Nueve
Sin mucho ánimo entro al nuevo karaoke en compañía de mi melliza y mi mejor amigo. Decido esperar paciente a que se metan en su burbuja cariñosa para irme discretamente.
Sin dudar me dirijo a la barra, a tan solo unos metros de mi objetivo logro divisarte en la pista. Bailando libremente, tan bella con ese top-crop color vino y esa minifalda negra, te ves preciosa.
Notas mi mirada y al voltear a donde estaba nuestros ojos se encuentran. Cuando menos me lo espero ya estaba caminando hacia ti y tú hacia mí.
Un metro nos distanciaba, las personas a nuestro alrededor desaparecieron al igual que cualquier otro ruido, nada importaba.
Teníamos una charla pendiente después de aquella noche alocada después del concierto de Castiel, mirar tus hombros descubiertos me hacían desear plantar besos en tu piel una vez más.
Tomaste mi mano y te miré sorprendido, en tus ojos veía tantas preguntas que ansiaba responder pero había perdido la voz.
Me extrañaste, estaba seguro. ¿Tú también estabas segura de que te eche de menos?
Tomas mi otra mano y miras la pulsera del hospital, había olvidado quitarla en cuanto salí de ese lugar. Era ridículo que me retuvieran solo por haberme pasado por alto unas comidas.
Das un paso hacia mí y llevas tus manos a mi cara, observas mis facciones y frunces el ceño. ¿Notaste las ojeras?
Tomo tus manos y miro tus labios, maquillados con un tono mate que solo los hacen ver más apetitosos. Quiero besarte, me muero por hacerlo, ¿estaría cometiendo un error?
❝Si hay un millón como tú
(Hay un millón)
¿Por qué no puedo dormir?
(¿Por qué no puedo?)
¿Por qué dejé de comer?
(¿Por qué?)
No sé si es de noche o de día
Si hay un millón como tú
(Si hay un millón)
¿Por qué no puedo dejar de pensar en si vas a llamar?
Ojalá quede en ti algún rastro de mí❞
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