Día 8: Sangre
⚠️ Aviso: Este one-shot es la segunda parte de "Día 1: Piratería". Así que, si todavía no lo has leído o no lo recuerdas del todo, te recomiendo échale un vistazo antes de empezar con esta continuación 😉
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–Luka lo que planeas hacer es un auténtico disparate –le dijo su hermana fingiendo mantener una actitud calmada que no sentía en absoluto.
–Ya lo sé –admitió dándole un último afilado a su espada–. Pero debo hacerlo.
–¡Si ni siquiera la conoces! –exclamó indignada–. ¿En serio vas a jugarte el pellejo por una mujer de la que sólo sabes su nombre?
–Sí –le contestó con una férrea determinación.
–¡Estás loco! –le espetó indignada–. ¿Has pensado en la posibilidad de que ella no acepte?¿Incluso de que no se acuerde de ti? Esa gente sólo recuerda del nombre de uno cuando hay un título de por medio.
–Entonces no habrá ningún problema porque yo poseo un título –le dijo con sorna–. Soy el hijo de la capitana Hardrock, la mayor pirata que ha surcado los mares del Atlántico.
La pelimorada le lanzó una mirada asesina al peliazul mientras que éste se la devolvía jocoso.
–Estoy seguro de que se acordará de mí, así como yo me acuerdo de ella –recalcó totalmente convencido intentando tranquilizar a la menor de los Couffaine–. Y aceptará –a lo que Juleka bufó exasperada–. Ese encuentro fue especial hermana, lo vi en sus ojos... –musitó acariciando suavemente el collar que "tomó prestado" de su amada y que todavía seguía anudado en su cuello desde aquel día–. Y haré lo que sea con tal de que esté conmigo.
–¡Con la cantidad de mujeres que tienes a tus pies en Ciudad Tortuga (*)! –bramó disgustada–. Podrías estar con cualquiera de ellas... Aurore, Clara, Lila... ¡incluso Marinette! Ella es buena y te ama muchísimo Luka...
El joven rodó los ojos haciendo un movimiento de soslayo ante él enésimo intento de la pelimorada por emparejarlo con su amiga.
–Y tienes que encapricharte con esa maldita malcriada hija de papá –concluyó cruzándose de brazos enfurruñada.
–Se llama Chloé.
–¡Me da igual cómo se llame! –gritó furiosa–. ¡No quiero perder a mi hermano por su culpa!
El Couffaine se acercó a ella y la abrazó con fuerza haciendo que la muchacha lo correspondiera liberando todo su estrés y llorando en un mar de lágrimas.
–Entiendo que estés así y me conmueve el que te preocupes tanto por mí, Jules. Pero lo que siento por Chloé es difícil de explicar... ni siquiera Marinette logró despertar en mí estos sentimientos –le susurró al oído–. Sólo sé que debo ir por ella –separándose un poco de ella para mirarla mientras le secaba las lágrimas que le recorrían las mejillas–. Que si no lo hago, me arrepentiré toda mi vida.
Juleka agachó la cabeza derrotada sabiendo que no lograría convencer a su hermano para que cambiara de parecer y, en ese momento, la madre de ambos entró en el camarote mirando a su hijo mayor con seriedad.
–Luka nos aproximamos a la costa, si todavía estás dispuesto... –haciendo una pequeña pausa– debe ser ahora.
–Gracias madre –le dijo con una ligera inclinación de cabeza de agradecimiento y salió de la estancia hacia la cubierta del Liberty envainando su espada.
–Madre, ¿de verdad vas a dejar que se vaya? –preguntó una afligida Juleka a la mayor.
Si existía alguien que pudiera detener a aquel hombre, esa persona era Anarka Couffaine.
–Tu hermano es mayor de edad, Juleka –murmuró con pesar–. Es él quien decide qué camino debe seguir.
–Si dejas que baje de este barco... seguramente morirá.
–Es verdad... y no es fácil para mí dejarlo marchar siendo su madre –admitió la mayor–. Pero también es cierto que nunca le he visto tan enamorado de una chica. En todo este tiempo no lo he visto coquetear con ninguna otra mujer, ni siquiera en la taberna con Marinette. Además, no se ha separado de ese collar y siempre lo mira embelesado. Conozco esa sensación... es la misma que yo tuve cuando conocí a vuestro padre... –mirando a su hija con una triste sonrisa–. Por eso, sé que nunca será feliz si no se da una oportunidad con esa joven. Debe intentarlo Juleka... aunque le cueste la vida.
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Mucho más tarde, en la mansión de los Bourgeois...
Chloé soltó un suspiro resignado al contemplarse en el espejo enfundada en su vestido de novia.
Ni siquiera ella, que siempre había sido el ojito derecho de su padre, había conseguido librarse del aciago destino que debían aguantar todas las mujeres de alta cuna: ser obligada a casarse con alguien de su estatus social a pesar de aborrecer a su futura pareja con toda su alma. En su caso, se trataba de Kim Le Chien.
Aquel hombre llevaba obsesionado con ella desde que se conocieron precisamente en la boda de su mejor amigo Adrien Agreste con aquella noble adinerada de origen japonés, Kagami Tsurugi.
"Maldito fue el momento en que acepté bailar con él sólo para que se callara..." pensó con rabia. "Adriboo sí que tuvo suerte. Conoció a su mujer en un viaje de negocios para conseguir esas telas que su padre necesitaba, se enamoraron y se casaron. ¿Por qué no puede sucederme a mí lo mismo?¿Por qué no puedo casarme con quién yo quiero?" se lamentó la pobre muchacha. "¿Por qué Luka tuvo que ser un pirata?" agachando la mirada con melancolía.
Aún tenía aquel filibustero muy presente en sus pensamientos. No sabía a qué clase de embrujo la sometió en el momento que se conocieron, pero no conseguía sacárselo de la cabeza. No existía un sólo día que no pensara en él, que no se preguntara lo que estaría haciendo, si todavía tendría la joya de su madre en el cuello o ya la habría apostado en algún juego de cartas en una taberna de mala muerte...
–Estás muy linda vestida de novia Chloé, pero estarás mucho más hermosa el día que utilices otro para casarte conmigo –oyó una voz a sus espaldas.
"No puede ser..."
La rubia se volteó lentamente en dirección a la voz y entonces abrió los ojos como platos al ver al mismísimo Luka Couffaine vestido de paisano y apoyado en el umbral de su balcón en una actitud relajada mientras la observaba atentamente.
–Tú... –susurró aún sin poder creerlo–. ¡¿Cómo has entrado aquí?!
–Por tu terraza, no es muy difícil para alguien como yo –le explicó con una sonrisa jovial y encantadora.
–¿Eres consciente de qué si te encuentran en los aposentos de la hija del gobernador te llevarán inmediatamente a la horca verdad? –le preguntó.
Aunque no sabía si lo hacía porque estaba recelosa de sus verdaderas intenciones al presentarse en su habitación a punto de casarse o porque, en el fondo, estaba preocupada por lo que le pudiera ocurrir si su padre entraba de repente por la puerta de la estancia.
–Es un riesgo que estoy dispuesto a asumir.
–¿Por qué?¿Qué quieres, Luka?
–Aún te acuerdas de mi nombre... –musitó con una satisfacción palpable en su rostro.
–Eres el hijo de la capitana Hardrock, esas cosas no se olvidan fácilmente –susurró ella en respuesta.
–¿Sólo te acuerdas por eso, Chloé? –la cuestionó caminado hacia la joven quien se alertó por su proximidad y retrocedió todo lo que pudo hasta chocar contra el espejo a sus espaldas–. Yo creo que te acuerdas de mi nombre por algo más...
–Por algo más... no entiendo... ¿cuál sería esa otra razón? –balbuceó nerviosa fingiendo ignorancia.
–La misma razón por la cual yo nunca me he separado de ésto –le dijo poniéndose frente a ella y sacando el collar de la Bourgeois de entre sus ropajes para mostrándoselo a la aristócrata.
–El colgante de mi madre... –murmuró acariciando la joya sobre el pecho del pirata–. Lo has conservado –mirando al Couffaine atónita–. Creía que a estas alturas ya estaría perdido.
–Nunca podría deshacerme de él, Chloé –le aseguró el peliazul–. De la misma forma que tampoco puedo permitir que te cases con ese imbécil de Le Chien.
–No es algo de lo que tenga opción Luka... –dijo desviando la mirada con pesar.
–Siempre hay una opción, pero tienes que ser muy valiente para tomarla –ella alzó el rostro intrigada por lo que fuera a ofrecerle–. Vente conmigo –tendiéndole su mano para que aceptase.
Las palabras de Luka resonaban una y otra vez en su cabeza mientras veía la palma del peliazul.
"Irme con él"
¿Deseaba hacerlo? Una parte de ella le gritaba eufórica que tomara esa mano y se dejara llevar. La otra le decía histérica que si lo hacía lo perdería todo: a su padre, su reputación, su vida acomodada... y todo por un atractivo pirata que apenas conocía, pero que nunca olvidó. Todo se reducía a eso: una vida estable pero infeliz junto a Kim o un camino desconocido junto a alguien que la había cautivado desde el primer momento que sus ojos se posaron en él.
–Chloé... por favor... –le suplicó el joven apremiándola–. No tenemos mucho tiempo.
La mirada de Luka estaba llena de promesas: de amor, de aventuras, de protección... y casi sin ser consciente aferró su mano a la del peliazul aceptando el destino que pudiera depararle estando a su lado.
El Couffaine sonrió emocionado y la rodeó cariñosamente entre sus brazos mientras le besaba sus cabellos dorados con miles de besos.
–Debemos irnos, mi amor –le comentó momentos después dejando de besarla para mirarla seriamente a los ojos–. Tenemos que aprovechar ahora que todos están muy ajetreados con los preparativos de la boda.
Chloé asintió con el corazón latiendo frenéticamente en su interior y los nervios a flor de piel.
–Toma –le dijo acercando el saco que había traído con él–. Póntelo.
La chica sacó lo que había en su interior y se sorprendió al ver el traje de una simple sirvienta, muy similar al que usó el día que se conocieron.
–¿En serio? –le preguntó divertida.
–Llamarías mucho la atención con un vestido de novia y, además, ese traje me trae buenos recuerdos –le dijo el pirata haciéndose el inocente.
La Bourgeois no se lo rebatió y con una risa jocosa se intercambió la ropa delante del Couffaine quien no dejó de devorarla con la mirada mientras se mordía el labio inferior con auténtica lujuria.
"Ahora no Luka, sabes que no es el mejor momento" se decía una y otra vez intentando calmar a la fiera que había despertado en su interior avivando sus instintos más primitivos y que le instaban a reclamar a la rubia como suya en ese preciso instante.
–Ya estoy –dijo Chloé cuando concluyó su labor e ignorando los efectos que había causado en el pobre pirata al exponer tan a la ligera ciertas partes de su cuerpo.
–Bien... vamos... –habló el otro con dificultad a la vez que tomaba la mano de la muchacha para conducirla al balcón.
Luka ayudó a su amada en todo momento para que pudiera descender por la fachada de la mansión sin el menor peligro y cuando llegaron al suelo tomaron un par de capazos como si fueran parte de la servidumbre que trabaja en los preparativos del enlace mientras se dirigían disimuladamente a la entrada principal de la propiedad.
Todo iba estupendamente, ya estaban cruzando el umbral de la que los separaba de su ansiada libertad, cuando uno de los soldados de André Bourgeois le pareció reconocer a la hija del gobernador a pesar de sus humildes ropajes.
–¡Eh, un momento! –los llamó–. Ustedes dos, ¡deténganse inmediatamente! –acercándose a ellos con premura.
Chloé temblaba de pies a cabeza por haber sido descubiertos. La cólera de su padre sería terrible y seguramente el pirata pagaría con todas las consecuencias de aquella huida frustrada. Por otro lado, Luka detuvo su andar y soltó el capazo de mimbre con el rostro serio e impasible. La joven le dirigió una mirada aterrada sin saber qué hacer, pero no encontró consuelo en los ojos azules del Couffaine, sólo un bloque de puro hielo.
Cuando el oficial llegó por fin a su encuentro, confirmó sus peores sospechas. La heredera de los Bourgeois se fugaba con un desconocido horas antes de su boda; sin embargo, no le dio tiempo a dar la voz de alarma porque, antes de que pudiera decir nada, Luka lo degolló con un rápido movimiento de su corta espada cayendo al suelo su cuerpo sin vida ante el rostro horrorizado de la rubia.
Desgraciadamente, dicha escena fue vista por unos compañeros del fallecido que se encontraban a bastantes metros de distancia y comenzaron a dispararles a discreción.
–¡Corre Chloé! –exclamó el peliazul rodeándola con su cuerpo como un escudo en un intento por protegerla.
La chica le obedeció al instante y corrió como nunca lo había hecho dejándose guiar por el Couffaine mientras éste seguía a su lado cubriéndole las espaldas y, de vez en cuando, respondía a los disparos con su propio trabuco. Pronto llegaron a un lugar apartado en el bosque donde había un majestuoso caballo blanco anudado en el tronco de un árbol esperándolos.
Cuando Luka ayudó a montar a la Bourgeois, ésta se percató de la enorme mancha de sangre que se extendía en las ropas del pirata.
–¡Luka, estás herido! –exclamó preocupada.
–Tranquila, no es nada –le dijo intentando calmarla aunque su cara decía todo lo contrario–. La bala sólo me ha rozado el costado.
–Pero... –comenzó a protestar la rubia viendo cómo él también se subía al caballo detrás de ella.
–Estoy bien... sigamos –le interrumpió con una mueca de dolor–. Mi madre nos espera –y espoleó al caballo con insistencia para que emprendiera su galope a toda velocidad alejándose del lugar.
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Estuvieron unos treinta minutos cabalgando a través del bosque.
Hacia tiempo que habían logrado dejar a los hombres del gobernador atrás, pero Luka no se fiaba y en ningún momento aminoró la marcha hasta que llegó a la costa, lugar donde estaba atracado el Liberty esperando su regreso.
Su madre y su hermana se encontraban en la playa junto a unos cuantos miembros de la tripulación observando atentos su alrededor en busca de cualquier señal que indicara la vuelta del peliazul. Pronto uno de ellos divisó el caballo con la pareja a lo lejos y avisó a los demás.
Cuando finalmente llegaron al punto de encuentro, su familia miró al muchacho preocupada.
–¡¿Luka estás bien?! –exclamó Juleka alarmada–. ¿Qué es toda esa sangre en tu ropa? Dime que es de alguien a quien has matado... –le rogó consternada.
–Una bala me dio en el costado mientras escapábamos... y aún la tengo dentro –explicó con dificultad.
"¿Aún la tiene dentro?¡Pero si me dijo que sólo lo había rozado!" pensó Chloé volteándose hacia él agitada. No obstante, el Couffaine ni siquiera la miraba; definitivamente no tenía buena cara.
Anarka Couffaine no necesitó más información para saber cómo debía actuar a continuación.
–Mike, Jason... subid a Luka al barco. Debemos sacarle esa bala inmediatamente –les ordenó quienes obedecieron de inmediato ayudando al chico a bajar del caballo y tomándolo de los hombros para que pudiera caminar hasta el navío pirata–. ¡Levad las anclas, nos vamos a Ciudad Tortuga! Esto pronto será un hervidero con toda la guardia del gobernador buscando a su hija –alertando a sus hombres que se pusieron manos a la obra para abandonar el lugar.
–¿Y qué hacemos con ella? –preguntó Juleka mirando de forma despectiva a su invitada.
Chloé seguía montada en el caballo, contemplando a los piratas indecisa.
–Obviamente, se viene con nosotros –dijo la mujer.
–¡Pero mamá...! –protestó la pelimorada.
–¡Tu hermano tiene una bala en el costado por ella! Significa mucho para él. Así que no discutas conmigo y sube al maldito barco.
Juleka acató el comando de su madre furiosa mientras le lanzaba una mirada de odio a Chloé.
–Perdona sus malas maneras –se disculpó de manera cordial la líder de aquellos truhanes–. Actúa así porque está preocupada por su hermano.
–Yo-yo... lo en-entiendo... –tartamudeó la Bourgeois con temor al estar hablando con la gran capitana Hardrock y, además, su suegra.
La mayor de los Couffaine percibió el pavor en la voz de la joven.
–No debes tenerme miedo –alzando las manos en señal de paz–. Eres muy especial para Luka y eso es suficiente para mí. Así que, por favor, sube al barco.
La rubia no pudo evitar dirigir una mirada recelosa hacia el resto de la tripulación del barco. Aquellos hombres la observaban, de forma nada discreta, hasta el más mínimo detalle de su figura. En ese momento se planeó si había hecho lo correcto pues ella no era pirata ni conocía nada de ese mundo y esos bucaneros le estaban empezando a poner los pelos de punta.
Sujetó las riendas del caballo con fuerza. Aún estaba a tiempo de dar marcha atrás...
–Ninguno de esos patanes se atreverá a tocarte un pelo. Estás bajo mi protección y la de mi hijo –dijo Anarka percatándose del gesto en la Bourgeois e intuyendo las intenciones de la joven–. Te doy mi palabra y ahora sube, por favor, Luka te necesita a su lado.
Sí, era verdad. El peliazul había ido a buscarla, la había rescatado de un matrimonio desdichado, incluso había matado a un hombre inocente con tal de permanecer juntos. Lo había arriesgado todo... y ahora estaba entre la vida y la muerte por su causa.
La rubia asintió y se bajó del caballo dispuesta a afrontar su nueva vida de pirata al lado del hombre que le había demostrado con creces su amor incondicional por ella.
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Rumbo a Ciudad Tortuga, dentro del Liberty...
–¿Cómo está Luka? –preguntó Anarka al entrar en su camarote seguida muy de cerca por Chloé.
–Ha perdido mucha sangre y tiene una fiebre muy alta. Hemos conseguido detener la hemorragia, pero hay que extraerle ya esa bala o morirá por sepsis –informó la mano derecha de la capitana en voz baja para que el peliazul no lo oyera.
–Chloé... –musitó el joven Couffaine con las pocas fuerzas que le quedaban–. ¿Dónde... está... Chloé?
Ésta fue inmediatamente al lugar donde le habían acostado, una mesa bastante amplia en el centro de la sala.
–Chloé... –regalándole una sonrisa llena de alivio cuando la vio a su vera–. Tenía miedo... de que... al final... no hubieras... subido al barco conmigo...
Ella le tomó una de sus manos y con la otra enredó sus dedos en el cabello del chico acariciándolos con cariño provocando que el pirata cerrara los ojos sintiéndose tranquilo y en paz. A la rubia le consternó ver el estado en el que se encontraba su amado (semidesnudo de cintura para arriba con un paño completamente ensangrentado en el costado, totalmente pálido, sudoroso y temblando de forma intermitente) pero lo disimuló lo mejor que pudo y le dijo al oído:
–Siempre voy a estar contigo, Luka –le contestó dándole un tierno beso en los labios que el chico correspondió encantado.
–Siento interrumpiros tortolitos, pero no podemos esperar más –les apremió el hombre que iba a actuar de cirujano–. Luka, ¿estás listo?
–Sí... –confirmó asintiendo efusivamente.
–De acuerdo, vamos allá...
Chloé contempló anonadada como tres hombres sujetaban fuertemente al joven truhan de los hombros y los pies para que no se moviera mientras Anarka le ponía un palo en la boca. El cirujano retiró el paño que había empleado con el fin de detener la hemorragia y limpió la zona de cualquier resto de sangre. La herida de bala no era muy grande, así que el médico tuvo que abrir un poco más para poder acceder al casquillo.
Los gritos de Luka no se hicieron de esperar, aunque eran amortiguados gracias al pequeño bastón en su boca.
La Bourgeois sintió la presión que el nuchacho ejercía en su mano para mitigar el dolor. Le dolía bastante pero no se quejó; de hecho, ella le correspondió apretando también del mismo modo para darle ánimos.
–¡Ya la tengo! –exclamó el hombre y todos suspiraron aliviados al ver la bala firmemente sujeta entre sus dedos–. Ahora desinfectaremos y cerraremos la herida mediante una cauterización. Lo siento chico, pero ya sabes que esto duele mucho –le avisó tomando un hierro candente que había preparado previamente en la chimenea del camarote.
–¿Qué va a hacerle? –preguntó la rubia aterrada al ver cómo acercaba, poco a poco, ese metal al rojo vivo hacia el cuerpo del Couffaine.
–Es necesario Chloé –le dijo la capitana–. Si no Luka morirá.
La joven apartó la mirada incapaz de ser testigo de aquella atrocidad y, con lágrimas en los ojos, escuchó al peliazul gritar aún más fuerte que antes. Sin embargo, de repente reinó el silencio total cuando el peliazul se calló y dejó de apretar la mano de su amada.
–¡¿Luka?! –llamó la mujer a su hijo alarmada.
Chloé se sobresaltó y miró inmediatamente el rostro del chico. Tenía los ojos completamente en blanco y no reaccionaba a los llamados de su madre.
"¡No Luka!¡No puedes dejarme tú ahora!¿Qué voy a hacer sin ti?"
El cirujano se aproximó a él y comprobó su pulso.
–Tranquilos, está vivo –les informó a todos–. Sólo se ha desmayado a causa del dolor.
Todos suspiraron de nuevo aliviados mientras los hombres liberaban a Luka de su agarre y el médico concluía su labor aprovechando la inconsciencia del muchacho.
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Unas horas más tarde...
Chloé dormía apoyada en un lateral del lecho del Couffaine.
Hacia tiempo que lo habían dejado en su camarote esperando a que el peliazul se recuperara de la intervención. Las primeras horas eran claves para saber si la operación había sido un éxito o no.
La Bourgeois no se había separado de él ni un sólo instante pero al final, debido a las emociones que había acumulado durante todo el día de su fallida boda, el sueño la venció acurrucada en el hombro de Luka y sin soltar su mano. No obstante, eso no le importó al joven filibustero cuando se despertó de su largo letargo pues la imagen que contempló al abrir los ojos fue la más tierna, dulce y hermosa que jamás pudo imaginar.
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🔹(*) Ciudad Tortuga: nombre que recibe el enclave pirata en la película "Piratas del Caribe"
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⚠️ Aviso: el final de esta historia la podéis encontrar en "Día 17: Edad Moderna".
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