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Día 13 ⚔ Pesca

Las cosas marchaban muy bien para Melkor en esos días en que la Tierra Media no era cuidada por nadie. Si acaso Ulmo se acordaba de los elfos que habitaban en la tierra cruzando el mar pero fuera de él, todo era para Melkor un sueño hecho realidad; mantenía a los eldar temblando bajo sus muros y por gran tiempo fue dueño de Beleriand.

Tan bien estaba todo como lo seguro que estaba Melkor de que quizá le hacían falta unas merecidas vacaciones.

—Es que no es fácil ser el señor oscuro —arrastró la voz, quejándose con Gothmog sentado a la derecha de su trono—. Le dije a Mairon que necesitaba un descanso... Casi me tritura los huesos de la mano.

—Sí, ya lo imagino —masculló el Balrog pensando que Mairon se merecía aún más esas dichosas vacaciones.

Ambos tenían los rostros sumergidos en aburrimiento, poco o nada les importaba que en ese momento Mairon comandaba un posible ataque a Doriath o algún otro lugar. Melkor soltó un suspiro y a los pocos segundos Gothmog también, pero una idea le vino a la cabeza.

—¡Ya sé! —gritó con una enorme sonrisa.

El Balrog de piel carmín y dos enormes cuernos le contó a Melkor una tradición bastante común entre los hijos de Ilúvatar. No era algo muy complicado y pese a no necesitar el fruto de la acción, al menos le traería un poco de paz a Bauglir. Fue así que, en cuanto escuchó todo lo que tenía que escuchar de Gothmog, tomó lo necesario o lo fabricó y en un parpadeo se desvaneció para aparecer en otro sitio.

Hubieron pasado de dos a tres horas cuando Melkor volvió. Sentía una gran emoción y necesidad de presumir su trofeo, pero al no encontrarse con el Balrog (que seguramente le propondría cocinar) decidió hablar con Mairon.

—¡Mairon, Mairon! Mira lo que tengo.

El Maia suspiró pesado; Aún no superaba lo que pasó la semana anterior con la escultura. Rodó los ojos y a regañadientes puso atención a su ridículo Señor.

—No me llames por ese nombre —le pidió rechinando los dientes y es que la apariencia que alguna vez tuvo Mairon, ahora quedaba en el pasado, al igual que su nombre—. ¿Ahora qué has hecho?

Sin embargo no hubo necesidad de una respuesta en el primer momento. Mairon volvió a cometer el mismo error que antes y con sólo elevar la mirada, encontró a Melkor abrazando a un pescado tan alto como él. El pobre Maia quedó con la boca abierta, cada día Melkor se iba superando.

—Estaba aburrido y Gothmog me contó sobre la pesca. Intenté y mira lo que gané —explicó Melkor con los ojos bien abiertos.

Era nauseabundo para Mairon tener que escuchar ese sonido baboso que producía el pescado y el agarre de Melkor.

—Dices que lo ganaste pero más bien pienso que lo tomaste del agua sin usar los artefactos que pide la pesca. ¿Y bien, qué piensas hacer con eso?

—¡Cocinarlo, claro está! —soltó Melkor.

—Haberlo dicho antes.

Y cómo antes hubo hecho Mairon, elevó el brazo y llamas descontroladas aparecieron de él, esta vez quemando al pescado hasta los huesos y no a Melkor. Al final no quedó más que un esqueleto sucio.

—Bien, ahora vuelve al trabajo —explicó Mairon observando altanero sus dedos—. No me obligues a chamuscarte los cabellos también.

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