Yo soy el TOC. No soy una entidad malvada, aunque muchos de los que viven conmigo creen que lo soy. Y apesar de lo que muchos de los lectores piensan yo no insulto a mis huéspedes solo les digo lo que ellos piensan de si mismos , Mi existencia está ligada a los miedos, a las dudas, a la desesperación de aquellos que intentan tener el control absoluto de lo que no se puede controlar. Durante mucho tiempo, goberné la vida de Isaac y Naitray. Los envolví en una espiral de compulsiones, pensamientos repetitivos y rituales interminables. Pero hoy, mientras narro su historia, puedo decir que algo ha cambiado.

Naitray ya no es la chica  que callaba sus tormentas internas, ahogándose en su propio silencio. Ha aprendido a hablar abiertamente con su psiquiatra sobre lo que sucede en su mente. Ya no se guarda nada. Cada palabra que pronuncia es una pequeña liberación, un peso menos que tiene que cargar solo. Claro, todavía estoy aquí, presente en su vida, pero ya no soy el monstruo imbatible que una vez fui. Ahora soy más un eco, un murmullo que, aunque nunca desaparecerá del todo, ya no dicta su vida.

Isaac, por su parte, también ha mejorado. Recuerdo cuando todo comenzó a derrumbarse para él, cuando las notas de tinta roja aparecían en su casa como símbolos de un terror desconocido. Durante mucho tiempo, ni él ni nadie entendía de dónde venían. Pero al final, resultó que era él mismo quien las dejaba. Estaba tan atrapado en su propio sufrimiento, en sus emociones reprimidas, que su mente se fragmentó y comenzó a tener episodios de psicosis. El miedo y la soledad lo consumieron, y yo, como siempre, me alimentaba de eso.

Pero todo cambió el día que decidió confesarlo todo a su madre. Le contó todo lo que había pasado en su cabeza durante años. La liberación fue inmediata. No fue fácil, claro. Nada de esto lo es. Sin embargo, el hecho de que se permitiera ser vulnerable lo salvó de seguir cayendo. Ahora Isaac va al psiquiatra, sigue un tratamiento y se rodea de personas que lo comprenden. Continúa visitando a su amiga Sarah, pero también ha formado su propio grupo de amigos: Naitray, Tristán, Kevin y Noah. Por fin, Isaac ya no se siente solo. Aún escucha mi voz, pero está aprendiendo a ignorarla, a controlar sus impulsos y no dejar que yo controle su vida. Lucas también ha sido fundamental en su proceso. Lo ayuda a distraerse, a enfocarse en lo que realmente importa.

A pesar de todo, no puedo decir lo mismo de Noah. Ella aún no se atreve a hablar abiertamente de lo que ocurre en su mente. Mantiene todo dentro de sí, acumulando pensamientos oscuros y miedos que solo yo conozco. Tarde o temprano, tendrá que confiar en los demás o, inevitablemente, explotará. El semestre que Noah pasó en Chile está terminando, y pronto volverá a España. ¿Mejorará allá? No lo sé, pero tengo la certeza de que este no es el final de su lucha.

Hace poco, Naitray e Isaac dieron su  presentación en su clase sobre la salud mental. Fue un momento significativo para ellos, no solo por la calificación que obtuvieron, sino por lo que significaba: exponerse ante los demás, mostrar sus vulnerabilidades sin miedo. A lo largo de ese año, ambos aprendieron más de sí mismos que en cualquier otro momento de sus vidas.

Y ahora, a ti que lees estas palabras, quiero decirte algo importante: si me tienes a mí, si me sientes rondando en tu mente, no esperes a que sea demasiado tarde. Pide ayuda. No puedes luchar solo, porque tarde o temprano, si no lo haces, enloquecerás. Yo no soy invencible, y aunque nunca me iré del todo, puedo ser controlado. Pero solo si permites que los demás te ayuden a hacerlo. No dejes que yo sea quien dicte tu vida.

Continuará.