12- Cumpleaños y Despedida
Cinco años después... ocho de septiembre
Ya tengo dieciocho, sigo siendo baja de estatura, mi cabello ha crecido ahora y me encanta como esta, ya tengo bubis, aunque sigo delgada, y unos que otros acnés en mi cara.
Me acabo de levantar, me había acostado tarde ya que me había quedado a escondida viendo película en mi celular, un obsequio que me regalo Patrillave hace un par de años, estuve muy contenta y hasta ahora lo estoy.
Hace cinco minutos Patrillave estuvo aquí para que bajara, seguí teniendo pereza, pero tuve que levantarme ya que era tarde y tenia que almorzar de una vez.
—Buenas, aquí estoy. — le doy una sonrisa.
—Buenas tardes muchacha, ya era que te levantes. Mucho vicio con ese teléfono, tendré que quitártelo en las noches para que duermas bien y no te levantes tarde. El desayuno es lo más importante.
Yo le hago un puchero.
—Prometo que hoy me dormiré temprano.
—Eso espero, por otro lado. — me da la espalda y vuelve hacia a mí con una pequeña torta de chocolate. — Hoy es tu cumpleaños y quiero que lo disfrutes este último año que vas a estar conmigo. — yo me rasco la cabeza y ella ve mi reacción — Desde que se fue él no quieres que... — la interrumpo.
—Ni se te ocurra decirlo, ya lo habíamos dejado en claro Patricia, nada sobre él, absolutamente nada. El esta muerte y punto. — hablé molesta.
Ella asiente.
—Sopla la vela y pido un deseo— me dio una sonrisa muy tierna.
—Listo — asentí. — Deseo... deseo — no sabía que pedir y solo sople la vela con una sonrisa, Patrillave pensó que en verdad si había pedido un deseo, pero no fue así.
[...]
Patrillave me mandó a bañarme, porque ya era hora de la despedida. Eso hice, me puse un vestido floreado de color celeste, dejé el cabello suelto y me puse unas sandalias de color blanco.
Al llegar al salón escogí una mesa que estuviera alejada de la gente y me senté en una de las sillas, ya que iba en grupo. Puse sobre la mesa la cámara que me había regalo hace varios años, seguía intacta.
En total éramos veinte personas en marcharnos de este lugar, entre ellas solo éramos ocho mujeres contando conmigo, la verdad no sabía a donde iban a ir, ninguno de nosotros fuimos adoptados y tampoco tuvimos la posibilidad de serlo, fui una gran pena. Luego de varias horas, vi que eran pocas las personas que bailaban y de divertían de la despedida. Yo solo pase sentada, tomando fotos.
Luego me fui a dormir, teníamos que levantarnos temprano. Aunque no negare que me quede viendo una película, se llamaba ascenso y estaba muy interesante.
Al día siguiente nos levantaron eso de la siete, prepare mis cosas y las guarde en un maletín rosado. Ya lista baje, tenía ganas de llorar, tenía miedo de salir al exterior.
Y ella estaba parada en la puerta principal de este odioso orfanatorio, tenía los ojos llorosos, me acerqué y la abracé fuerte.
—No te preocupes de mí, estaré bien — susurre en su oído. Al separarme me dio un papel doblado.
—En este papel esta la verdad, tu verdad. Lamento tanto no poder protegerte más, mi pequeña Leticia.
Me dio un beso en la frente y se marchó, supongo que era mejor. La vi irse hasta que doblo en una esquina, quería correr hacia ella y volver a abrazarla y decirle que venga conmigo, pero no tengo valor. No sabía dónde ir, a donde la iba a llegar, este es su hogar.
Camine despacio apretando con fuerza el papel, la verdad no tenía ni idea si ya todo quedaba atrás. Así que me decidí abrir el papel, tenía escrito Regina Anneliese Watson James, sin darle importancia guardé el papel en el interior de la maleta.
Caminé hasta la parada de bus que me habían indicado, ya me estaba aburriendo porque tenía esperando más de media hora. Subí y pasé de una.
—Jovencita. — llamo el conductor, yo mirando a los pocos pasajeros — A usted joven, la de maleta rosada. Tiene que pasar su tarjeta... — cara era de total confusión — o si no tiene puede pagar en efectivo.
—¿Pagar en efectivo? — me pregunté a mi misma — Eh... — me acerco al conductor — yo, yo no tengo plata señor. Recién salgo del orfanato, no tengo nada de plata.
El señor respiro, creo que tratando de entender la situación y no le estuviera metiendo.
—Es la verdad.
—Está bien, puede irse a sentar.
—Muchas gracias señor, le agradezco mucho mucho.
Me fui a sentar, una sonrisa salió de mí. Por una parte, me sentía libre, pero la otra me sentía aterrada. La gente se bajaba y subía en las paradas asignadas. Dure como hora y media en el bus, no sabía dónde ir. En la siguiente parada el bus se estaciono y me baje sin pensarlo.
Al bajarme mire por todos lados, había mucha gente caminando de un lado para otro. Un señor me empujo e hizo que empujara a una chica,
—Lo... lo siento es que estoy algo perdida — dije quedando frente a ella.
—No te preocupes es normal venir a una ciudad nueva — me sonrió, ella era una chica alta, su cabello largo de color café, sus ojos verdes, tiene un lindo cuerpo definido, la que de viendo de pies a cabeza, vestía formal.
—Sí, soy nueva. Estoy buscando un trabajo para alquilar un departamento. — mentí y le sonreí.
—No te preocupes, si quieres puedes quedarte en el mío hasta que consigas uno — se encogió de hombros con una sonrisa.
No podría creer, ella transmitía confianza.
—En serio, te lo agradecería mucho — asiento muchas veces.
—Me alegra escuchar eso, incluso si quieres te puedo conseguir un empleo.
—¡Que! — grite emocionada — ¿En serio? Claro que si
—Entonces que esperamos, vamos a por tu empleo — camino y me hizo un gesto con la mano para que la siguiera. — Primero vamos por un café, suelo tomarlo a cado rato, es algo que ya no tengo control. — se ríe.
A dos cuadras caminamos y entramos a una cafetería.
—¿Qué quieres? ¿Tienes hambre? — me pregunta y yo avergonzada le respondo que sí.
—Eh... — miro lo que hay, quede enamorada de un postre de chocolate — quiero este — la miro como si fuera una niña chiquita y ella me sonríe.
—Listo, puedes ir buscando un asiento, porque yo me demoro en escoger — me vuelve a sonreír y yo asiento.
La verdad es que no puedo creer esto, es como si fuera un ángel.
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