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Capitulo 19

•-Yo, Alexander Parkinson, tomo por esposa a Hannah Hamilton, en mis 26 años de edad, en completa salud mental y por mi voluntad, hasta que la muerte nos separe-la mirada verde del joven se poso con una sonrisa maniaca en los ojos de su prometida, quien le devolvió la sonrisa.
Su padre la había vendido, finalmente lo había hecho, pero ese joven no sabía donde se metía, no sabía lo que le esperaba, porque nadie iba a pasar sobre ella de esa manera, no mientras esté viva.
-Yo, Hannah Hamilton, tomo por esposo a Alexander Parkinson, en mis 17 años de edad, en completa salud mental y por mi voluntad, hasta que la muerte nos separe-ambos habían firmado su muerte al momento de tomarse las manos y hacer el juramento inquebrantable, ambos sabían que el otro planeaba matarlo, pero era un juego, un juego de muerte que ambos podían jugar, como una ruleta rusa, tarde o temprano alguien caería y se quedaría con todo.
-Por el poder de Merlín, y por el poder que me confiere el ministerio de magia de Londres, los declaro Marido y mujer-Alexander pudo sentir sus uñas clavarse en su antebrazo mientras un fino hilo del color del oro se enroscaba en sus brazos, ella le sonrió con sorna para luego soltarlo y girarse hacia su padre, quien se encontraba aliviado por haberse sacado a su hija de encima.
El público presente aplaudió sin muchas ganas, todo era una mera formalidad, un espectáculo con un final conocido, un mero trámite más en su vida, su madre estaría decepcionada de ella, mas poco le importaba, pronto terminaría ese show, pronto habría un protagonista menos.
Pudo ver en primera fila a la señora Malfoy, envuelta en un vestido rojo oscuro de seda, su mirada era fría, pero sabía que en su interior había tristeza, y junto a ella estaba Pansy Parkinson, reluciente de felicidad, aplaudiendo como si fuera la mejor obra de teatro, estaba muy equivocada si pensaba que había ganado el juego, y esto le enseñaría a su familia a no volver a meterse con ella.
Los días corrieron, y Hannah tuvo que mudarse a la mansión Parkinson, todo le estaba llevando más tiempo del planeado, había descubierto los problemas de violencia y ataques de psicosis de su esposo, estaba enfermo, y su impulsividad evitaba que ella pudiera ver las cosas antes de que pasaran. Era mucho peor que el trato que le daba su padre.
-Esperaba que vinieras después de lo del matrimonio-dijo Narcissa llevando la taza de té Irlandés a sus labios, se encontraban tomando el té en la sala de reuniones, Hannah había tenido que tapar varios golpes, aunque después de las sesiones de tortura que Bellatrix ponía sobre ella, muchos de ellos pasaban desapercibidos.
-Estaba ocupada, pero pronto vendré nuevamente con noticias Narcissa-respondió ella con una firme sonrisa carente de alegría, carente de emoción, carente de alma.
-¿sabes cómo está el? ¿Sabes cómo lo está llevando?-pregunto la rubia ahora con un poco de preocupación, sabía que su hijo no quería que ella sufriera y que las cosas que le decía de cómo le estaba yendo con la misión eran mentira.
-Pronto terminará todo, aunque ahora no esté haciendo muchos avances, se acerca el día- respondió la peliblanco bebiendo el caliente liquido, era reconfortante-hablare con el mas tarde, nunca dije que lo ayudaría, pero no es el por quien lo hago, eso está claro-su mirada fue hacia Narcissa quien la miraba con una sonrisa, era como una madre sustituta, era la única persona que le tenía confianza plena, que sabía que no la abandonaría jamás, nunca supo que podía llegar a tener sentimientos así hasta que la conoció a ella-solo tengo un asunto que resolver antes-
-todo se arreglara con el tiempo pequeña, Lucius y yo también nos llevábamos mal antes de nuestro matrimonio, pero míranos ahora-le confesó Narcissa a la joven-nos queremos lo necesario para vivir en paz juntos-
-esto es diferente Narcissa, sabes lo que pasará y no puedes evitarlo-dijo la joven con tono frio y firme, a ella no le bastaba con odiarse en silencio, quería muerte, quería que la sangre de su esposo corriera por el bello mármol de las escaleras de la mansión Parkinson, quería que su cuello se rompiera al arrastrarlo por los escalones, y que su rostro denotara agonía puro antes de lanzarlo por la chimenea principal, para escuchar sus gritos de dolor.
No. Ella quería venganza.

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