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Quince

Repitan conmigo: No hay que funar a Caro, Caro es de corazón de pollito, Caro la caga; pero sabe como descagarla.





Las luces parpadeaban, iluminando momentáneamente los rostros serios de los hombres que cargaban armas, revisaban mapas de la mansión Verstappen y ajustaban los chalecos tácticos.

En el centro de todo, Liam Lawson permanecía sentado, su expresión era dura y fría, mientras observaba un plano extendido sobre una mesa improvisada.

—¿Están listos? —Preguntó con voz firme, con sus ojos oscuros recorriendo a los presentes.

Uno de sus hombres, un Beta corpulento, rubio y de ojos azules, Nico asintió.

—Todo el equipo está preparado, jefe, tenemos la ubicación exacta de la mansión, los guardias están organizados en turnos de tres horas, patrullando las entradas principales y el perímetro trasero.

Liam esbozó una sonrisa amarga mientras inclinaba la cabeza, señalando una de las esquinas del mapa.

—¿Y qué hay de los puntos ciegos? Max siempre ha sido un paranoico, pero incluso él tiene fallos.

Otro hombre, un Alfa delgado y ágil llamado Jarek, intervino.

—Aquí, la cámara de seguridad en esta esquina está rota desde hace meses, nadie se ha molestado en repararla, podemos ingresar por el lado este sin que nos detecten.

Liam asintió, satisfecho.

—Perfecto.

Se puso de pie, su presencia imponiendo silencio en la habitación, vil copia barata diría Max.

Su voz resonó como un trueno en el espacio cerrado.

—Escuchen bien, si fallan hoy... No solo perderán sus vidas; sus familias también, quiero a Max Verstappen de rodillas ante mi está noche, suplicando por su vida, ese maldito me traicionó, me humilló, me dejó en la calle después de todo lo que hice por su padre.

Hizo una pausa, su mirada afilada como un cuchillo, un maldito loco.

—Jos Verstappen me prometió un futuro, dijo que estaría a su lado cuando tomáramos el control de todo, y luego llegó Max... Ese ingrato traidor no solo eliminó a su padre, sino que también me sacó del tablero como si fuera basura.

Nico dio un paso adelante.

—¿Y qué haremos con el español?

Liam sonrió, pero no había calidez en su expresión, sabía que si Max tenía un poco de sentimientos... Carlos tenía que ver.

—Carlos es la clave, Max lo deja a cargo cuando no está, ¿No? Si lo eliminamos, no solo debilitaremos a Max, sino que también lo provocaremos, quiero que regrese a esta ciudad pensando que tiene el control, solo para arrebatarle todo.

El Alfa golpeó la mesa con el puño, haciendo temblar los papeles y los mapas.

—Esta vez, Max no se levantará.


Horas más tarde, el equipo de Liam estaba en movimiento, varios vehículos negros se deslizaron silenciosamente por las calles de Berlín, dirigiéndose hacia los alrededores de la mansión Verstappen.

Cada hombre sabía exactamente qué hacer.

Dentro de uno de los autos, Liam revisaba un maletín que contenía explosivos pequeños pero potentes.

Su objetivo no era destruir la mansión, sino causar suficiente caos para desviar la atención de los guardias, pero si la situación lo requería... No habría problema.

—Jarek, ¿La línea de comunicación está lista? —Preguntó mientras cerraba el maletín.

—Sí, jefe, interceptamos las frecuencias de los guardias de Max, oodremos escuchar cada movimiento que hagan y sabotear sus comunicaciones si es necesario.

Liam asintió, su mente trabajando a toda velocidad, hoy era el gran día, hoy iba a tomar todo lo que le pertenecía.

—Max cometió el error de confiar en hombres que creen que la lealtad se gana, pero yo... Yo sé cómo funciona su juego, lo aprendí del mismísimo Jos, esta noche tendré hasta a sus hombres de mi lado.

Cuando llegaron a un punto cercano a la mansión, el equipo se dividió en grupos pequeños.

Cada grupo tenía una tarea específica; uno se encargaría de desactivar las cámaras de seguridad, otro eliminaría a los guardias externos, y un tercer grupo se aseguraría de que nadie escapara de la mansión.

Liam permaneció en el vehículo principal, observando todo a través de un monitor que mostraba las cámaras hackeadas de los alrededores de la mansión.

—Jarek, posición.

—Estamos en el punto ciego, listos para avanzar.

Liam miró el reloj.

—Bien, recuerden, quiero a Carlos muerto, pero que no sea rápido, quiero que Max vea lo que le pasa a cualquiera que se atreva a traicionarme.

—Entendido, jefe.

Mientras tanto, en el interior de la mansión, Carlos estaba en la sala principal revisando unos documentos.

Algo lo hizo detenerse, un mal presentimiento que no podía ignorar, se levantó y se dirigió hacia una de las ventanas, mirando hacia el exterior.

—¿Todo bien, Carlos? —Preguntó uno de los guardias al entrar en la sala.

Carlos asintió, aunque su expresión estaba tensa.

—No lo sé... Tengo la sensación de que algo no está bien.

El guardia intentó tranquilizarlo.

—Nada se escapa a nuestro radar, el señor Verstappen tiene los mejores hombres en esta ciudad.

Carlos forzó una sonrisa.

Liam observaba desde la distancia, sus ojos brillando con odio y locura.

—Max Verstappen, esta vez el juego termina, y yo soy quien da el jaque mate....

Gavi estaba inquieto, esa sensación extraña de peligro lo había perseguido desde que despertó.

No podía ignorarla, caminaba de un lado a otro en su habitación, lanzando miradas nerviosas hacia las ventanas.

Finalmente, no pudo más, bajó las escaleras apresuradamente en busca de Carlos.

El Alfa estaba en la sala principal, sentado frente a una mesa con documentos y un café a medio beber, parecía concentrado, pero al escuchar los pasos apresurados de Gavi, levantó la vista.

—¿Qué ocurre enano? —Preguntó, dejando los papeles a un lado.

Gavi respiraba rápido, intentando calmar el nudo de ansiedad que sentía en el pecho, se detuvo frente a Carlos, y con un leve temblor en la voz, preguntó.

—¿Dónde está Verstappen?

Carlos dudó por un segundo, lo justo para que Gavi lo notara.

—Se fue a España.—Respondió finalmente, su  voz era neutral.

El Omega lo miró, entrecerrando los ojos, había algo en el tono de Carlos que no le gustó, pero decidió no presionarlo, Verstappen no estaba, era lo único que necesitaba saber.

Su mente comenzó a trabajar rápidamente, armando un plan que había estado dándole vueltas durante todo el día, esta era su oportunidad, la única que tendría en mucho tiempo.

Dio un paso hacia Carlos y tomó su mano.

—Carlos… ¿Tú confías en mí? —Preguntó con una necesidad que hizo que el Alfa frunciera el ceño.

Carlos lo observó con curiosidad, su expresión suavizándose al ver la seriedad en los ojos de Gavi, sin dudarlo, sonrió y apretó la mano del Omega.

—Te confiaría mi vida sin dudarlo.

Gavi tragó saliva, sintiendo alivio, si Carlos confiaba en él, entonces debía hacer lo correcto.

—Vámonos.

Carlos parpadeó, sorprendido.

—¿Qué?

Gavi lo miró fijamente, apretando su mano con más fuerza.

—Es la oportunidad perfecta, Verstappen no está aquí, podemos salir de esta maldita casa, llevarte a un lugar seguro, y después regresaré con más hombres de la DEA, este es el momento, Carlos.

Carlos negó con la cabeza.

—Gavi, no… Eso... No es tan fácil.

—Por favor, Carlos, sabes que no puedo dejarte, nunca lo haré, pero también sabes que no descansaré hasta que Max Emilian Verstappen esté muerto o encerrado.

—Gavi…

—¡Por favor! —Gavi alzó la voz, casi suplicando.

Intentó tirar de Carlos, como si el simple acto de moverse pudiera convencer al Alfa, pero Carlos no se movió.

El silencio entre ellos se extendió por unos segundos eternos, Carlos bajó la mirada, como si lo que iba a decir le costara más de lo que podía soportar.

—Max fue a España para traerte a tu Alfa… Max fue por Franco.

Gavi se detuvo en seco, soltando la mano de Carlos como si esta quemara, dio un paso atrás, mirándolo con incredulidad.

—¿De… De qué estás hablando? Carlos… Yo ya no tengo un Alfa... Franco tiene una familia.

Carlos suspiró, su expresión era una mezcla de dolor y tristeza, sabía que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo.

—Franco nunca tuvo otro Omega, ni mucho menos un hijo, Gavi… Franco te estuvo buscando siempre.

El Omega sintió cómo el aire abandonaba sus pulmones.

Su mente se llenó de recuerdos, imágenes de Franco, sus sonrisas, sus besos, su tacto, de todo lo que había intentado enterrar.

—Eso no tiene sentido… Yo los escuche… —Gavi negó con la cabeza, retrocediendo otro paso.

Carlos lo siguió, acercándose con calma, su voz era suave.

—Gavi, Max no haría esto si no fuera verdad  Franco no te olvidó... Nunca lo hizo.

—¡Basta! —Gritó Gavi, llevándose las manos a la cabeza, su corazón latía con fuerza, su respiración se aceleraba.

—Él está muerto, Carlos, Franco está muerto para mí.

—No lo está.—Insistió Carlos, con su voz quebrándose.

—Y Max lo sabe, está haciendo esto por ti.

El silencio que siguió fue aún más pesado que antes, Gavi se dejó caer en el sofá cercano, su cuerpo temblando.

Miró a Carlos con los ojos llenos de lágrimas, buscando alguna señal de que esto no era real.

—¿Por qué me estás diciendo esto? —Susurró, su voz era apenas audible.

Carlos se arrodilló frente a él, tomando sus manos con cuidado.

—Porque mereces saber la verdad, Gavi, Franco nunca dejó de amarte.

El Omega cerró los ojos, dejando que una lágrima solitaria recorriera su mejilla, sus pensamientos eran un caos, su corazón dolía.

Carlos permaneció a su lado, en silencio, esperando.

Sabía que Gavi necesitaba tiempo para procesar todo, pero también sabía que, una vez que Max regresara, nada volvería a ser igual.

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