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Día 23 ❣ Canción

La orden impuesta por Fëanor era incluso más clara que las pecas de Maedhros; con exigencia les dijo a todos sus hijos mientras habían formado una fila en la sala:

—Su madre y yo vamos a salir. A dónde, eso no es de su interés —les dijo con un leve tono durazno en sus mejillas—. Quiero que todo esté en orden para cuando vuelva y no usen nuestra habitación como torre de un ridículo castillo. Como Maedhros no pudo tener el orden la última vez, Celegorm, estás a cargo de todo.

El rubio saltó de la impresión. Al fin, se dijo, tengo el poder en esta casa. Y sonrió con maldad casi como si fuese una copia barata de un Balrog.

—Pero —Fëanor interrumpió sus pensamientos—. No quiero a ninguno de tus hermanos muertos o quejas de que te pasabas el rato mandándolos. Mantén la postura.

Dicho esto, el elfo mayor en compañía de su mujer, salieron del hogar y montaron a sus caballos alejándose. Los elfos volvieron dentro de casa: Celegorm estuvo bastante emocionado todo el tiempo pero al parecer, ese día nadie tenía ganas de incumplir las reglas de la casa. Todo mundo sabía que Celegorm así se volvería loco.

Los gemelos corrieron y se encerraron en su habitación. Curufin volvió a las forjas que estaban del lado izquierdo del recinto. En cuanto a Caranthir, este se la pasó en la sala cosiendo o haciendo una que otra manualidad, mudo ante la conversación de sus mayores, Maedhros y Maglor.

—¿Por qué Ada no me habrá pedido ser yo quien lleve el control? —preguntó Maglor en el instante en que tomaron asiento en un par de sofás carmines.

"Tal vez sea porque no tienes carácter y lloras casi de todo" pensaron Maedhros y Caranthir pero nadie se atrevió a evocar una sola palabra.

—Quién sabe... —dijo Maedhros llevando su mano a su mentón—. Mejor dime, ¿Qué puedo darle a Fingon por nuestro aniversario?

Los tiernos ojitos de Maglor tomaron un brillo excepcional. Dio un salto en el mismo sillón y espetó con emoción:

—No me digas que ya tan pronto cumplen tres años.

Maedhros asintió reprimiendo un suave sonrojo en sus mofletes.

—Veamos... Haces bien en preguntarme ya que todos aquí no tienen un poco de tacto para regalar algo lindo —dijo Maglor pensativo.

—En eso te equivocas hermano —interrumpió Caranthir atrayendo la atención de sus mayores—. ¿No recuerdas el regalo que le hice a Celegorm este año por su cumpleaños?

—Eso lo recuerdo muy bien —dijo Maglor—. Le regalaste una servilleta bordada con "Te odio, ojalá te mueras". No creo que alguien lo olvide. ¡En todo caso! Ese no es un regalo adecuado para Findekano.

Caranthir chasqueo los dientes y bajó la mirada molesto, tan sólo ese presente para Celegorm le costó bastantes días y más de una herida.

—¿Entonces? —preguntó Maedhros quién se había mantenido callado todo lo posible—. Él es muy lindo y cuidadoso, seguramente hará algo muy... Muy dulce.

—Uhm... —entonces una idea, más que perfecta, vino a la mente de Magor— ¡Eso es! Escribe una canción para él. Podrías hablar de todo eso que te gusta o...

Pero calló cuando las miradas de Caranthir y Maedhros se posaron en él de forma pesada. El peli rojo se cruzó de brazos.

—¿Crees que soy como tú? —le dijo—. No tengo la delicadeza de escribir cosas lindas como tú.

—¡En eso estoy de acuerdo! — dijo Caranthir en medio de la burla—. Creo que terminaría escribiendo del trasero de Findekano o algo incluso más fuerte y vergonzoso.

A nada estuvo Maedhros de propinarle una lección a Caranthir pero era cierto, temía hacer justo lo que el pecoso había predicho.

—¡No hay problema! Tendrás mi asesoramiento.

Fueron esas palabras de Maglor tan llenas de valentía y seguridad que había olvidado quiénes eran sus hermanos. En un principio Maedhros se sintió apoyado por Maglor, y lo intentó, nadie puede negar que lo intentó pero justo como Caranthir dijo, terminó escribiendo cosas indebidas. Después de varios regaños por Maglor, Maedhros perdió el interés y comenzó a jugar con Caranthir una pequeña competencia sobre quién escribía los peores insultos y ofensas.

La tarde se consumió de tal forma y sin ningún buen fruto. Sin embargo, en la soledad de la noche y en su habitación, Maedhros se calzó un cálamo y una hoja de papel y en ella escribió todas aquellas hermosas palabras que Fingon, su novio, le inspiraba.

"Lamento ser tan egoísta pero ¿Podrías poner toda tu atención en mi? Mi bella flor de loto".

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