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Capítulo 2

— Lamento informar que el señor Bertucci, su padre, ha contado una historia muy distinta a la suya. — mi instinto me hizo apretar a mi hijo a mi pecho, pues sabía lo que eso significaba.

— Les dije la verdad, lo juro, yo jamás participé en el accidente de Neall y de Luciana, si soy culpable de algo es de callar. — hice una pausa y miré al hombre, intentando encontrar compasión en él — también le dije mis motivos por los que guardé, mi padre amenazó con quitarme a mi bebé.

— Créame que me gustaría poder ayudarles, pero nuestro deber es investigar ambas declaraciones — entendía, el problema era que mientras eso ocurría podrían quitarme a Enrico.

—¿Estoy... en problemas? — tartamudeé, la mirada lastimera que nos dio me lo dijo todo.

Se levantó de la silla y me tomó de los hombros, alejándome del bullicio de la estación. Caminé en silencio, supe lo que me diría era delicado o en su defecto meterlo en problemas. Una vez afuera del edificio caminó hacia un vendedor de helado y pidió uno.

— Ten campeón — le dijo entregándole a mi hijo y lo bajé al ver sus ojos iluminarse por el cono de colores.

Era curioso como a esa edad, algo que costaba poco podría causar felicidad y alejarlo de la realidad. Guardamos silencio hasta que lo vimos escalar a una banca y allí sentarse disfrutar de su regalo.

— No te muevas de allí — le advertí y me mostró sus blancos dientes, miré de nuevo al oficial y que mira a mi hijo antes de dirigirse a mí.

— Usted tendría que estar bajo arresto, su hijo pasaría a manos de servicio social — aguanté la respiración mientras me llevé una mano en mi pecho. — Sus padres fueron claros en que no se hará cargo a él, declararon que usted no era una buena madre... Aun si su situación se arregla, usted puede perder a su hijo.

— Ellos... Me están cobrando haberles delatado. Enrico... Jamás he sido una mala madre.

—Le creo, señora, por eso mismo le estoy advirtiendo, necesitará de un buen abogado. — se quitó el gorro de su cabeza, me miró y luego a mi hijo. —haré como su usted no llegó, busqué un buen abogado y regrese. Le aseguro que será una buena decisión, mañana, ya está oscureciendo y no es bueno que este por allí sola.

Le di las gracias y fui en búsqueda de mi bebé, tenía que sacar el dinero que me había dejado Anrow, para pagar el abogado y ello significaba que no tendría como sustituir los primeros meses. ¿En qué momento mi situación fue tan precaria?

Enamorarme de Anrow, fue mi primer error, lo amaba y pensé que ese sentimiento tan nuevo para mí era recíproco. Jamás imaginé que no se acercó porque le gustara, él me confundió con la novia de Neall, un amigo de la familia e hijo del socio de mi padre.

En esa época, no tenía idea de nada, lo supe tiempo de después y cuando ya había dado a luz. Le dije ilusionada que estaba por mi embarazo, solo que mi ilusión no era la suya. Ese bebé dañaría sus planes y él no podía como mantenemos, algo que descubrí era mentira. Papá, si podía y fui donde él, le dije que estaba en embarazo.

Se alegró él y mamá, pues creyeron que era de Neall, hijo de los propietarios de la empresa de moda más importante del país. Yo había tenido una relación de adolescente con él, pero nunca llegó a prosperar al darnos cuenta de que nos veíamos como hermanos.

Papá se negó a ayudarnos a Anrow y a mí, me dijo que era la vergüenza para ellos. En adelante mi vida cambió, tanto como mi cuerpo por mi embarazo.

Una mala fortuna quiso un día que me encontrara a Neall borracho e intentando conducir su auto. Lo llevé a casa inconsciente, allí inició lo que me tiene en este estado. Desde ese día a Neall se le hizo pensar que se había acostado conmigo y más de un mes después que estaba en embarazo.

Sacar del camino a Luciana, la novia de Neall fue fácil, llegué donde Jeder (madre de Neall), le dije entre lágrimas que estaba en embarazo y su hijo no quería hacerse cargo. En adelante me ayudó, no solo a decirme donde estaba con la chica, también a insistir en el compromiso e incluso en publicarlo en la prensa para obligarlo a ceder. Todo esto con el apoyo del padre de mi hijo, quien estaba demasiado feliz por el plan de papá.

— Tengo hambre mami — la infantil voz me hizo salir el estupor que los recuerdos hacían en mí.

— Ya vamos a comer, ve pensando en que quieres — pastas, me diría, creí sonriente y metiendo la tarjeta en la ranura.

Bloqueada.

Solté el aire y dejé a mi bebé en el suelo y busqué el resto de las tarjetas, una a una la máquina la fue rechazando. Mi niño estaba pegado a mis piernas, tenía frío desde esta mañana que habíamos salido en búsqueda de Neall, no habíamos regresado al hotel.

Mis padres me habían bloqueado todas mis cuentas, cuando estimé que mi vida no podía ser peor o ellos caer tan bajo. Mi pecado fue decir la verdad, a las autoridades y con eso no solo cabe mi propia tumba, también la de mis padres.

Anrow me dijo la última vez, si desaparecía por más de diez días fuera a las autoridades, dijera todo lo que sabía y me fuera del país. Incluso me dio documentos con otro nombre a mí y a mi hijo para hacerlo. Lo estaban persiguiendo, si lograba solucionar vendría por nosotros, si no era así lo hiciera yo.

Caminé por algunas horas sin rumbo aparente, no tenía como pagar el hotel, Neall no me ayudaría, me advirtió, lo haría si yo no tenía problemas con la justicia. Sin saber qué camino tomar, empecé a deambular por las calles con mi hijo en brazos y llorando.

— Mami ya no tengo hambre, no llores — el ruego de mi hijo no hizo más que aumentar mi dolor.

No supe cuánto había caminado hasta que divisé el río Támesis y la majestuosidad del puente que lo cruzaba y caminé hacia él. No tenía más salidas, no las encontraba, mi padre me había cerrado las puestas de mis amigos y había iniciado el proceso para quitarme su apellido.

Eso no solo me convertiría en una bastarda, también me llevaba a la ruina. Sabía lo que sus influencias causaban, él había sido el causante del boicot que había sufrido el hermano mayor de Luciana en la empresa que dirigía.

— Vamos a volar mami —dijo mi bebé al verme cruzar las barreras del puente. — cómo Superman — dijo abriendo los brazos y sonriendo.

La brisa de la noche golpeaba mis mejillas y se instalaba en mis huesos. Mis viseras ardían, no había comido desde el día anterior, me encargaba de que él comiera, yo no pasaba bocado. El viento removía su cabellera rubia y un instante me miró, con esos ojos azules hermosos iluminados.

La inocencia de la niñez.

— Te amo mami — dijo cuando yo ya soltaba la mano de la baranda y cerraba los ojos.

Cruzaba el puente a toda velocidad, tenía una reunión en unas horas y para variar no tenía Intérprete. Era increíble que, ninguno me diera la talla y la única que lo hizo quiso cazarme.

Sí, con Z.

Metí el pie en los frenos al ver una tela blanca y ondeando al viento. La primera impresión fue que era un fantasma, aunque no era muy creyente a esas cosas. Había algunas vistas por mí, que escapaban a toda lógica, detuve mis pensamientos al notar al niño con los brazos abiertos. Acerqué lentamente el auto y observé que era una mujer de cabello rubio y un niño rubio.

Me bajé apresurado, esas imágenes golpeaban mi interior y me hacían revivir una época enterrada en mis recuerdos. Mi respiración era irregular, el recuerdo llegó más vivo que nunca. El rostro de felicidad de ese niño contrastaba con el de dolor de esa madre.

Recordé 35 años atrás a Maissa y Akram Kaya, hoy Maya y Kurn Tomasevic, en otra ciudad, época, mismo dolor y desgracia. La mujer tiene un rostro triste y ternura. Escuché las palabras del niño "Te Amo mami" y a ella soltar sus manos.

— ¡No lo haga! — le dije al tiempo la tomaba por la cintura.

Ahogó una exclamación, no sé si del susto o alivio, quería creer que era lo segundo. Por un momento, ninguno de los dos habló, desconocía sus problemas. La experiencia me decía que debía ser algo delicado, agotó todos los recursos y este fue el que el último.

— Nunca podrá entender. — habla en medio del llanto, pero suspiré al ver que se tomaba de nuevo al puente.

— ¡Inténtelo! — rogué, pese a ser un hombre que lo hacía a nadie. — le prometo no cuestionarla, y buscaremos una solución. No está sola, ya no lo está.

Esas frases llegarían a ella, mi madre me decía que era lo que siempre esperó escuchar. La sentí suspirar antes de empezar a narrarme su desdicha, el mundo era un pañuelo. Tenía ante mí a la persona que causó la separación de Neall y Luciana.

— Bajé de allí — ordené al terminar ella su relato.

No entendía como lo hizo la primera vez sola y ahora con mi ayuda no lo lograba. La levanté en brazos con unos ojos celestes en un rostro curioso mirándome sin pudor alguno, el pequeño en silencio no me perdía de vista. Me sorprendió lo liviana que era, al dejarla en el suelo y toné era muy joven.

— ¿Tienes hambre? — pregunté al pequeño, por curiosidad y saber qué tan similar era esa historia a la que yo conocía. El pequeño solo miró a su madre con ansiedad.

— Yo sí, mejor entrar el niño se puede enfermar.

— Enrico — corrigió el pequeño, no pude evitar sonreír.

— Bien. Señora, acompáñeme y buscaremos solución a ese problema suyo — le abrí las puertas del auto y no se separó de su hijo.

Ambos iban abrazados como si fueran una solo, era quizás el vínculo que siempre busqué en mis dos matrimonios. La lealtad y el amor que Maissa Kaya tuvo con su hijo Akram. Sacudí la cabeza para alejar mis pensamientos y empecé a marcar en búsqueda del intérprete.

—Yo puedo ayudarle. — dijo ella y miré unos instantes su rostro con curiosidad.

Iba bien vestida, sus ojos tenían un tono extraño, algunas veces azules y otras grises, sin duda un único a su redondeado rostro. En este momento se mordía el labio nervioso y supe que mi escrutinio la estaba incomodando.

— Aún no sabe para qué idioma. — respondí — pero sería de ayuda si usted hablara alemán.

— Alemán, francés, italiano, español, un poco de mandarín. — respondió sin dejar de ver la vía — y el inglés, por supuesto.


— Por supuesto — dije respondiendo a su sonrisa. — entonces, pedimos algo en el hotel mientras el niño come... Usted y yo hacemos negocios ¿Le parece?

— No me acostaré con usted. — me advirtió, una amenazaba cargada de miedo al ver cómo apretaba a su hijo.

— Jamás humillaría a alguien que está en la misma condición que estuvo mi madre. — le dije deteniendo el auto en el hotel y bajándome.

Le entregué las llaves al hombre que me abrió las puertas y giré para ayudarla a ella a salir, pero está ya estabas fuera. Fuimos directo a recepción y pedí una habitación para la mujer y su hijo, pero no había.

— Lo siento señor Tomasevic, en cuanto podamos solucionarle...

— Para mañana a más tardar o me iré a otro lugar. — amenacé.

Una vez arriba y tras haber solicitado el servicio de habilitación, este llegó minutos después. Decidí esperar a que madre e hijo comieran, pues el pequeño se negaba a comer si su madre no lo hacía. Mientras tanto hice algunas llamadas, encontrando donde estaba alojada y pedí a los de seguridad que recogieran su equipaje y lo traían en estos momentos. Habían pasado quizás 30 minutos desde que habíamos llegado.

— Estaremos bien Neall, no te preocupes por nosotros — escuché decir y al girar la vi al teléfono. — Gracias por todo.

— Alguien sacó mis cosas del hotel, mis cuentas la bloquearon y servicio al menor me quiere quitar a mi hijo... ¿Qué será mañana? —ella hablaba consigo misma, aun así, quise calmarla.

— Necesita un abogado, en cuanto a su equipaje lo trae uno de mis hombres en este momento. — Mencione sentándome frente a ella. — ¿Qué nombre tienen los documentos que su esposo le dejó?

— Dilcia y Enrico Spencer, no quiso cambiarle el nombre para no confundirlo. — asentí sin dejar de mirar al niño que, tenía en sus manos un muslo que mordía con ganas.

— Bien, Dilcia, esto es lo que haremos — empecé a decir — yo le prometo cuidar a su hijo, darle educación un hogar seguro... Y usted trabaja para mí.

— ¿Haciendo qué? — habló seca y me alejé de ella, que mi actitud no fuera beligerante.

— Por el momento mi intérprete — aclaré— cuando lleguemos a América, miramos las condiciones de su contrato y alojamiento.

— No puedo salir del país — me interrumpió y miré al niño, ella necesitaría permiso, tenía razón — tengo el documento legal donde su padre renuncia a su custodia. Es el proceso legal, el del problema, papá asegura que yo ayudé.

— ¿Tiene como demostrarlo? —negó — ¿Algo más que su palabra?

— Anrow me dio algunas cosas... — con eso sería suficiente.

— Le pediré al padre de Neall, que me ayudé a que su hijo retiré la demanda en su contra. — empecé a decirle y vi como poco a poco su rostro se calmaba.

— Ya lo hizo, me dijo que el abogado suyo me ayudaría a solucionar mi problema — menos líos para mí y ella podría viajar rápidamente.

— Yo estaré aquí unos días, si en ese plazo aún no soluciona su problema viajará sola a América. El puesto es suyo, lo demás lo arreglamos en la marcha. — el niño cabeceaba en los brazos de su madre.

— Muchas gracias yo... me siento feliz por todo esto... Y Él puede dormir en el sillón, señor Tomasevic...

— Llámeme Kurn, estaremos casi todo el tiempo juntos, es mejor si nos llevamos bien. — le señalé la cama — déjelo allí, de todas maneras, yo rara vez duermo.

— ¿A qué hora tiene la reunión? — miré la hora y suspiré... Ya. Caminé hacia la laptop y la encendí, con ella a un lado. — No necesito estar cerca a usted, mi voz se escuchará y le dará mayor privacidad a su reunión. — alcé una ceja y la miré unos instantes y se encogió de hombros — ya he hecho esto con mi padre.

— Digamos que este es su prueba... ¿Lista? — la vi asentir y sentarse a un lado del escritorio.

— Gracias por todo lo que ha hecho por mi hijo Señor Kurn. No me alcanzará la vida para agradecerle. — no le respondí.

Solo la miré y asentí, quizás fueron ellos los que me hicieron un favor a mí al hacerme recordar de dónde venía. Era bueno de vez en cuando recordarlo, para no perder el norte.

— Me agradece cuando esté instalada en América, antes no. — le respondí segundos antes de empezar la videollamada. 

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