Capítulo 15
Detrás de la clínica habían encontrado rastros de sangre, consistente con el tipo de sangre de Ali, sin encontrar su cuerpo, eso nos decía que quizás el hombre no era culpable, fue emboscado, herido y de esa manera lograron llevarse a Dilcia. Era una de las teorías, la otra que dejaron eso allí, para despistar. Después de la primera semana sin saber nada de ella, hubo que pedir ayuda a la policía.
Hoy dos meses después seguían sin tener noticias de ella y de Enrico, solo que no habían abandonado la ciudad, ni por medio terrestre o aéreo. Tampoco por vía ilegal, tenía cerrado todos los blancos, pagando una verdadera fortuna solo si me avisaban por donde pasarían. Seguía sin saber o entender, porque se equivocó de puente y eso quizás era de las cosas que más me frustraba. Si lo dijo, era porque creía que yo lograría entender.
—Señor, la señorita Georgiana lo busca... —dice la secretaria entrando a la oficina y niego.
—Dígale que no tengo tiempo—ordené
La puerta se abre de forma violenta y levantó la vista para contemplar a la fastidiosa mujer. Suspiré pesadamente, mientras mi asistente la mira con rostro asesino.
—Me has estado esquivando por meses Kurn —habló instalándose en el centro de la oficina y la seguiría esquivando, pensé —¿Cómo es eso que quieres el dinero de vuelta? Pensé que teníamos un negocio...
—Uno en donde yo pongo diez y esos diez se convierten en 15, no en 8 o en 6 como está resultando. —hablé tranquilamente, pese al remolino de emociones que era en ese momento.
Llevaba dos meses sin saber nada de ella o del niño, no habían pedido rescate y eso me daba la seguridad que ella no saldría viva de ese secuestro. Si no era lucrativo, era por venganza y no dudaba en que Andrey quisiera vengarse de mi por todo lo que le quité.
—No hablo de ese negocio Kurn ¿Podrías retirarte? —le dice a la nueva asistente y está mira en mi dirección, pero sin moverse.
—Déjanos solos y llama Chang, dile que necesito hablar con él. — ordenó a la mujer que yace instalada en su puesto y cruzada de brazos. A Dilcia le gustara la actitud protectora de la mujer pensé con algo de melancolía.
—Como guste señor — sonrió al ver que mira a Georgiana de mal humor y murmura un "Descarada".
—No puedo creer que seas tan vacía y egoísta —digo sin invitarle a sentarse esta lo hace. —¿No consideras quizás que no quiera lidiar con tus tonterías? Mi familia siempre ha estado por encima de cualquier cosa y Dilcia es mi familia.
Se cruza de piernas y al hacerlo, me muestra gran parte de su muslo. Pero no tengo humor para nada, llevo días sin comer y menos dormir. La sensación de vacío y de caída libre que me embarga me hace perder el sueño y el apetito.
—Tengo que velar por mis intereses eso es para mí es muy importante, conmigo jamás tendrías ese problema —niego sin poder creer lo que me dice, pero ella parece no haber terminado —... yo que tú dudo que ella esté secuestrada. Estoy segura que está escondida en algún lugar y burlándose de cómo te tiene.
Diciendo eso, se ríe y me lanza un beso desde su puesto, intento controlar las ganas de sacarla de allí. Diciéndome que el poder que cree tener es porque yo mismo se lo di en algún momento y hoy día me pesa.
—Es hija de Enrico Bertucci y educada para timar y engañar... —sigue y esta vez sí decido hablar.
—Conozco a mi mujer Georgiana, pero te agradezco el resumen. —le interrumpo y en ese instante Chang, el jefe de seguridad entra en escena.
—¿Me llamaba señor? —habla quitándose la gorra, que se lleva a su pecho.
—Mira muy bien a la señorita —le señaló a Georgiana, quien lo mira orgullosa — Mariela, te pasara sus datos y te prohibido a ti o cualquiera que le des paso hacia mí.
—¿Tú no puedes hacerme esto Kurn? ...
—Tengo todo el derecho —le corrijo — En adelante, quiero tratar con tu padre, y solo para liquidar la sociedad...—le señaló a Georgiana y el hombre la toma por un brazo, la veo sacudirse y sé que no se irá en silencio —Escóltala a la salida y más te vale no me hagas escándalos y te largues sin hacer ruido.
—¿Crees que la conoces? —habla al liberarse y camina hacia mí, pero Chang se lo impide.
—¿Tu sí? —respondo y sonrió —¿Eres mejor que ella? Dejaste a un buen hombre, por follar conmigo y porque creyeron, tú y tu padre encontrar a la gallina de los huevos de oro.
La veo apretar sus manos y sus ojos se oscurecen, de lo único que estoy seguro es que ella no tuvo nada que ver con la desaparición de Dilcia y Enrico. Los padres de mi esposa tampoco tienen algo que ver y se han mostrado preocupados por su desaparición. Dijeron saber con quién estaba, siempre lo supieron y por eso jamás la buscaron. Algo difícil de creer, pero les daba el beneficio de la duda.
—Antonella Bertucci es una asesina, —arremete en su contra — igual que su padre, piénsalo. —insiste y la miró sin formular palabra—Llega a ti con esa historia que fue tirada a la calle, dispuesta a tirarse de un puente y con pasaporte con otro nombre...
—Sáquenla de mi vista —ordeno y me levanto de la silla.
La escuchó protestar, pero no di el frente, estaba inmerso en mis pensamientos y en el sentimiento agobiante que algo dentro de mí falta, tengo la sensación que estoy incompleto y vacío. Ella debió estar segura, su posible traición me hizo perder el norte. En otras circunstancias, hubiera notado todo con claridad, pero todo lo que tenía que ver con Dilcia me cegaba.
Hurgo en mi móvil y marco una vez más a su móvil. Había perdido la cuenta de cuantas llamadas he hecho, demasiadas para concluir que ese móvil estaba ya destruido. Las cámaras de seguridad los mostraban entrar a la clínica, pero jamás volver.
Decidí entonces llamar a Douglas, que se negaba a contestar mis llamadas, aunque sabía que hablaba con mamá. A ella le decía que no tenía nada que ver con lo sucedido con Dilcia y que su esposa tampoco. Pero mamá aseguraba que lo notó nervioso.
—Kurn, ¿Cómo estás hermano? —me dice y escucho su voz pausada y lenta.
—¿Tu qué crees? —le respondo —¿Dónde estás? mamá está preocupada por ti.
—Estoy bien Kurn ¿Sabes algo de tu esposa?
—No y tampoco del niño ¿Seguro Angy no tuvo que ver?
Silencio, escucho pasos y dedujo que es él alejándose de algo o alguien. Entonces entiendo, que está hablando en voz baja para no ser escuchado. Eso me emociona, pues ahora empiezo a tener esperanza que Douglas ha sido inocente todo este tiempo.
Es mi hermano y con todas nuestras diferencias lo quiero, así a veces tenga ganas de encerrarlo un buen tiempo para que madure de una vez por todas.
—Recuerdas lo que me decías ¿Cómo se derrotaba a un enemigo? — pregunta.
Convirtiéndose en su aliado, lo recordaba, pero, eso ¿Qué tenía que ver con él? En definitiva, cuando encontrara a mi mujer y a mis hijos iría por mi hermano y le haría si era posible un trasplante de cerebro.
—Lo recuerdo Douglas, solo te pido regreses y hablemos esto con mamá — dije y lo escuché reír.
—Nunca he sido útil, a nadie y esta vez quiero hacer algo por ti... Tú me has protegido y cuidado. —empieza a decir y no me gusta el camino que la conversación está tomando.
Douglas siempre ha sido sobreprotegido por mamá y papá, al morir este último eso aumentó. Convirtiéndolo en un hombre sin obligaciones o responsabilidades, la promesa hecha a mi padre en su lecho de muerte de cuidar de él, me llevó a terminar de dañarle.
—No tienes que hacer nada por mí, solo regresar y decirme todo lo que sabes. Necesitaré ayuda para ubicar a mi esposa y mis hijos Douglas, tus sobrinos. —insisto.
—Recuperaré tu dinero y sobre tu familia, en cuanto sepa algo importante te lo haré saber. Por ahora no confían en mí, porque me negué a algunas cosas...
—Douglas...
—Confía en mí Kurn, voy a recuperar tu dinero, lo juro. No te daré la cara hasta que no te haya devuelto el último centavo. —lo escuché hacer una pausa y luego habló más animado — Habla con Chernóbil, creo que esta en Estambul.
—¿Por qué me pides eso? ¿Qué sabes tú?
—Solo hazlo, Kurn... —diciendo esto último colgó.
(...)
Las siguientes horas fueron de ubicar al ucraniano y luego de concretar una cita y allí estaba. Tomé el maletín marrón y lo abrí, dentro de él dispuesta de manera ordenada treinta bolsas rojas y solté el aire. Me jugaría la última carta, pero lo tenía claro, mi esposa y mi hijo no pasarían el sexto mes de embarazo secuestrados.
—El Señor Jonás lo espera —dando la última mirada al maletín lo sierro con violencia y me levanto.
—¿Quiere que entre con y usted o le espero acá? —pregunta Deán.
—Me sentiré más seguro, si entras, no soy yo últimamente — mi empleado asiente, y no hace comentarios algo que le agradezco mucho.
Por primera vez estoy ante una situación que no se manejar, que el dinero que tengo no puede solucionar, entiendo entonces, que esa es la base de la desaparición de mi familia. El que sea que la retiene sabe que puedo comprar cualquier cosa, menos su libertad y solo porque él lo ha decidido, pero las reglas del juego puede cambiar.
Entramos, lo encontramos de pie, con una mirada a la puerta y una sonrisa. Nos señala la mesa de juntas que está al lado izquierdo de su oficina. Caminamos en esa dirección y una vez nos instalamos, una mujer entra con unas tazas en sus manos. En el escritorio, justo en el lugar en donde me dice debo sentarme están unos documentos.
Una mirada a ellos, me develan una realidad que me hace echar el cuerpo hacia atrás, descubro que es el resumen de su investigación y los datos del dinero que me hacían faltan. Abro los ojos con sorpresa al descubrir que aquello que Luciano descubrió, era sólo la punta del iceberg.
—Esto es una fortuna... —mascullo y el hombre de aspecto delgado, rostro esquelético asiente.
Pasa desapercibido en cualquier grupo, salvo quizás por su delgadez. Pero sé que es un hombre peligroso y capaz de lo que sea por dinero. Es el dueño de uno de los grupos de seguridad, el que siempre está conmigo y hace más de ocho años fue el jefe de Deán.
—Todas tus firmas fueron falsificadas y las de tu hermano unas cuantas —murmura y me observa con atención —¿Qué traes allí? —señala mi maletín y niego.
—¿Alguna idea de donde puede estar ese dinero? —preguntó por qué sé que no sólo se quedó en esa investigación.
—Connor Cook y Angy Tomasevic, creo que tu hermano también tiene alguna participación. —dice y asiento, pues sé que me tiene solución —En un mes lo tienes de vuelta.
Es mi turno de hablar, así que levanto el maletín y lo abro ante él. Deán permanece en silencio, fue el quien me dio la idea. Sacó una de las bolsas rojas de las treinta y las suelto en medio de la mesa. Veinte piedras caen en ella y una llega hasta los dedos del ucraniano, quien la toma entre sus dedos y la observa.
—Son treinta, veinte en cada una, si sabes contar y multiplicar sabrás cuánto dinero es. Serán para aquellos que me traigan a mí mujer y a mis dos hijos de vuelta… sanos, si los traen muertos no pagaré. —sonríe y sé que lo hace porque sabe ese maletín será suyo.
—¿Solo así de fácil? —niego porque eso no me es suficiente.
—Quiero a quienes la tienen secuestrada muertos, sin importar quienes sean. —sigo y me reconforta saber que mi hermano no tiene nada que ver —cada día que pase, una de estas bolsas será sacada de este maletín.
—Entiendo —dice y arrastra un poco las palabras, por su acento. — eso la hace más excitante, perdón si no te sigo atendiendo, pero... Tengo un maletín lleno de diamantes que ganarme.
—Esperaré noticias —le digo, Deán recoge las piedras y su es jefe le mira divertido.
—Te veo bien ¿Tienes todo lo que necesitas? ¿Sabes que puedes regresar cuando esté no te quiera más? — Deán sonríe y me mira unos instantes.
—¿Me dará días de descanso? —pregunta y mira el maletín —¿Esa propuesta puede ir para cualquiera?
—Los otros dos grupos ya lo saben, el que traiga a mi mujer de vuelta tiene el maletín. —respondo y Deán asiente.
—¿Me quitaras el honor de recuperar algo tan importante y especial para mi querido amigo como es su familia?
—Creí que lo hacías por los diamantes Jonás, perdón por desconfiar de ti —esa respuesta lo hace reír y ambos salimos de la oficina.
—¿Quieres esos días? —preguntó, por qué si hay alguien que se merece ganarlo es él.
—Me quedaré con usted, creo que Jonás logrará traerla... Es amigo de dios y del diablo —sonrió pese a mis complicaciones, eso resumía muy bien a Jonás. —alguien debe cuidar a la señora Maya ahora, además, me ahorro el arriendo, educación y comida. —sigue diciendo encogiéndose de hombros.
—Vivirás en la villa, norte cuando te pensiones Deán. —dije y se detuvo para verme unos instantes —no dejaré que los mejores amigos de mi hijo se vayan lejos.
Una llamada a Deán lo hace detenerse y me mira unos instantes, escucha sin formular un comentario, luego, cuelga y baja su rostro, un leve temblor ocupa todo mi cuerpo. Mientras espero que él diga algo, me veo con la necesidad de llorar, algo que hace muchos años deje de hacer. Kurn Tomasevic, se encargó que no tuviera motivos para hacerlo.
—Vamos a la morgue señor. —es todo lo que dice y en adelante, todo lo hago de manera mecánica.
(...)
—Le cortaron el pie izquierdo —dice el hombre.
Le había dicho que, me mostrará el pie izquierdo, tenía una cicatriz producto de ese día que quiso huir de mí. Tampoco tenía huellas dactilares o dientes, descubre el rostro y solo veo golpes. No hay un solo milímetro de piel, sana. Es solo un bulto de carne, lleno de magulladuras y con escaso cabello, me es imposible, saber si es ella o no, doy algunos pasos cerrando los ojos en el proceso y sacudiendo mi cabeza.
—¿Y bien? —me dice el miserable, de forma tan fría que me hace abrir los ojos y verle.
—No sé, —respondo cuando recupero el control de mi cuerpo —es difícil saber, si ese bulto de carne putrefacto es mi esposa o no —le gritó y él no se inmuta ante mi enojo.
—La señora está en embarazo —es Deán quien habla —cinco meses...
—Pudo abortar, eso no es una buena referencia. Por lo menos, no para este instante... Necesitaré, de varias horas para decirle si estuvo o no en embarazo. Esta el ADN, sus padres enviaran una muestra. Pero eso nos lleva una semana o quizás más.
—¿Cuánto quiere? —preguntó rápidamente, instalándome ante él y le hago verme.
—Jefe —interrumpe Deán interponiéndose y lo hago a un lado.
—Solo quiero saber si estuvo o no en embarazo recientemente... ¿Cuánto quiere?
—El problema no es de dinero señor Tomasevic, no me ofenda —el doctor, aunque nervioso, logra hablar con calma. —entiendo su situación, si me deja hacer mi trabajo... Antes que se acabe la tarde le tengo respuestas.
—¿En cinco horas? —le gritó y el retrocede.
—Eso saltándome todo el protocolo señor y no yendo a casa... Por favor ¡entiéndame! —me ruega.
—Bien, pero no me moveré de este lugar...
—Jefe...
—¡No me iré sin la maldita respuesta! —grito y todo mi cuerpo tiembla en el proceso —necesito que no sea ella, ese cuerpo no puede ser de ella... Es imposible… Dilcia y mis hijos están vivos, lo sé.
En ese instante caigo al piso y quiebro en pedazos, algo dentro de mí se destrozada por dentro. Fui levantado y llevado a la oficina, por ambos, lo que no logro mis gritos o mi dinero lo hicieron mis lágrimas y desesperación..
—Deme una hora señor, tome esto... —fue Deán que recibió la bebida.
Yo no podía recibir, hablar o decir algo más, solo quería que me dijeran que no era ella. Así podría tener aún la esperanza que ella vivía, que Enrico estaba bien. Llevaba el mismo vestido azul de ella, sus accesorios, el anillo de compromiso y el de bodas.
Todo indicaba que era mi Dilcia y eso hacía que pensara en que no la vería nunca más. No me retaría o se burlaría de mis enojos, no la vería desnuda en las mañanas contemplando el amanecer. Si era ella...
— ¿Dónde estaba Enrico? —le preguntó a Deán y me observa un instante antes de decir algo.
—Con su esposa, cuidándose mutuamente... Esa mujer no es la señora. —me dice y suspiro — se esmeraron mucho en ocultar las cosas que las harían fácilmente saber si era o no ella.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro