Once
Carlos sintió el cuerpo de Gavi desplomarse contra él, un frío helado lo recorrió, pero no era por el clima ni por las heridas, sino por el miedo que le provocaba ver al Omega en ese estado, ¿Cuánto más iban a lastimarlo? ¿Cuánto más iba a aguantar?
—Gavi... Gavi, despierta.—Susurró con urgencia, sacudiéndolo ligeramente, el Omega no respondió, su respiración era tranquila, pero su piel estaba fría, demasiado fría.
Carlos trató de acomodarlo entre sus brazos, pero el dolor lacerante en su costado le arrancó un gemido, su cuerpo no podía más, las heridas y el agotamiento estaban pasándole factura, cerró los ojos con frustración, maldiciendo su propia debilidad.
De repente, una mano se posó en su hombro.
—Yo lo hago.—Dijo Max con voz baja.
Carlos levantó la vista, su mirada estaba llena de desconfianza.
—Tus heridas y tu cansancio podrían hacerlo caer.—Dijo Max, extendiendo los brazos hacia Gavi.
Carlos apretó la mandíbula, abrazando aún más fuerte al Omega inconsciente.
—Jamás lo dejaría caer.—Dijo con una seguridad que Max nunca vio en esos ojos marrones, este ya no era el mismo Carlos que una vez conocido.
—No lo estás dejando caer, Carlos, pero si sigues así podrías empeorar sus heridas o las tuyas, no es momento para tu orgullo.—Respondió Max con una calma que parecía impropia de él.
Carlos dudó, su mirada alternando entre el rostro sereno de Gavi y los ojos de Max, finalmente, y con mucho esfuerzo, cedió.
—Está bien, pero... Si algo le pasa... —Carlos dejó la amenaza implícita en el aire.
Max asintió y tomó al Omega en sus brazos con una delicadeza que Carlos no esperaba, por un momento, Max simplemente lo observó, como si estuviera viendo a un fantasma del pasado.
—Ahora entiendo... —Murmuró Carlos, viendo como ajustaba a Gavi en su pecho.
—Obviamente te iba a recordar a Checo; es su hijo después de todo.—Carlos lo miró con desconfianza.
—¿Qué pasará ahora, Max? —Preguntó finalmente, la voz estaba cargada de cansancio.
Max respiró hondo, como si la pregunta le pesara más de lo que debería.
—No lo sé.—Admitió.
Carlos desvió la mirada hacia Gavi, que seguía inconsciente, con las mejillas ligeramente más rosadas por el calor del cuerpo de Max.
—Él tiene una vida, un Alfa... Es alguien del lado de los buenos, y nosotros... —Carlos hizo una pausa, observando a Max.
— Nosotros somos los malos.
Max no respondió de inmediato, sus ojos estaban fijos en Gavi, como si estuviera buscando algo en él.
—Eso no importa ahora.—Dijo finalmente, su tono era más suave de lo que Carlos jamás había escuchado.
Ambos comenzaron a caminar de regreso hacia la mansión, el silencio entre ellos sólo era roto por el sonido de sus pasos en la nieve, Carlos no se apartaba mucho de Max, siempre se mantenía alerta, siempre listo si hacía falta.
No confiaba en él, ni siquiera después de saber que el Omega en sus brazos llevaba su sangre.
—Carlos.—Llamó Max de repente, rompiendo el silencio.
—¿Qué?
—Tú... —Max vaciló, algo poco común en él.
—¿Qué sientes por él?
Carlos se detuvo en seco, mirando a Max con de incredulidad.
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Una directa, lo conozco desde hace meses, o... Realmente no lo hago, no lo conozco, pero incluso yo puedo ver cómo lo miras.
Carlos apartó la mirada, apretando los puños.
—No es asunto tuyo.
Max lo observó por un momento, su expresión era indescriptible.
—No necesitas decirlo, tus ojos lo dicen todo.
Carlos no respondió, pero lo sabía, lo sentía en lo más profundo de su ser, había caído.
Había caído por ese Omega testarudo, valiente y lleno de vida, pero también sabía que Gavi tenía un Alfa, alguien que seguramente lo estaba esperando con desesperación, alguien que podía darle una vida mejor de la que él podría ofrecerle, y Carlos estaba bien con eso.
Continuaron caminando en silencio, ambos perdidos en sus propios pensamientos, mientras la figura frágil de Gavi dormía entre los brazos de Max, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor, después de tantos años... Dormía en los brazos de su padre, que irónico.
Cuando llegaron a la mansión, Max no perdió tiempo en ordenar que prepararan una de las habitaciones más cálidas y cómodas, Carlos no se separó de Gavi en todo el trayecto, aunque su cuerpo pedía descanso a gritos.
Cuando entraron en la habitación, Max mismo acomodó a Gavi en la cama, cubriéndolo con varias mantas gruesas.
Carlos permanecía de pie, observando al Omega con preocupación.
Max se quedó un momento junto a la cama, indeciso, pero los susurros suaves de Gavi lo sacaron de sus pensamientos.
—Carlos... —Pidió Gavi débilmente, con los ojos apenas entreabiertos.
Max apretó los labios y asintió, entendiendo sin palabras.
Quería quedarse, quería decirle a su hijo todo lo que había descubierto, pero también sabía que este no era el momento, todos necesitaban tiempo, sobre todo Gavi.
—Cuídalo.—Dijo Max antes de salir de la habitación, sin mirar a Carlos.
Cuando la puerta se cerró, Carlos se acercó lentamente a la cama, se sentó en la silla al lado de Gavi, dejando que el silencio envolviera la habitación.
El Omega, envuelto en las mantas, parecía tan frágil como nunca lo había visto, pero cuando Carlos trató de acomodarse en la silla, sintió un tirón en su muñeca.
—Ven aquí.—Murmuró Gavi con los ojos entrecerrados, jalándolo hacia la cama.
—¿Qué estás haciendo, Omega loco? —Preguntó Carlos con una sonrisa, aunque no resistió mucho.
Antes de que pudiera protestar, Gavi ya lo había metido bajo las mantas, apoyando la cabeza en su hombro, Carlos suspiró, resignado, y le pasó un brazo por encima para mantenerlo cerca.
—¿Qué está pasando? —Preguntó Gavi en un susurro, su voz estaba teñida de cansancio, pero también de curiosidad.
Carlos sonrió, mirándolo de reojo.
—¿Desde cuándo estás despierto?
—Desde que Verstappen subió las escaleras.—Respondió Gavi, frunciendo el ceño.
—¿Qué demonios está pasando?
Carlos rió suavemente, sacudiendo la cabeza.
—Es complicado.
—Pues hazlo simple.—Insistió Gavi, mirándolo con esa mirada mandona que hace poco había descubierto.
Carlos suspiró, mirando al techo como si buscara las palabras adecuadas.
—Encontró a su hijo...—Dijo finalmente.
Gavi se incorporó de golpe, aunque el movimiento brusco le arrancó un quejido.
—¿Qué? ¿Tan rápido?
—Sí... Al parecer lo tuvo cerca todo este tiempo, pero hablemos de eso mañana, ahora es mejor que duermas, hace tiempo que no toco una cama decente, y tú necesitas descansar también.
Gavi lo miró, claramente insatisfecho con la respuesta, pero demasiado agotado para seguir discutiendo.
Se dejó caer de nuevo sobre la cama, apoyando la cabeza en el pecho de Carlos, quien no hizo ningún esfuerzo por apartarlo.
El silencio volvió a instalarse en la habitación, roto solo por el sonido suave de la respiración de ambos.
Pero entonces, la voz de Gavi volvió a surgir, más baja esta vez, casi un murmullo.
—Carlos... Eso que dijiste en la celda... Que me querías...
Carlos se tensó un poco, pero no abrió los ojos.
—No sé, yo ya estoy dormido.—Dijo, fingiendo un ronquido ligero, aunque una sonrisa burlona asomaba en sus labios.
—¡Carlos!—Protestó Gavi, dándole un suave golpe en el pecho.
Carlos no pudo evitar soltar una risa baja, y esa risa contagió al Omega, ambos terminaron riendo suavemente, hasta que el cansancio se impuso de nuevo.
—Eres un idiota, ¿Lo sabías?—Murmuró Gavi mientras se acomodaba más cerca de él, buscando calor.
—Y tú eres un Omega loco, ¿Lo sabías?—Respondió Carlos, pasándole una mano por el cabello en un gesto dulce.
Gavi no respondió, ya estaba cerrando los ojos, dejando que el calor y la seguridad de los brazos de Carlos lo envolvieran.
Por ahora, no importaban las preguntas sin respuesta ni el caos que los rodeaba, todo eso podía esperar.
—Buenas noches, enano.—Susurró Carlos, más para sí mismo que para el Omega dormido en su pecho.
Y por primera vez en mucho tiempo, ambos lograron descansar.
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