FLOR DE LUMOR
La campana terminaba de sonar en la preparatoria de Farwood, Mike no podía contener sus ansias de ver a Angela, la mujer de sus sueños, pero primero debía de terminar de limpiar la pizarra y recoger el material de su escritorio.
—Nos vemos mañana, Señor Lumor — Jonna Higels, un chico de piel blanca y cabeza calva se despedía de Mike mientras se retiraba de la clase.
—No olvides hacer tu tarea, ya es muy obvio que le estas copiando a Mildred — Era difícil para él quitarse la sonrisa después de dar la clase de literatura inglesa. El salón tenia un aroma fuerte a perfumes baratos y muchas hormonas de adolescentes. La insípida y fría iluminación que este edificio tenía siempre molestaba su visión. Se acomodó su corbata mientras salía al pasillo, el mar de alumnos le volví imposible moverse de manera cómoda a la sala de maestros.
—¡Señor Lumor! — Una de las chicas de ultimó semestre, con cabellos rizados y ojos verdes levantó la mano para chocarlas con el profesor.
—También me da gusto verte, Karla — Mike las chocó con la chica.
La puerta de la sala tenía una pequeña ventana lo suficientemente limpia como para reflejarse en ella. Mike se revisó rápidamente, acomodó su cuello, la corbata, vio que su cabello castaño no estuviera enmarañado ni que su barba lo hiciera ver más gordo de lo que ya estaba. Con la confianza en alto, abrió la puerta de la sala en donde lo recibieron la profesora McGee y la profesora Olivia.
—Por tu rostro se ve que tuviste un buen inicio de semana, ¿o me equivoco, Lumor?
—En lo más mínimo, Señorita McGee — colocó su maletín en el sofá de la sala y comenzó a buscar entre sus cosas algo en específico. —¿Aún no llega ella?
—Sí, solo que está en el baño.
Entre sus cosas por fin sacó lo que tanto buscaba, un pequeño sobre dedicado a Angela. Lo tomó con cariño y se sentó a esperarla. Ella salió reluciente en su vestido de color zafiro del baño, un poco rellena, con el cabello largo y sus ojos grandes caminó directamente a Mike. Ambos se recibieron en un fuerte abrazo y un pequeño beso en la mejilla. Mike deslizó sus brazos de la espalda de ella hasta sus manos, en donde le dejo la carta en su bello envoltorio. Ella lo vio fijamente y luego enfocó su mirada en el regalo.
—Mike... — su rostro era de sorpresa.
—Por favor, ábrela. Se que te gustará —La sonrisa bonachona de Mike viajaba de oreja a oreja. Angela abrió el envoltorio y empezó a leer la carta.
El papel era viejo y con una textura muy peculiar, además de que tenia el olor a la colonia que él solía utilizar.
"Querida Angela
29 de agosto, 1987
Nuestro tiempo juntos ha sido maravilloso, me haces volar y cada que te veo quiero saltar de la alegría. Nuestras pláticas me cargan de energía. Me haces querer ser la mejor versión de mí, dar lo mejor que puedo no solo a ti, sino a todo el mundo. Eres a quien siempre he deseado y anhelado desde que estábamos en preparatoria.
Por fin creo que hemos experimentado los suficiente como para intentarlo, con la sabiduría necesaria para llevarlo y con tanto amor que durara para siempre.
Angela Merlock, ¿Te gustaría ser mi pareja"
Mike esperaba con ansias la respuesta de Angela.
Ella levantó la mirada del pedazo de papel, su expresión en blanco y solo pudo darle una débil sonrisa.
El estacionamiento de la escuela estaba solo, con la excepción de un par de autos en las orillas. Mike caminaba apresurado a su auto, la mirada apuntando al suelo y los brazos rígidos. Abrió la puerta de su auto, entró sin perder un segundo, arrojó su maletín en el asiento de copiloto y cerró con fuerza la puerta. Por un momento, se sentó en silencio dentro de su auto, su respiración era fuerte y solo se hacía más rápida.
—¡PUTA MADRE! — El grito de Mike se escuchaba sofocado tras la puerta de su auto, el golpe que le dio a su volante fue el que hizo más escándalo. —¡ESTUPIDO IMBECIL HIJO DE PERRA, CLARO QUE TE IBA A DECIR QUE NO! — Golpeó un par de veces más el volante, su auto se movía junto con él.
—Oh, Dios soy un pendejo... — Con su cabello enmarañado y un poco de saliva en sus pantalones se tapó el rostro con ambas manos y estalló en llanto. —Puta madre — muy apenas podía mover su boca entre las manos, —¡De seguro aun no supera al imbécil de Tom Felb! — El sonido de alguien llamando a su ventana lo obligó a ver quien era. Detrás del vidrio se encontraba el joven Jonna. Mike bajo el vidrio mientras terminaba de limpiarse los ojos.
—¿Hay algo con lo que te pueda ayudar? — Preguntó disimulando que no había llorado.
—Eso mismo iba a preguntarle, Señor Lumor — Mike se quedó callado un momento, pensando en que responderle.
—No, solo necesito un poco de tiempo... ¿Quieres que te dé un aventón a tu casa?
—Lo apreciaría mucho, Señor.
—Llámame Mike, Jonna.
El interior del auto estaba fresco comparado con el insoportable calor de ese día. En la radio se escuchaba una de las bandas locales "Grivance Queens" con su nuevo éxito "Sex Festin", la banda de glam rock pesado era un estilo de música que Jonna no esperaba tener de fondo mientras que su profesor le contaba a fondo su trágico romance con otra maestra.
—Te lo digo, Jonna, jamás voy a recuperar esos 17 años que invertí para intentar estar con ella. ¡Rechacé a Bethany Dren por intentar invitarla a ella al baile! —Mike miró a al muchacho, el cual estaba confundido y consternado, —Era como la Cindy Newman de mi generación.
—Ya tiene más sentido, ¿De verdad pensó que le haría caso?
—¡Si! —Mike levantó sus manos del volante al exclamar,
—genuinamente pensé que ser un tipo agradable y amistoso la llevaría a enamorarse de mí. ¡Incluso me dijo que me amaba!
—¿No cree que lo dijo con el sentido de "Te amo como mi amigo"? —Mike guardó silencio un momento.
—Honestamente, nunca me cruzó la mente.
—Para ser un profesor que estudia el lenguaje, realmente no captó eso... Es en la casa amarilla profesor — El auto se estacionó afuera de una pequeña casa amarilla al borde del pueblo.
—Bueno, fue un placer hablar contigo Jonna. Recuerda hacer tu tarea y abrirte a las posibilidades de conocer a alguien más — El muchacho asintió en silencio y bajó del auto.
—Sabe, Mike, si de verdad quiere seguir intentándolo, quizás debería llevarle su flor favorita.
—Eso seria un problema, ella absolutamente adora las Farilias, pero esas o las consigues silvestres o no las consigues.
—Realmente, ¿Qué pierde intentándolo? — Jonna se dio la media vuelta y entró a su hogar. Mike Lumor sabía que era difícil encontrar la flor, que necesitaría ir al bosque cercano. Jamás en su vida había sido el tipo más atlético en el mundo, ni el mejor para caminatas largas, pero sentía un impulso gigantesco de ir a buscarlas. Subió el volumen de la música, puso el pie en el pedal y se dirigió hacia las montañas de Farwood, al norte del pueblo. Con el otoño cada vez más cerca, los tonos se volvían más amarillentos y naranjas en la carretera. El pasto se secaba, los trigales ya estaban listos y era la época perfecta para encontrar esas flores. Manejó hasta una de las áreas de campamento del bosque, cerca de las cabañas de Lujo Grus. El bosque se sentía y olía diferente al resto del valle, el aire llenaba de un aroma placentero a pino la nariz y el suelo era blando al caminar en este.
Mike se quitó su saco de la escuela y se dio paso a las entrañas del bosque. Ya tenia una idea de por donde empezar, las farilias solían preferir lugares húmedos, con poca luz y a temperatura fresca. Las cuevas eran la obvia opción.
—Tranquilo, Michael, solo las recoges y regresas. Todo va a salir bien — Mike no podía quitarse de la cabeza aquellas historias de terror que solía escuchar enseguida de las fogatas cuando era más joven. —En serio, no es buen momento para pensar en eso.
Los rayos del sol se veían partidos entre las púas de los pinos, el sudor en su frente y espalda lo incomodaban a más no poder. Ya habían pasado unas dos horas desde que empezó a caminar, había revisado 3 cuevas y en ninguna tuvo suerte. Mike se dio cuenta de la pésima idea que fue el buscar las flores sin ropa apropiada, con el estómago vacío o algo que tomar.
—A la mierda esto... — se dio la vuelta para regresar a su auto, cuando pudo ver, justo en la entrada de una cueva lejana, el tenue brillo color azul-morado tan peculiar de los pétalos de la flor. Los ojos de Mike se iluminaron y salió volando a ella.
La entrada de la cueva era pequeña, la montaña cubría perfectamente del sol a la pequeña flor, en la entrada se había juntado musgo por la humedad y otras plantas. Pero la esta sobresalía de los demás.
Por su apariencia y el cadáver en el que crecía.
Mike se detuvo casi de golpe, tropezándose con las raíces de los árboles. Su camisa se atoró en una de estas y se rasgó del hombro, su pantalón se abrió junto con sus rodillas al chocar con la tierra y su rostro se enterró entre los sedimentos de hojas en el suelo. Se levantó con sus manos, desorientado y alterado, Mike temía el subir su mirada a la cueva. Podía sentir como sangre goteaba de su nariz, metió la mano en su bolsillo buscando su pañuelo para detenerlo lo mejor que pudiera.
Alzó su mirada un momento, pudo ver al cadáver de color café tendido en la entrada de la cueva. Regresó su mirada abajo. Sentía pesados los pies y la cabeza, lo invadió un mareo intenso y sus ojos no podían mantenerse fijos en un punto. No comprendía porque, pero dio un paso adelante. Sus ojos se fueron levantando poco a poco, enfocándose directamente al frente de él.
Dio otro paso.
La imagen del cadáver era cada vez más clara. Era un chico, no mas de 17 años, completamente desnudo de pies a cabeza. La flor salía de su pecho.
Otro paso.
El muchacho parecía llevar ahí un tiempo, casi como si estuviera petrificado. No parecía que tenía mordidas de animales, ni tampoco señales de estarse pudriendo. Ni siquiera había olor ahí.
Se detuvo, no podía dar un paso más.
No lograba retirar sus ojos del rostro del cadáver.
Sin vida, con una expresión neutra, Jonna se encontraba acostado en la tierra. Estático, observó el cuerpo de pies a cabeza. Todo encajaba a la perfección con la apariencia del muchacho. "Pero si yo lo dejen su casa..." La mente de Mike dio mil vueltas, retrocedía meticulosamente, intentando no tropezarse una vez más.
La imagen no desaparecía.
Necesitaba volver.
Sus asientos estaban cubiertos de tierra y hojas, su rostro con marcas de sangre donde había colocado el pañuelo. Su corazón al borde de estallar por los nervios. En el momento que regresó a Farwood buscó una vez más la casa, pero parecía que ahora cada casa en el barrio era de color amarillo. Todas las rejas parecían ser idénticas, cada una con una puerta en forma diferente. Solo al encontrar el apellido en el buzón pudo detenerse. No sabía que decir, no entendía como explicarlo, pero tenia que ver si él seguía ahí. Tocó el timbre de la casa con desesperación.
—Señor Higels, por favor, ¡Abra! — No hubo respuesta. Mike dio un par de golpes a la puerta, —¡Por favor, es sobre su hijo! — El sonido de una llave moviéndose lo hizo dar un paso para atrás. Del marco de la puerta se veía a Jonna vestido con ropa de skate.
—¿Es por lo de las tareas? — No respondió, no tenía como. —¿Mike? — se dio la media vuelta, camino sin una sola expresión al auto y lo encendió. Jonna estaba confundido a más no poder.
El tiempo se perdió por un momento, su departamento estaba en penumbra, la noche ya había caído. Aun no sabía que decir, como explicarlo, pero tenía su teléfono de casa en mano a media llamada.
—911, ¿Cuál es su emergencia?
—Quier... quiero reportar un cadáver.
—¿Podría repetirlo, por favor?
—Quiero reportar un cadáver, cerca de las cabañas Grus. En una de las cuevas, a 20 minutos noroeste — colgó el teléfono.
Se quedó sentado en su cama intentando razonar todo.
"Quizás era un cadáver parecido al de Jonna... o el golpe me afecto tanto que lo imaginé, él fue la última persona que vi antes de ir. Así que tiene sentido". Solo hasta que salió el sol se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado.
—Mierda...
Su primera hora era en el salón de Karla, en el tercer piso. Llego casi tambaleando del sueño tras sentarse en el escritorio. Aunque se había limpiado la suciedad del día anterior, aun podía sentir el aroma a pino en su ser. De su maletín sacó un par de marcadores, se paró firme frente a la clase y vio a los 20 chicos distraídos y hablando.
—A la hora de narrar una historia, muchos autores suelen enfocarse en algunos temas de manera más recurrente que otros. ¿Podrían decirme un par de ellos? — la clase no parecía prestar mucha atención. Los muchachos de la parte de atrás se veían más concentrados en escribir e intercambiar notas, las chicas de la derecha se peinaban entre ellas y los chicos de adelante estaban como Mike, muy apenas despiertos.
Excepto Karla Michson, quien levantó la mano para responder. Mike la señaló.
—El amor, la vida y la muerte.
Mike chasqueó los dedos.
—Parece que alguien ha estado estudiando —Rápidamente, pasó a escribir las palabras "Amor, vida, muerte" en el pizarrón.
—Ahora, ¿Por qué...? —Alguien llamó a la puerta y la abrió un poco para poder ser escuchado.
—Buenos días muchachos — La Señorita McGee estaba en la puerta, —Mike, ¿Podrías venir un momento?
Sintió como si sus entrañas escalaran hasta su boca y como su frente comenzaba a sudar. En silencio, Mike caminó hasta la puerta y siguió a la señorita McGee hasta la sala de maestros.
—¿Qué es lo que ocurre? — La voz de Mike temblaba al hablar.
—Es una junta de emergencia a la que nos llamó el director, no estoy segura de que—. Él no era fanático de no entender la razón de las cosas y esta anticipación lo comía por dentro. Una vez estaban en la sala, todos los maestros en turno se encontraban en susurro junto al director de la escuela. Su rostro era estoico, desmoralizado y lleno de pesar.
—Necesito su total seriedad para este asunto, ya que comenzarán los rumores y las verdades a medias en las semanas por venir — las manos le comenzaron a temblar a Mike, incluso sudaron en un punto desagradable, —Jonna Higel perdió la vida ayer a las 10:45 P.m.
Sintió su corazón hundirse. No comprendía si el vacío era de tristeza o de horror. Varias de las maestras se soltaron en llanto. Mike temblaba violentamente.
—Aun no tenemos todos los detalles, sabemos que fue en un accidente mientras patinaba, pero dejo en sus manos tratar la situación de la manera más prudente posible, más que nada con sus amigos y compañeros cercanos... por favor, intenten dar clases a lo mejor de sus habilidades.
Cada paso a su aula se sentía como una eternidad. Cada momento que pasó con él muchacho se apreciaban como un sueño raro con alguien a quien realmente no conocía. Su clase estaba envuelta en plática cuando él entró.
Todos lo miraban, extrañados por su expresión.
—Chicos, yo... — su tono de voz era irreconocible, roto, la clase lo podía notar. Sus miradas estaban pegadas a él. —Yo... J-Jonna... él... —sus ojos parecían vasos desbordándose en ese punto. —Pude haber hecho algo al respecto... — su respiración se tornaba a lamento, —sabía que él corría riesgo y aun así yo no pude... — la clase murmuraba entre si mientras él intentaba hace una frase coherente. —Lo siento, chicos — sin agregar más, recogió su maletín del escritorio y salió lo más rápido posible del salón.
Su paso era veloz, pero no torpe, mientras trotaba a la pequeña cueva con la flor. Necesitaba confirmar lo que había presenciado, que el cadáver era real y no solo su imaginación. Se paró en seco al ver que solo estaba la flor. No había cinta de policía, no había forenses en el lugar, ni siquiera parecía que alguien además de él había estado ahí.
—Pero que carajos... — Mike vio a la flor, atónito por la falta del "cadáver". Con cuidado, se aproximó a esta, escaneando cada parte del lugar. Cuando se agachó para recoger la, pudo apreciar sus pétalos ondulados y grandes, con las franjas de morado cruzando desde el centro amarillento hasta el tallo. Con sus manos la desenterró lo mejor que pudo y la sostuvo en sus. Era extraño para el tener sujetarla, el pensar que antes estaba creciendo de un cadáver.
Jamás en su vida había manejado tan estresado.
Con la flor a su lado y sus pensamientos analizando que hacer llegando a su departamento se estacionó en su cochera. Este era pequeño, olía a madera vieja y colonia de hombre, había un par de macetas que su madre le había dado y todos los libros que uso durante la universidad. Tomo la maceta más grande que tenía, la utilizaba para su bambú, y lo desenterró en medio de su departamento para poder hacer espacio a la flor que tenía al lado. Con el mayor cuidado que alguien tan nervioso como él podía darle, plantó la flor.
—Vamos, vamos funciona — esperó por un largo tiempo para ver si algo ocurría, no estaba seguro de qué, pero sentía que debía ocurrir algo.
Nada.
Mike estaba sentado en su sillón, tomando un poco de café instantáneo mientras esperaba. El teléfono de su casa sonó, sin mucha prisa fue a contestarlo.
—Residencia Lumor
—Hey, ¿Té encuentras bien? —la voz de Angela preguntó del otro lado.
—oh... no del todo, ¿Qué ocurre?
—Una de tus alumnas nos informó que saliste de la clase muy apresurado, que incluso llorabas, ¿Piensas volver? — había olvidado que aun tenía clases en la escuela, pero entendía que no podría concentrarse con todo este asunto.
—No, no creo. Todo el asunto de Jonna me tiene demasiado alterado... mañana hablaré con el director.
—Esta bien... si necesitas cualquier cosa, solo llámame. ¿De acuerdo? — Dio un pequeño gruñido de aprobación y colgó el teléfono.
El miércoles por la mañana se hizo una pequeña ceremonia por parte de la escuela para honrar la memoria del muchacho, Angela se encontraba parada revisando que sus alumnos no hicieran desorden. Ocasionalmente miraba a Mike, intentando tener contacto visual, pero él no levantaba la mirada del suelo, su optimismo usual parecía haberse esfumado.
Día tras día, Michael checaba la planta. Que sus raíces crecieran bien, que estuviera regada todos los días y si no había aparecido algo extraño debajo de esta. Sus alumnos notaron como las clases se tornaban monótonas, que las tareas se volvían simplonas y fáciles de hacer, incluso que podías escribir cualquier tontería y él la revisaría como correcta.
—Disculpe, Señor Lumor — Karla caminaba al mismo paso que él, Mike la miro son sus ojos llenos de bolsas y de un tono ligeramente rojo por el cansancio —quería preguntarle si hay algo que pudiéramos hacer por usted — se detuvo un momento y se giró a ella.
—¿A qué se refieren?
—Bueno, lo hemos visto muy decaído últimamente y... — Mike levantó la mano.
—No se preocupen, estaré bien, solo... necesito tiempo para mí — Karla no se veía convencida, ella entendía que su profesor necesitaba algo para alegrarle.
Al llegar a su hogar, Mike dejo su maletín en el sofá y fue a revisar su flor. Como una broma enferma, justo debajo de la flor, estaba el rostro de una chica.
—¡PUTA MADRE! — del susto se golpeó la cabeza con su librero y se cayó de rodillas aturdido. Era evidente para Mike que él era incapaz de asustarse sin caer al suelo. Gateó hasta la maceta, en donde la flor y el rostro de Karla lo recibieron. Su pecho se hundió, sentía la cabeza caliente y sus ojos comenzaron a lagrimear, —No — comenzó a sacudir lentamente su cabeza, —A ella no...—Mike se levanto torpemente del suelo y tomo su guía telefónica del librero. Comenzó a hojear el libro hasta encontrar el apellido Marchson.
No perdió tiempo y marcó lo más rápido posible al numeró y escuchó como cada timbre que daba era tiempo que perdía. El sonido de los truenos lejanos advertía de algo y él no quería que ocurriera de nuevo.
—Vamos, contesten... —
—Hola, esta hablando a la casa de los Marchson
—¡Señora Marchson, necesito...
—Por el momento no nos encontramos, ¡Deja tu mensaje después del tono!
—¡CARAJO! — Del enojo estrelló el teléfono una y otra vez hasta destrozarlo. Tomó las llaves de su auto y se dio a la marcha a la casa de Karla.
Su cabeza punzaba por el golpe con el librero, sus manos sudaban tanto que no podía sujetar bien el volante, su medidor de velocidad decía 87 y el motor rugía como si fuera a 1,000. Según recordaba, la casa de ella estaba por la calle Delaware, al otro lado del pueblo.
Debía apresurarse.
La calle era estrecha, de un solo carril, cada vuelta que daba se podía sentir como las llantas del otro lado se levantaban ligeramente, la sangre corría constantemente hacia su cabeza, el sudor bajando por su frente y empapando. Los semáforos en rojo no eran nada en ese momento, solo una pérdida de tiempo para él. Una gota de sudor entro en su ojo izquierdo, le ardía y causaba rasquera insoportable. Intentó rascar su ojo con su mano sin soltar el volante y cuando por fin lo abrió, pudo ver a la chica cargando un pastel en medio de la calle.
Puso su pie en el freno, el auto derrapó sin perder mucha velocidad por la lluvia y la chica se quedó paralizada al ver el auto tan cerca. Mike entendía, en ese momento, a que se refería la flor. No había mucho que se pudiera hacer en ese momento, el auto la golpeó directamente en la cadera, ella rodó por encima del auto, se magulló de forma brutal la cabeza contra el vidrio y solo pudo sentir cuando aterrizo detrás de la cajuela. El pastel estaba cubierto por una pequeña caja con la nota "Esperamos que se mejore". Estaba en blanco su mente, no paraba de temblar, su cabeza, sus brazos, su pie en el freno, todo en su ser no aceptaba lo que acababa de ocurrir. No miró atrás cuando puso el auto en marcha, no le importaba que la lluvia estuviera limpiando la sangre del vidrio roto y el chasis doblado, ni lo mojado de su ropa al entrar a su departamento. Solo le interesaba ver la flor.
El rostro de Karla ya no estaba.
Al día siguiente Mike y Karla no llegaron a la escuela.
Ni el día después de eso.
Ni la semana siguiente.
Ni el resto del mes.
Los rumores volaron por toda la escuela, que el profesor Lumor había tenido algo que ver con la muerte de los dos, que estuvo involucrado en el accidente de Karla y en el de Jonna. Las autoridades lo investigaron durante todo el tiempo que no apareció, pero no encontraron ninguna prueba de su involucramiento. Los directivos, familiares y amigos intentaron ponerse en contacto con él, pero sin ningún éxito. Angela, más que cualquier otra persona, no podía soportar la idea de que algo malo le había pasado, así que ella escribió una carta para él.
"Querido Michael.
3 de octubre, 1987
Desde hace un tiempo no sabemos nada de ti, tus alumnos y los maestros te extrañamos. Se que estas pasando por algo difícil, que quizás realmente necesites este tiempo, pero quiero que sepas que hay personas que te amamos y necesitamos tanto en nuestras vidas.
Eres importante y te valoramos con todo nuestro ser. Espero escuchar pronto de ti.
Con cariño, Angela."
Ella no tenía esperanza de tener una respuesta pronto, no había contestado el teléfono desde el accidente de Karla. Para la sorpresa de Angela, el día siguiente ella recibió una carta en su correo.
"Querida Angela.
Por el amor de Cristo todo poderoso, jamás vuelvas a contactarme.
No puedo aguantar esto más, Esos niños están muertos por mi culpa y no hay nada que pudiera haber hecho. Todos los días, desde que despierto hasta que duermo, he estado estudiando la flor que quería regalarte. Necesito entender porque salen los rostros, como muestra a quienes van a morir. Pero si algo he aprendido, es que esto es lo que desea el pueblo.
Puede que pase una semana o pase una hora, pero siempre me muestra rostros diferentes. Destrocé mi televisor, ya no puedo soportar verlos en las noticias. Quemé todas las fotografías que tenía, ya no aguantaba imaginarlos en la maceta. He visto a amigos de la primaria, familiares y muchos otros aparecer en la maceta. Todos muertos al final del día.
De verdad he intentado deshacerme de ella, lo juro, pero no puedo, no he podido matarme porque aun no sale mi rostro ahí y necesito saber cuándo me permitirá ser libre. No espero que lo entiendas, pero no puedo seguir relacionándome con la gente sabiendo que un día su rostro aparecerá ahí. Espero que disfrutes tú vida, tu rostro aun no aparece".
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro