Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cinco

Franco caminaba entre los escombros de lo que una vez fue su hogar, cada paso hundiéndolo más en el peso de la realidad que se negaba a aceptar.

Habían pasado días desde que pidió el alta voluntaria en el hospital, había ignorado a los médicos, a los amigos que le suplicaron que descansara.

Todo lo que importaba era encontrarlo, Gavi tenía que estar vivo, en algún lugar, esperando que lo encontrara.

Se arrodilló frente a lo que quedaba de su sala de estar, sus manos temblorosas acariciando el suelo ennegrecido, cerró los ojos y dejó que los recuerdos lo golpearan como un torrente.

Las risas, las discusiones tontas, las noches en las que Gavi se acurrucaba contra su pecho después de un día agotador, todo eso ahora parecía tan lejano, tan irreal.

—Por favor… Por favor, Gavi…—Murmuró, su voz estaba rota por el dolor.

—Sabes que yo sin vos no puedo vivir... Por favor, volvé…

Las lágrimas comenzaron a caer, silenciosas al principio, luego en sollozos desgarradores que resonaron en el silencio del lugar, Franco, que siempre había sido fuerte, inquebrantable, el que siempre tenía una sonrisa para su omega... Se desmoronó por completo.

Se aferró a un trozo de madera quemada como si fuera la última conexión con su Omega, con su vida.

A lo lejos, George, Pato y Lando observaban la escena desde el auto, habían pasado horas buscándolo, y cuando lo encontraron allí, entre las ruinas, entendieron que no podían dejarlo solo por más tiempo.

—Esto no está bien.—Dijo George, su voz era apenas un susurro.

—No podemos seguir permitiendo que se haga esto.—Añadió Pato, con los ojos llenos de preocupación.

Lando, que estaba al volante, apretó los labios antes de hablar.

—Alguien tiene que hacerle entender la verdad, no podemos seguir fingiendo que Gavi…—Se interrumpió, incapaz de pronunciar la palabra.

—Que Gavi volverá.

George asintió, aunque su rostro mostraba dudas.

—Si alguien puede hacerlo, eres tú, Pato, Franco confía en ti.

Pato respiró hondo y salió del auto, caminando hacia su amigo con pasos cautelosos.

—Franquito—Lo llamó, su voz era suave, pero  se notaba que tenía nudos.

Franco no levantó la mirada, sus manos seguían aferradas al trozo de madera.

—Déjame, Pato.—Dijo, su tono era apenas audible.

—No puedo hacer eso, hermano.—Respondió, acercándose más.

—No puedo dejarte aquí… No así.

Franco finalmente alzó la cabeza, sus ojos rojos e hinchados clavándose en los de Pato.

—No entendes… Él no está muerto, no puede estarlo, yo lo sentiría.

Pato tragó saliva, su corazón encogiéndose ante la desesperación de su amigo.

—Franco, han buscado en todas partes... No hay rastro de él, y  con lo que pasó en la casa…

—¡No digas eso!—Gritó Franco, poniéndose de pie de golpe.

—¡No lo digas porque no es verdad!

—Fran…—Intentó Pato de nuevo, pero Franco lo interrumpió.

—Yo debería haber estado acá, debería haberlo protegido, si no me hubiera ido… Si no hubiera sido tan tonto…

—Esto no es tu culpa.—Dijo Pato, su voz estaba quebrándose.

—¡Claro que lo es!—Franco golpeó el suelo con el pie, como si intentara desahogar toda la culpa que lo consumía.

—Yo lo dejé solo, y ahora… Ahora no sé dónde está.

—No lo sabes porque…—Pato hizo una pausa, luchando por contener las lágrimas.

—Porque no está aquí, Franco, Gavi no sobrevivió.

El silencio que siguió fue como un golpe seco, Franco lo miró fijamente, su rostro estaba lleno de incredulidad.

—No.—Susurró, negando con la cabeza.

—No.

—Lo siento tanto.—Dijo Pato, acercándose para poner una mano en su hombro.

Franco lo apartó con brusquedad, retrocediendo unos pasos.

—No, Pato, no podes saberlo, nadie puede, él está vivo, ¿Me escuchas? Está vivo, y yo lo voy a encontrar.

George y Lando se unieron a Pato, pero ninguno sabía qué decir, la negación de Franco era un muro impenetrable, construido con el dolor y la culpa que lo consumían.

—Querido, si sigues así…—Comenzó George, pero Franco lo interrumpió.

—Si sigo así, tal vez lo encuentre, y si no pueden aceptarlo, entonces déjenme en paz.

Los tres amigos se miraron entre sí, impotentes, Franco volvió a arrodillarse, ignorándolos.

—Por favor, Gavi… volvé a mí…—Murmuró, mientras las lágrimas caían nuevamente.


Carlos no podía apartar los ojos de Gavi, tumbado en el suelo de la celda vecina, temblando y jadeando como si estuviera a punto de quebrarse por completo.

Las heridas del Omega no habían sido atendidas; los vendajes improvisados que alguien había puesto estaban empapados de sangre.

Las quemaduras y los golpes visibles en su piel lo hacían ver tan frágil que Carlos sintió un nudo en el estómago.

—¡Max! ¡Baja de una vez, carajo!—Gritó, golpeando con fuerza los barrotes.

El eco de su voz resonó en el sótano, pasaron varios minutos antes de que se escucharan pasos acercándose.

La puerta de metal chirrió y Max apareció, bajando las escaleras con una calma que contrastaba con la desesperación de Carlos.

—¿Qué demonios quieres ahora?—Preguntó Max, cruzándose de brazos frente a la celda de Carlos.

—¿Acaso quieres que te mate antes de tiempo?

Carlos lo fulminó con la mirada, pero se tragó las palabras mordaces que tenía en mente, si quería ayudar a Gavi, no podía empeorar la situación.

—Déjame estar ahí.—Dijo con un tono urgente, señalando la celda de Gavi.

Max arqueó una ceja, incrédulo.

—¿Qué? ¿Ya le tomaste cariño?

—Tú lo quieres vivo, ¿No?—Replicó Carlos, alzando la voz.

—Está volando en fiebre, Max, si no haces algo, va a morir.

Max no respondió de inmediato, sus ojos recorrieron a Carlos, evaluándolo como si estuviera decidiendo si valía la pena molestarse.

—Déjame ayudarlo.—Insistió Carlos, casi suplicando.

El silencio de Max se alargó hasta volverse insoportable, finalmente, suspiró con desdén.

—Haz lo que quieras.—Dijo con frialdad, haciendo un gesto hacia sus hombres, que se acercaron para abrir la celda de Carlos.

Sin cuidado, lo sacaron a empujones, y luego lo arrojaron dentro de la celda de Gavi, Carlos cayó al suelo, soltando un gruñido de dolor.

Sus propias heridas dolían, pero no tenía tiempo para eso, se arrastró hacia el Omega, que seguía temblando y murmurando cosas inaudibles.

Max observó todo desde la puerta, impasible.

—Si muere, será tu culpa.—Fue lo último que dijo antes de irse.

Carlos se acercó a Gavi con cautela, notando lo pálido que estaba, cómo sus labios temblaban de frío.

—Hey, gilipollas…—Murmuró mientras revisaba sus heridas.

—Vamos, tienes que resistir, ¿No quieres ver a tu Alfa? Pon de tu parte, joder.

Gavi no respondió, estaba inconsciente, con la fiebre quemándole el cuerpo, Carlos maldijo entre dientes.

Rasgó un pedazo de su camisa y lo usó para presionar las heridas que seguían sangrando.

—Esto va a doler, pero no te puedes morir.—Dijo, más para sí mismo que para Gavi.

Los disparos anteriores eran graves, pero los golpes recientes habían empeorado todo, Carlos improvisó vendajes con lo que tenía a mano, luchando contra la impotencia que sentía.

—T-Tengo frío…—Susurró Gavi de repente, su voz era apenas un suspiro.

—Lo sé, lo sé.—Respondió Carlos, sintiendo cómo el peso de esas palabras lo golpeaba en el pecho.

Miró alrededor de la celda, no había mantas, nada que pudiera usar para cubrirlo, sólo estaba él.

—Maldita sea.—Murmuró, y se recostó contra la pared, jalando a Gavi hacia su pecho.

El Omega era pequeño, apenas ocupaba espacio contra su cuerpo, Carlos lo envolvió con sus brazos, esperando que el calor de su cuerpo ayudara a estabilizarlo.

—No te atrevas a morir.—Le susurró al oído, su tono era de frustración y preocupación.

—No después de todo lo que hemos pasado.

El silencio se hizo pesado, roto solo por la respiración irregular de Gavi.

Carlos pasó horas ahí, sosteniéndolo, intentando ignorar el dolor en sus propias heridas.

No entendía por qué, pero la idea de que Gavi muriera lo perturbaba más de lo que esperaba.

Antes, lo había visto como una carga, una complicación, ahora, sentado en esa celda fría, sintió algo que no podía nombrar, una necesidad de protegerlo.

—¿Cómo te metiste en este lío, eh?—Murmuró, como si Gavi pudiera responderle.

—Un Omega tan testarudo como tú… Debiste haberte quedado con tu Alfa, no debiste meterte en este mundo...

Gavi soltó un gemido, moviéndose ligeramente en sus brazos, Carlos apretó su agarre, murmurando palabras tranquilizadoras que no sabía que tenía dentro.

—Resiste, cabron, tu Alfa sigue vivo, y si salimos de esta, juro que te voy a ayudar a encontrarlo.

No sabía si era una promesa que podía cumplir, pero en ese momento, lo creyó con todo su ser.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro