Capítulo 1
Sonreía Internamente al escuchar a la chica hablar con el asiático ¿Debí decirle que lo de intérprete era por fallas de pronunciación de mi parte y no porque no lo entendiera?
Quizás sí.
De hacerlo, perdería la esencia de lo que buscaba, al ocultar esos detalles. Mi intérprete se había enfermado y no pudo llegar a Londres, así que Georgio, me facilitó a su hija Georgiana.
¿Original no les parece?
Giorgio - Georgiana, una chica rubia, esbelta y de cuerpo hermoso, en estos momentos hablaba con el ojo rasgado, mientras yo fingía escuchar el hombre que tocaba Jazz en este momento. La conversación iba más o menos así:
— Eres demasiado joven y bonita para estar con un hombre como Kurn — menciona Xiao a Georgiana y esta sonría feliz.
Muerdo mi habano y aplaudí al hombre frente a mí, conducta que es imitado por los demás. Los placeres de ser un zorro viejo y haber recibido golpes, la mejor manera que tiene la vida de enseñarte. Escuchando al saxofonista mientras me carcomía la curiosidad de la respuesta que daría.
— Tiene el mejor embellecedor, su abultada cuenta bancaria. — responde la chica, sin dejar de ver en mi dirección — dice que toca excelente. —Aclara al ver que me la he quedado viendo, al no poder disimular mi mal humor.
Sí, claro, sonreí pese a lo irreal que era todo esto. Con todo, logré alzar la copa hacia ambos y me imitaron. Regresé la atención, al músico, mis dedos se crisparon alrededor de mi copa. Odiaba las traiciones de donde estas vinieran y las cobraba sin importar el traidor. En el mundo en que me tocó surgir era así y me alegraba de ello.
— ¿Tu padre me dijo que estabas comprometida con un hijo de un vinicultor? — siguió la conversación, en esta ocasión por parte de la esposa del hombre, había de decir, indignada. — El hombre es un grosero, aun así, no se merece que se refieran a él en esos términos. Es deshonesto.
— Si supiera las propuestas que me ha hecho... —se excusa —y que he negado — se defendió. — soy una mujer comprometida.
— Pensé que serias la tercera esposa Tomasevic.
— Lo he pensado, jamás me conformaré con menos que un compromiso... Un mes conmigo y lo tendría comiendo de mi mano.
—Lo dudo —replica el hombre — es un zorro viejo, jamás podrás cazarlo, aunque he visto cómo te mira.
— Tengo mis trucos y le aseguro que sabría cómo emplearlo—se mofa con suficiencia— con Antonio sirvió... no puedo terminar con él— sin tener algo seguro, imagino.
Pobre hombre, alguien debería decirle la clase de mujer que tiene. Tendría que existir en todo Londres un ser humano con las agallas para hacerlo. Aún no era el momento, faltaban muchas cosas para que esa información llegara a los D'angelo. La presencia de su padre al sentarse al lado mio hizo imposible seguir escuchando. Esperaba respuestas, que sería positiva, pero lo dicho por su hija minutos antes hizo reflexionar y cambiar las reglas del juego.
— No quiero presionarte, sé que me dijiste que necesitabas tiempo para pensarlo. — asentí, sin dejar ver al hombre que tocaba y captando rastros del comentario de Xiao
— En esos momentos su padre está buscando un mejor futuro para usted.—le comenta a mi intérprete que de repente se nota incómoda— he leído, su prometido no está bien en economía y los negocios de su padre no funcionan — en silencio que siguió minutos aumento mi buen humor.
— ¿De qué está hablando?
— De lo que todos aquí saben—réplica el asiático— su padre está en la ruina y busca una inversión extranjera...
Tomé el habano y miré al hombre que, aunque miraba al músico y su interpretación magistral, se notaba, no la estaba disfrutando. Era hora de aliviar su carga.
— Para eso estamos los amigos Giorgio ¿De cuánta inversión estamos hablando? — pregunté y me miró sorprendido.
— Es mucha Kurn...
— Me imagino, ¿Me darás algo como pago? — el coño de tu hija no, ese lo obtendré y gratis quiso decirle mi sonrisa.
Ese sería el escarmiento por pretender engañarme...
— Solo me gustaría que mi hija no supiera de nuestro trato y que sea ella quien se encargue — Perfecto, cada palabra me hacía las cosas más fáciles y me afirmaba lo que sospechaba.
— No creo que sea buena idea, está a punto de casarse...
— Esa boda es una locura, ella y Antonio están teniendo problemas, ese chico no está a nuestra altura.
— Aun así, tu puedes viajar y yo pediré los documentos. — lo que era cierto de alguna manera.
— Georgiana podría ir, tendría que poner alguna excusa. — hizo una pausa y lo dejé que fuera el que buscará las respuestas.
Eso haría todo más sencillo, era como si el mismo padre la colocara en mi cama, pero no como ellos pretendían — tú te llevas el documento firmado, firmas allí y mi hija lo trae.
— Podría ser, Luciano lo legaliza, estará acá unos días — pude decir que estaría a cargo, pero guardé silencio.
Me regía por un código de honor, no permitía que otro cayera de la misma manera que yo. Si podía evitar que eso no sucediera lo haría. Además, Luciano era uno de mis mejores empleados y sus hermanos regidos por una ética y moral única en estos tiempos.
— Gracias no encontraré como pagarte.
Tu hija sí...
— Son negocios Giorgio, no favores o caridad, — le advertí — no se te olvide y estoy dispuesto a hacer efectivo si no dan resultado. Me importa que quedes viviendo debajo de un puente, Kurn Tomasevic, jamás pierde.
Hice una leve inclinación de cabeza y salí al jardín del hotel. Envié un mensaje a Leónidas y guardé el móvil sin dejar de sonreír. Si mis cálculos no fallaban en pocos segundos, la dama estaría a mí...
— ¿Kurn?
¿Lado? Giré para encontrarme con la dama en cuestión, era bella, no había duda de eso. Pero le hacían falta mucho más que eso para que yo quisiera convertirse en mi esposa y más para presentarle a mi madre.
— ¿Tampoco le gustan las multitudes? — pregunté lanzando el habano a algún lugar del jardín. Hoy me sentía más vencedor que nunca. — yo lo odio desde que me perdí una vez, tendría quizás... Cinco años.
En realidad, mi madre me dejó en ese lugar en espera que alguien de buen corazón me acogiera, pero eso solo pasa en las películas. Por fortuna. Maya Tomasevic, no se fue, se quedó allí, se compadeció de mi llanto y terror.
— Si suele ser sofocante a veces. — comenta nerviosa.
— ¿Se encuentra usted bien? Luce pálida — la tomé por la cintura y Caminé con ella hasta una banca.
— Es sobre la propuesta que me hizo...
— Jamás debí hacerla — la interrumpí, no se la iba a poner fácil — le pido mil disculpas, pero es usted una mujer hermosa y un desperdicio el que se encuentre del brazo de un hombre que jamás le dará el puesto que usted se merece.
Intenté buscar las palabras exactas hechas a la prometida de Luciano y la vi sonrojarse, no de rabia como la chica en mención, en ella era de emoción, un punto desfavorable.
— ¿Podría cambiar un poco esa propuesta? — la miré en silencio sin decirle nada.
Mi propuesta era para ayudar a su futuro esposo, en últimas lo sería para ella. También ascender a su cuñado, lo que también ayudaba a toda la familia de alguna u otra manera. Desde mi perspectiva, así era y no entendía que quería cambiar. Con la curiosidad a mil, le indiqué que siguiera.
— Hoy me enteré de que mi padre necesita inversionistas — asentí, y guardé silencio — que ha pedido ayuda en muchos lugares sin éxito.
En adelante habló como sí de una transacción de negocios se tratará, incluso en algún momento llegué a pensar que estaba en medio de una junta. Jamás rechazo un beso y participó activamente en él, he de confesar y sé que no suena caballeroso de mi parte, que me han dado mejores que este.
Besará mal o bien, la mujer me calentó lo suficiente para querer continuar en otro lugar y dado que estábamos en el centro de eventos del hotel donde me hospedaba, decididos subir a continuar allí. Marcó a su prometido y le dijo que se iría de viaje a comprar lo del ajuar. Y todo resuelto.
— Seré toda tuya por ocho días — demasiado tiempo, yo me aburría a los dos días. Pero ella parecía tener mucha fe en sí misma.
Besé sus labios con violencia al tiempo que ella llevaba una mano a mi cinturón y lo soltaba, sin mirar en esa dirección. Brindándome una idea que estaba al frente de alguien qué experta en esas áreas, después de todo no sería una venganza tan aburrida.
Se inclinó ante mí y sacó mi erección, lancé un jadeo al sentir mi miembro dentro de su boca húmeda. Después de todo, la dama si contaba con sus trucos y ahora entendía por qué el italiano estaba embobado con ella.
Un mes después...
Salí del baño y la encontré desnuda en la cama, estamos en América, el documento estaba listo y la noticia del momento era... ya estaba aburrido. Desnudo y como Dios me envió a este mundo, busqué el maletín y se lo pase.
— Todo tuyo — lo abrió y sus ojos se iluminaron.
Jamás le diría que ese dinero fue descontado de lo prestado a su padre. No tendría por qué su progenitor fue claro en decirme, su hija no debía conocer nuestro trato. Yo no faltaría a esa promesa, aunque sí usaría está para lucrarme un poco.
— ¿Cuándo te volveré a ver? —pregunta emocionada.
— Esto termina aquí, — corrijo tomando el pantalón sintiéndola bajarse de la cama.
— ¿Y la boda? — pude sentir el timbre de voz cambiar, a uno demandante.
— Si tomas el primer vuelo, podrás organizarla... Ese dinero — le señalo el maletín — te alcanza y sobra, tienes virtudes para ser perdonada. — en referencia al sexo, más de eso no había mayor cosa en ella.
— ¡Eres un maldito, infeliz! — se lanzó sobre mí como fiera. Logré esquivarla, la tomé por el cuello y arrojé a la cama, presionando esa parte con mi mano contra el colchón.
— ¡Conmigo no! — le advertí — los dramas y lágrimas, guárdalos para tu llegada a Londres.
— Dijiste que me amabas.
— Mentí, deberías saberlo... Xiao te lo advirtió, soy un zorro viejo, jamás podrás cazarlo... — su rostro palideció y supe que ella había recordado el momento — pedí un intérprete porque mi pronunciación era mala...
— ¿Me usaste?
— Jadeaste, tuviste orgasmos, múltiples, tanto o más que yo, viajantes en mi avión privado, lujo que ninguna puta se ha dado por lo menos no conmigo — se removió con furia en bajo mis manos y sonreí a un más.
— Bastardo...
— Llevas joyas que en la vida ningún hombre te dará, ¿En serio creíste que me casaría con una mujer que abandona a su novio por otro? — la solté sin dejar de reír, y ella a sollozar. — jamás dije que me casaría contigo, no te di anillos o algo que indicará que lo haría.
— ¡Me escuchaste decírselo a Antonio! — gritó con furia y ya en ese instante estaba vestido.
— Te dije que había sido un grave error, te advertí que fueras tras él, pensaste que podrías vivir como reina — la miré una última vez y no se molestaba en cubrirse — tú y yo padre, apostaron que podrían conmigo...
— ¿De qué mierdas me hablas?
— No quiero que mi hija se entere... Yo envío a mi hija... Mi hija puede ayudarte... Su relación está mal... Antonio no está a nuestra altura —enumero sin dejar de reír —¿Continúo?
Cuando salí de esa habitación varias cosas estaban claras, la primera de ellas era que los D'angelo me debían un gran favor, Giorgio y yo tendríamos una plática pendiente y tenía que recibir oxígeno...
Eso solo lo recibía de manos de mi madre y hacia allá me dirigí. Estambul, allá voy...
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