Jamás nadie pudo entender la razón del comportamiento de Melkor, incluso cuando residían al lado de Ilúvatar, pocos era quienes se interesaban por hablar con él. Sin embargo, desde esos tiempos Melkor logró corromper a unos cuantos y cuando por fin Arda inmaculada tuvo la forma para que bajaran, algunos muchos lo hicieron y adoptaron una forma aterradora.

Manwë, hermano menor de Melkor y Señor de los Vientos, intentó persuadir a su mayor y seguía en la creencia que podía cambiar para bien, pero jamás se interesó por conocer qué era aquello que atormentaba a Melkor.

Justo después de haberlo apresado y tras soltarlo, Melkor seguía sintiendo lo mismo y más ahora cuando los Eldar seguían a los Valar que eran de su gusto; Manwë tenía a los Vanyar, Varda y los demás a cuantos quisieran adiestrar con buenas ideas. Él, en cambio, nadie lo seguía pero la mentalidad que tenía era muy distinta a la de sus compañeros; No deseaba amigos, sino esclavos.

La mente de Morgoth comenzó a conocer tantos sentimientos, ideas y pensamientos que Manwë jamás hubiese comprendido, y tuvo que pasar el tiempo solo, meditando, cayendo en la locura.

No sentía encajar en ese ambiente. Creía que su papel en la historia era bastante diferente al de su hermano y su amor no correspondido. Se dice que siempre es bueno tener a alguien al menos como respaldo contra el sufrir, pero Melkor no tenía a nadie. O al menos eso él creía, porque cuando se llegaba el atardecer casualmente se encontraba en las forjas con cierto Maiar.

—¡Mairon, ya llegué! No, por favor, no llores por mi —dijo burlando y entrando por la ventana.

Mairon había pensado en sellar esa ventana pero Melkor, como sí hubiera leído su mente, le dijo que de igual forma entraría hasta por la chimenea.

—Argh... —masculló el Maia pinzas en mano—. ¿No tienes con quien más perder tu tiempo?

—Claro, pero tu eres mi favorito.