Isaac se encontraba inmerso en su imaginación, donde todo era más claro, más definido. En su mente, él no era un simple estudiante luchando contra sus pensamientos obsesivos; no, él era Tobby, un detective joven pero brillante, asignado a investigar una serie de asesinatos en su tranquila ciudad. Las calles estaban oscuras, bañadas por la lluvia. El sonido de los tacones resonaba en los callejones vacíos mientras Tobby caminaba decidido hacia el lugar del crimen.

El detective se acercó a la escena, donde los policías se apartaban para dejarlo pasar. El cuerpo estaba tendido en el suelo, y alrededor, las pistas apenas perceptibles comenzaban a formarse en su mente como piezas de un rompecabezas. "El asesino es metódico, casi obsesivo," pensó Tobby, mientras observaba el desorden controlado a su alrededor.

Pero justo cuando estaba a punto de unir todas las piezas, una voz familiar lo arrastró de vuelta a la realidad.

—Isaac, ¿de verdad crees que estás logrando algo aquí? —le susurró su TOC, siempre presente, siempre al acecho—. Tobby no es real. No puedes escapar de lo que eres.

Isaac intentó ignorarlo, aferrándose a su fantasía, pero el TOC insistía, implacable.

—Vamos, sabes que esto no es suficiente. ¿Qué tal si repites esas últimas palabras otra vez, solo para estar seguro? ¿Y si todo lo que escribiste está mal? ¿Qué pasa si fallas?

Isaac apretó los dientes, tratando de silenciar la voz. Pero entonces, un toque en su hombro lo hizo volver abruptamente al presente. Parpadeó, encontrándose de nuevo en la mesa del comedor de su casa, con Robert, el novio de su madre, mirándolo con preocupación.

—Isaac, ¿estás bien? —preguntó Robert, El novio de su madre  mientras su madre lo observaba desde el otro lado de la mesa.

Isaac se aclaró la garganta, sintiendo el peso de la mirada de ambos. Había estado "nadando profundo", como él lo llamaba, perdido en sus pensamientos.

—Sí, solo... estaba pensando —respondió, esbozando una sonrisa forzada.

Su madre le ofreció una sonrisa comprensiva, pero no dijo nada. Sabía que a veces Isaac se perdía en su propio mundo, y aunque le preocupaba, respetaba sus momentos de silencio.

Robert continuó con la conversación sobre el trabajo, pero Isaac apenas lo escuchaba. Su mente aún estaba en la escena que había imaginado, mezclada con los susurros persistentes de su TOC. Sin embargo, trató de concentrarse en el desayuno, agradecido por la interrupción que, al menos por un momento, había silenciado la voz en su cabeza.

Más tarde, en la escuela, mientras las clases transcurrían con su monótona rutina, la llegada de una nueva estudiante sacudió el aula. Todos los ojos se volvieron hacia la puerta cuando la profesora presentó a Noah, la chica que los había defendido el día anterior. Con su cabello rubio recogido y una expresión que combinaba determinación con una ligera incomodidad, se presentó como una estudiante de intercambio de España.

Isaac sintió un nudo en el estómago. Noah. ¿Sería posible que ella no lo reconociera? Había algo en su porte que sugería que estaba acostumbrada a protegerse, a mantener una distancia segura de los demás.

Durante el recreo, Isaac decidió acercarse a ella. Noah estaba sentada en una banca, observando a los demás con un aire distante. Isaac se plantó frente a ella, nervioso, y se rascó la nuca antes de hablar.

—Hola, Noah, soy Isaac. Nos encontramos ayer… con Sarah, ¿recuerdas?

Noah levantó la vista, sus ojos fríos y analíticos recorriendo el rostro de Isaac. Por un momento, no hubo ningún signo de reconocimiento, pero entonces algo en su mirada cambió.

—Ah, tú eres el chico del café —dijo Noah, sin mucho entusiasmo—. Sí, lo recuerdo.

Isaac asintió, sintiéndose un poco incómodo por la frialdad de su respuesta. Sin embargo, se esforzó por mantener la conversación.

—Gracias por ayudar a Sarah ayer. Ella… a veces no sabe cómo manejar esas situaciones.

Noah lo observó por unos segundos antes de responder, como si estuviera evaluando la sinceridad de sus palabras.

—No fue nada —dijo finalmente—. Solo no me gustan los matones.

El silencio que siguió fue denso, y justo cuando Isaac iba a intentar decir algo más, la campana sonó, marcando el final del recreo. Noah se levantó y, sin decir una palabra más, se dirigió hacia su próxima clase. Isaac se quedó allí, sintiendo que la conexión que había intentado establecer con ella había sido, al menos por ahora, un fracaso.

Pero mientras la veía alejarse, una idea cruzó por su mente, algo que Noah había dicho, algo que podría hacer que ella lo viera de otra manera. Con un suspiro, se prometió a sí mismo que no dejaría que esta oportunidad se esfumara. Porque, a pesar de la constante presencia de su TOC, Isaac quería creer que podía haber algo más allá de sus obsesiones, algo real, como una amistad, o quizás una alianza, con alguien que también estaba luchando sus propias batallas internas.