La vida en la pizzería era perfecta, bueno, casi perfecta, pues por ser robots no podían disfrutar de los beneficios ni necesidades del ser humano.

Eso era algo que atormentaba la mente del líder, que recordaba con perfección algunos horribles sucesos, que parecía que los otros olvidaron, y lo peor es que ese día ese recuerdo lo perturbaba más que de costumbre, como si esos recuerdos quisieran avisarle algo.

Freddy se levantó del escenario, más no vio a nadie a su lado, ni si quiera  encontró a Golden Freddy... Caminó a paso lento, haciendo resonar sus pasos, buscó en todas partes, y nuevamente, nadie.
Fue a la cocina, ni si quiera cupcake o la linda Chica. Fue a la cueva pirata, pero esta estaba vacía y con las cortinas abiertas a más no poder.

Fue a Parts & Device, y apenas puso un pie dentro, sintió que sus párpados eran pesados, y lentamente cerró sus ojos, y sin poder evitarlo cayó al piso, no entendía que sucedía... No podía ver nada, pero podía escuchar y sentir.

¿Dos horas? ¿Tres? ¿Días? ¿Semanas?, no sabía con precisión hace cuanto estaba en ese extraño estado, pero si había notado algo, estaba en otro lugar, y podía sentir cuerpos a sus lados, estaba algo ansioso, no escuchaba nada, solo los acelerados corazones de personas desconocidas. 
Sonó un rechinido de una puerta al abrir, y luego unos pesados pasos de un humano, adulto. 

-- Vaya, vaya, ¿Así que ellos son las versiones antiguas?, bueno, será mejor desarmarles, no quiero que estén caminando por la pizzería cuando hayan clientes...--- 

Freddy quería responder, pero no pudo hacer nada más que escuchar, y lentamente sus ojos pudieron abrirse, más su cuerpo no se movía, pero pudo reconocer los cuerpos que estaban a su lado. 
Eran sus compañeros.