Día 17: Edad Moderna
⚠️ Aviso: Este one-shot es la tercera parte de "Día 1: Piratería" y "Día 8: Sangre". Así que, si todavía no los has leído o no los recuerdas del todo, te recomiendo échale un vistazo antes de empezar con esta continuación 😉
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Debido al descubrimiento de América en el inicio de la Edad Moderna, las naciones europeas expandieron sus imperios gracias al comercio marítimo y al crecimiento exponencial en sus economías. No obstante, este hecho también desencadenó el surgimiento de los temidos piratas.
Estos individuos gozaban de su libre albedrío al no rendirle pleitesía a ningún soberano y vivían apropiándose de los codiciados tesoros y las apreciadas mercancías que se transportaban continuamente por mar procedentes del continente americano.
Muchos corsarios se hicieron famosos durante esta época (la Edad de oro de la piratería) pero existía uno en particular que el máximo dirigente de la ciudad portuaria de Le Rochelle odiaba con toda su alma... y había puesto un alto precio por su cabeza...
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Dos años... ese era el tiempo que había transcurrido desde que la hermosa hija del gobernador se fugó con aquel malnacido en el día de su boda.
André Bourgeois contemplaba las vistas de la gran urbe desde el ventanal de su despacho con una expresión totalmente gélida en su mirada al recordar el segundo aniversario de la traición de aquella persona que lo significó todo para él, su pequeña Chloé.
Aún no comprendía lo que motivó a la joven para hacer semejante locura. Abandonar a su familia y renunciar a su vida acomodada mancillando su propia reputación por un miserable pirata de tres al cuarto el cual nunca tuvo constancia que su hija conociera de antes.
"¿Cómo consiguió llegar hasta ella?¿Qué artimaña utilizó para engañar a mi querida niña?¿Cuáles fueron las falsas promesas y las palabras envenenadas que empleó para corromper su delicada mente y así manipularla a su antojo para que aceptara felizmente convertirse en una paria cualquiera junto a él?"
No lo sabía, pero pronto obtendría sus respuestas. Había puesto una sustanciosa recompensa por la captura del intrépido Luka Couffaine, hijo de la infame Capitana Hardrock, que se incrementaba considerablemente si lograban entregárselo con vida. No había nada mejor que una bolsa llena de oro para tentar a un chivato potencial y, gracias a eso, había recibido un pequeño soplo para localizarle y tenderle una trampa.
Con toda la armada francesa a su entera disposición y en marcha para llevar a cabo la redada que tendría lugar en el sitio que le habían indicado, ya faltaba poco para que estuviera en sus manos. Tan sólo tenía que esperar un poco más para que se produjera su anhelado encuentro con ese desgraciado y, mostrando con una sonrisa casi demente en sus facciones, juró que lo haría sufrir lo indecible por haberse atrevido a arrebatarle su mayor tesoro.
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Unos días después...
–Mi señor, ¡lo tenemos! –exclamó con júbilo uno de los capitanes de André Bourgeois nada más abrir la puerta de su despacho.
–¡Estupendo! –dijo el hombre con un brillo de emoción en su mirada–. ¿Dónde se encuentra ahora?
–Está altamente custodiado en las mazmorras de la cárcel, mi señor.
–Lléveme inmediatamente allí, capitán.
–Como ordene, gobernador –dijo el subordinado inclinando respetuosamente la cabeza ante su superior.
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Unos minutos más tarde...
Luka escupió por enésima vez la sangre que se acumulaba en su boca debido a los continuos golpes que había recibido en esa fría sala de interrogatorios.
"Aunque la palabra más adecuada para definirla sería tortura" pensó el corsario con sarcasmo.
Se encontraba semidesnudo con los brazos colgados mediante unos enormes grilletes que se anclaban en el techo. Todo su cuerpo estaba lleno de moretones por las palizas a las que le habían sometido desde que lo encadenaron en aquella habitación, pero lo que más le dolía eran las laceraciones abiertas en su espalda producidas por el incesante uso del látigo de su cruel verdugo.
Hacia unas horas que la armada francesa lo había descubierto junto a algunos de sus camaradas en el interior de una de sus guaridas secretas. Los acorralaron como si fueran ratas atrapadas en su madriguera y comenzó una cruenta batalla por sobrevivir que acabó con la muerte de todos sus compañeros y él apresado en nombre del gobernador de Le Rochelle.
Era obvio que alguien de su entorno lo había traicionado condenándolo a él y a sus aliados. Tenía una ligera sospecha sobre quién podría ser y sólo deseaba poder escapar de esa maldita prisión para degollarle con su propia espada por haber provocado su desgracia y la consecuente separación con su amada esposa.
"Chloé..." incluso en esos momentos difíciles todos sus pensamientos y preocupaciones iban dirigidos a ella. "¿Qué estará haciendo ahora?¿Cómo reaccionará cuando se entere de que me han capturado?"
Con lo decidida e impetuosa que había llegado a ser la Bourgeois desde que aceptó su destino como pirata temía que fuera capaz de hacer alguna tontería para salvarle, pues lo último que deseaba el Couffaine era que su mujer volviera a caer en las garras de su padre para obligarla a regresar a su hipócrita vida como noble de la aristocracia francesa.
La puerta de la sala se abrió lentamente dando lugar al hombre que seguramente más lo detestaba sobre toda la faz de la Tierra.
El nuevo invitado caminó hacia él con la elegancia característica de la gente de su estatus social y, cuando estuvieron frente a frente, se miraron directamente a los ojos en una actitud desafiante hasta que un derechazo de André Bourgeois impactó de pleno en el pómulo izquierdo del Couffaine haciendo que volteara completamente su rostro en la misma dirección que el golpe.
Luka se rió aún con la cara ladeada y moviéndose con lentitud para encarar de nuevo al gobernador le dijo con sorna:
–Ese no es modo de saludar a la familia. Pensaba que alguien de tu elevada posición y con una educación tan refinada como la tuya tendría mejores modales a la hora de darle la bienvenida a su querido yerno.
–¡Tú no eres nada mío, Couffaine! –bramó André con odio.
–Eso no es lo que dijo aquel sacerdote tan amable cuando me casó con tu hermosa hija ante los ojos de Dios. Quisimos invitarte a la boda como el padrino de la novia, pero debido al continuo acoso de tus hombres tuvimos que acelerar un poco las cosas.
–¡Asqueroso bastardo! –gritó el gobernador encolerizado haciendo una señal al verdugo que empleó inmediatamente el látigo sobre la espalda del filibustero causando un gemido de dolor en éste–. ¡¿Dónde está Chloé?!
–Donde siempre está –le espetó envalentonado–. En mi camarote del Liberty, esperando ansiosa a que regrese a su lado para colmarme de besos y de amor.
El chillido de rabia que salió de la garganta de André Bourgeois ante la insolencia del corsario se pudo escuchar por toda la prisión. El mayor se dirigió a pasos agigantados hacia el verdugo, tomó su látigo con ira y volvió con el prisionero para comenzar a castigarle violentamente por todo el cuerpo con una mirada enloquecida mientras Luka gritaba de manera agónica cada vez que el instrumento de tortura se incrustaba en su ya lastimada piel.
–Mi señor... –musitó el verdugo al cabo de un tiempo–. Si sigue así acabará muriendo.
El gobernador, con un enorme esfuerzo, bajó el látigo ante el aviso de su sirviente. Lo cierto era que el de mechas azuladas no tenía buen aspecto y hacia un rato que había dejado de gritar, señal inequívoca de la gravedad de su estado.
–¿Qué piensas Louis?¿Me dirá lo que deseo saber?
–Sinceramente lo dudo mucho, gobernador –le respondió con voz neutral–. La mayoría de los hombres ya se habrían roto con todo lo que él ha recibido en esta sala. Es innegable que su voluntad es férrea y no traicionará a aquellos que le importan.
–¡Entonces no me sirve! –exclamó André alzando de nuevo su brazo con intención de rematar la faena.
No obstante, la voz de su verdugo lo detuvo a punto de asestarle el siguiente golpe.
–Existe una elevada posibilidad de que su gente se arriesgue en un ataque desesperado para intentar salvarle y la señorita Bourgeois podría estar entre ellos.
El gobernador bajó de nuevo el brazo meditando las palabras del hombre.
–No sería difícil preparar el puerto para una emboscada –musitó el dirigente de la ciudad pensativo–. ¡Podríamos acabar definitivamente con todos ellos! Si derrotara a la capitana Hardrock y al bastardo de su hijo me llevaría un mérito enorme ante el rey y, además, tendría a mi hija de vuelta.
–Pero para que eso ocurra es mejor si lo mantenemos con vida –recalcó el otro sabiamente.
–Está bien, Louis. Curadle las heridas y dadle de comer lo justo para que no muera.
–Sí, mi señor.
El Bourgeois agarró los cabellos del Couffaine y le echó la cabeza hacia atrás con brusquedad.
–¡No volverás a ver ni a tocar a mi hija, maldito cabrón! –le dijo con frialdad aunque el susodicho no llegó a escucharlo debido a su inconsciencia.
Sin embargo, mientras André todavía lo inspeccionaba meticulosamente en busca de algún signo de rebeldía se percató por primera vez del collar que colgaba en el cuello de Luka. Estaba cubierto de sangre, pero aún así lo reconocería en cualquier parte pues era el que había pertenecido a su difunta mujer y que Chloé había heredado tras su fatídica muerte.
"¿De verdad Chloé?¿Le entregaste el collar de tu madre a este perro?"
Y, con la cara distorsionada por el enojo que sentía, le arrancó con rabia el collar ensangrentado antes de salir de la estancia.
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Un par de días más tarde, a altas horas de la noche en la mansión de la familia Agreste...
El matrimonio formado por Adrien Agreste y su querida esposa Kagami Tsurugi se disponían a entrar en su alcoba cuando, al abrir la puerta, percibieron el ambiente helado que emanaba de ella.
Ambos se miraron intrigados pues era imposible que la servidumbre se hubiera dejado el ventanal abierto de par en par y menos en un día tan gélido como aquel. Entraron cautelosamente en el interior de la habitación y no tardaron en divisar una misteriosa silueta que se encontraba en una esquina de espaldas a ellos ocultándose tras una capa oscura.
–¿Quién eres y qué haces en nuestra alcoba? –preguntó el rubio desenvainando su espada–. Respóndeme rápido antes de que mi espada te atraviese el corazón sin piedad.
La risa de una mujer se escuchó en la estancia sorprendiendo al Agreste. La figura seguía sin revelar quién era, pero esa voz sólo podía pertenecer a una persona...
–Veo que no has cambiado en nada, Adriboo –dijo la mujer volteándose poco a poco mientras se bajaba la capucha para descubrir su rostro mostrando una mueca burlona–. Siempre tan directo, decidido y valiente.
–Chloé... –musitó aún sin poder creerlo. Caminó hacia ella tambaleante. Temiendo que fuera un producto de su imaginación y que el espectro de su amiga de la infancia desapareciera en cualquier momento–. ¿De verdad eres tú?
–¡Pues claro que soy yo, tonto!¿Acaso podría existir otra Chloé Bourgeois tan fabulosa como yo? –le espetó poniendo una de sus poses de diva.
En ese instante fue el turno del Agreste para reír y no dudó en dirigirse hacia ella para fundirse en un cálido abrazo.
–Dios, ¡no sabes lo que te he echado de menos! –exclamó Adrien–. Cuando tu padre nos contó que habías sido secuestrada por los piratas me temí lo peor. Pensaba que jamás volvería a verte.
–¿Eso fue lo que le dijo mi padre a la nobleza?
–¿Acaso no fue así? –le cuestionó frunciendo el ceño extrañado.
–Para nada Adriboo –respondió negando con la cabeza–. Lo cierto es que elegí libremente marcharme con ellos.
–¡¿Cómo?! –bramó el rubio–. ¡¿Por qué hiciste esa estupidez?!¿Te haces una idea de lo que he sufrido pensando en lo que te estaría haciendo esa gente?
–Lo lamento mucho, Adrien. Pero no tenía otra opción.
–Dame una buena razón, Chloé.
La Bourgeois lo miró a los ojos y con una sonrisa melancólica le dijo:
–Me enamoré.
Aquello cogió al Agreste desprevenido quien observaba a su amiga con una mirada llena de incredulidad.
–Tú sabes que yo no quería casarme con Kim, es más... ¡lo detestaba! Mi padre me estaba condenando a una vida miserable y, de repente, apareció él.
–¡¿Él?!
–Luka... –murmuró en voz baja–. Lo conocí el día que la capitana Hardrock saqueó Le Rochelle. No pudimos hablar durante mucho tiempo pero algo pasó entre nosotros que ninguno de los dos pudo olvidar al otro.
–¿Me estás diciendo que te enamoraste de un pirata?
La rubia asintió con la cabeza.
–El día de mi boda con Kim vino a verme –continuó relatando la joven–. Me confesó lo que sentía por mí y me propuso huir con él –Adrien estaba anonadado–. Su mirada rebosaba promesas de amor y una vida de libertad llena de aventuras así que acepté. Estos años a su lado han sido increíbles. Incluso me casé con él en una pequeña iglesia de una isla pérdida del Atlántico.
–No puedo creerlo... –murmuró el Agreste parpadeando incesablemente–. De entre todas las personas que habrían hecho una locura así... tú eras la última.
–La gente puede cambiar, Adriboo –le dijo con una sonrisa.
–¿Y qué te ha traído de vuelta a Le Rochelle? Tu padre te está buscando como un loco. Si se entera que estás aquí...
–Capturaron a mi marido y está encerrado en la prisión de la ciudad –le interrumpió–. He venido a liberarle.
–Según tengo entendido... –comenzó a decir Kagami que se había mantenido en silencio escuchando muy atenta la conversación entre su esposo y su amiga–. El único pirata que hay ahora mismo en la cárcel es el hijo de la capitana Hardrock.
–Así es –le confirmó la rubia–. Él es mi marido.
–¡¿Luka Couffaine?!¡¿Te casaste con Luka Couffaine?! –exclamó Adrien sin salir de su asombro–. Ahora entiendo por qué tu padre siempre ha estado tan obsesionado con destruir a esa familia.
–Sí y temo que le haya hecho algo terrible. ¡Tengo que salvarlo antes de que sea demasiado tarde!
–¿Cómo piensas hacerlo?
–Mi padre espera que el Liberty ataque por el puerto y que la tripulación se abra paso hacia la prisión para liberarlo. Su intención es acorralarnos en el muelle y, por eso, ha apostado a la mayoría de sus hombres allí dejando desprotegida la cárcel. Así que sólo necesito un buen espadachín que me acompañe para entrar sigilosamente en los calabozos, rescatar a Luka y marcharnos sin hacer ruido.
–¿Y a quién vas a recurrir para que te acompañe? –le preguntó Adrien con curiosidad.
Un silencio incómodo se instauró en el lugar.
–Había pensado en ti, Adrikins –susurró la Bourgeois desviando la mirada cohibida.
–Chloé... ¿te haces una idea de lo que me estás pidiendo? –le recriminó con el cuerpo tenso–. Salvar a un pirata es un acto de traición.
–Lo sé y desearía mantenerte al margen de todo esto, pero te he visto desde niño desenvolverte con una espada y eres el mejor. Por favor, Adrien... ayúdame a liberar a Luka. Sólo puedo confiar en ti –le suplicó la chica con lágrimas en los ojos–. Lo amo.
El Agreste se llevó su mano a sus cabellos dorados sin saber qué hacer. Su amiga realmente parecía desesperada y en el fondo quería ayudarla; no obstante, lo que le proponía era muy arriesgado. Echó un breve vistazo a su mujer quien asintió casi imperceptiblemente con la cabeza.
–Está bien, Chloé. Te ayudaré.
–¡Gracias, gracias! –dijo abrazándolo agradecida–. Contigo estoy segura que lo lograremos.
–Con nosotros –le aclaró Kagami.
–¡¿Eh?! –exclamaron los dos rubios al unísono sin entender a que se refería.
–Es una misión complicada. Necesitareis toda la ayuda posible y yo soy mejor espadachín que Adrien –dijo la japonesa con firmeza.
–¡Ni pensarlo Kagami! –se negó el Agreste–. Iré yo sólo.
–Es muy tierno de tu parte querer protegerme, pero sabes perfectamente que conmigo tendréis más posibilidades de salir con vida.
Adrien bufó malhumorado. No lo quería admitir pero su esposa estaba en lo cierto. Ella le superaba en el arte de la espada y si los acompañaba sus opciones aumentarían considerablemente.
–Prométeme que no te expondrás si no es necesario –le pidió angustiado.
–Tranquilo cariño –le calmó tomándole el rostro con dulzura–. Te prometo que estaré en la retaguardia, cubriendo tu espalda para evitar que mueras –le dijo con una sonrisa burlona.
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Esa misma noche...
Tres sombras emergieron de las lindes del bosque y observaron la prisión con cautela. Tal y cómo había dicho la Bourgeois, el recinto apenas se encontraba protegido pues tan sólo contaba con un par de hombres custodiando la puerta trasera al lugar.
Uno de los encapuchados sacó su arco y, gracias a una habilidad y puntería asombrosa, se deshizo con facilidad de los dos soldados mediante una flecha a cada uno de ellos directos a la yugular.
–¡¿Desde cuándo sabes emplear un arco?! –exclamó unos de los enmascarados con asombro.
–Luka me enseñó. Cuando vives rodeada de piratas tienes que aprender a defenderte por ti misma para que no te subestimen y resultó que el arco es mi punto fuerte, Chat Noir –le explicó la rubia mencionando el sobrenombre que habían acordado para mantener su identidad oculta ante sus enemigos.
–No puedo creerlo...
–Siempre he sido una caja de sorpresas, gatito –le espetó fanfarrona.
–Chat Noir, Queen Bee... ¡concentraos! –exigió la tercera integrante del grupo.
Los otros dos asintieron y siguieron rápidamente a la japonesa que ya se había puesto de camino hacia la puerta.
Entraron en el interior de la cárcel sin hacer ruido y avanzaron sigilosamente por los pasillos hasta llegar a la zona de los calabozos. Allí habían varios hombres apostados en una actitud bastante relajada a lo largo de las celdas. Ninguno de ellos se percató de la llegada de los intrusos y cuando los que se encontraban más alejados cayeron abatidos por las flechas de Queen Bee alertando a los demás ya era demasiado tarde, pues Chat Noir y Ryuko aprovecharon su incertidumbre e incredulidad para deshacerse de ellos sin problemas con rápidos movimientos certeros en sus zonas vitales.
–¡Luka! –llamó la joven mientras recorría desesperada la estancia en busca de su esposo.
–¿Chloé...? –se oyó una voz muy débil un poco más adelante de donde se situaba la rubia.
Ella no lo dudó y se dirigió allí con premura seguida por sus aliados.
–¡Mi amor! –exclamó la joven horrorizada al contemplar a través de los barrotes el deplorable estado del corsario–. ¿Pero qué te han hecho? –preguntó sollozante.
–Creo que a tu padre no le caigo muy bien –bromeó Luka intentando reincorporarse sobre el suelo de aquella mugrienta y apestosa celda–. La comida que me dan no es muy buena –comentó echando un breve vistazo al revuelto rancio que le habían ofrecido ese día y que estaba siendo devorado por varias de las ratas que lo habían acompañado durante su estancia en la prisión–. Y ni siquiera me ofreció una buena habitación en la mansión Bourgeois –concluyó forzando una sonrisa pero sin mencionar su evidente tortura.
–Mira que eres tonto... no es momento para tus chistes –susurró la chica entre lágrimas–. Tengo que sacarte de aquí.
Los tres encapuchados comenzaron a rebuscar entre las ropas de los guardias caídos para dar con la llave del calabozo.
–¡Creo que la tengo! –exclamó al cabo de un rato Ryuko mostrando un manojo de llaves y ofreciéndoselas a Queen Bee–. Debe ser una de ellas.
La joven las tomó ansiosa y comenzó a probarlas una a una en la cerradura que mantenía cautivo al Couffaine hasta que, finalmente, logró abrirla entrando inmediatamente en la celda y abrazando a su esposo con fervor quien le correspondió el gesto con la misma intensidad.
–Desde que te capturaron he vivido un infierno, pensé que jamás volvería a verte con vida.
–Yo también, mi bella melodía.
Ambos comenzaron a besarse casi con desesperación y, por un momento, se olvidaron de la situación tan delicada en la que se encontraban. Sólo estaban ellos dos demostrándose el infinito amor que se profesaban y que, durante un tiempo, temieron haber perdido.
–Abejita, debemos irnos antes de que se den cuenta que estamos aquí –le instó Chat Noir adentrándose también en el calabozo.
–Sí, tienes razón –asintió la joven separándose de su pareja con pesar–. Dime cariño, ¿puedes andar?
–Sí, afortunadamente no se ensañaron mucho con mis piernas aunque tengo cierta dificultad –le contestó Luka.
–No te preocupes, te ayudaremos a salir. Apóyate en mí y en Queen Bee para que puedas caminar –le dijo el enmascarado ofreciéndole su mano.
El pirata la aceptó de buen grado y mientras se acomodaba en los hombros de su salvador le preguntó extrañado:
–¿Quién eres? La verdad es que me es imposible reconocerte. Ni siquiera me suena tu voz.
–Es el único amigo que he tenido –le respondió su mujer a la vez que le sujetaba firmemente por el otro lado.
–Entiendo –musitó el Couffaine conforme sabiendo ahora la identidad de Chat Noir–. Supongo que debería darte las gracias amigo.
–Mejor dámelas cuando salgamos de aquí.
El de mechas azules no se lo discutió y, sin perder más el tiempo, emprendieron el camino de vuelta hacia el bosque bajo la atenta vigilancia de Ryuko que se mantenía alerta con el sable en alto ante la posible aparición de nuevos enemigos.
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Varios minutos más tarde...
Por fin el grupo había logrado su objetivo llegando sanos y salvos al punto estipulado donde varias personas esperaban a la pareja de piratas.
–¡Chloé, Luka! –exclamó una mujer mayor que fue inmediatamente a su encuentro–. ¡Por las barbas de Neptuno! –bramó furiosa al contemplar las heridas de su hijo–. Ese canalla traidor pagará por esto.
–¿Has descubierto al soplón, madre?
–Sí, fue Travers. Ese idiota no tardó en confesar cuando descubrimos una bolsa llena de oro en su saco. En cuanto lleguemos al Liberty y nos adentremos en la mar, lo haremos pasar por la quilla (*) y deseará no haber nacido nunca –le aseguró con una mirada encolerizada–. Por cierto, ¿quiénes son ellos? –mirando con el ceño fruncido al matrimonio Agreste-Tsurugi que todavía continuaban disfrazados.
–Ellos ayudaron a Chloé en mi rescate, madre.
–Son gente de fiar, Anarka –intervino la Bourgeois–. Aunque debido a su posición y el riesgo que han asumido es mejor que su identidad permanezca en el anonimato.
–Entiendo, en ese caso os agradezco que hayáis salvado a mi hijo. Si alguna vez os topáis con alguno de mis hombres decidles "los muertos no hablan" así sabrán que no deben haceros daño –tanto Adrien como Kagami inclinaron sus cabezas en señal de gratitud–. Más vale que nos marchemos, Juleka nos espera en el barco y está listo para zarpar.
–Danos unos minutos madre. Enseguida vamos –le pidió el Couffaine.
La famosa capitana asintió conforme mientras se subía a lomos de su caballo para emprender el camino de vuelta al navío seguida de sus hombres dejando solos a su hijo y su nuera con sus aliados.
–Ahora que por fin estamos a salvo puedo darte las gracias como te mereces, Chat Noir –dijo Luka ofreciéndole la mano al rubio quien la aceptó gustoso–. Chloé siempre me ha hablado de ti y me alegro que no se equivocara contigo. Eres un buen amigo.
–Gracias, pero me gustaría pedirte un favor antes de que os vayáis.
–Claro.
–Cuídala mucho –dijo Adrien mirando a su amiga–. Aunque se muestre fuerte y audaz ante los demás en el fondo es una chica muy tierna y sensible que necesita mucho cariño. Ha tenido una infancia muy díficil.
–¡Adriboo! –exclamó la Bourgeois sintiéndose avergonzada.
–Tranquilo, lo sé –respondió el Couffaine riendo abiertamente y llevándose una mirada reprobatoria de su mujer–. Ella es lo más importante de mi vida y el amor nunca le faltará. Lo prometo.
El Agreste asintió conforme mientras veía cómo la pareja de piratas subía a lomos de su caballo preparándose para partir.
–Llegó el momento de despedirnos, Adrikins. Muchas gracias por todo, lo que has hecho hoy por mí no lo olvidaré nunca.
–Has elegido una vida muy peligrosa, Chloé. Ten mucho cuidado. Quizás la próxima vez no pueda ayudarte tanto como desearía.
–Lo entiendo y soy consciente de ello –musitó aceptando las palabras de su amigo–. También debería de darte las gracias a ti, Ryuko –dirigiéndose a la japonesa–. Tenías razón. Sin ti hubiera sido imposible conseguirlo.
–Ahora ya sabes que hay alguien mejor que Chat Noir con la espada –dijo orgullosa.
–Jajaja, ahora ya sé por qué se casó contigo –insinuó mirando por el rabillo del ojo al Agreste–. Todas las mujeres de la corte le pretendían pero a él nunca le gustaron las damiselas en apuros con exceso de maquillaje, siempre prefirió a las mujeres valientes y con carácter como tú lo eres –comentó avergonzando ahora al rubio en venganza por el comentario anterior mientras la japonesa asentía agradecida por el elogio recibido.
En ese momento Luka espoleó el caballo para que siguiera el mismo camino que había tomado su madre a la vez que Chloé se despedía del matrimonio Agreste agitando su mano con una sonrisa resplandeciente.
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Ya en la seguridad del Liberty, Luka se recuperaba de sus heridas en compañía de su esposa...
–Me quitaron el collar de tu madre –susurró el pirata con pesar cuando la rubia le comprobaba las vendas–. Sospecho que fue tu padre, porque después de que me visitara en la prisión ya no lo tenía.
–No te preocupes por eso. Lo importante es que conseguí sacarte de allí y ahora volvemos a estar juntos.
–Fue una insensatez por tu parte, Chloé. No quiero que vuelvas a arriesgarte de esa manera. Ni siquiera por mí.
–Tú lo hiciste por mí, ¿recuerdas? –refiriéndose al día de su fallida boda con Kim–. Además, no creas que abandoné mi protocolaria y lujosa vida como noble para que tú puedas darme órdenes Luka Couffaine –le acusó enfurruñada apuntándole repetidamente con el dedo sobre el pecho–. No iba a permitir que mi hijo fuera huérfano de padre antes de nacer.
El de mechas azuladas miró a la Bourgeois con los ojos abiertos como platos ante esa insinuación.
–¡¿Qué has dicho?!
–Lo descubrí hace unos días –musitó con una pequeña sonrisa–. Pensaba decírtelo cuando regresaras de la guarida.
El corsario la tomó de los brazos y tiró de ella haciendo que cayera sobre él para abrazarla con fuerza.
–¡Luka, tus heridas! –gritó Chloé preocupada e intentando zafarse de su agarre.
–No me importan –le dijo emocionado–. Soy tan feliz ahora mismo. Me acabas de hacer el mejor regalo.
–Sí, pero Adrien tiene razón –musitó entristecida a la vez que se separaba un poco de él–. Llevamos una vida peligrosa y un hijo complica aún más las cosas.
–Yo me crié en Tortuga y no he salido tan mal –soltó jocoso a lo que la chica frunció el ceño con fastidio.
–Es que tengo miedo por él y más después de lo que ha pasado. Cualquiera podría traicionarnos entregando al niño a nuestros enemigos o incluso a mi padre. Estoy segura que lo pondría en nuestra contra y no quiero que eso pase –comentó angustiada.
–Ya empiezas a pensar como una madre. Imaginando todas las posibles consecuencias de lo que supondría criar a un hijo con nuestro modo de vida y en nuestra situación con toda la armada pisándonos los talones. Es normal sentirse así.
La Bourgeois suspiró resignada.
–La verdad es que a mí también me preocupa que nuestro pequeño caiga en malas manos –admitió el Couffaine poco después–. De modo que, si quieres, cuando me recupere podríamos "desaparecer" durante una temporada. ¿Qué me dices?
–Me encantaría, Luka –dijo ilusionada–. Sólo quiero disfrutar de mi familia tranquila.
–Entonces es lo que haremos, mi Reina –concluyó besando la mano de su amada con cariño–. Nos iremos a un lugar apartado y criaremos juntos a nuestro hijo.
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🔹(*) Pasar por la quilla. Era un castigo al que eran sometidos los marineros culpables de delitos graves.
Consistía en atar al culpable del delito a un cabo, echarlo por la barandilla de un costado del buque y sacarlo por el otro costado, pasándolo por debajo de la quilla. Por consiguiente, el castigado debía resistir la apnea en un buceo forzado, tirado por los otros marineros, arrastrándolo por el casco, posiblemente cubierto de dientes de perro y otros crustáceos.
La velocidad de arrastre influía en el tipo de sufrimiento. Con un ritmo demasiado rápido el condenado era frotado violentamente contra todo lo que estuviera pegado al casco, formando salientes afilados que podían llegar a desmembrarle o decapitarle. Por otro lado, con un ritmo demasiado lento, era probable que se ahogara. El riesgo de muerte era muy alto, y de hecho algunos autores han descrito esa pena como un tipo de pena de muerte.
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Después de tanto tiempo sin actualizar este libro decidí saltarme varios días del calendario y acabar con esta historia de piratas que tenía planeada por varios motivos: porque le prometí a dos personas que la continuaría, porque no me gusta dejar las historias a medias y porque me apetecía escribirla.
Al final me ha salido más largo de lo que pensaba pero ójala os haya gustado el resultado. Saludos ☺️
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