EPÍLOGO
Kurn había ido de viaje, hace unos cinco días, llegó hace unas horas y estaba en la empresa, desde allá me había dicho que necesitaba que le ha acompañara al siguiente viaje. Algo extraño pues desde la llegada de los trillizos no había retomado mi trabajo.
Regresar de nuevo a mis labores iba a ser difícil, no sólo porque tenía que dejar a mis bebés solos, hoy día con tres años, además que, tenía que presenciar los filtreos de mi esposo. Lo amaba y esperaba el momento en que él se diera cuenta que no necesitaba a nadie más.
Sé que para muchos mi forma de pensar era extraña, pero no quería que el cambiara a base de mis reclamos, quería que lo hiciera porque le nacía y porque se dio cuenta que era lo suficiente mujer para hacerlo feliz. Observé mi imagen en el espejo, en él veía a una mujer, más madura y sin rastros de lo que una vez fui en ese puente o de la chiquilla que dañó a Neall y a Luciana. Pero Kurn seguía siendo un hombre hermoso, con todo y sus 46 años, pícaro y divertido. Con muchas mujeres jóvenes, mucho más jóvenes que yo a su alrededor y que estaban dispuesta a lo que sea para conquistarlo.
—¿Todo bien? —habló mi suegra desde la puerta y asentí —no parece, llevas diez minutos contemplando tu imagen en el espejo—entró a la habitación y se sentó en la cama, palmeando el colchón e indicándome sentarme a su lado.
Maya Tomasevic, se había convertido en una segunda madre para mí, descubrí que era bastante buena escuchando y no juzgaba. Kurn tenía muchas razones de sobra en amarla, la dama era de mucha más clase y bondadosa que todas cuantas hubiera conocido.
—¿Te hizo algo Kurn? — insistió.
—No tengo quejas de él —confesé —solo que no se, si quiera trabajar con él y ver como coquetea con las mujeres como antes.
Cuando era su asistente, veía con sorpresa como le pasaban las notas discretamente fingiendo entregar una copa o estrechando su mano. Una hora después, era llevaba al hotel, por uno de sus escoltas y él se quedaba en el lugar. No quería ver eso, había descubierto que él tenía razón aquella que vez.
" Temo que llegues a un punto que no te soy suficiente, que empieces a exigir lo que te
mereces y que yo no pueda darlo"
No quería solo un esposo, lujos y estabilidad emocional, había descubierto que lo quería solo para mí. Que la idea que estuviera en brazos de otra me llenaba de miedo e ira, pues me decía que yo seguía siendo insuficiente y que otra podría quitármelo.
—Los niños estarán bien, pero algo me dice que no son por ellos —empezó a decirme —¿Hay algo más?
—¿Cómo sé que no se aburrirá de mí o de este hogar? —solté —ya no quiero ver cómo se va con otras mujeres y me envía al hotel.
—Eso no sucederá pequeña mi hijo te ama...
—¿Segura? Porqué yo no lo estoy —interrumpí —no me lo ha dicho por lo menos no como se quiere, nos dijo a Enrico y a mí un te amo un tanto frío...
Maya tomó mis manos y las sostuvo entre las suyas al ver que estas temblaban levemente. No sólo estaría perdiendo al hombre que amaba, mis hijos también perderían la ilusión de crecer con un padre a su lado.
—Lastimosamente, hijo es como yo, no somos de decir nuestros sentimientos, somos bastante malos en ello, también en pedir perdón. Pero intentamos demostrarlo y creo que él te lo ha demostrado —alzó una mano al ver que yo iba a hablar y callé —sé que todos necesitamos escuchar un te amo de vez en cuando y te entiendo... Pero intenta mirar a tu alrededor, todo lo que ha hecho por ti y por sus hijos. Sufrió mucho al saber que te iba a perder el día que te secuestraron y luego con lo que hizo Sila.
—Una vez me dijo que temía no poder cumplir lo que le exigiría en algún momento. Hoy sé a lo que se refiere, no lo quiero compartir, ya no. —Maya asintió y me hizo levantar.
— Díselo —aconsejó sonriente —dile que no quieres compartirlo...
—Pero deseo que sea el quien decida no buscar por fuera lo que tiene en casa. — mi cabeza era un nudo de confusión y dudaba que mi suegra me entendiera, aun así, la vi sonreír.
—Confía en mí, dile lo que me has dicho, habla con él.... ahora ve con él aprovecha que duermen, el auto te espera —asentí besé su frente y salí de allí.
Ella no me entendía, si le decía mis temores el quizás cambiaría o sería más discreto en sus relaciones, con el tiempo me odiaría porque le había obligado a cambiar. Yo quería que él lo hiciera porque le naciera y no porque se lo había exigido.
—Buen día Deán —saludé y este asintió.
—Bien día señora, el jefe está ya en el aeropuerto.
—Me atrasé con la señora Maya —le respondí como excusa y este negó sonriente.
—No se preocupe, mi deber es esperar por usted, no me debe explicaciones —sonreí, pero no dije algo al respecto.
Continuaba con el miedo latente a verlo en las mismas de antes. Apoyé la cabeza en la puerta y cerré los ojos, no supe que me había quedado dormida sino hasta que sentí un roce en mi cuello. Abrí los ojos al sentir el aroma de Kurn llegar a mí y una de sus manos acariciar mi seno.
—Te sentí despierta casi toda la noche —dijo con voz ronca, aumentando su caricia —algo te preocupa, pero sé que no me dirás, no ahora.
—Acariciar a tu esposa mientras duerme debería ser considerado delito.
Entró a mi blusa y capturó con los dedos índice y pulgar mi pezón y presionó un poco, haciéndome lanzar un gemido de satisfacción ante ese gesto. Una mezcla de dolor y excitación, recorrió mi espina dorsal al sentir de nuevo esa intromisión.
—Solo tomo lo que es mio —respondió —no es mi culpa que usted no haga lo mismo, señora mía.
Puso su mano libre en su cuello, al tiempo que me acercaba a él y capturaba mis labios en un beso violento y cargado de deseo. Eso me hizo despertar del todo, el recorrido al aeropuerto siempre era largo, así que debí dormir unos cuarenta minutos. Con él siempre era así, al regresar de sus viajes y eso hacía que llama del deseo permaneciera intacta entre los dos.
—¿Eres mío? —Pregunté alejándolo un poco, para recuperan un poco el aliento.
Sentía que me faltaba el aire, y cerré los ojos al ver que él seguía torturándome con sus caricias y que sus dedos habían bajado hacia mí falda.
—¿Por qué lo dudas? Creí que eso estaba bastante demostrado — besó de nuevo mi cuello y sonriendo al ver que yo parecía evaporarme ante el fuego que eran sus caricias. —señora Tomasevic...
—Nos van a ver Kurn, debemos parar...
Mordió mi labio inferior tomándome de la cintura e instalándome a horcajadas encima suyo. Mi cabello estaba revuelto y mi ropa estaba como sacada de una botella, pero el parecía no importarle ambas situaciones. Sonreía mientras seguía besándome y acariciándome.
—No esperaré un segundo más, no tienes idea el tormento que son los días sin ti. —su voz sonó ronca y eso hizo que toda mi piel se erizara, intentaba recuperar la cordura, pero con sus manos en todo mi cuerpo era imposible. —descubrí que soy adicto a ti, y que tenías razón, una vez probé tus labios, no quería otros.
—Dejemos estos para después... Esto es una locura y ya no somos adolescente... ¡Dios! —grité al sentir sus dedos incrementar su entrada y el pulgar esa parte de mi anatomía que en esos momentos estaba hinchada y exigiendo atención.
Retiró sus manos, sin dejar de besarme y sentí el ruido de su cinturón soltarse, alcé un poco las caderas para facilitarle el trabajo y lo siguiente que sentí fue el tirón de mi ropa interior y el calor que dejó en mi piel ese acto. Solté una voz de protesta al ver que me había hecho pedazos mi braga y que guardaba los restos de la misma en su chaqueta, un momento después lo sentí dentro de mí.
—Soy todo tuyo —me dice entre beso y beso —Jadee aumentado mis movimientos y cerró los ojos echando su cabeza hacia atrás, con ambas manos en mis caderas, no era necesario que el me indicará el ritmo. conocía a mi esposo y sabía que tocar, en que momento y por qué.
El éxtasis nos llegó varios minutos después, nos quedamos en silencio unos instantes reponiéndonos. No supe quién empezó a reír primero o porque él lo hacía exactamente, en mi caso era porque había hecho algo que jamás hice con él. Aunque, ser ahora su esposa, podríamos saltarnos ciertas reglas de fuego. En el desconocía su risa, solo que se veía hermoso.
—Georgiana está en mi avión —me dijo y me alejé rápidamente, pero me tomó por la cintura y me hizo regresar a sus brazos. — ¡Escúchame!
—No me voy a montar con esa allí, o viajas con ella o conmigo... Con las dos no. —ordené sacudiéndome y me hizo verle.
Sus ojos estaban oscuros y su semblante tenso, sabía que odiaba ser presionado y las escenas. Pero yo no compartiría el mismo aire que esa estúpida, por la maldita razón que sea.
—Está aquí por Xiao ¿Lo recuerdas? —preguntó y me quedé en silencio —supo que iríamos de viaje y me pidió que, si podía acercarlo, a él, su esposa y la traductora no me dijo que era ella...
—Debiste llamarme Kurn y decirme que me quedara, entendería...
Me alejé de él y senté a su lado, buscando los paños para limpiarme. Intentando que mi voz saliera lo más neutral posible. Jamás le había hecho una escena y no quería empezar por ahora. Lancé una maldición, al no poder controlar mis manos y apoyó las suyas encima mí, para luego llevárselas a los labios.
—No quiero estar cerca de ella Kurn —rogué.
—Eres mi esposa cariño y estos son negocios, entre ella y yo no hay nada te lo aseguro —insistió —no sé porque insiste en cerca, le he dicho muchas veces que no la quiero junto a ti, pero en unos días se termina la sociedad con su padre y hace con la de Xiao en unas horas. No habrá excusas para verla, y no estoy interesado ni en ella, ni en ninguna otra.
—¿Por qué me dejas en casa si es asi? Me dejas en casa, para ser un hombre libre…
—Te prefiero en casa, custodiaba y que tu vida no peligre a mi lado. —empezó a decir — Pero sé que te aburres allí, estás acostumbrada a trabajar y aunque, conmigo corres peligro... No quiero estar lejos de ti.
—Si me siento amenazada por esa...
—La lanzó del avión —interrumpió y solté una risa al ver la violencia de sus palabras —no estoy bromeando Dilcia, se lo advertí, si llega a molestarte la lanzó del avión. Dejaré que te arregles un poco, espero a fuera. — tras acomodarse el, bajó y lo vi hablar con Deán quien estaba a unos metros.
Una vez estuve lista o por lo menos eso quería creer bajé del auto, con un Deán a mis pasos y Kurn que no me soltó la mano durante todo el recorrido. Curiosamente, Georgiana se mantuvo en silencio, sin dejar de mirar en mi dirección y de vez en cuando a un Kurn que la miraba con rostro severo.
—Es de muy mal gusto, que ella insistiera en venir, cuando sabía usted estaba acá. Se lo dije a Xiao, siempre me ha parecido una chica frívola y sin modales. — ella no parecía para nada molesta, pues charlaba animada con las otras dos chicas. —por eso le dije que era mejor si ocupaba su puesto, el de empleado y al regresar a Beijing, será despedida. Ha hecho cosas que no le perdono a nadie, menos a un empleado.
—No parece que tuviera mala intención, o eso creo —dije entre risas y la dama me siguió —pero la conozco lo suficiente, para saber que no se da por vencida. —Meiyin asintió y miró hacia ella.
Desconocía que le hizo a la mujer, tampoco hacía falta enterarme. Nada bueno a juzgar por lo que recordaba de ella. No era nadie para juzgarla, yo tenía mi pasado, en mi caso, fue mi hijo que me hizo cambiar y me motivó ser para él un ejemplo.
—Creo que se cansó de ser despreciada por su esposo ¿Sabía que lo ha perseguido y él despreciado muchas veces?
—No.—dude y la mujer sonrió. — pero no me extraña, perdió demasiado por perseguir a Kurn.
Conocia por terceros la estupidez que había cometido y no quería estar en sus zapatos, despreciar el amor de Antonio por perseguir una ilusión. En este punto de mi vida, desconocía que me hizo a mi especial, porque hoy día vivía conmigo y conformó un hogar. El hombre que conocí hace años, no era capaz de nada de lo que había hecho por mí, en mi mente, pasaron todas cosas que había hecho, desde darme un empleo, casa y cuidar de mi hijo defenderlo de ese infeliz, recuperar las tierras y darlas a mi nombre, casarse conmigo solo para que perdiera a mi hijo, rescatarme de ese secuestro, etc.
Maya tenía razón, no me lo había dicho, pero si demostrado, amó a Enrico desde casi el primer día y hoy por hoy no lo había desplazado. Alcé la vista hacia él y lo vi mirar en mi dirección, era como si nada más estuviera frente a él yo, sus ojos risueños y coquetos ya no miraban al grupo de chicas y coqueteaba, el solo miraba en mi dirección.
—Confieso que su esposo no me caía bien, la manera de usar a las chicas era... Terrible. —Hizo una pausa y vi a Kurn atento a nosotras, pero Xiao lo entretenía en su labor —Pero soy de aceptar cuando alguien cambia, su esposo parece otro hombre. Por lo menos en lo que refiere a las mujeres, eso demuestra que usted es una gran mujer y que tiene el cielo ganado... Pocas mujeres logran que cambiar tanto a un hombre como él.
—No creo sea especial, más bien suerte.
—Lo dudo, solo un hombre enamorado mira de la manera en que la mira en este momento.
Sonreí como respuesta, negando la bebida que me ofrecían, desconocía a qué reunión iría, Kurn me dijo que estuviera lista y que el chófer pasaría por mí, el resto del viaje fue más animado. Pude darme cuenta que la esposa de Xiao miraba a Georgiana y que esta tenía la vista fija en su esposo.
Asi que por eso la querían por fuera.
La voz del capitán indicando que habíamos llegado y el nombre del lugar me hizo ver a mi esposo.
—¿Sicilia? —pregunté y el asintió.
— Si señora, desde este instante y durante diez días, está usted secuestrada y en su luna de miel oficial, tengo que culminar unas cosas y que mejor compañía que mi esposa. —abrí los labios para poder decir algo, mientras el ajustaba mi cinturón y volvía a su puesto tranquilamente.
Diez días... Sin mis bebés...
—Los niños estarán bien —dijo luego de unos minutos de silencio y mirándome se reojo —¿Tan mala compañía soy?
—No es eso Kurn...
—Solo quiero pasar un tiempo a solas con la mujer de mis pesadillas... Fantasías perdón. —lo golpeé con fuerza y lo vi reír divertido —te va a gustar preciosa, no te preocupes y solo son cinco días...
—Encantador — murmuró Georgiana y la observé en silencio—¿Quién cuidará de tus niños mientras trabajas? No puedes perseguir a tu esposo por siempre, si haces eso descuidaras a tus hijos, creí que eras madre antes que mujer.
— Y lo es —fue Kurn el que respondió —Reduciremos los viajes, tampoco me gusta la idea de estar lejos de mis hijos y sé que ella no puede estar cerca de mí.
Un comentario que, si bien no gusto a Gio, si la hizo callar, pues no dijo nada más, había descubierto que ignorarla era el peor de las ofensas para ella, eso y la atención de mi esposo hacia mí la ponían roja de la rabia.
—¿Qué quieres decir? Pensé que retomaría mi trabajo —dije porque, si bien sentía temor en regresar. Por lo menos que me quisiera cerca de él e indicaba que aún me quería cerca.
—Asi será esta será su prueba, Luciano se encargará de la mayor parte de los viajes y las pocas veces que tenga que salir… — se levantó y me dio su mano sin dejar de reír —en adelante no irá como mi asistente (aunque hará también esas funciones), será presentada como mi esposa... El señor y la señora Tomasevic. —concluyó.
Tomé su mano y me incorporé, mientras pensaba que o bien el ya no me era infiel o había cambiado su táctica. Una vez fuera, marcamos a casa y nos dijeron que los niños estaban bastantes tranquilos. Por el momento, no habían llorado y su abuela esperaba que siguiera de esa manera.
(...)
Esa primera noche ambos fuimos invitados a una fiesta de compromiso, el motivo de estar a allí era la venta de un hotel a Xiao y la compra de un caballo para Raymond Bradford. El alivio de no ver los movimientos de las mujeres con mi esposo de antes era obvio. Aunque era consciente, que no era tan bruto como para no hacerlo delante de mí.
—¿A dónde vas? —me pregunta al ver que me alejó de su abrazó y sonrió, regresando a él y besándolo.
—Al tocador, no demoro —respondo y le dice a Deán que me siga. — creo que algo me hizo mal, —le indico a Deán y me mira con horror.
—Hay que llevarla a la clínica señora —niego, porque sé que es algo pasajero.
—No, es nada de cuidado, creo que fue el sol —asiente, pero sin mucha confianza.
—Estaré afuera señora, si se siente mal solo dígalo, no quiero pleitos con mi jefe —sonreí al sentir el miedo en su voz y este me miró serio — aún tenemos la imagen de lo que sufrió con usted en la clínica y no es algo que nos guste recordar... Jamás lo vi llorar así y no es agradable.
—¿Bromeas? —pregunté y negó.
Guardé silencio porque ese descubrimiento me dejó con una sensación extraña en mi cuerpo, su madre había hablado algo parecido. Kurn y yo no habíamos tocado ese tema, con Sila en prisión por 20 años, dejamos esa época enterrada y sin tocarla. Entré al tocador y me eché agua en mi rostro. Sentía el calor en todo mi cuerpo mi piel ardía y solo había pasado una tarde en la playa.
Busqué dentro de mí bolsa, la crema humectante y encontrar lo que buscaba me dispuse a untármelo, cuando cuatro chicas entraron. Una de ellas lloraba, tenía el cabello oscuro y sus ojos azules rojos, producto quizás del llanto. La observaba por el espejo y mientras sus compañeras intentaban consolarla. Aún sentía la incomodidad en mi cuerpo, pero no podía salir así. Kurn me llevaría a algún hospital y sabía que todo se debía a mucho sol de mi parte, mi piel no estaba acostumbrada eso.
—¿Quieres calmarte? —decía la que imaginaba era la líder del grupo —Tampoco es para tanto.
—¿Qué no es para tanto? —decía una segunda y resopló —¡le entregó esa nota a Alonzo!
—¡Tiene esposa! Y tu un prometido ¿Qué haces pasándole el número de tu móvil? Ya lo habías escuchado decir a Alonzo que tenía esposa e hijos —sonreí al entender el motivo del llanto de la chica.
Hace unos diez años atrás, ese era mi mayor problema, estar enamorada de alguien que no me correspondía. Después tener que enamorar a alguien que solo veía como un hermano mayor, luego de eso Anrow, un hombre que podría decir fue por completo mio, pero celoso, posesivo y tóxico.
—Alonzo dijo no poder continuar, jamás me perdonara... —lloriqueaba la mujer, Alonzo era un hombre muy inteligente —Dios me sentí ridícula, se supuse que el tipo es un don Juan… ¡No sean hipócritas! Todas querían hacer lo mismo…
—Con la novedad que nosotras somos solteras y… —dijo una de ellas haciendo una pausa, mirando hacia mí y sonriéndome —nos frenó cuando dijo amar a su esposa y todo lo demás…
—Fuiste muy estúpida Tamara —canturreo una de sus amigas —ahora solo espera un milagro para que Alonzo olvide este día y que te crea esa historia que ese turco te pidió el número de teléfono…
—Sabemos que eso fuiste tú la que insististe en que el recibiera ese número, pero no diremos la verdad.
Me quedé un instante procesando esa información, él pudo rechazarla por encontrarme con él. Aunque en años anteriores, sólo la citada en otro lugar, país o hasta continente, con tal de estar con esa dama. Alguien tocó a la puerta del tocador y todas ella se quedaron viendo entre sí. Fue la mujer que lloraba la que se acercó y al abrirla, la vi reír y seguidamente la voz de mi esposo dirigirse a ella.
(…)
—Tu esposa es muy hermosa —dijo Alonzo al hombre que tenía frente a él.
—Gracias Alonzo, tu prometida también —confesó y pudo ver el rostro del hombre tensarse —esa época acabo Alonzo, soy un hombre nuevo, tengo esposa, mis hijos a quienes amo y no deseo hacerlos sufrir
—No sé porque no te creo —ante eso el hombre soltó una risa fuerte y un mesero le entregó un papel.
—Esto es para usted —le dijo y tomó el papel en sus manos.
—¿Un hombre nuevo? —preguntó el hombre a su lado y al leer la nota, soltó todo el aire. —¿De quién es? ¿Alguna victima?
No podía evitar ver a las mujeres ahora con ojos de padre, imaginar que así sería su Maissa, podría ser ella la que, a futuro, estaría en una situación así. Desde que supo de la existencia de su hija, empezó a darse cuenta de lo que hacía, de despreciar ese gesto y asi mismo por todo cuanto había hecho.
Ser el hombre que le gustaría que su hija se encontrara como pareja de vida, se había convertido en su meta. El amor a su esposa e hijos, también le sirvió para cambiar, la sensación de perderla en ese quirófano aquella vez, fue lo suficiente para entender que no quería a nadie más en su cama o en su vida que a Dilcia. Fueron muchas cosas las que lo llevaron a cambiar, no supo cuando empezó, fue algo lento y progresivo. Fue quizás el secuestro lo que podría decir marcó en él, un antes y un después.
—No sé, es solo un numero —respondió arrugando el papel y tirándolo en la cesta más cercana — quiero a mi esposa Alonzo, me di cuenta de ello el día del secuestro o quizás mucho antes —habló fuerte y consciente que era escuchado por el grupo de chicas y el hombre que se comprometía justo ese día le miró en silencio. —ser un hombre nuevo para ella y mis hijos, es mi prioridad.
—Veo que no bromeas —negó y su amigo sonreía, pero tenía la vista fija en la cesta —¿De quién es? —insistió señalando la cesta.
—Solo es el número de teléfono más esa época quedó atrás —le respondió dando media vuelta.
Había decidido que si la ausencia de su esposa en años anteriores le ayudaba a conquistar. Tenerla cerca de él en estos momentos, hacia el efecto contrario, demostrar a todas que era un hombre felizmente casado, las haría alejarse de él.
Solo que parecía enviar el mensaje incorrecto...
Habló varios minutos con varios del lugar, era bastante conocido por el hotel que tenía allí, en donde solía llevar alguna que otra mujer. Alonzo parecía discutir con su prometida y Kurn miró en su dirección con cautela, creía que la dueña del numero era la rubia alta, jamás el pelo negro. Eso no cambiaba su decisión, pero si el lugar en donde arrojar esa nota, Alonzo era un gran amigo y no quería conflictos con él. Una mirada a la hora le dijo que su esposa se estaba demorando, así que fue en su búsqueda. Encontrando a Deán en la puerta y observando el sitio preocupado.
—Aún no sale de allí señor, no hay otra puerta —dijo al verle y miró el sitio con preocupación —me dijo que se sentía mal y que era el sol, pero lleva mucho tiempo allí. Un grupo de cuatro chicas y la prometida entraron, nadie más—asintió y miró de nuevo el sitio.
Tocó la puerta en vista que podrían estarle haciendo daño, si bien, Dilcia no era una mujer frágil, en grupo de cuatro era una clara desventaja, fue Támara precisamente quien le abrió y sus ojos se iluminaron, pensando que él hombre había cambiado de parecer.
—Mi esposa lleva treinta minutos dentro, solo quiero saber si aún está allí y si lo está, si se encuentra bien — la sonrisa de la chica se esfumó
Kurn respiraba aliviado al verla detrás del grupo y estas por su parte ver con curiosidad a la dama que las acompañaba desde hace rato. Si bien, era claro que era alguien distinguido, la mujer no llevaba joyas finas o costosas, como creían ellas que debía tener la esposa de tan distinguido hombre. Fue el rostro del hombre iluminarse al ver a su mujer, quizás las repuesta que Támara necesitaba para entender que no fue despreciada por su físico. Kurn Tomasevic amaba a su esposa y su rostro al verla bien, fue suficiente para darse cuenta de ello.
—¿Todo bien? —lo escucharon preguntar a la mujer y ella asintió tomando la mano que le sostenía. —mil disculpas por la molestia, que tengan buena velada. — dijo a todas sonriendo.
Ese acto ocasionó en todo el efecto que solía ocurrir siempre y que en años anteriores él hubiera aprovechado. Solo que, en este instante, el solo tenía ojos para su esposa. Preocupado por sus mejillas rojizas y al calor que despedía todo su cuerpo.
—Mucho sol, debí prever que esto sucedería —habló para calmar a su esposo que se notaba preocupado.
—Mejor te llevó a la clínica...
—No es necesario Kurn, ya me siento mejor ¿Podemos pasar un rato por la playa?
—A dónde la señora diga iremos esta noche —le respondió abrazándola a él...
Mientras paseaban ambos el hombre se dio cuenta porque la amaba, solo bastaba que ella lo viera para que sus ojos se iluminaran. Jamás nadie lo había visto de la manera en que ella lo veía, como si fuera el mejor hombre del mundo. Ella por su parte entendía, que su esposo no era dado al romanticismo, flores o chocolates y que no se había enamorado de un hombre así. Pero que lo amaba con todo y sus defectos, era una realidad con la que tenía que vivir.
—Hablé con mamá — dijo al caminar por la playa y ver la puesta de sol — una demostración vale más que miles de frases cursis — dijo instalándose a frente a ella —no importa si lo digo y al dar la espalda lo olvido, pero una acción vale más que mil frases. Eres la persona más importante en mi vida, por quien estoy dispuesto a morir y a abandonar todo cuanto tengo, honestamente, pensé que lo tenías claro.
—Me seguías siendo infiel, el que ama no daña — le confesó y el asintió.
—Eres mi cielo y mi infierno Dilcia, tú tienes la oportunidad, y las armas para destruirme... con solo alejarte de mí lo harías. — le dice y la hace verlo, pues sus ojos estaban fijos en el mar, para que no la viera llorar.
—¿Eso es un te amo? —le pregunta y el solo la mira en silencio.
—Son solo dos palabras Dilcia, las digo en este instante y me llevará algunos segundos, pero… toda una vida demostrártelo, esto apenas empieza… ¿Quieres escucharla o que te lo demuestre de aquí a la eternidad? —no respondió, rápidamente demoró un instante, pensando la respuesta.
—No quiero compartirte, sé que te dije inicialmente que no me importaba, pero descubrí que si me importa… y mucho. Hablaste de temer que yo exigiría más de lo que estabas dispuesto a dar…
—Estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti, porque lo vales, no quiero a nadie más en mi cama y en mi vida… solo a ti. — empezó a decirle y la abrazó a él. —Eres casi un ángel para mí, estoy dispuesto a lo que sea por ti solo pídelo… dime ¿Qué quieres que haga para que sepas que no miento?
—Amarme —le respondió sonriente al ver que él se alejaba para esperar la respuesta.
—Eso lo hago desde hace más de ocho años señora mía y descubrí que amarla es bastante fácil. Todo cuanto deje a otras, carece de importancia para mí en este instante. No hay sacrificios en serle fiel, en la salud y en la enfermedad, en la tristeza y en la alegría…
—Hasta que la muerte nos separe.
—Incluso más alla de la muerte Dilcia —le interrumpe —alguien me dijo que alguna vez que los sentimientos pueden traspasar el tiempo y la misma muerte… en ese entonces no le creí, hoy pienso diferente.
—Interesante, es una manera extraña de decir te amo Kurn —se quejó.
—¡Demándame! —esa respuesta la trasportó a otra época.
—Un yate —dijo al ver que este se acercaba a un muelle y que el solo sonreía al verla a ella intentar leer el nombre —Mi- amada- Dilcia —terminó de leer. —¿Eres extraño sabes? — le dice mirándolo y en respuesta solo se alzó de hombros.
—No es mio, solo lo alquilé no necesitamos un yate y el nombre es removible … tenemos aún siete días, solo tú, yo y el mar ¿Qué dices? —que le gustaría que los niños estuvieran allí pensó —¿Cuatro días y el resto en casa? —preguntó.
—¿Estas negociando?
—Soy un hombre de negocios y jamás pierdo —le respondió.
—Es bueno saberlo, no lohabia notado… entonces cuatro días y luego a casa señor Tomasevic ¿Cuando dices que empezaras a demostrar?...
—Creo que empecé hace cuatro años calentado, pero ... desde este instante es oficial —le dice tomandola de las manos —verá lo diligente que soy, cuando me propongo un meta....
FIN.
Un millón de gracias por el apoyo, es para mí una gran sorpresa, ver que esta historia les ha gustado tanto. Desde mi humilde hogar, les mando muchos abrazos y miles de agradecimiento, por la paciencia que me tienen por mi ortografía y errores. Estaré editando desde este instante.
Se les quiere y gracias por leerme.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro