FINAL
—Señor no puede entrar —me detiene una voz de la enfermera y camino de un lado a otro.
Llevo más de dos horas esperando que me digan algo, ni de ella, ni de mis hijos, nada. Mi madre no está conmigo, pues esta con mi hijo a quien se le dijo que nos habíamos ido de viaje. Solo Deán y Harry me acompañan, es allí en que me doy cuenta de lo solo que estoy realmente, sin mi madre y Dilcia no tengo a nadie.
Camino por todo el lugar, en ese punto, algo tiene que distraerme, le he llamado a sus padres, pero ellos siguen con casa por cárcel y su madre me rogo que la mantuviera al tanto. Dilcia seguía sin hablar con ellos, pero eran su familia, aunque le dieron la espalda. Llegó al final de pasillo y me encuentro de frente con una imagen de una virgen y al lado una de Jesús.
Tengo que decir, no soy devoto llevo años sin rezas o menos ir a una iglesia, pero en ese instante decido es el mejor momento. Aun de pie observando la imagen y con la sensación que estoy fallando a mí mismo y en todo lo que he creído por años decido dar unos pasos y arrodillarme e ignorar las imágenes que tengo ante mí. En ese instante, decido hablar con directamente con el gran jefe y de líder a líder.
—Desconozco como rezar, mamá lo intentó por años y sin mucho éxito— empiezo a decir —por mucho tiempo me dije ¿Dónde estabas tú cuando mama fue violentada? ¿Cuándo no teníamos que comer? Asi que me dije que un padre que es capaz de dejar que una de sus hijas sufra de esa manera no merece mi devoción. Pero nunca entendí porque con todo y su sufrimiento, mamá nunca dejó de creer en ti. Ella cree que la llegada de Kurn a nuestra vida fue por obra tuya, que mi éxito también. Hay quienes dices que los ruegos de una madre llegan rápido, pero y ¿Los de un padre? Tengo a un niño creyendo que estoy con su madre de viaje. Me niego a hablar con terceros, cuando tú eres el líder o el gran jefe, asi que puedo hacer negocios directamente contigo. Soy jefe y jamás escucho esos que llegan por recomendación de otros, asi que imagino este caso es igual. Se supone que sabes cuándo te mienten, asi que debes saber que mi promesa en este instante es sincera… seré un hombre nuevo, no más negocios turbios, no más resolver las cosas radicales, solo no me la quites, ni a ella ni a mis hijos…
Empiezo a llorar y eso me llena de ira, me limpio con fuerza y me levanto al darme cuenta de lo estúpido que parezco hablando a la nada y escucho una voz detrás de mi hablar.
—Lo estabas haciendo muy bien —giro y me encuentro con un sacerdote.
—Creo que mejor me voy a ver que dicen de mi esposa — le digo al hombre porque no quiero que salga huyendo o que empiece a dudar de su fe.
—Los médicos hacen una parte, Dios hará otra, a través de la oración ¿Quieres que oremos por ella? — me detengo en seco.
Una voz dentro de mí, me dice que estoy siendo muy estúpido, otra me dice que mi madre está rezando y que muy seguramente ella será más escuchada que yo.
—Dudo que él quiera mis rezos — le digo sinceramente — o me escuchara si quiera.
—¿Qué puede perder? —me pregunta y veo que tiene razón, asi que doy algunos pasos en retroceso hacia él.
—¿Usted dirá? — preguntó y asiente.
—No mucho, solo escúcheme y si en algún momento cree debe decirle algo hágalo en silencio — sin saber, como o porque me vi de nuevo de rodillas y el hombre tomó mi mano.
Tengo que decirlo, no entendía lo que tenía que hacer, pero una vez el empezó, empecé a llorar sin control. Pedí perdón pese a saber que no lo merecía, que había causado daño a muchas personas a lo largo de vida. Las manos del sacerdote me sostenían con fuerza, impidiéndome que las soltaras, lo hizo una vez que uno acabado y me miró un instante en silencio.
—Ve con respuestas, yo seguiré orando por ella ¿Cómo se llama?
—Dilcia — le digo y el asiente.
—¿Y los niños? — me dice y asiento, tenemos sus nombres muy claros.
—Maissa, Kurn y Asaf — respondo recordando el nombre de mi padre, el primero de mi madre y el del padre del hombre por el que soy lo que soy.
Llegué a la sala y vi a mis hombres mirándome, no parecían que mi rostro lloroso les causara molestia. Ellos mismos, parecían también sufrir, lo que no era raro, pues mi esposa se había ganado el cariño de todos.
—¿Qué sucedió con Sila? —Pregunto para poder pensar en algo y es Harry quien habla.
—La policía la capturó jefe — responde — no se preocupe, le tenemos bienvenida en prisión.
—No haremos nada — le digo y todos guardan silencio.
—El general dice…
—Estoy muy agradecido con él —interrumpo —no dejaré de ayudarle, solo no quiero que ella sea dañada… por el momento solo que mi esposa y mis hijos se salven.
—Entendemos señor…
No me importaba, en ese punto solo me interesa que mi esposa y mis hijos salga bien de esa operación y mis ruegos son escuchados al ver a un hombre salir del quirófano.
—¿Familiares de la señora Tomasevic?
—Soy su esposo — le digo acercándome a él —Dígame que está bien.
—Fue una cirugía compleja señor Tomasevic, pero la su señora es fuerte — me dice y suelto el aire —en todos los años de servicio, he visto cosas extrañas, sin duda la de su esposa y sus hijos es la que perdurara en mi cabeza por años.
—¿Ella está bien?
—Lo estará, estará en cuidados intensivos, pero estamos positivos ¿Quiere ver a sus hijos? —me pregunta y me veo a mi mismo riendo.
He ignorado casi todo lo que me ha dicho y solo prevalece en mí, que ella estará bien y que mis hijos también. Seré un hombre nuevo, uno digno de su amor, lo había prometido, soy conducido en medio de las felicitaciones de mis hombres. Es Deán quien decide llamar a casa y decirle a mamá que todo está bien, le agradezco pues en ese momento, no soy capaz de hablar.
Me piden esperar detrás de una ventana de vidrio y miró frente a mí, los pequeños cuerpos que reposan en cada capsula. Me veo mirando a cada uno buscando un parecido con ella, el cabello rubio como Enrico. Hasta que unas enfermeras se acercan a mi cada una con un niño, lucen rosados, de cabellos oscuros y su piel arrugada. Tienen los ojos cerrados, se encogen y estiran, se me escapa una sonrisa al verlos vestidos de azul, amarillo y rosa. Cada uno de ellos con su nombre bordado y así poderlos distinguir, apoyo la cabeza en la ventana y con ellas mis manos.
Me es increíble que esos tres seres sean una parte de mí, que pese a que no soy digno de tanto amor. Una mano apoya mis hombros y al girar me encuentro a Luciano y a su esposa, recuerdo que ellos tenían que estar en la reunión de esta tarde.
—Llegamos directo del aeropuerto —me dice él y mira a mis hijos — ¿Ellos son mis nuevos jefes?
—Esos mismo — pero lo cierto es que el chico se ganó ser mi socio a pulso — a Enrico ya lo conoces.
Guarda silencio y sé que está procesando lo que le acabo de decir, es esposa quien le pregunta a la enfermera si puedo cargarlos y mi felicidad aumenta.
—¿Cómo esta ella? — pregunta Luciano.
—Aun no puedo verla, pero estará bien.
—No podrá con las dos cosas, quédese aquí y disfrute, lilian y yo iremos a ver si podemos verla. —agradecí la ayuda y al verlos alejarse tomados de la mano, descubro que quizás si tengo amigos después de todo.
Dos años después…
Despierto con unas manos pequeñas golpeando mi rostro y al abrirlos veo a mi hija Maissa sentada a mi lado. Luce un enterizo azul y dos coletas un tanto cómicas que sé son obras de Enrico.
—Papi — murmura y se posa las manos en boca.
—¿Tú mamá y hermanos? —preguntó y la veo mirar la puerta.
—Se fue …
—¿Por qué no fuiste? —insisto, solo ríe y niega—¿Por qué amas a papá verdad? — le digo y ella asiente riendo. —Creo que requieres atención de tu padre —la tomó en brazos y caminando con ella a la terraza —aquí estaremos bien, mientras llega tu mamá y tus hermanos.
En ese lugar había dispuesto un enorme sofá, la acosté e hice lo mismo a su lado, mientras repetía una y otra vez una canción que su abuela le estaba enseñando. De momento, solo se sabía el coro, ella y sus hermanos, asi que volvían loco a Enrico porque insistían en que él les ayudara a cantarla. De los tres era la más apegada a mí, aunque era muy único con todos, la pequeña Maissa rara vez quería dejarme solo. Habían sido días difíciles, la recuperación de Dilcia fue lenta pero satisfactoria, por fortuna, Luciano se había trasladado a Estambul en ese tiempo y él pudo hacerse cargo a la empresa. De esa manera, mi madre y yo pudimos estar pendiente a mis hijos y a mi esposa.
—Qué lindo la señorita con su padre y dejó a su madre sola — la voz de su madre la hace girar y luego reír.
—Papi solo — dice simplemente y alzó las cejas, mientras mis hijos se lanzan hacia mí.
—Ya no — replica Enrico lanzándose y tomando a su hermana en el proceso —¿Me amas?
—Si.
— ¿Más que a mamá?
—Si — dice en voz baja y ella solo entrecierra los ojos.
— ¿Más que a papá?
— ¡NO! — responde lanzándose a mi cuello y rio al ver a los otros dos enojados porque los ha quitado del camino.
—Papi es mio — hablan al tiempo y la veo que empieza a hacer un puchero.
Conocedores que, ante el llanto de uno, los tres empezaran a llorar también tomó en brazos a Maissa y a Kurn y Dilcia a Asaf. Miró la hora y me doy cuenta que es hora de partir y los miró a todos.
—¿Preparado para ver a los abuelos? —le pregunto sobre todos, pero miró a Enrico, quien es el que me preocupa.
—Preparado — me responde y asiento. — solo falta Maissa, yo ya ayudé con Kurn y Asaf.
Sale de la casa y niego divertido al escucharle renegar que le han destruido todo el cuarto, que tendrá que limpiarlo nuevamente. Pero es el quien ama tener a sus tres terremotos cerca y cuando están con nosotros se queja. Me levanto y llevando en brazos a ambos y me dirijo directo al cuarto de los tres. De momento todos ocupan una misma habitación, pero a futuro eso no sucederá.
Dilcia no había vuelto a Londres desde que salió de allí y su padre estaba delicado de salud, pedía hablar con ella. Anella Bertucci, su madre, decia que los médicos no daban muchas esperanzas de vida. Asi que decidió ir a ver a su padre, que vieran a sus hijos y según ella a agradecer a los Jarper por lo que hicieron por ella.
(…)
Me bajo del auto y suelto el aire, la casa luce idéntica a como la recuerdo, aún no he ido con papá, pues siento que es aquí al primer lugar al que debo llegar. Sé que ya pedí perdón a ambos y que nada de lo que diga calmara el sentimiento de culpa que hay en mí. Si hubiera hablado desde un comienzo, Neall me hubiera ayudado, de eso estoy segura.
Tocó el timbre y retrocedo, sé que es la última vez que estaré en mi país. Volví atrás solo para despedirme como es debido, pedir perdón y agradecer lo bueno y lo malo que la vida me dio. Bajo mi rostro y tomo con fuerza mis manos, a mis 33 años, madre de cuatro niños, y teniendo como esposo a Kurn me resulta ridículo temer, pero me veo temiendo ser echada.
La puerta se abre ante mí y alzo la vista, encontrándome de frente con el hombre que más daño causé. Lo veo mirar a todos lados y sé que busca a mi hijo, pero este estaba ocupado con alguien al teléfono. Decia no recordar a Neall y que solo tenía recuerdos vagos de él, aun asi cuando le conté la historia en su momento él quiso acompañarme, solo él le permití.
Luce distinto, sus ojos grises me miran inquietos de arriba abajo y veo que abre los ojos al ver encima de sus hombros. Sé que ya ha visto a mi hijo, con 1,65cm, Enrico da muestra que va a ser casi tan alto como su padre.
Solo el físico, espero que tenga, pienso y sonrío.
—Perdón por llegar sin anunciar — le digo hablando por primera vez —estaré hoy y mañana en la ciudad, quería pasar a visitarles.
—Antonella — murmura y se hace a un lado —Luciana, cariño ¿Puedes bajar? Pasa por favor, ¿Es Enrico?
—Buenas tardes señor — dice instalándose a mi lado y tendiendo la mano —Enrico Tomasevic a su servicio.
—¿Tomasevic? — la mujer que habla detrás y se instala al lado de su esposo me deja perpleja.
—Estas … hermosa — le digo sinceramente.
Luce fresca y radiante, lleva de la mano un niño de unos siete años y en brazos a una niña de quizás dos, ambos versión miniatura de su padre que nos miran intrigados. Nos hacen pasar y suelto el aire aliviada al escuchar que están solos, que su madre está en casa con Luciano.
—Luces diferente — me dice y asiento — ¿Cierto? — le pregunta a su esposo y este solo tiene ojos para Enrico.
—No solo ella — responde — me agrada que estén bien.
—Ya te recuerdo — habla mi hijo — nos dieron torta y tu tenías una cicatriz en la cabeza.
— Una mala época que ya pasó, no tienen de que preocuparse y no deben ninguna disculpa — es Luciana quien habla y su esposo asiente. — somos conscientes que fallamos en muchas cosas,
El resumen de como llegué a manos de Kurn lo escucharon en silencio. Me salté lo del puente y simplemente dije que el destino nos unió esa madrugada, pocas personas sabían el detalle exacto, algunos sabían pequeños cortos, pero solo mi esposo y yo, sabíamos todo lo sucedido.
—Por mucho tiempo, me sentí terriblemente mal por ustedes, siempre vivía con la sensación que pude darte mi apellido. Hoy me alegro que no fuera así — le dice a mi hijo y este asiente sonriente.
—Hiciste mucho por mi Neall, quitaste la denuncia, me diste abogado y me devolviste la posibilidad de tener una familia…
—Eso solo te lo dio Kurn, no pretendo ganar créditos ajenos — dice en medio de risas — pero me alegro que el hombre haya cambiado.
—Aún tiene una que otra maña, pero un paso a la vez — respondo porque sé que existen un par de cosas por cambiar — teniendo en cuenta como inició… le doy un ocho.
Me quedó allí unos minutos y me hacen entender que no tienen nada que perdonar, lo hicieron hace más de nueve años y en la cafetería esa tarde. Neall se despide de Enrico y mi hijo le dice que en algún momento regresará, le gustaría volver a hablarle y Jarper curiosamente aceptó gustoso.
Kurn, Deán y mi suegra, nos esperaban afuera de la casa, negué al darme cuenta que jamás llegaría muy lejos y que la promesa de que me dejarían ir con los Jarper sola solo fue un ardid para no discutir conmigo.
—No entré — me dice con Maissa y con Asaf en cada pierna —no falté a mi promesa.
—Tiene razón cariño — dice Maya y toma a la niña en brazos —sé que es tu padre, pero no estábamos tranquilos, tu sola por la ciudad. —le sonrió y asiento, pero sé que es obra de su hijo.
—A veces olvido que estoy frente a un hombre que jamás pierde — lo veo reír divertido, pero no hace comentario alguno.
La llegada a ver a mis padres no fue tan dolorosa, la casa la sentí pequeña y ya no tan majestuosa como antes. Kurn permitió a nuestros hijos caminar tomados de la mano y fue su hermano mayor quien tocó el timbre. Abrió el mayordomo que conocia, el de cabello canoso y quien lloró al vernos salir esa noche cuando nos dijeron que teníamos que irnos.
Fue como un dejavu, pero invertido, el hombre, miró a los cuatro, y luego a Enrico, este lo reconoció vagamente, como el hombre que, tras ser golpeado por su abuelo, le regalaba un pedazo de torta y un vaso con leche. Lo abrazó, pues él fue en esa casa lo más parecido a un abuelo.
Sin embargo, al llegar a su abuelo, no se acercó y se mantuvo al lado de su padre, y abuela sin sentarse, estos tuvieron que saber lo que sentía su corazón pues en ningún momento de la visita le soltaron la mano y menos perdieron de vista a los bebes. Sabían todo lo que mi hijo había sufrido y por ello, querían que supieran no estaba solo.
La visita transcurrió, sin mayor problema, mi padre, lo vi demacrado, delgado y sujeto a una bala de oxígeno. Lo perdoné y no porque él lo mereciera o mi madre, era porque yo no quería cargar con tanto rencor. En esos dos años había perdonado a muchas personas y pedido perdón, era la única manera de pasar la página y seguir adelante. Lo hecho por Sila, lo dejamos a la justicia y aquello que dijo sobre Kurn, resultó siendo mentiras. El dinero que me dio en esa cuenta era el producto de una droga que se había robado y por la cual fue asesinado.
Supe que no tenía más nada que hacer en esa ciudad ya en la noche, cuando la necesidad de volar a casa fue más grande, quise regresar a mi hogar, fue mi suegra quien me dijo que hiciera una última visita y que ella se quedaba en el hotel, asi nos fuimos a esa última parada.
—Queremos hacer esto solos — le dijo Kurn a Deán una vez a fuera y este asintió —si quieres, van ustedes a unos metros, pero déjanos hacer esto en privado.
—Como usted ordene jefe — responde.
Nos embarcamos en el auto, el viaje algo agitado con los niños canturreando y un Enrico alerta. Kurn detuvo el auto en el sitio exacto, me quedé contemplando el lugar, fue como viajar en el tiempo, con más madurez. Era increíble todo lo que había pasado desde ese día, me bajé en silencio y contemplé la vista.
—Fue el segundo mejor día de mi vida —le escuchó decir a Kurn — el primero fue el día que conocí a mi padre.
—Pensar que llegué a este lugar creyendo que era la solución … y lo era. — me dije más para mí.
Kurn llevaba en brazos a los dos niños y esta vez fue Maissa quien quiso conmigo.
—La vida es como el ajedrez —dijo rmirando a Enrico y sé que es una enseñanza directa a él — debes estar atento a todos los movimientos, en cualquier momento alguien te pondrá en Jaque.
Nos quedaron en silencio contemplando la vista y en un acto algo extraño los trillizos abrieron los brazos y cerraron los ojos, sin dejar de reír mutuamente. Esta vez no estábamos solos, ni desprotegidos, habíamos crecidos y fortalecidos en todos los aspectos, ambos tenían todo aquello que creyeron no merecer.
—Usted es la capitana de este avión señora Dilcia Tomasevic, tengo una semana solo para usted. Usted manda y yo obedezco, indique la próxima parada— me dice y solo niego divertida.
—A casa…—respondo y recuerdo algo que me dijo alguna vez— películas, palomitas y juegos de mesa ¿Lo recuerdas? —asiente y gira hacia Enrico quien sonríe con nosotros.
—Buen plan — nos dice acercándose a mí — ¿Le parece si sellamos este negocio con un beso?
— Me parece — le digo rompiendo los centímetros que nos separan en medio de las risas de nuestros hijos.
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