Extra Halloween
ALERTA:
Solo lo he revisado dos veces, así que lo más probable es que haya mil erratas xd.
Este extra es independiente. Como sabréis, "Un inesperado amor" en estos momentos está a finales de febrero y Halloween es en octubre, así que coherencia temporal -7181818.
Hubo un problema con los guiones, y he tenido que restaurar la última versión, así que a lo mejor he perdido todos los comentarios </3
Capítulo dedicado maartaferr amigaaaaaa ya llegó tu momento jeje. Qué decirte... gracias por fangirlear siempre, aunque a veces no entiendas nada. Gracias por celebrar conmigo incluso los pequeños logros y arrancarme un puñado de carcajadas. Aquí estaré esperando cuando acabe el libro para tus reacciones 🧡🥺
(Canción: Shooting the Moon de OK Go)
ESTHER
No sé cómo lo hace, pero Saoirse siempre consigue convencerme para cualquiera de sus locuras.
Bueno, ella y Pheebs. Sí, porque esta vez no lo ha maquinado ella sola. Aunque no sé si eso hubiera sido mejor o peor.
—Deja de poner esa cara —me regaña al mirar por encima de su hombro antes de tocar el timbre.
—No estoy poniendo ninguna cara —me quejo.
Saoirse no dice nada. En su lugar enarca una ceja antes de hacer un puchero lastimero, imitándome, supongo, a lo que Pheebs divertida ante la mueca infantil. Inmediatamente dejo de hacerlo y refunfuño molesta al ver que suelta una pequeña risa.
—¿Ves cómo la estabas haciendo?
—¿Vis cimi li istibis hicindi? —la imito irritada.
Sin embargo, antes de que sea capaz de decir nada más, la puerta de la entrada se abre de golpe. Jason nos da un repaso a las tres para nada disimulado.
Sigo sin entender por qué venimos a su casa cuando a ninguno nos hace especialmente gracia su actitud.
Aunque, a diferencia de la primera fiesta a la que asistí, hoy viste una camisa de cuadras arañada por la zona del pecho, teñida de rojo, simulando sangre. Tiene el pelo despeinado, apuntado a todas direcciones y cuando sonríe me fijo en que sus colmillos son más largos de lo habitual.
Si cuando sonreía me daba escalofríos, ahora creo que me da un espasmo del miedo.
—¿Y vosotras vais...? —pregunta, volviéndonos a mirar a cada una de arriba abajo.
Pheebs da un paso hacia atrás cuando Jason clava los ojos en ella mientras que yo doy un paso al frente, quedando un poco por delante a modo de protección haciendo que Jason desvíe la mirada a mí.
Si ya no estaba de humor hace un momento, al ver que se relame los labios, solo lo empeora.
—¿Tenemos que decirte de qué vamos para entrar? —cuestiono, interrumpiendo lo que sea que iba a decir Saoirse—. No vi que hicieras eso con los tíos que iban por delante nuestra.
—El disfraz de ellos era más obvio —se justifica.
—¿E iban...? —pregunto, enarcando una ceja.
Jason abre y cierra la boca un par de veces, sin ser capaz de darme una respuesta. Deja de sonreír inmediatamente ante la encrucijada en la que se ha visto envuelto, aunque el brillo extraño de su mirada no desaparece.
Trago saliva, nerviosa al darme cuenta que no aparta los ojos de mí.
O al menos eso era lo que hacía hasta que Brittany aparece a su lado.
Creo que es la primera vez que agradezco que pulule cerca nuestra.
—Tommy y Peter están preguntando por ti, bebé —le dice con cautela, apoyando una mano sobre su brazo.
Él, sin embargo, no se inmuta de su presencia.
Ni siquiera mira en su dirección cuando le habla. Se remueve, apartándole la mano a Bri de malas maneras y le hace un gesto con la cabeza, señalando el interior de la casa.
—Diles que ahora voy —ordena.
Bri se sonroja y frunce el ceño ante el tono autoritario que emplea con ella, pero no le dice nada. Como un perro obediente que sigue las normas de su dueño hace lo que Jason le ha mandado sin rechistar.
Tengo que morderme la lengua para no soltar una barbaridad ante su comportamiento. Cierro las manos en puños, conteniendo la necesidad de entrar en la mansión solo para zarandear a Brittany, a ver si de esa forma se da cuenta del gilipollas con el que está.
Es frustrante ver la forma en que la trata.
Porque, de alguna manera, ese ninguneo lo había sufrido yo alguna con Thais.
Conozco demasiado bien el sentimiento de sentirte pequeña al lado de la otra persona porque me ha invadido un par de veces y no se lo desearía a nadie. Ni siquiera a mi peor enemigo. La sensación de que eres un tonta hormiga que cualquiera es capaz de aplastar con solo un dedo.
Jason parece decir algo, pero estoy tan absorta en mis pensamientos que no me entero.
—¿Qué? —pregunto.
Él pone los ojos en blanco con molestia antes de hacerse a un lado en la puerta.
—No sé de qué vais, pero estáis muy cañón —comenta cuando pasamos por su lado.
—Gracias, pero nadie ha pedido tu opinión, Jay-Jay —suelta Pheebs al entrar.
Los tres nos quedamos atónitos ante su respuesta.
De nosotras, Pheebs era la última que esperaba que fuese a soltarle alguna puyita parecida. No soy capaz de ocultar la sonrisa divertida al ver la cara estupefacta de Jason al escucharla y el leve rubor de Pheebs al darse cuenta de que lo ha dicho en voz alta.
—¿Qué ha sido eso? —sisea Saoirse cuando estamos cerca de la cocina.
—No lo sé —suelta la aludida en medio de una risa nerviosa.
—Te beso los pies, Phoebe Buffay —susurro, divertida.
Saoirse me mira mal al escucharme y yo me limito a encogerme de hombros.
—Tienes que sacar esta faceta tuya más a menudo.
Pheebs me sonríe con complicidad antes de negar con la cabeza y abrir la nevera en busca de algo de beber que no sea ni alcohol ni una bebida gaseosa. La imito.
Hoy no me apetece beber nada demasiado fuerte teniendo la regla, porque lo más probable es que mañana me dé un dolor de cabeza tremendo.
—Sois unas aburridas —se burla Saoirse a nuestras espaldas.
Tanto Pheebs como yo le sacamos el dedo corazón antes de cerrar la nevera con un brick de zumo en nuestras manos. Lo más probable es que le hayamos saqueado las provisiones al pobre hermano pequeño de Jason, pero ya se tendrá que arreglar él con su hermano cuando se encuentre con dos zumos menos.
Le doy un sorbo fuerte gracias a la pajita y sonrío satisfecha al ver que Saoirse arruga la nariz, fingiendo asco.
Sin embargo, todo su asco se esfuma cuando le tocan el hombro. Las tres seguimos al dueño encontrándonos a un dúo con máscaras del malo de Scary Movie vestidos con largas túnicas negras. Se enderezan en su sitio cuando tienen nuestra atención sobre ellos.
—Adivinad quién es quién —dice, forzando la voz a un tono muy grave.
Sonrío divertida al reconocer a Kieran en el instante en el que habla.
—Buen intento, Kieran —suelto con superioridad.
La carcajada que se me escapa es inevitable cuando bufa molesto y se quita la máscara de malas maneras, antes de peinarse el pelo con las manos.
—No te aguanto —masculla.
Sonrío con la boca cerrada cuando dejo de reírme y me acerco hasta a él dándole un beso en la mejilla. Por mucho que intenta seguir fingiendo estar molesto, la pequeña sonrisa que se le escapa lo delata.
—Es imposible no reconocerte, amor.
Kieran al igual que yo es un antirromántico con todas las letras de la palabra y ante el mote arruga la nariz, mirándome mal.
No obstante, cuando sonríe abiertamente sé que me la va a devolver con creces. Me rodea por los hombros y acerca todo lo que puede nuestras cara antes de darme un toquecito en la nariz con el dedo.
—¿Tanta es tu atracción por mí que eres capaz de diferenciarme así de rápido, cariño? —ronronea, divertido.
Antes de que sea capaz de responder, escuchamos arcadas a nuestras espaldas.
Al desviar la mirada de Kieran me encuentro a Kai observándonos con una ceja enarcada mientras que Saoirse y Pheebs fingen que están vomitando.
—Buscaos un hotel y hacednos un favor —suplica Saoirse.
Kieran y yo intercambiamos una mirada cómplice antes de romper a reír y separarnos del otro. Kai sigue cada uno de mis movimientos antes de clavar los ojos en Pheebs y luego en Saoirse.
—¿De qué vais disfrazadas? —cuestiona, pasándose una mano por el pelo.
Las tres nos miramos entre nosotras al escucharlo.
«El segundo de la noche que hace la pregunta», pienso para mí misma.
Es cierto que, si nunca has visto la película, es difícil ubicarnos.
Vamos las tres vestidas con pantalones vaqueros azul oscuro acampanados en la zona de los tobillos, alrededor de la cintura tenemos una tela dorada atada a juego con el top, que es de un tono un poco más oscuro. Por último, está la chaqueta vaquera clara, que yo estoy segura que terminaré perdiendo de aquí al final de la noche, pero que no se diga que no lo intenté.
Al menos esa es la base.
Luego Saoirse se ha recogido el pelo en una coleta alta de la que se le escapa varios mechones rebeldes y se ha hecho la línea del ojo de color azul claro, a conjunto con el color de la chaqueta, destacando sus ojos miel. Pheebs, por otro lado, tiene su pelo largo y rubio trenzado, pero que, aun así, es capaz de llegarle por debajo del pecho y tiene las mejillas espolvoreadas de purpurina. Después estoy yo, que he dejado que Saoirse me planchase el pelo, para luego hacerme unas ondas en las puntas.
—¿No es obvio? —pregunta Pheebs en respuesta.
Kai niega con la cabeza, más confuso que antes.
—¿De madres ochenteras con muchas ganas de marcha? —comenta Kieran, burlándose de las tres.
—Eres un inculto —sueltan a nuestras espaldas. No necesito girarme para saber que es Ryu quien ha hablado—. Vais de Donna y las Dynamos, ¿no?
—¡Tenemos un ganador! —exclama mi mejor amiga, chocando su lata de cerveza con el vaso de Ryu.
Miro por encima del hombro, encontrándome a Ryu a escasos centímetros de mí. Tiene el pelo repeinado hacia atrás y teñido de color verde. Un mechón rebelde cae sobre su frente maquillada de blanco. Alrededor de los ojos tiene una sombra azul que chorrea por las mejillas como si hubiera llorado y el maquillaje se hubiese corrido en consecuencia.
Por último, tiene los labios pintados de rojo, alargando la línea de la boca, exagerándola. Vista una camisa blanca, abierta en los primeros botones y una chaqueta formal de color morado. Tiene también una corbata roja desecha en su cuello, que es un adorno más al disfraz del Joker.
Desvío mi vista de él para clavarla en Javi que lleva un antifaz que le cubre mitad del rostro. El resto de su atuendo, a diferencia del de Ryu, es un traje de cuerpo entero de color gris donde el logo de Batman descansa sobre su pecho y en el cinturón. Vuelvo a centrar mi atención en Ryu cuando habla.
—Ahora le pregunta es...—comienza él, divertido, vacilando su mirada entre las tres—. ¿Quién es quién?
—Adivínalo tú —le reta Saoirse, sonriendo con malicia.
Él, en lugar de amedrentarse, acepta el reto con gusto y se frota la barbilla con aire pensativo, volviéndonos a observar a las tres, sopesando sus opciones.
—A ver... —dice con aire pensativo—. Saoirse, tú eres Donna, Pheebs es Tanya y Esther es Rosie.
Las tres nos miramos a la vez antes de romper a reír, porque no ha dado ni una.
—Yo soy Tanya, Pheebs es Rosie y Esther es Donna —le corrige.
—¿Lo habéis elegido así por alguna razón? —habla Javi por primera vez en la noche.
Yo estoy a punto de decir que no, cuando me callo al ver que Saoirse va a responder a la pregunta con una intención completamente distinta.
—Pheeb es Rosie porque es la graciosa del grupo, aunque tiene mala leche, Esther es Donna, porque no tiene tres hombres detrás de ella, pero tiene dramas amorosos del mismo nivel y está igual de mal de la azotea. —La miro mal al escucharla y ella no disimula la mueca divertida ante mi reacción—. ¿Qué? Es verdad. Y yo soy Tanya porque es alta, estirada, rica y guapa y leí un día que, si manifestabas algo, el universo te lo daba y esta es mi forma de manifestarlo.
—Gran lógica —comenta divertido, aguantándose la risa.
No somos capaces ni de quedarnos un solo segundo en silencio, antes de que a algún de nosotros se nos ocurra algo nuevo.
—¿Preparados para el túnel del terror? —cuestiona Kieran, rodeándome por los hombros, comenzando a caminar hacia fuera de la cocina sin esperar la respuesta de nadie.
Escucho pasos a nuestras espaldas y miro de reojo hacia atrás encontrándome a Pheebs y a Saoirse pisándonos los talones junto Javi mientras que Ryu y Kai se quedan atrás, observándonos los dos con muecas aburridas.
O al menos eso hacían, hasta que Ryu se percata de que lo estoy mirando y reprime la sonrisa ladeada que amenaza con dibujarse en su cara y enarca una ceja en su lugar.
Kieran es quien nos dirige a través de la mansión de Jason. Yo lo sigo sin reconocer ni un solo rincón del lugar, que está decorado con telarañas y calabazas por todos lados. Subimos por las escaleras y antes de poder avanzar más a través del pasillo dos chicos del equipo de rugby disfrazados de animadoras zombis nos frenan.
—¿Código? —cuestiona uno de los dos con voz muy grave.
Resulta cómico el contraste entre su actitud y su vestimenta y tengo que reunir toda mi fuerza de voluntad para no sonreír divertida cuando se le pronuncia el escote al cruzarse de brazos.
—¿Código? —repite Kieran.
—Necesitas un código para poder entrar —dice el otro, haciendo que desviemos nuestra atención a él.
Kieran está a punto de decirle algo más, cuando Javi aparece a nuestro lado sonriendo abiertamente ante la confusión del gemelo.
—Arrasa o a casa —suelta con suficiencia.
Los dos chicos se miran entre ellos antes de asentir y se hacen a un lado de la entrada.
No sé qué esperaba encontrarme cuando dijeron de entrar al túnel del terror, pero ver que está en completa oscuridad no me da demasiada confianza.
Y menos aún ir de las primeras.
Aparto el brazo de Kieran de mis hombros que me observa confundido, aunque parece comprender mis intenciones cuando doy un par de pasos hacia atrás hasta acabar junto a Saoirse y Pheebs.
Kieran y Javi terminan encabezando el grupo y son los primeros en adentrarse al túnel, carcajeándose y lanzándose puyas sobre quién será el gallina que lo recorrerá corriendo por culpa del miedo.
Yo sé quién será... porque seré yo.
Trago saliva, nerviosa cuando Pheebs no tarda en seguirles el paso y Saoirse también entra.
—No tienes por qué entrar si no quieres —susurran a mis espaldas.
No necesito mirar en su dirección para saber que me está mirando. Que ahora mismo está midiendo cada una de mis reacciones. Vuelvo a tragar saliva, como si así pudiese disipar el miedo y respiro profundamente armándome del escaso valor que tengo para estas cosas.
—Estoy bien, Ryu —digo con una confianza que no siento.
Entonces, entro junto a Kai, dejando a Ryu el último del grupo.
Cuando oigo que las cortinas del túnel se cierran, me tenso de pies a cabeza. Si ya resultaba oscuro con la tenue luz que se filtraba al tener las cortinas abiertas, ahora apenas se puede apreciar nada. De manera inconsciente me agarro a la primera persona que tengo cerca, que resulta ser el pobre Kai.
—¿Miedo a la oscuridad? —cuestiona él en susurros mientras seguimos avanzando.
Ante el sepulcral silencio, nuestros pasos resuenan con fuerza, y no sé si eso me tranquiliza o me altera más.
—Miedo a lo que hay dentro de ella.
—Si te sirve de consuelo... —murmura sin dejar de caminar hacia no sé dónde—, son los del equipo de natación. Imagínate a los pesados del fondo de la clase con cara de payasos y cosas similares porque es lo que son.
Asiento con la cabeza a modo de agradecimiento, aunque lo más probable es que ni siquiera haya podido ver el gesto.
Javi y Kieran no dejan de gritar y soltar gilipolleces varias hasta que, de golpe y sin venir a cuento, se callan.
Saoirse y Pheebs dejan de caminar y Kai y yo casi chocamos contra ellas por ello.
—¿Qué pasa? —pregunto, intentando averiguar algo mirando a nuestro alrededor, pero solo hay negrura.
Siento como Saoirse se gira y apoya una mano sobre mi hombro. Si necesidad de que haya luz, estoy segura de que tiene las cejas enarcadas y los ojos muy abiertos, incluso soy capaz de apostar que tiene las mejillas sonrojadas.
—Alguno de ellos dos va a asustarnos.
—Si no son los dos —añade Pheebs.
—¿Y los del equipo de natación? —cuestiono al recordar el comentario de Kai.
—Estarán compinchados.
—¿Y Ryu?
Nadie responde a mi pregunta.
—También lo está —susurro para que solo me escuchen ellos.
Saoirse vuelve a girarse y chasquea la lengua antes de empezar a caminar, adentrándonos más y más hacia el interior del túnel. Vuelvo a abrazarme a Kai que se tensa ante el gesto, pero no dice nada al respecto.
Entonces, la oscuridad comienza a teñirse de un rojo tenue que apenas nos permite diferenciar mucho, pero lo suficiente para ver varias siluetas acercándose a nosotros con bates, espadas y... ¿cuchillos?
Vale, sí son cuchillos.
Antes de que Kai sea capaz de decir nada, lo arrastro en dirección contraria.
Escuchamos pasos cerca nuestra y al mirar por encima del hombro me encuentro a Pheebs corriendo como si su vida dependiese de ello mientras que Saoirse huye de ellos sin dejar de reírse.
Es imposible averiguar quiénes son.
Hay uno disfrazado de momia usando papel higiénico, otro con una careta de Mickey Mouse que este momento me resulta terrorífica y por último uno con una máscara de Scary Movie.
No hay ni rastro de Javi, Kieran y Ryu.
O al menos eso pensaba.
Siento que me rodean la cintura y me apartan de golpe de Kai. Suelto un chillido agudo ante el susto y comienzo a removerme, intentando escaparme del agarre. Le doy codazos, patadas y le araño las manos a quien sea que me haya cogido.
Escucho a Saoirse y a Pheebs gritar también y a Kai maldiciendo en voz alta, que es algo que nunca hace.
Me remuevo incluso con más fuerza cuando afianza el agarre alrededor de mi cintura y termino por darle un cabezazo como último recurso.
Entonces me suelta en respuesta para sobarse a lo que sea que le haya dado, no puede importar menos. Me pongo en posición de defensa y alzo los dos puños al aire, aunque sea consciente de que va a servir de poco.
Sin embargo, al oírlo gruñir, los dejo caer lánguidos a mis costados al reconocerlo.
—¿Ryu? —pregunto, frunciendo el ceño.
—Sí, hola, yo también me alegro de verte —murmura con voz nasal.
Sin medir mi fuerza, me acerco a él y le golpeo lo que creo que es el hombro.
—¡¿Pero a ti qué te pasa?!
—Un día de estos dejas sordo a alguien —comenta tan ricamente, ignorando mi pregunta.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir?
—¿Qué más quieres que te diga?
—¿«Lo siento» por ejemplo? —cuestiono indignada y me cruzo de brazos.
—¿Tú me das un cabezazo en la nariz y yo te tengo que pedir perdón?
—¡Me estaba defendiendo!
—Ya me he dado cuenta, gracias.
Gruño frustrada ante lo calmado que suena.
—Al menos podrías fingir que estás arrepentido —refunfuño.
—Es que no lo estoy —responde sin contener la carcajada.
Pillándolo desprevenido, le golpeo el otro hombro.
—¡Deja de pegarme! —se queja, alterado, rodeándome la muñeca.
—¡Pide perdón!
—¡No lo siento!
—¡Eres insufrible! —gruño, soltándome la muñeca de su agarre.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que prefiero «engreído»?
—¿Y cuántas veces te tengo que decir que me importa una mierda? —pregunto en respuesta.
La sonora carcajada que se le escapa solo consigue irritarme más.
—¡Encima te ríes!
—¿Prefieres que llore? —cuestiona él sin dejar de reírse.
—No te aguanto.
—Vale.
Parpadeo un par de veces al escucharlo.
—¿Vale? —repito.
—¿Tanto grito te ha dejado sorda, Esther? —se mofa.
—Te odio —siseo molesta.
La carcajada que escucho en respuesta es incluso más escandalosa que la anterior.
* * *
RYU
Después del pequeño susto en el túnel del terror, Esther no me volvió a dirigir la palabra hasta el momento en que nos marchamos de aquí, bien entrada la madrugada.
Me giro sobre el asiento del copiloto, para mirarla.
Tiene la cabeza apoyada en la ventana, con la vista clavada en el exterior, ajena al resto. Ya no lleva la chaqueta vaquera en la mano, sino que la tiene puesta y abotonada casi hasta arriba.
Al clavar de nuevo la vista al frente, me percato de que Javi me está mirando de reojo. El muy idiota ni siquiera se ha quitado el antifaz de Batman. Estoy deseando que haya alguna patrulla policial cerca y que le obliguen a bajar la ventanilla para reírme un rato de él.
—¿Qué? —pregunto, al entrever una sonrisa divertida en su cara.
—Nada, nada. —Se encoge de hombros y recoloca el espejo retrovisor—. ¿Queréis poner música?
—Sí —responde Esther.
—No —gruño, a la misma vez que ella.
—Coge mi móvil y pon la canción que quieras, Esther —le dice Javi en español.
Ella suelta una risita divertida cuando yo bufo molesto al ver que Javi lo ha hecho aposta.
—No hace falta que me restriegues en la cara que ella te cae mejor —suelto, irritado.
De reojo me fijo en que Esther está reprimiendo una sonrisa mientras que Javi se carcajea abiertamente.
—¿Celoso, Potter?
Estoy a punto de imitarlo, de la misma forma que hacer Esther conmigo cada vez que tiene ocasión, pero consigo recular a tiempo.
No necesito que Javi me restriegue más tarde que paso tanto tiempo con ella que ha terminado por pegarme sus imitaciones. Así que al final no digo nada.
Una canción que no soy capaz de reconocer suena a través de los altavoces, sustituyendo el silencio del coche. Oigo a Esther moviéndose en la parte trasera y antes de entender que está haciendo, siento un dedo en mi mejilla. Entonces empieza a darme toquecitos en ella, una y otra, y otra vez. Le rodeo la muñeca, tirando de ella hacia delante, que grita sorprendida antes de romper a reír.
—¿Estás celoso, Rayo? —pregunta con voz aguda.
—Ya te gustaría a ti.
—En tus mejores sueños —responde, tirando de su muñeca.
—Ya te gustaría a ti —suelto, repitiendo lo mismo de antes.
Esther entrecierra los ojos y me hace el corte manga antes de dejarse caer hacia atrás y subirle el volumen de la canción lo máximo que puede con el móvil.
—Inmadura —murmuro, poniendo los ojos en blanco cuando el solo de guitarra y batería resuena con fuerza por todo el coche.
Lo único que recibo en respuesta es que me imite por lo bajo y que Javi rompa a reír.
Ni siquiera me acordaba que estaba ahí y eso que es él quien conduce.
El resto del trayecto lo paso en silencio, a diferencia de ellos dos que empiezan a hablar en español con una rapidez que me cuesta mil poder seguirles el hilo de la conversación. No me puedo creer que haya acabado en un mismo coche con dos personas que hablan el idioma más complicado que he escuchado en mi vida.
Encima no tienen ni el mismo acento. Es como si uno de Cork comenzase a hablar con alguien de Dublín. Una maldita locura.
Cuando me quiero dar cuenta, Javi aparca en la calle de Saoirse. Ella, Pheebs y los gemelos se han quedado en la fiesta porque según ellos todavía era muy temprano para terminar la fiesta, aunque apostaría todo mi dinero a que Kai y Pheebs no están tan de acuerdo, pero no se han querido venir con nosotros para no dejarlos solos.
—Espero que me dejéis cinco estrellas en la aplicación —comenta Javi cuando pone el freno de mano.
—¿Ryu no se va contigo? —cuestiona Esther, antes de salir del coche.
—No, Ryu no se va con él —respondo, incrédulo—. Y estoy disfrazado de Joker, no de fantasma.
Javi niega con la cabeza, divertido y arranca el motor de nuevo cuando yo cierro la puerta. Sin embargo, antes de que ninguno de los dos pueda cruzar la calle, Javi pega un bocinazo que habría sido capaz de despertar a los señores Harrison que viven al final de la calle y que encima, están sordos.
—¡No os matéis antes de llegar a casa! —vocifera, entre risas.
La primera y única vez que Esther y yo nos hemos puesto de acuerdo ha sido en este momento cuando los dos le hacemos el corte de manga.
Las calle de casa está hasta arriba de niños y padres yendo y viniendo de vuelta a sus respectivas casas después de haberse recorrido casi todo Sandyford a la voz de truco o trato. Hay disfraces realmente terroríficos para que los lleven niños de entre cinco y diez años. No creo que sepan siquiera de qué película son.
En la puerta hay un grupo de tres niños, a punto de tocar el timbre, pero que se detienen cuando se percatan de que estamos caminando en su dirección. Se hacen a un lado cuando subimos por las escaleras, pero vuelven a posicionarse frente a la puerta en cuanto la abrimos.
—¿Tú de qué vas? —cuestiona uno de ellos.
Estoy a punto de responderle que, si no es obvio, pero reculo a tiempo al ver que tiene la mirada clavada en Esther. La aludida frunce el ceño y baja los ojos a su disfraz antes de mirar al niño de nuevo.
«Esto va a ser divertido», pienso para mis adentros.
—De Mamma Mia —responde con la duda reflejada en su voz.
—¿Eso qué es?
Uy, no ha hecho esa pregunta a la fan número de Mamma Mia.
Si no he visto la película al menos dos veces a la semana desde que está aquí, no la he visto ninguna. Juraría que me sé la mayoría de las canciones y eso que solo la he visto a trozos.
—Una película —responde, enarcando una ceja.
—¿Y es de miedo? Porque tú no das miedo —cuestiona, mirándola de arriba abajo con desaprobación.
Estoy a punto de romper a reír, pero al ver la mueca irritada de Esther, la contengo como puedo.
—¿Tú de qué vas?
—De Harry Potter —responde, orgulloso.
—¿Y eso da miedo? —pregunta Esther en respuesta, sonriendo con suficiencia.
El pobre crío abre y cierra la boca varias veces.
—Eh... no —murmura, mirándose a sí mismo antes de clavar los ojos en ella de nuevo.
Ella le sonríe divertida y entra a casa sin decir nada más. La observo incrédulo, pero antes de ir tras ella vierto el bol de chuches —que vi colocar a mi padre esta tarde en la entrada— en las bolsas de los tres niños, sobre todo en el que está disfrazado de Harry Potter que parece que está a punto de llorar.
—No te lo tomes como algo personal —le susurro, guiñándole un ojo.
Cuando se marchan cierro la puerta y me acerco al salón que está oscuras por completo salvo por la pequeña lampara que hay al lado de la tele que está encendida. Mamá todavía seguirá siendo arrastrada por Nara hasta que haya conseguido llenar su bolsa de chuches y que después nos durará hasta al año siguiente.
Todavía hay gominolas del Halloween pasado en la despensa.
La puerta del pasillo se abre. Esther ha dejado atrás la purpurina, los pantalones campana y el top, y ahora viste una sudadera ancha, un pantalón de pijama desteñido y un moño.
—¿Qué? —pregunta con su simpatía habitual y camina hasta la nevera antes de sacar la botella de zumo.
—Has dejado a un niño de diez años sin argumentos, solo estoy impresionado.
—Muy gracioso —masculla, sin mirarme de vuelta.
—Ha sido súper maduro de tu parte, sí.
Ella clava la mirada en mí con aburrimiento y pone los ojos en blanco cuando sonrío.
—¿Mañana piensas ir al entrenamiento de Joker también? —contraataca.
—¿No te gusta el pelo verde?
—A ti no te favorece.
Amplío mi sonrisa ante lo irritada que suena.
—¿Y qué me favorece exactamente?
Gruñe frustrada y se limita a beberse el zumo sin decir nada más.
Me lo tomo como mi señal para ducharme y quitarme toda la mierda que me he puesto en la cara y en el pelo. El suelo de la bañera se tiñe de verde y me echo champú al menos tres veces hasta que por fin parece que recupero mi color natural. Uso el desmaquillante de mi madre para quitarme la base de blanco y la pintura roja, al igual que las sombras de ojos azul.
Ya en pijama bajo a la cocina para coger un vaso de agua cuando me encuentro a Esther todavía allí, con el vaso de zumo vacío y la mirada pérdida.
—¿Reflexionando sobre tu gran batalla? —hablo, captando su atención.
—Reflexionando sí, pero no sobre mi gran batalla —responde, alargando dramáticamente la «a».
—¿No tienes sueño?
Ella asiente con la cabeza y deja el vaso en el lavavajillas.
Empieza a caminar hacia su pasillo y antes de cerrar la puerta, se gira.
—Buenas noches, engreído.
Sonrío ante el mote.
—Buenas noches, inmadura.
Ella me hace el corte de manga y cierra la puerta detrás de ella.
* * *
Ante el paso de las horas, por culpa de la cantidad de red Bull que tomé en la fiesta de Jason, soy incapaz de conciliar el sueño.
Escuché a mis padres llegar hace tres horas y fui capaz de entender que Nara había conseguido el doble de chuches que el año pasado. La pobre estaba ilusionadísima porque mañana podría atiborrarse de ellos, pero solo ha necesitado que mamá le nombre una vez el dentista para desechar la idea.
Con cuidado de no hacer demasiado ruido por miedo a despertar a Boots bajo las escaleras. Todo está sumido en una oscuridad completa y ni siquiera me molesto en encender la luz. Camino hacia la puerta del pasillo con un solo objetivo en mente: ver una película.
Sin embargo, cuando estoy a punto de abrir la puerta, esta se abre de golpe y me encuentro a Esther al otro lado.
—¿Tú tampoco puedes dormir? —pregunta ella, frotándose los ojos perezosamente antes de bostezar.
Inevitablemente, acabo bostezando yo también y Esther sonríe divertida cuando lo hago.
—Exceso de cafeína, ¿tú?
—Pesadilla con payasos y cuchillos.
Y me mira como si toda la culpa recayese sobre mí, que en parte la tengo.
—Si te digo que voy a ver una película y te dejo elegir, ¿lo compensará?
—Si la película es Mamma Mia, a lo mejor —responde, sonriendo angelicalmente.
—Voy a terminar aprendiéndome todos los diálogos.
Ella se encoge de hombros y abre la puerta de la habitación que siempre creí que escogería cuando se mudó aquí.
—No veo qué tiene de malo.
—Y también todas las malditas canciones —refunfuño a sus espaldas.
—Todo ventajas, ¿no? —dice, acurrucándose bajo las sábanas en el lado pegado a la pared, dejándome a mí el lado de fuera.
—Espero que despierta te muevas menos que durmiendo. —Le señalo con el mando amenazante —. Porque si no duermes tú en el lado de fuera.
—Yo he llegado aquí primera.
—Pero es mi casa —le rebato.
—Técnicamente no, porque no vives aquí.
Esta vez soy yo quien entrecierra los ojos y ella quien enarca las cejas.
—Técnicamente, tú tampoco.
—Paso más tiempo en esta casa que tú.
Tiro de la manta en mi dirección con la única intención de irritarla y Esther tira con más fuerza de ella, haciéndose una bolita en su lado de la cama. Al ver que no vuelvo a tirar de la manta, sonríe satisfecha y yo le gruño en respuesta porque hoy comportarme como Boots es mi única respuesta.
Enciendo la tele y me meto en la aplicación de películas y ni siquiera necesito buscarla en el catálogo porque sale en la página principal en la sección de «Vistas recientemente». Noto que Esther se remueve en su lado de la cama hasta que parece estar cómoda, que es apoyando la cabeza sobre mi hombro.
Siendo consciente de que se va a molestar, sacudo los hombros y ella me da un golpe en el brazo.
—¿Ahora quién es el que no se está quieto?
Me muerdo el labio inferior, conteniendo la sonrisa que amenaza con surcarme el rostro y me acomodo a su lado, apoyando la cabeza sobre la suya. El aroma a coco me llega a oleadas ahora que estamos tan cerca y sé que acabaré apestando a ella, como dice Javi cada vez que vuelvo de casa de mis padres al apartamento.
La primera canción de la película empieza a sonar y oigo a Esther cantándola en un susurro.
Mentiría si dijese que no es relajante.
Tiene una voz muy suave y característica, que no necesita alzar para hacerse notar y en ciertas partes agudas o graves de la canción las adapta a su tono de voz, haciéndola suya como lo haría un verdadero cantante.
En algún punto de la película dejo de prestarle atención a las canciones y me fijo únicamente en el murmullo de Esther, que es ajena a mi mirada. Casi al final de la película, los susurros son apenas audibles y vuelve a removerse hasta acabar apoyando la cabeza sobre mi pecho.
Al principio me tenso en respuesta y si ella lo nota, no lo aparenta.
Si esto sucediese en otro momento me comería la cabeza por entender qué significa esto para lo que sea que es lo que hay entre nosotros, pero el red Bull hace tiempo que perdió su fuerza y me cuesta cada vez más mantener los ojos abiertos.
Activo el temporizador de la televisión para que se apague de manera automática dentro de media hora, aunque lo más probable es que yo termine durmiéndome antes.
Tiro de las sábanas hacia arriba y con todo el cuidado del mundo me acomodo en la cama, intentándome mover lo menos posible para no despertar a Esther. Ella se gira sobre sí misma, dándome la espalda y yo acabo imitándola.
* * *
Ayer parece ser que a ninguno de los dos se nos ocurrió correr las cortinas y cuando los primeros rayos de sol me dan directamente en la cara, nos maldigo mentalmente.
Cierro los ojos con fuerza y me remuevo en mi sitio, con intención de girarme para darle la espalda a la ventana, pero no puedo moverme. Frunzo el ceño sin entender el sobrepeso que siento sobre mi pecho y el estómago y a regañadientes, abro los ojos, para entender qué pasa.
Lo último que esperaba encontrarme era a Esther abrazada a mí, en medio de su quinto sueño.
Aunque más me sorprende que yo la haya abrazado de vuelta mientras dormía.
Ella no se inmuta en absoluto de nuestra posición, ni de nuestra cercanía ni de la luz que ilumina la habitación.
Me sabe mal tener que despertarla.
Con lentitud, me arrastro por la cama hacia el suelo, midiendo cada uno de mis movimiento para no despertarla, sin embargo, se queda en un mísero intento y ni siquiera soy capaz de separarnos un par de centímetros cuando ella se remueve, abriendo los ojos.
—¿Qué haces? —cuestiona con voz somnolienta.
—Me estoy levantando de la cama —susurro.
—¿Y tienes que moverte tanto para hacerlo?
Al ver que yo no digo nada, vuelve a apoyar la cabeza sobre mi pecho con total normalidad. La miro sorprendido ante la familiaridad con la que se acurruca a mi lado como si fuese lo más cotidiano del mundo.
Sin embargo, cuando coloca una mano sobre mi estómago, parece que el sueño la abandona del todo y se da cuenta de dónde realmente ha estado durmiendo toda la noche.
Se aparta torpemente de mi lado y acaba golpeándose la cabeza contra el cabecero.
Prometo que iba a decirle que no pasaba nada, que yo había dormido abrazada a ella, pero mi plan se va al garrete cuando se me escapa una carcajada al oírla maldecir.
—Es de mala persona reírse de las desgracias ajenas —refunfuña mientras se frota la cabeza.
—Y es de maleducada dormir sobre el pecho de alguien sin permiso.
Ante mi comentario, se sonroja y deja de acariciarse la cabeza, observándome con la furia tiñendo por completo su mirada.
—Ha sido mientras dormía, es culpa de mi subconsciente.
—Pues parece que le gusto mucho a tu subconsciente —comento, arqueando una ceja.
Bufa algo por lo bajo y se levanta de la cama de un salto antes de acercarse a la ventana y correr la cortina de malas maneras.
—¿Nos hemos levantado con el pie izquierdo hoy?
—¿Nis himis livintidi cin il pi izqirdi hiy? —me imita por lo bajo.
—¿Sabes que te puedo escuchar?
—¿Sabes que me da igual? —pregunta de vuelta.
—¿Sabes que...?
Pero mi pregunta muere cuando el sonido de una llamada entrante inunda la habitación. Esther alarga el brazo hacia el mueble de la televisión y alcanza el móvil que tiene la pantalla iluminada. Sin decirme si es el mío o el suyo, descuelga.
No puedo escuchar nada de lo que dice la otra persona.
—¿Has dormido en el coche? —cuestiona, abriendo mucho los ojos. Me mira de reojo mientras escucha lo que sea que le estén diciendo al otro lado—. Sí, nosotros nos acabamos de levantar, ahora te abrimos.
Cuelga la llamada y se deja caer sobre el colchón, bostezando.
—Batman se ha quedado dormido en el batmóvil —suelta, frotándose los ojos.
Parpadeo un par de veces, sin entender absolutamente nada.
—¿Eh?
Esther pone los ojos en blanco y sin responderme, se levanta de la cama y alarga una mano en mi dirección. Sin comprender por qué, se la acepto y la sigo hacia fuera de la habitación, siguiéndola a través del pasillo hasta acabar en el salón antes de caminar hacia la puerta de la entrada.
Entonces, todavía sin soltarme la mano, abre la puerta.
En frente de nosotros está Javi a punto de tocar a la puerta, todavía disfrazado de Batman.
Él sonríe agradecido al vernos, aunque desvía la mirada hacia algo y frunce el ceño. Debo de estar más dormido de lo que pienso, porque cuando Esther me suelta la mano en un acto reflejo, no soy capaz de relacionar ambas reacciones hasta bastante después.
—Batman... —empieza a decir Esther, señalando a Javi—, se quedó dormido en el batmóvil —repite lo que dijo antes, señalando después el coche que sigue aparcado al otro lado de nuestra calle.
Al volver a clavar la mirada en mi mejor amigo, suelto un bufido incrédulo al darme cuenta que ha dormido en el coche, en medio de Sandyford, en pleno otoño y vestido solo con el disfraz.
—Este Batman se está muriendo de frío y de hambre, ¿me dejáis pasar? —pregunta él, devolviéndome de mis pensamientos.
Esther y yo nos apartamos de la puerta a la vez, chocándonos al ella moverse hacia la derecha y yo hacia la izquierda.
Yo tengo que reprimir una nueva carcajada ante la mueca de molestia que me ofrece y Javi parece estar debatiéndose el mismo dilema, pero opta por no soltarla y entrar en casa.
—¿Vosotros qué tal habéis dormido? —pregunta él, caminando hacia la cocina.
—Mal —masculla Esther, igualando su paso.
—Mientes de pena, ¿lo sabías? —cuestiono, alcanzándolos.
Lo único que recibo en respuesta es que Esther me sonría con la boca cerrada y Javi intente contener de nuevo la carcajada.
—Yo he dormido fatal —confieso, sobándome la espalda.
Entonces la que se ríe abiertamente es ella.
REDES SOCIALES
@Teguisedcg
N/A: Llegué tarde, pero llegué.
Voy a hacer una nota de autora más cortita porque sé que tenéis muchísimas ganas de leerlo y no quiero tardar más. 💀
Espero que el extra os haya gustado, espero que os lo hayáis pasado genial en Halloween y os hayáis hinchado a chuches, que son muy sanas.
➡️ ¿Cuál ha sido vuestra parte favorita del extra?
➡️ ¿Os gustaría que hiciese algo así en Navidad?
Nos leemos dentro de dos viernes, inmaduras 🧡
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