Día 30 ⚔ Confesión
Ilúvatar les había vuelto a pedir que dieran formas a sus ideas por medio de las melodías y cantos. Los Poderes se armaron de sus mejores instrumentos musicales y frente a ellos, como magia, iba apareciendo un mundo prometedor en belleza y esplendor, pero alguien volvió a desentonar y la forma de la melodía se marchitó. Melkor atrajo muchas miradas sobre sí, incluso la de su hermano.
Ilúvatar levantó el brazo y la música cesó. Varios y muy altaneros murmuros se levantaron en contra de lo que Melkor provocaba.
—¡Vete de acá! —gritó alguien y Manwë observó triste a su hermano.
—¡Deja de arruinar las cosas! —alardeó Varda.
—¡No arruines la magnificencia de nuestro Señor! ¡Vergüenza, largo de aquí!
Y ante todos estos reproches Ilúvatar jamás se atrevió a intervenir porque él ya había visto los papeles que cada uno desempeñaría. Melkor formó una sonrisa aún después de sentirse pisoteado.
—Pobres marionetas —les dijo y después arrojó lejos su instrumento para salir caminando de ese lugar con la frente en alto.
Se volvió a reanudar la música y el canto cuando lo vieron lejos. Pero Manwë también desertó, al poco rato y siguió los pasos de su mayor. Más tarde y todos con las ideas frías, Manwë alcanzó a Melkor y lo encontró recostado y con los ojos cerrados.
—Hermano —llamó Manwë y Melkor despertó, se sentó más no le dio la cara—. Perdonalos por favor. No es culpa tuya pero quizá si intentaras unirte con nosotros las cosas podrían cambiar.
Melkor gruñó. Bajó la mirada y de algo estaba seguro, no iba a cambiar y era hora de confesar lo que tanto sabía Eru.
—Escúchame bien, hermano —le dijo con voz ronca, seguro de sí—. No vuelvas jamás, en tu vida, a pedirme que me una a esa banda de muñecos. Los perdono por no reconocerse a sí mismos y demasiados sentimientos de importancia, más es mi intención no caer al igual que ellos. Las cosas no van a cambiar Manwë, yo seguiré destruyendo sus melodías, darán vida y yo no. Mi camino será muy distinto pero mucho más glorioso.
Un silencio se alzó pero fue Melkor quien habló y volvió su mirada a Manwë.
—Te he visto con ellos. Eres feliz y no puedo negarlo, pero no conoces el miedo y eso te vuelve igual a ese grupo —le acusó—. No me digas mas hermano, no lo seremos más. Vuelve, ese es tu lugar, por el mío no te preocupes porque pronto sabrás cuál es.
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