Día 24 ❣ Azabache
Un día Fingon llegó emocionado con Maedhros, lo había encontrado en una pequeña plaza y llevaba consigo una pequeña espada de madera. La sonrisa y risas del pequeño eran tan hermosas, que ni bien el mayor se topó con él, una gran sonrisa se le dibujó también.
—¿Ahora que hay de nuevo, pequeño? —le dijo un Maedhros de unos quince años.
—Adivina, Adivina —dijo tierno el azabache de unos ocho años de edad—. Papá me regaló esta pequeña espada de madera. Me hizo prometerle que la cuidaría muy bien ¡y eso haré Maitimo!
Todo elfo que pasaba cerca del lugar, se alejaba con una sonrisa pues debido al alto tono de voz de Fingon, ya todos sabían que Fingolfin era un padre tierno que se tomaba el tiempo de tallarle juguetes a sus hijos. Este rumor pronto viajaría hasta los oídos de Fëanor, que no perdería tiempo y se burlaría de su hermano menor.
Volviendo con Maedhros, éste se echó a reír y se arrodilló tocando la punta de la espada de Fingon. Cruzó mirada con el menor y supo que su corazón ya le pertenecía al pequeño hijo de su tío.
—Ya lo creo pero oye, ¿No quieres combatir conmigo?
Ante la pregunta, los ojos se le encendieron al pequeño Fingon y asintió con tanta fuerza que sus cabellos se sacudieron. De un salto tomó su distancia, e imitando las posturas de Maedhros, se puso en guardia.
—¡Adelante! —esbozó apuntando a Maedhros con su indefensa espada—. Si gano pediré mi premio ¿Te parece?
—Me parece más que justo —aprobó el mayor.
El combate comenzó cunado Fingon, en medio de toda su inexperiencia, corrió en dirección de Maedhros sacudiendo su espada de un lado a otro. Era una presa fácil para el mayor, como si fuera suficiente con soplar y mandarlo a volar pero Maedhros se dejó vencer. La espada de Fingon le tocó por el costado dando a entender que la contienda había finalizado muy pronto.
—¡Gané, Gané! Te gané Maitimo —celebró saltando y aplaudiendo.
—Sí, es que eres muy bueno —exageró el mayor casi queriendo partirse de la risa—. ¿Y bien, qué vas a querer?
—¡Claro que soy bueno! —le dijo frunciendo el ceño e inflando sus mejillas—. Todos los días te veo practicar. Yo no puedo por mi edad pero estudio todos tus movimientos. ¡Ah sí! Era esto...
El chiquillo saltó para atraer a Maedhros hasta su altura, el mayor tuvo que inclinarse sorpresivamente. Entonces Fingon depositó en los labios de Maedhros un tierno e inocente beso.
—¡Que sea ese mi premio! —dijo con un suave tono carmín en sus mejillas.
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