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Día 11 ⚔ Canción

En los días de esplendor de Valinor, cuando los elfos llegaron para habitarla, se le soltó a Melkor con la condición de que cambiaría para bien. Y el Vala, habiendo rencor e ira contra esta especie que nada le había hecho, comenzó a sentirse turbado y sembrar en ellos la discordia. De cuando en cuando los eldar peleaban entre ellos pero sus corazones eran muy bien calmados con las palabras de Manwë o Mandos.

Sucedió entonces que Melkor teniendo dicha libertad, con el tiempo fue levantando sospechas en aquellos que no confiaban mucho en sus palabras plagadas de arrepentimiento falso. Y Mandos era uno de ellos, quien por cierto, le prohibió acercarse a las tierras de Irmo. Sin embargo, estas advertencias para Melkor eran como una invitación a una fiesta de cumpleaños.

El Vala oscuro, en la cima de su gloria y orgullo, se materializó en las cercanías de los jardines de Lorien. Cobarde o no, se aseguró de que Mandos estuviese en su sala y una vez bajo control, se internó en el lugar. Ya mucho se ha hablado de su magia para traer la calma a cualquier corazón, pero esto se volvió incluso más molesto para Melkor cuando al llegar a un cómodo claro, escuchó una tonta canción que Irmo y una pequeña elfa entonaban alegres.

El peli plata lo recibió como sí fuese Manwë, con una sonrisa y gran calidez. La elfa, le observó curiosa pero lo invitó a sentarse junto a ellos.

La melodía refrescaba las ideas de quienes estaban próximos ya que era como la brisa del río en una mañana de primavera regandose en las coloridas flores. Aún más razón para que Melkor sintiera la repulsión subir desde sus tripas.

—¿Van a seguir cantando o qué? —dijo Melkor sentándose y a la sazón devorando un par de pastelillos hechos por Lorién.

Entonces el canto cesó pero las risas de la elfa se levantaron. Y es que le daba tanta gracia la forma en cómo Melkor comía, como un ratón gordo y hambriento.

—¿Qué? —pidió Melkor viendo intercaladamente a Irmo y la niña. No pudiendo encontrar la explicación en Lorién, se dirigió a la niña, seguro de asustarla—. ¡¿Qué te da tanta risa?! ¡Mírame, soy tenebroso!

Pero miedo fue lo último que sintió la elfa. Y apuntó a Melkor con toda su inocencia.

—Se parece a mi abuela cuando come —le dijo la nena pero Lorién, conociendo a Melkor, la interrumpió.

—Ya, perdonala —acarició la cabeza de la niña—. me suele acompañar cuando estoy muy solo. Mejor dime ¿a qué has venido?

Melkor tomó otro pastel y se lo llevó a la boca.

—Pues mira, es seguro que por tu amistad y amigos, no —le explicó con las migas en la boca—. Sólo estoy acá porque cocinas bien, mejor que Yavanna. Esa mujer solo come planta si no es que nada. Tus recetas han de ser muy buenas, dame una.

Pero Irmo negó, sí quería una receta Melkor tendría que al menos dar algo a cambio. Y fue así, que en honor de la receta de pastelillos, Melkor se dejó peinar y hacer trenzas por Irmo y la niña. Las trenzas estaban tan mal hechas que por sí solas se mantenían en el aire. En todo el rato cantaron aquella tonta canción pero Melkor jamás tuvo esa receta en sus frías manos.

Sucedió también que Mairon tenía ese día algunos asuntos que arreglar con Mandos, y en lontananza vio a Melkor en medio de un ambiente feliz cual lombriz.

—Patético... —fue lo único que dijo el Maia, repudiando aquella escena.

Pedido por
_Carnil_

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