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Doce

La luz de la mañana entró suavemente por las cortinas de la habitación, anunciando el nuevo día.

Gavi fue el primero en despertar, aunque por un momento no abrió los ojos, el calor de los brazos de Carlos rodeándolo lo hizo dudar; se sentía bien, protegido, como si por fin hubiera encontrado un lugar donde encajar.

Pero esa sensación no debía estar ahí.

Mientras Carlos respiraba profundamente en su sueño, Gavi abrió los ojos y se quedó mirando el techo, sintiendo cómo una punzada lo atravesaba.

Franco, su Alfa.

Mientras él era torturado, mientras soportaba días interminables pensando en su regreso, Franco estaba haciendo una vida.

Una familia, Gavi apretó los labios, negando con la cabeza para despejar esos pensamientos.

Con cuidado, se deslizó fuera de los brazos de Carlos, asegurándose de no despertarlo, una vez de pie, se giró para mirarlo.

Carlos parecía tan tranquilo, tan diferente a como lo había conocido, por un instante, su mano vaciló antes de acariciar suavemente su rostro.

—Gracias grandote, ojalá las cosas fueran diferentes.—Murmuró quitando su mano de las mejillas magulladas del Alfa.

Decidió inspeccionar el lugar y fue hacia la puerta, giró el picaporte, esperando encontrarla cerrada, pero, para su sorpresa, se abrió fácilmente.

Su sorpresa aumentó al ver a Verstappen dormido al lado de la puerta, sentado en el suelo con la cabeza apoyada en la pared.

—¿Qué demonios...? —Susurró, dando un paso hacia él.

—Creo que a alguien le va a doler el cuello.—Dijo Carlos de repente detrás de él, haciendo que Gavi pegara un salto y soltara un leve grito.

—Imbécil, no me asustes así.—Dijo Gavi, girándose para abrazarlo por reflejo.

Carlos rió suavemente, envolviendo al Omega con sus brazos.

—Tranquilo, enano, no te va a hacer nada.

—¿Estás seguro? —Preguntó Gavi, lanzando una mirada al hombre en el suelo.

—Seguro... Él no quiere lastimarte.—Susurró sin que Gavi lo escuchara.

En ese momento, Max abrió los ojos lentamente, frotándose el cuello con una mueca de dolor, cuando vio a Gavi y Carlos, se puso de pie de inmediato, aunque parecía incómodo.

—Yo... buenos días.—Dijo, mirando a ambos con cierto nerviosismo.

Gavi arqueó una ceja y se escondió un poco detrás de Carlos, como si aún no confiara en las intenciones de Max.

—¿Buenos días? —Repitió con incredulidad.

—¿Carlos, lo golpeaste muy fuerte ayer o qué?

Carlos se encogió de hombros con una sonrisa.

—Tal vez un poco.

Max carraspeó, claramente incómodo.

—E-el desayuno estará listo enseguida, bajen cuando quieran.—Dijo rápidamente antes de desaparecer por el pasillo, dejando a Gavi y Carlos mirando su huida.

—¿Qué demonios le pasa? —Preguntó Gavi, mirando a Carlos.

—No tengo idea, ahora ven, hay que limpiar esas heridas —Respondió Carlos, guiándolo de vuelta a la habitación.





Carlos terminaba de vendar las heridas de Gavi en silencio, sus dedos eran hábiles pero cuidadosos, como si temiera lastimarlo más de lo que ya estaba.

Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que incluso Carlos, acostumbrado a esas situaciones extremas, sentía el peso de todo, sabía que el Omega frente a él estaba herido en más sentidos que los visibles.

—¿Puedo decirte algo?—Dijo finalmente Carlos, rompiendo el silencio.

Gavi levantó la mirada, sus ojos avellanas estaban llenos de agotamiento, no respondió, pero el silencio era suficiente permiso para que Carlos continuara.

—Creo que deberías escuchar a Max.

Gavi soltó una risa sarcástica, cargada de incredulidad.

—¿Escucharlo? ¿Escuchar al hombre que hizo explotar mi casa? ¿Que causó el accidente de Franco? ¿Que me torturó hasta que no sabía si era día o noche? —Su voz era fría, y cada palabra parecía salir con tanto dolor y rencor

—Carlos, por favor.

Carlos dejó escapar un suspiro, terminando de asegurar la venda en el brazo de Gavi, sabía que sería difícil, pero no podía quedarse callado.

—Sé que no es fácil de creer, pero Max también sufrió, le quitaron a Checo, le quitaron a su hijo —Dijo, su tono era tranquilo, pero estaba lleno de sinceridad que esperaba pudiera llegar al corazón del Omega

—Él también fue lastimado, traicionado… Es un hombre roto, Pablo.

—¿Roto? —Interrumpió Gavi, apartándose un poco, con los labios temblando por la furia.

—¿Crees que eso justifica todo lo que ha hecho? ¿Crees que eso le da derecho a destruir vidas?

Carlos negó con la cabeza.

—No, no lo justifica, pero ahora sabe que tiene un hijo, y creo que, por primera vez en mucho tiempo, tiene algo por lo que luchar… Por lo que cambiar, Pablo, todos merecen una segunda oportunidad.

Gavi lo miró fijamente, sus ojos brillaban con una rabia, dolor y miedo.

Finalmente, apartó la mirada y murmuró con amargura.

—Pues bien por él, que su hijo vea qué hace con ese monstruo.

Carlos frunció el ceño.

—Pablo…

—Dices que es malo porque le quitaron a su pareja y a su hijo; él también hizo lo mismo conmigo, y no soy un maldito loco ni un monstruo, me quito un cachorro; una vida y a mi Alfa...

—Gavi... Yo...

—Carlos... Yo sigo siendo un oficial; mi deber es entregarlo.

—¿Y a mí también no?

Gavi levantó la cabeza, sorprendido por la pregunta, pero cuando vio la sonrisa amarga en los labios de Carlos, supo que el Alfa no estaba bromeando.

—No.—Dijo, su voz era firme, dura, sin espacios para "peros".

—Tú no vas a pisar una cárcel jamás, yo me encargaré de eso... Nos iremos, tendremos una vida tranquila, lejos de las torturas, de las balas, de Max, de todo.

Carlos ladeó la cabeza, tratando de leer las intenciones de Gavi.

—¿Nos? —Repitió, con una pequeña sonrisa asomándose en su rostro.

—Eso me suena a manada, ¿Tendré que soportarte para siempre?

Gavi chasqueó la lengua, cruzando los brazos.

—Cállate, yo puedo hacer lo que quiera, y solo te desharas de mí cuando mueras.

Carlos soltó una risa, pero esta se desvaneció rápidamente al recordar algo que lo había estado inquietando.

—Pablo… ¿Qué pasó anoche?—Preguntó, su tono ahora era más serio.

El aroma de Gavi cambió, volviéndose amargo de golpe, Carlos lo notó al instante, y su corazón se hundió al ver cómo el Omega parecía encogerse sobre sí mismo.

—Yo… tenía planeado regresar por ti.—Dijo Gavi finalmente, su voz apenas era un susurro.

Carlos lo miró, sus ojos estaban llenos de sorpresa.

—¿Qué?

Gavi tragó saliva, su mirada estaba perdida en algún punto del suelo.

—Tenía planeado llamar y pedir refuerzos, volver por ti, pero… —Se detuvo, su voz empezó a quebrarse ligeramente.

—¿Pero? —Insistió Carlos, aunque temía la respuesta.

—Me contestó el Omega de Franco… —Dijo Gavi, temblando.

—Tienen un hijo, Carlos, Franco tiene una familia.

El silencio que siguió fue ensordecedor, Carlos no sabía qué decir, no había palabras que pudieran aliviar ese tipo de dolor.

Así que hizo lo único que podía.

Lo abrazó.

Gavi se tensó al principio, pero luego se permitió hundirse en los brazos de Carlos, su respiración era entrecortada mientras luchaba por contener las lágrimas.

—Lo siento, Pablo… —Murmuró Carlos, con su voz rota.

Gavi no respondió, no había nada que decir, solo cerró los ojos y dejó que el Alfa lo sostuviera, porque en ese momento, eso era lo único que lo mantenía de pie.

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