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Diecisiete


El humo y el sonido de los disparos llenaban el aire, todo era un caos.

Gavi apenas podía respirar, pero no iba a detenerse.

Tenía que encontrarlo.

Sus pasos resonaban en los escombros, esquivando las balas y en muchos casos, matando al que se le atravesara en la frente.

No había tiempo para pensar, su único pensamiento era claro.

No dejaría a Max morir.

—¡Es tu hora, Verstappen!—La voz de Liam resonó en el lugar.

Gavi se detuvo un segundo, sus ojos enfocándose en la escena frente a él.

Max estaba de rodillas, su rostro estaba ensangrentado, los hombros caídos, pero aún así... Irradiaba una sensación de tranquilidad...

Para Max esto estaba bien, no le importaba que este maldito lo matará, si con eso lograba darle tiempo a Carlos para sacar a Gavi de ese lugar... Entonces estaba bien; sabía que Carlos protegería con su vida a su hijo... Estaba en buenas manos.

Frente a él, Liam sostenía una pistola, su sonrisa era asquerosa, una estúpida sonrisa de satisfacción.

—¿Qué fue tan importante como para que te sacrificaras? —Preguntó Liam, burlón.

—¿Carlos? Lo dudo, ni siquiera te sacrificaste por Checo.

Max levantó la cabeza, su mirada era de rabia pura.

—¡Cierra la maldita boca!—Gruñó con toda la fuerza que le quedaba.

—¡No digas su nombre!

Liam soltó una carcajada fría, disfrutando de cada segundo de su dominio.

—Es patético, Verstappen... Tu tiempo terminó, la línea de tu sangre llega hasta aquí, ya no más Verstappen's, ahora soy solo yo, siempre tuve que ser yo.

Un escalofrío recorrió la espalda de Gavi, su pecho ardía de rabia y... Un sentimiento al cual no quería darle un nombre, pero eso lo empujó a avanzar.

Salió de entre el humo, la pistola firme en su mano, y su voz rompió el momento.

—Te equivocas.—Su tono era firme, desafiante, casi feroz... Como un Verstappen.

—No termina aquí.

Liam giró hacia él, sorprendido por su repentina aparición, observó al joven omega de pies a cabeza, evaluándolo, notando la mirada asesina que brillaba en sus ojos... Esa mirada...

—¿Tú quién eres?—Preguntó, curioso pero burlón.

—Pablo, Pablo Ga… Verstappen.—Su voz tembló un instante, pero no dejó que eso lo distrajera.

Era la primera vez que decía ese apellido en él, y lo siento tan extraño, pero a la vez correcto.

Max reaccionó al escuchar esas palabras, su cuerpo se tensó.

—¡Pablo, no! ¡Vete ahora!—Gritó con desesperación, su mirada estaba llena de angustia, pero Gavi no retrocedió.

—¿Así que este es tu as bajo la manga, Max? —Dijo Liam, esbozando una sonrisa burlona mientras apuntaba su aroma ahora hacia Gavi.

—Un omega, que conmovedor.

Antes de que pudiera apretar el gatillo, Max se lanzó contra él, un gruñido salvaje salió de su garganta, el sonido de un Alfa protegiendo lo que era suyo.

Ambos cayeron al suelo en una pelea violenta, los golpes eran rápidos, precisos, pero Max estaba debilitado, Liam tenía ventaja.

Gavi no dudó, se lanzó hacia los hombres que avanzaban hacia ellos, el primero no tuvo oportunidad; un golpe certero con la culata de su arma lo dejó fuera de combate.

El segundo intentó disparar, pero Gavi fue más rápido, disparándole en el brazo, el aroma del omega cambió, ya no era el dulce y cariñoso aroma, era territorial, peligroso.

Max y Liam seguían peleando, ambos cubiertos de sangre.

—¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?!—Gruñó Max mientras esquivaba un golpe, mirándolo de reojo.

—¡Estoy salvándote el maldito trasero!—Respondió Gavi mientras derribaba a otro enemigo.

Sus movimientos eran rápidos, precisos, había crecido en el fuego, y ahora el fuego corría por sus venas.

Liam logró apartar a Max de un golpe y levantó su arma, apuntando directamente al pecho del Alfa, Max no tuvo tiempo de reaccionar.

—¡No! —Gritó Gavi, disparando antes de que Liam pudiera hacerlo, la bala fue directa, certera.

Liam tambaleó hacia atrás, sorprendido, y cayó al suelo con un ruido seco.

El silencio que siguió fue casi ensordecedor, los hombres de Liam, al ver caer a su líder, comenzaron a retroceder.

Gavi respiraba con dificultad, su pecho subiendo y bajando rápidamente, sus manos temblaban, pero no soltó el arma.

Se acercó a Max, que seguía en el suelo, observándolo con una incredulidad casi graciosa.

—¿Por qué hiciste eso? —Preguntó Max con voz ronca.

Gavi lo miró fijamente, su mirada estaba llena de emociones que no podía expresar con palabras.

—Porque tienes una deuda muy grande que saldar conmigo Verstappen.—Respondió al fin.

Max dejó escapar una risa amarga, limpiándose la sangre de los labios.

—Eres más como Checo de lo que pensaba.

Gavi sintió un nudo en la garganta al escuchar ese nombre, pero no dijo nada, en cambio, extendió su mano hacia Max, ayudándolo a levantarse.

—Esto no ha terminado, Verstappen.—Le dijo con una media sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Aún tienes muchas cosas que explicar.









La sangre manchaba el suelo y el aire parecía detenerse, pesado, Gavi corrió, más rápido de lo que había corrido nunca.

Max iba detrás de él, pero todo se era un caos a su alrededor, solo podía pensar en Carlos y su Alfa.

Cuando llegó, lo vio ahí, recostado contra Franco, con manchas oscuras en su camiseta y un hilo de sangre en la comisura de sus labios.

Los hombres que lo habían atacado estaban en el suelo, pero eso no importaba, nada importaba más que Carlos.

—¡Carlos! —Gritó, dejándose caer de rodillas a su lado, con manos temblorosas, levantó su cabeza con cuidado, colocándola sobre sus piernas.

—Hey, hey... Grandote, ya todo pasó, le salvé el trasero a tu amigo, ¿Ves? Ahora... Abre los ojos, ¿Sí? Necesito que te levantes.

Carlos abrió lentamente los ojos, un esfuerzo sobrehumano que le costaba más de lo que quería admitir, pero cuando los vio, esos ojos avellanas llenos de lágrimas, esbozó una pequeña sonrisa.

—¿T-Te he dicho... Que eres el O-Omega más loco que he c-conocido?—Su voz era apenas un susurro, entrecortado y débil, tosió, y más sangre manchó sus labios.

—Shh, no hables, por favor.—Gavi apretó su mano contra la herida, tratando de detener la sangre, su voz se rompía con cada palabra.

—Vas a estar bien, ¿Me oyes? Max, llama a una ambulancia.

Max, que observaba la escena con el rostro rígido, asintió y sacó su móvil, aunque sabía en el fondo que no había nada que pudiera hacer.

—N-Nunca te l-lo he dicho... Pero... Tienes los o-ojitos más l-lindos de todos... —Carlos habló de nuevo, como si necesitara decirlo antes de que el tiempo se le escapara.

—Carlos, por favor, cállate... —Gavi ya no podía contener las lágrimas.

Estas caían incontrolablemente, rodando por sus mejillas y cayendo sobre el rostro pálido del Alfa.

—E... Eres... El más lindo de todos.—Carlos intentó sonreír, pero el esfuerzo le costó.

—Franco tiene mucha suerte...

Franco, que había permanecido en silencio, sintió un nudo en la garganta, quería decir algo, cualquier cosa, pero las palabras no salían.

Sabía que no podía hacer nada más que quedarse ahí, observando a ese Alfa decir adiós.

—Carlos, por favor, no me hagas esto...—Suplicó Gavi, apretando la mano de Carlos con fuerza, como si con eso pudiera evitar que se le escapara.

—Prometiste que nunca me dejarías, ¡Maldita sea, Sainz, levántate ahora!

Carlos cerró los ojos por un momento, como si estuviera reuniendo fuerzas, y cuando los abrió de nuevo, parecía más tranquilo, casi resignado.

—Gavi... —Susurró con esfuerzo.

—¿Re... Recuerdas lo que t-te dije... En la celda?

Gavi asintió rápidamente, desesperado, las lágrimas continuaban cayendo, y su respiración era entrecortada.

—Sí, claro que lo recuerdo, m-me lo tienes que explicar, así que no te atrevas a cerrar los ojos ahora.

Carlos esbozó una sonrisa débil, una que apenas levantó la comisura de sus labios.

—Significa que... —Tosió de nuevo, su cuerpo temblaba.

—Que te amo...

El mundo de Gavi pareció detenerse, por un instante, no escuchó nada más que el sonido del viento entre las paredes destruidas y el latido irregular del Alfa.

—Carlos, no digas eso como si fuera una despedida, maldito Alfa idiota, vamos, por favor... Te amo también, ¿Me oyes? Te amo, pero no puedes dejarme... Por favor... No puedes.

Carlos cerró los ojos lentamente, su respiración se volvió más superficial, Franco, incapaz de soportar más, dio un paso hacia ellos.

—Pablo, hay que movernos... —Dijo, pero su voz se quebró.

—No.—Gavi sacudió la cabeza, abrazando el cuerpo de Carlos más fuerte.

—No lo voy a dejar.

Carlos abrió los ojos una última vez, la mirada llena de amor.

—P-Promete... Que serás feliz, Gavi, y que no l-le patearas el tr-trasero a Max...

—No, no voy a prometer eso porque tú no te vas a ir, Carlos, por favor.

El Alfa sonrió por última vez, sus labios moviéndose para formar palabras que apenas se escucharon.

—Eres mi todo...

Y entonces, su cuerpo se relajó en los brazos de Gavi.

—¡No, no, no! ¡Carlos! ¡Carlos!—El grito desgarrador del Omega llenó el lugar, resonando en cada parte.

Gavi abrazó el cuerpo inerte con fuerza, apoyando su frente contra la de él mientras las lágrimas caían sin control.

—Por favor, no puedes hacerme esto... Me lo prometiste, me prometiste que nunca me dejarías...

Franco, con el corazón roto, se acercó a ellos, colocó una mano en el hombro de Gavi, pero el Omega no lo dejó llevarse a Carlos.

—No lo toques, Alfa no quiero dejarlo solo... —Susurró, con su voz quebrada por el llanto.

Max miró la escena con los puños apretados y la mandíbula tensa, sabía que cualquier palabra que pudiera decir no aliviaría el dolor de su hijo.

En el aire, solo quedaron el silencio y el llanto desgarrador de Gavi.

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