"Sueños y sombras"
Oí una sombra gritar en la oscura noche. Oí un temor controlar sus agónicos gemidos. Oí un cuerpo ahogándose en la soledad.
Escuché hablar de un principio sin final, oí contar de una historia más allá de su comienzo. Susurros de una casa abandonada, de trenzas, de plantas, de brumas y certezas. Vi sombras hechas noche, andando en oscura agonía. Vi hombres sin alma morir en vida. Quise cantarles, quise decirles, hablarles de esperanza; pero no podía, si yo ya estaba muerta.
Sentí mis pasos correr desorbitados, los latidos de un corazón ajeno fluyendo en adrenalina. Creí mirar sus rostros, y me encontré con una pared en blanco. Escuché el ruido de gemidos y cadenas, ahogados por bocas fruncidas y miradas extrañas. Una historia de hace tantos años... interminable y sin vida; que se repite y se repite en mi mente, y en mi realidad. Aparición en mis sueños, canción de cuna hostil. El espectro que me mira a través del espejo, que cuenta mis principios y mis finales, ahondando mis más profundas penas, y persiguiéndome, sin dejarme vivir una vida libre. Sin permitirme olvidar.
Los sueños y las sombras que me persiguen y me hostigan. Que me cuentan las historias y que me llaman a recorrer este laberinto de plazas, atardeceres, luces, y casas antiguas. Esas voces oscuras que me llaman, captando mi curiosidad. La decisión, de ser luz para aquellos que lo necesiten.
Esto es lo que representan mis sueños y mis sombras. Esto es lo que dicen.
La tensión persistía en el aire como gas venenoso, tan fina e impenetrable que apenas si dejaba espacio para ruidos cojos y angustiosos llantos. En medio de un paisaje de bruma, indistinto y perverso, me acechaba el recuerdo más tedioso y vago de mi existencia, y aun así el más importante. Un pequeño cuarto de paredes amarillentas, envejecidas por el tiempo, cargaba en sus brazos un panorama desolado y desgastante. Mi mente lo conocía un sueño, pero no podía evitar sentirse extraña a la visión de esa escena. Me encontraba sobrecogida por la tristeza y el temor, sintiendo vivirlo todo en carne propia, mientras hacía míos todos los sentimientos, conociendo en aquel lugar un hogar.
En el centro de la habitación, una chica sin edad aparente, de vestido verde y nobles trenzas café se movía sin parar, en algo parecido al zumbido errático de un moscardón. Empacaba con esmero indispensable objetos que yo sabía conocer, y que poseían gran valor.
Cosa rara los sueños, que llevan existencias presentidas y, conformes con esto, no se dignan a explicarte existencialidades literales.
Sabía que la chica estaba desesperada y que lo único que la retenía de hacerse en un mar de llanto era su necesidad de supervivencia. Ella era fuerte, fuerte por todos nosotros; porque lo necesitábamos. Creo que de ella saqué mi lado hosco y conservador.
Pero yo, en ese entonces, no era tan fuerte. Sentía las lágrimas correr pegajosas sobre mi cara con impotencia mientras la observaba trabajar con esmero.
Pasó un tiempo de silencio, que solo logró irritar más el ambiente.
Con su tarea finalizada, la chica comenzó a hablarme en palabras que no podía interpretar, impronunciables; como mudas. No sabía, entonces, si no podía escucharla o no era capaz de entenderla, pues en sueños ambas cosas son posibles, pero comprendía perfectamente lo que estaba sucediendo, y no precisaba mayor data. Éramos perseguidos y necesitábamos huir, pronto. Nos deshacíamos de nuestro hogar invadidos por el temor, en la búsqueda de supervivencia; cosa que odiábamos.
Apoyó delicadamente sobre la mesa la maleta, marrón y de cuero gastado. La portadora de nuestras agonías. Era mi turno de ocultarla, y ser su guardiana protectora.
En la sala había otra presencia. Un pequeño niño regordete y tímido, al que sentía querer como a un hermano pequeño. Me miraba, con sus pobladas cejas y sus ojos grandes, enormes, llenos de decepción. Una mirada que parecía contener todas las estrellas del universo, como si se hubieran apoderado de un pedazo de cielo. Nos miraba a ambas, de una forma extraña y vacía, sin apartarse un solo centímetro, con lágrimas fluyendo y en labor de pucheros.
Necesitábamos irnos, y él lo sabía. Todos lo sabíamos.
Me quedé mirándolo, incesante. Había algo extraño en ambos que no lograba descifrar.
Comenzaba a hacerme dueña del sueño, y todo parecía hacerse más evidente, pero aún no podía actuar, solo pensar.
Lo vi marcharse de la mano de la chica, mientras la escena se desvanecía como un cubo de hielo, transformándose en un charco acuoso e intangible. Ya no podía repetirlo; me asustaba pensar que ya jamás sabría su significado.
Desperté, con tan solo doce años, perturbada por el realismo de las imágenes. No podía sacarme de la cabeza a la chica, al niño. Ambos me resultaban muy familiares. Lo que había visto no podía ser un sueño, no del todo.
Es bien sabido que, al despertar a mitad de la noche, todos los sueños parecen reales, pero este era más vívido que cualquier otro que hubiera soñado antes. Sentía que era real.
Jamás perdí esa sensación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro