró ver una roca, que al chocar con la tierra dejaba una especie de cueva, entró allí y dejó a la chica en el piso, diciéndole que se vistiera.
–Ya estoy lista– Sesshomaru se levantó y dejo de apuntar a la entrada, ella lo miraba asustada– gracias por...
–¿Es que no tienes cuidado? Sabes bien lo peligroso que es para ustedes estar afuera, ¡que demonios estabas pensando!– gritó histérico, por unos segundos, se imagino a su madre, allí afuera, sin nadie que pudiera cuidarla, al alcance de un maldito pervertido– que demonios haces afuera de tu escondite, mujer.
–¡No me trates como a una niña, bien podría haberlo acabado!
–¿Ya has peleado desnuda, en el agua y con un maldito pervertido que solo deseaba mancillarte?– ante la pregunta tan directa agachó la cabeza, negó– Dime desde donde recuerdas el camino, te llevaré.
–¿Como se que no me seguirás?– le cuestino alzando una ceja– puedo irme sola, gracias.
Ella caminó a la salida y antes de irse le preguntó el nombre, dudó un poco pero al final se lo dijo.
–Haces honor a tu nombre ¿no?– comentó riendo un poco– yo soy Kagome, y si en algún momento nos volvemos a encontrar, espero no me odies.
Iba a preguntar de que hablaba, pero ella fue más rápida y sintió un golpe en su nuca, cayó dormido, y Kagome antes de irse, lo dejó cubierto con una manta.
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