Salgo al pasillo y ando por el fijandome en los cuadros, retratos de otra época que parecen seguirte con la mirada, me paro delante de una foto en blanco y negro, en ella hay tres adolescentes en un primer plano y dos personas mayores detrás, posando delante de una casa recién reformada, ya no me acordaba de esa foto. Me habría gustado seguir mirando la foto pero siento como me muevo sin poder evitarlo hasta llegar al final del pasillo. Bajo las escaleras hasta el recibidor, este no está más decorado que la habitación, hay un largo espejo en la pared, una comoda y un perchero en el que hay colgados muchos abrigos. La bombilla ,que creía fundida, se enciende pero esta vez no me deslumbra. Delante de mí hay un chico de 18 años más o menos que se está poniendo un plumas que parece bastante nuevo.

-Mama, voy a salir con mis amigos, grita el chico.

Entonces aparece una mujer de unos cuarenta y cinco años, con unos rulos en el cabello, que se dirige rápidamente al joven y le empieza a arreglar la ropa.

-No me gusta que salgas con el frio que hace, te podrías resbalar con una placa de hielo y romperte la crisma, además de que los abuelos y los tíos van a llegar en una hora.

-No te preocupes por mi estaré en casa para comer a las tres, dice mientras le da un abrazo y un beso en la mejilla a su madre. Dejandola con la palabra en la boca y una expresión que muestra preocupación pero también tristeza mientras se pregunta donde habra ido su pequeño.

La luz se apaga otra vez y las figuras desparecen. No puedo evitar suspirar. Es increíble lo rápido que pasan los años.