Hoy es un día como cualquier otro, nada cambia en mi rutina, con esos pensamientos que te hacen desear no levántate de la cama, no tener una razón para hacerlo es otro motivo para simplemente querer hundirte en la almohada y seguir soñando. Al salir de mi habitación, lo primero que logro ver es a mi madre ebria en el sofá aún con la botella de alcohol barato en la mano, apartó la mirada, el olor de el alcohol se queda impregnado en mi nariz causándome náuseas, realmente extraño el aroma de su perfume. Al salir de casa para dirigirme al instituto, logró ver a lo lejos a Carol y a su hermana melliza Karen jugando a la pelota. Como de costumbre, me limite a fingir una sonrisa y saludarlas moviendo mi mano en el aire.

En el instituto todo es igual, Tamara y su par de brujas me empujaron, causando que los libros y cuadernos que llevaba en mis manos se esparcieran por el piso, las mismas personas observaron la misma escena sin hacer nada más que murmurar tonterías entre sí. Mire mis rodillas, las cuales tenían pequeñas heridas con un bello tono carmesí. Levante mis cosas y volví a incorporarme; me senté en el lugar de siempre, aquel en la última fila al lado de la ventana, en mi lugar se encontraban las mismas frases que ya no me molestaba en limpiar, siempre lo mismo, parece que cuando las personas se aburren disfrutan de escribir mensajes como «porque no solo mueres» al resto.

Mis calificaciones han bajado, ya no me interesa poner atención a las clases, solo me dedico a crear pequeños garabatos en mis cuadernos, contestar a las preguntas de mis profesores y mirar por la ventana e imaginar un sin fin de historias fantásticas que surcan desde las nubes hasta mis ojos. Realmente no se cuando sucede, pero llega un momento en el que mi mirada se nubla y no puedo escuchar lo qué pasa a mi alrededor, simplemente estoy ausente, ya no me encuentro en la realidad y cuando cierro mis ojos, ya estoy viajando hacía ese mundo de fantasía, donde el brillo cristalino de mis lagrimas refleja nada más que felicidad, hay una familia cariñosa esperándome con los brazos abiertos en un hogar lleno de calidez con la cena servida y un amigo en el que siempre puedo confiar. Un lugar en el que se puede apreciar el infinito por las noches al recostarse en el suave y verde césped con ese aroma que tanto me encanta.
Pero no es real, es solo una ilusión, un refugio que mi mente creo para mantenerme protegida.

Mañana será un día igual