Día 6 ⚔ Familia
Durante largos siglos Mairon se hizo a la idea de olvidarse de tan fecha amarga. Desde que tenía uso de razón jamás fue afecto a la celebración. Solía ver a sus compañeros reír y felicitarse de cuando en cuando; No era más que una ridiculez, se decía dando la espalda para ir las forjas y pasar una semana sin ser visto. Ver que sus amigos celebraran algo así, lo volvía aún más amargo y lo expresaba cada que Curumo se intentaba acercar para darle un abrazo.
—Atrevete a tocarme un cabello y no podrás caminar por unas dos semanas de la tunda que te voy a dar.
Le decía Mairon a un tierno y sensible Curumo. Ese día del año en especial, Mairon se tornaba más brusco, agresivo y cortante de lo que ya era. No soportaba ni que se le dirigieran y con una gélida mirada, brillando en un tono carmín, alejaba a todos cuantos querían alegrarle esa cara de muerto viviente.
Hoy en día, estando bajo las órdenes de Melkor; tal Vala era un completo patán y egocéntrico para Mairon. Y le había sido muy fácil olvidar el tema que lo perturbó durante mucho tiempo; evitar las peleas entre orcos, criar dragones cuando Melkor solo quería dormir o torturar esclavos, fueron sólo pocas de muchas tareas que lo dejaban sin tiempo al menos para pensar en desayunar. Aquella oscura y amargada mañana, como muchas otras dentro de años y años, después de que Mairon terminara de trazar un pequeño asedio en contra de los pueblos libres de la Tierra Media, decidió pasar un tiempo entretenido en las forjas.
—A lo mejor y hoy puedo hacer algo para calmar las voces... — murmuró mientras bajaba por un penumbroso camino de baldosas negras y sucias.
Nada más irrumpir en su sala favorita de todo el lugar, encendió la fragua de un simple movimiento con sus manos. La sala se pintó de rojo otoñal, Mairon tomó prontamente su lugar para comenzar con esa deliciosa faena.
Desde hacía unos buenos años el maia sentía que algo no andaba bien en su cabeza. Culpa o no de Melkor, con el pasar de los meses y años fuera del oeste, comenzó a escuchar diversas voces en su cabeza; algunas le gritaban, mientras unas reían y muchas otras se lamentaban por más de una acción tomada en plena precipitación.
De cualquier manera, Mairon ya había olvidado hasta la última pelea del día dentro de la fortaleza. En su mente sólo había espacio para ese sonido sordo que provocaba el martillo al chocar con el yunque, mientras que en su corazón la avaricia y el amor desenfrenado a lo que sus manos daban forma crecía. Estaba tan exhorto en su trabajo que no reparó en la llegada de cierto intruso.
Su trabajo parecía que iba a dejar un buen final, emocionado daba los últimos golpes a su obra cuando, al extender el brazo con el martillo, sintió una fuerte y pesada respiración en la nuca.
"¡No jodas, no puede ser!" gritó desgarrando su interior. "Recuerdo que lo dejé ocupado preguntándose sí era primero la gallina o el huevo", volvió a regañarse.
Queriendo creer que la respiración detrás de él era sólo una ilusión invitada gracias al estrés de la semana, Mairon volvió a su trabajo. Pero unos segundos después todo se vino abajo; sus ilusiones de pasar el día tranquilo parecían correr un gran maratón y al parecer, eran más rápidas que él.
—Mairon, eh. Oye, ¿Me escuchas Mairon? —dijo una voz ronca.
Mairon rodó los ojos. Sí se hacía el sordo, quien sabe qué haría el otro para llamar su atención así que sin más, dio la media vuelta para encontrarse con la alta y fornida figura de un Morgoth risueño. Los dientecitos picudos del Vala relucían orgullosos y altaneros.
—¿Qué quieres? —respondió a secas—. Estuve hablando con Gothmog y llegamos a una conclusión —respondió el Vala.
—¿y qué conclusión es esa? —masculló entre dientes el menor. Por dentro no paraba de maldecir a Melkor y ya de paso, a Gothmog, ese Balrog chismoso—. ¿Qué debes tomarte en serio quién eres y dejar de ser un estúpido? ¿Y el otro, ya piensa usar un poco de ropa?
Melkor negó a todo. Con una mirada en la que había un brillo peculiar, le indicó a Mairon que bajara su mirada. El Maia, sometiéndose a la cruel realidad de que si corría a Melkor a patadas, éste volvería a entrar por la ventana o vete tú a saber por dónde, obedeció.
La reacción de Mairon no fue la esperada ni por Melkor ni por Gothmog. El pelirrojo frunció el ceño, recordando lo que tanto trabajo le costó borrar.
—¿Qué mierda es esto? —le dijo apuntando a una pequeña tarta con un ojo rojo dibujado con dulce.
—Tu regalo de cumpleaños —le respondió el vala—. hablamos y casi nunca festejas tu cumpleaños e hicimos esto para ti ya que somos tu muy adorada familia. No hace falta que agradezcas. Está bien hecha, no tiene veneno ni ratas, pruébala.
De pronto el semblante de Mairon parecía más cansado que de costumbre. Melkor no era ni un poco de atento a como ahora se mostraba y Mairon entendió que él solo quería molestarlo. A leguas se veía en la sonrisa mal hecha de Bauglir que de verdad quería provocarle a Mairon un ataque de ira.
Mairon sonrió, tomó la tarta y antes de darle una mordida, levantó el mentón hasta sostener miradas con Melkor.
—Qué desgraciados son —le dijo en un tono dulce—. ¿Sabes cuál es el mejor regalo que me pueden dar?
—¿Cuál?
—Que los dos se vayan al demonio y mueran.
Mairon inhaló profundo, tanto que cuando exhaló, procurando apuntar al rostro de Melkor, de sus labios salieron una gran porción de llamas que calcinaron el rostro del Vala.
Así estuvieron un buen rato, hasta que en silencio, Melkor, teniendo su merecido, tomó de las manos de Mairon la tarta y se la estrelló en la cabeza, haciéndolo perder el equilibrio y caer.
—Eres un malagradecido.
Ciertamente no había ratas o tenía veneno, pero Melkor jamás mencionó lo que sí tenía esa cosa: larvas y moscas muertas, que el mismo Gothmog cazó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro