Capítulo Ventisiete
Capítulo dedicado a lacanciondeapolo esta es tu señal para ponerte al día. Nada más que decir. PONTE AL DÍA. O... lee esto y luego retrocedes *guiño guiño*. Y si estás solo mejor, que estos acaban on fire aunque estén en la ducha jiji 🌚🔥
Feliz cumpleaños adelantado a ryucomeme (fan del nombre, ya te lo dije) <3
(Canción: Addicted de JON VINYL)
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Lo mato.
Es lo primero que pienso al entrar en casa.
Al escuchar el sonido de la ducha en la planta de arriba, voy directa hacia las escaleras maldiciéndolo en todos los idiomas que sé: español e inglés.
Creo que no he dicho tantas palabrotas tan de seguido.
Sé que tengo por lo menos veinte minutos a solas antes de que aparezca Helen con Kairi y Nara del colegio y sé que Kenji ha llevado a Boots al veterinario.
Tengo el tiempo suficiente para asesinarlo y luego enterrar el cuerpo en el jardín trasero.
No me molesto en avisar de mi presencia al entrar en su habitación que se encuentra parcialmente a oscuras salvo por los débiles rayos de sol que se cuelan a través de la cortina echada. Cierro la puerta detrás de mí con la mayor suavidad posible y camino, rodeando su cama, hasta llegar a la siguiente puerta.
Al igual que antes, no me molesto en llamar y la abro de golpe.
Él muy gilipollas ni se inmuta y simplemente se limita a cerrar el grifo, antes de abrir un poco la cortina parar mirarme.
Tiene el pelo apelmazado por culpa del agua y varias gotas recorren su rostro, dibujando el recorrido de sus cejas, la línea recta de su nariz, deslizándose por su mandíbula hacia su cuello y muriendo en sus labios cuando se los relame antes de sonreír.
Trago saliva, parpadeando un par de veces.
«Esther, concéntrate», me recrimino a mí misma.
—¿Qué haces aquí?
—¿Qué haces tú aquí? —pregunto de vuelta, señalándolo.
Ryu frunce el ceño antes de enarcar un ceja.
—¿Ducharme?
—Gracias por la aclaración, Kimura —refunfuño—. Me refiero qué haces aquí.
Eso parece confundirlo aún más.
—Es... ¿mi casa? —duda momentáneamente.
Me paso una mano por la cara, frustrada y más de malhumor me pongo cuando escucho su estúpida risa.
—¿Vienes a hacerme compañía? —cuestiona, abriendo un poco más la cortina a modo de invitación silenciosa.
—No, gracias.
—¿Segura?
—Segurísima —mascullo.
Se encoge de hombro en respuesta y corre la cortina de nuevo. Oigo que abre el grifo y empieza a ducharse.
En dos zancadas rápidas me planto delante de la ducha cubierta por la cortina y cuelo la mano en su interior, cortando el flujo del agua.
—¡Oye! —se queja. Desliza la cortina hasta hacerse visible de nuevo ante mis ojos—. Si no quieres ducharte conmigo, al menos déjame ducharme a solas.
Genial.
Él lo ha querido así.
—¿Por qué Saoirse piensa que somos novios? —cuestiono, cruzándome de brazos.
Ryu parece perplejo durante un segundo, pero se recompone rápidamente, soltando una risa muda de la impresión.
—Porque se lo he dicho yo —responde como si fuera la cosa más obvia del mundo.
Esta vez quién está perpleja soy yo.
—¿Por qué se lo has dicho?
—¿No podía?
Gruño, frustrada ante el tono divertido en su voz.
—¡No! —exclamo, indignada—. ¿En qué momento somos novios?
Ante mi pregunta me observa al igual que si tuviera una segunda cabeza saliendo de mí.
—Pensé que el sábado...
—¿El sábado qué? —lo interrumpo—. Yo no recuerdo nada de esto.
—Bueno... yo.... —vacila un momento—. Tú...
—¡Si ni siquiera me has pedido salir! —espeto, haciendo muchos aspavientos con las manos.
—Pensaba que al decirte que estaba enamorado de ti era suficiente.
—¡Pues no lo es!
Sinceramente, lo último que necesito es que rompa a reír.
Y es justo lo que hace.
—¡No te rías, Kimura!
—¿Te habías dicho ya que me pone mucho cuando estás así de mandona? —cuestiona, guiñándome un ojo.
—Eres un pervertido —mascullo, cruzándome de brazos.
Eso solo consigue arrancarle una nueva carcajada.
—Si lo que querías es que te pidiera una cita, podrías habérmelo dicho después de la ducha. Lo sabes, ¿no? —Enarca una ceja, sin disimular lo divertido que le resulta la situación—. Pero en mi defensa diré que pensaba que al estar enamorado de una persona estaba implícito lo de ser novios.
—Pues no lo está.
Al menos esta vez, ante mi tono irritado, tiene la decencia de disimular, aunque sea un poco, la sonrisa que amenaza con surcarle la cara.
—Me ha quedado claro, ahora si no te importa...
—¡Ryu! —se escucha a lo lejos.
Abro mucho los ojos, al darme cuenta de que ha llegado antes de lo que pensaba o que, en consecuencia, yo he pasado más tiempo aquí del que creía.
—¡Ryu, cariño! —grita Helen desde el otro lado de la puerta.
Paseo la mirada alrededor del baño en busca de algún sitio donde pueda esconderme antes de que entre, pero no encuentro nada.
Lo único que interrumpe el silencio en el baño son los pasos de Helen, que cada vez son más sonoros cuanto más cerca está.
—Mierda —maldigo en voz baja.
Por el rabillo del ojo capto la sonrisa divertida de Ryu ante mi situación.
Es como si el hecho de que su madre me pille en el cuarto de baño, con él estando desnudo en la ducha no fuera asunto suyo.
Es exasperante.
—¿Ryu? ¿Te estás duchando? —pregunta, cada vez más cerca.
«A tomar por culo», pienso mentalmente mientras me desato los cordones.
Antes de que Ryu pueda hacer un solo comentario, me adentro en la ducha con los zapatos en la mano y cierro corriendo la cortina, para terminar los dos ocultos contra la tela de plástico impermeable.
El muy idiota amplía su sonrisa en respuesta antes de pegarme un repaso de arriba abajo, aunque apenas se pueda ver nada más allá de mi camiseta ancha, que me llega por encima de la rodilla, ocultando lo único llamativo de mi cuerpo: el culo.
Sin embargo, Ryu, al contrario que yo, no ha dejado nada a la imaginación.
Inevitablemente lo recorro de pies a cabeza, sin prisas y sin cohibirme. Tiene el pelo mojado pegado al rostro, haciendo que varias gotas de agua desciendan por su cuello hasta la clavícula.
No es la primera vez que veo el tatuaje de dragón por completo, pero no por ello deja de parecerme fascinante.
La cola del animal salvaje se ondula ante el movimiento de su brazo, como si realmente se estuviera moviendo. Las pecas que decoran la parte superior de sus pectorales a tanta distancia pasan desapercibidas, pero yo sé que están ahí. Entonces viene la zona peligrosa. Esa que no solo la he visto, sino que he sentido contra la palma de mi mano.
Me muerdo el labio inferior, indecisa entre si seguir con mi recorrido o no, notando el calor ascendiendo hasta mis mejillas. Me fijo en lo tonificado que tiene el abdomen y la línea de vello que divide la mitad de la parte baja de su barriga, descendiendo hasta...
Al oír su risa ronca, parpadeo un par de veces y desvío los ojos de su entrepierna, elevándola hasta cruzarme con su mirada, que brilla con picardía entremezclada con la burla.
Trago saliva ante la forma felina y salvaje en la que me observa.
—¿Quién es la pervertida ahora? —pregunta en un susurro, demasiado ronco para mi propio bien y mis alteradas hormonas.
Le hago el corte de manga en respuesta y saco la cabeza un momento fuera de la cortina, agudizando el oído, intentando localizar dónde se encuentra Helen ahora mismo.
—Cállate —siseo, molesta.
Lo oigo moverse a mis espaldas, pero no le doy demasiada importancia.
Primer error.
Ahogo un grito cuando me rodea por la cintura y me obliga a girar sobre mí misma hasta acabar pegada a su pecho, mojando mi ropa en el proceso.
Estoy tan concentrada en el hecho de que en cualquier momento Helen nos pueda pillar que ni siquiera me percato del detalle de que él sigue desnudo.
—Prefiero que me calles a besos. —Tiene la boca lo suficiente cerca de la mía para hacer que sus labios se rocen con los míos al hablar. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza y trago saliva con dificultad, sin saber muy bien si mantenerle la mirada o desviarla a su boca—. Si puedo elegir, claro.
Ante mi silencio, me doy cuenta de que está a punto de soltar un nuevo comentario sarcástico de los suyos y le tapo la boca con la mano, haciendo que frunza el ceño confundido cuando justamente la puerta del baño se abre después de que Helen la haya aporreado.
Ninguno de los dos nos movemos, en espera a que sea ella quien hable primero.
—Saoirse está abajo preguntando por Esther. ¿Sabes si se ha ido algún sitio?
Por el brillo divertido en su mirada sé que, si Helen no estuviera aquí y yo no tuviese la mano sobre su boca, se habría descojonado ante la pregunta.
Sin embargo, al ver que yo enarco ambas cejas, advirtiéndole, alza una mano en son de paz y lo libero, para que pueda responderle.
—No. Ni idea —responde. Helen hace un ruidito de asentamiento y oigo que empieza a alejarse cuando Ryu añade—: Dile que yo le aviso.
—Vale, cielo. —Oigo el crujido de la puerta al ser arrastrada por el suelo de mármol y estoy a punto de soltar un suspiro de alivio cuando Helen vuelve a hablar—. Nosotros nos vamos a casa de la Nana, ¿te esperamos?
—No. No te preocupes. Iré a verla mañana —dice, en medio de un carraspeo, intentando disimular la ronquez en su voz.
Escucho la puerta cerrándose y agudizo todo lo que puedo el oído, para ver si soy capaz de averiguar si se ha marchado del todo o sigue pululando cerca.
—¿Crees que se habrá ido? —murmuro, por si acaso.
—Creo que sí.
Asiento con la cabeza, dando un par de pasos hacia atrás antes de girarme y salir de la bañera. Sin embargo, todo se queda en un triste amago cuando Ryu me detiene de nuevo rodeándome la cintura, pegándome a su torso.
—Ni de coña —gruñe en mi oído.
Sin previo aviso siento el agua cayendo de golpe sobre mi cabeza.
El pelo se me pega a la cara, bloqueándome la visión. Me lo retiro de malas formas hacia atrás, boqueando como si fuese un pez fuera del agua, furiosa ante el gesto. Viendo medio borroso por culpa del torrente, le golpeo, no sé a qué y él suelta una risa floja.
—Pero, ¡¿a ti qué te pasa?!
Se acerca a mí y estoy a punto de golpearle de nuevo, pero termino por no hacerlo cuando cierra el grifo y dejo de sentir el agua chocando incesante contra mi cabeza.
Suspiro, frustrada al sentir como ahora, al tener la ropa mojada, no tengo escapatoria.
—Igualdad de condiciones —se justifica con inocencia—. Me sentía muy vulnerable estando desnudo y mojado mientras que tu estabas seca y con ropa.
—Ahora estoy mojada y con ropa —refunfuño, irritada.
—Yo me encargo ahora de lo segundo. No te preocupes —ronronea, acortando la escasa distancia que había entre los dos.
—Te odio —mascullo, a milímetros de su boca.
Ryu sonríe con suficiencia ante la ronquez de mi voz.
—Sabes que eso no es cierto.
—Cállate.
—Cállame. —Amplía su sonrisa y roza sus labios con los míos a conciencia antes de morder el mío inferior y tirar de él antes de liberarlo.
Sonríe satisfecho cuando a mí se me escapa un jadeo involuntario.
Antes de que Ryu pueda hacer algo más, rodeo su nuca con ambas manos, obligándole a agachar la cabeza a la misma vez que yo me pongo de puntillas para poder estampar mi boca contra la suya.
La sonrisa desaparece de su rostro en cuanto entreabro los labios y recorro con la punta de mi lengua las comisuras de sus labios.
Entonces, él también entreabre los labios y su lengua me da la bienvenida con lametazos lentos y suaves, tanteando el terreno.
Desciende por mi cuerpo a través de caricias hasta llegar al dobladillo de mi camiseta. Sin ni siquiera preguntar, la enrolla sobre mi cintura, subiéndola hasta mis pechos. Cuela las manos por debajo de la tela y comienza a acariciarlos por encima de la tela del sujetador, dibujando pequeños círculos en la zona de mi pezón.
Los círculos que dibuja son cada vez más pequeños y constantes, aumentando la intensidad de su caricia, sintiendo como estos se fruncen ante la atención que están recibiendo. Arqueo ligeramente la espalda, con la sensación de que no es suficiente.
Con Ryu, al parecer, nunca lo es.
Sonríe con su boca pegada a la mía.
Frustrada, al ver que no me quita la camiseta ni tampoco me desabrocha el sujetador, tiro de él hacia atrás, cortando el beso.
—¿Q-Qué haces? —cuestiono, relamiéndome el labio inferior al mirar de reojo su entrepierna.
—¿Qué hago de qué?
Me muerdo el labio, de repente insegura ante su pregunta.
«¿Por qué lo he tenido que parar?»
Hago el amago de acercarme de nuevo a él, para besarlo y hacer como que esto no ha pasado, pero Ryu no me lo permite.
—¿Qué pasa? ¿Estás...? ¿No quieres...?
—¿Qué? Claro que quiero, idiota —suelto de sopetón, mirándolo incrédula—. Mi problema eres tú.
—¿Yo?
—Sí, tú. ¿Por qué vas tan lento?
—¿Lento? —repite en medio de una risotada.
—¿Vas a repetir todo lo que digo? —pregunto en respuesta, irritada.
¡Genial! Ahora estoy cachonda e irritada.
Nunca creí que podría estar de las dos formas en ninguna situación posible hasta ahora. Claro que antes, no tenía en mi vida a Ryu Kimura pululando por los alrededores.
—No estaba yendo lento, me estaba tomando mi tiempo.
—¿No es lo mismo?
Niega con la cabeza a la misma vez que termina de acotar los pocos centímetros que nos separaban y me besa de nuevo.
Baja las manos a mi culo y me da un agarrón con fuerza, provocando que pegue un respingo ante la sorpresa, para que poco después el calor dentro de mí solo incremente, si eso es posible. Acaricio sus hombros y la parte superior de su espalda antes de ascender hasta la nuca y enredar los dedos en su pelo, acercándolo aún más a mí.
Ryu, por otro lado, deja que la camiseta caiga de nuevo, ocultando mis pechos y recorre la cinturilla de mi pantalón con los dedos, poniéndome la piel de gallina. Entonces lo desabotona, colando una mano en su interior.
Entierro los dedos con más fuerza cuando empieza a rozar la palma de su mano contra mi clítoris. Arriba y abajo, una y otra y otra vez. Luego, con dos dedos comienza a dibujar círculos por encima de la tela mojada de mi ropa interior, alternando entre rápido y lento, volviéndome loca.
El beso se vuelve feroz cuando el nudo en mi bajo vientre se afianza cada vez más ante la tensión que se va acumulando en mi epicentro. Balanceo la cadera al ritmo que él impone con su mano, queriendo más.
Necesitando más.
Es Ryu quien separa nuestros labios para comenzar a besar mi mentón, trazando una línea de besos, mordiscos y chupetones, descendiendo por mi cuello hasta acabar en el punto exacto donde me late el pulso desbocado. Sin previo aviso, aparta como puede mi ropa interior de su camino e introduce un primer dedo en mi interior.
Se me escapa un gemido, que intento acallar mordiéndome el labio.
La vergüenza desapareció de mi cuerpo hace bastante tiempo y ahora lo único que hay es fuego.
Demasiado.
Con ganas de arder del todo para luego arrasar con todo su alrededor antes de apagarse.
Cuando introduce un segundo dedo los gemidos son cada vez más difíciles de contener. El ritmo del bombeo al que me somete se vuelve cada vez más rápido.
Asciende con su mano libre por debajo de mi camiseta hasta llegar de nuevo a mis pechos y sin molestarse en desabrochar el sujetador, libera mi pecho izquierdo antes de ahuecarlo. Echo la cabeza hacia atrás cuando un estremecimiento de placer me recorre de pies a cabeza.
—Ryu... —murmuro con voz ronca.
Él vuelve a besar y succionar la piel sensible de mi cuello en respuesta antes de ascender con su lengua hasta mi oreja. Entonces muerde mi lóbulo y tira de él con lentitud, para después soltarlo.
—¿Quién iba lento, preciosa?
Trago saliva, notando la boca resaca.
—Eso creía —dice ante el nuevo gemido bajo que se me escapa.
Siento como me tiemblan las piernas cuando la tensión no deja de incrementar. Al igual que una pompa de chicle, que se hincha y se hincha hasta que cuando menos te lo esperas llega a su límite y explota. Sin embargo, en mi caso, eso no ocurre.
Ryu saca la mano de mi pantalón dejándome a las puertas, sedienta del final. Aunque tengo la mente demasiada nublada por los besos en el cuello para siquiera quejarme en voz alta.
Así que, en consecuencia, y siendo demasiado consciente de la erección, rozo como puedo mi entrepierna contra su miembro. Él sisea algo entre dientes, todavía con su boca pegada a mi piel y yo sonrío triunfante ante la reacción.
—¿No necesitas ayuda con eso? —pregunto con tono juguetón.
Ryu suelta una risa ronca, pero no dice nada más.
En su lugar vuelve a coger el dobladillo de mi camiseta, esta vez para sacármela de verdad. El sujetador no tarda en sufrir el mismo destino, acabando en el suelo de la bañera. Solo queda el pantalón.
Aunque lo último que espero es que se arrodille frente a mí.
Con tortuosa lentitud comienza a descender la tela mojada por mis muslos hasta llegar a los talones. Apoyándome en su hombro, los termino de sacar del todo y él los lanza al otro lado de la bañera.
La ropa interior se la toma incluso con más calma.
Sin apartar su mirada de la mía, baja la tela, siguiendo muy de cerca el recorrido consiguiendo rozar su nariz contra mi piel caliente, que se eriza ante el simple contacto.
Entonces, si pensaba que no podía pasarlo peor, empieza a ascender.
A besos.
Coloca ambas manos sobre mis caderas, obligándome a que me tenga que mantener quieta mientras que va besando, chupando y lamiendo lo que le place. Enredo los dedos en su pelo cuando el nudo de tensión se afianza con más fuerza.
Todavía no tengo muy claro si es para alejarlo o acercarlo.
En realidad, no tengo claro nada.
No puedo pensar, solo sentir.
Sentir sus labios tibios contra la cara interna de mi muslo, sentir su lengua lamiendo el la piel de mi cadera, sentir su nariz un par centímetros de mi entrepierna, sentir su aliento cálido chocando directamente contra mi...
«Oh. Dios. Mío».
—Pon una pierna encima de mi hombro —me pide, mirándome a través de las pestañas.
«¿Cómo puede hablar tan tranquilo?»
—Me voy a caer, Ryu —susurro, con la voz alterada.
No soy capaz de reconocerme.
—No lo vas a hacer. Confía en mí. —Rodea mi pantorrilla derecha y con cuidado, observando cada uno de mis movimientos, cerciorándose de que no pierda el equilibro y no me abra la cabeza en el proceso, la coloca encima de su hombro—. Pero si quieres sentirte más segura, apoya la espalda en la pared y agárrate del soporte de la ducha.
Asiento con la cabeza, con el corazón en la garganta.
Esta vez ya no es su aliento sino que con sus labios, sin despegar los ojos de mí, que besan mi epicentro.
Nunca pensé que sería capaz de decir esto, pero me pone aún más que me esté mirando.
De esa forma que tiene de observarme.
A partir de hoy, ya no podré devolverle la mirada de la misma manera, porque a partir de ahora tendré la imagen de sus ojos felinos mientras besa mi entrepierna.
Si solo fuesen besos, sería capaz de contener los gemidos, pero cuando pasa la lengua la primera vez un escalofrío de placer me sacude por completo y doy un traspié involuntario.
Ryu me ayuda a equilibrarme y sin pillarme tan de improviso, vuelve a pasear su lengua. Lame, chupa y succiona, de manera lenta, rápida, circular, lineal, acompasada, hasta dejarme sin aliento o con calma.
Da igual.
Simplemente me dejo llevar.
Balanceo la cadera al ritmo que marca, cada vez con más vehemencia ante mis suplicas silenciosas, sintiendo como la tensión vuelve a crecer dentro de mí, pero que, a diferencia de antes, no va durar mucho más.
Mueve la lengua de arriba abajo, de derecha a izquierda y en círculos.
Sabe que hacer perfectamente para llevarme al límite, pero sin que pueda llegar a cruzarlo.
Por lo menos, todavía no.
No quiero pensar las veces que ha tenido que hacer esto para saber hacerlo así de bien, pero... joder.
Entonces, cuando creo que esto no puede superarse, introduce dos dedos en mi interior, bombeando a un ritmo mucho más rápido.
Aprieto con fuerza el soporte de la ducha e intento imitar el nuevo ritmo, pero Ryu con su mano libre me detiene, terminando de desquiciarme por completo.
Los jadeos entrecortados se convierten en un escandaloso gemido. Intento ahogarlo al taparme la boca, pero resulta inservible.
Sin dejar de bombear con los dedos, separa su boca de mi clítoris y sonríe con altanería al escucharme.
—No voy a durar mucho...
No soy capaz de terminar cuando vuelve a hacer maravillas con la lengua. El ritmo se vuelve salvaje, aumenta aún más el ritmo de los dedos y gimo en respuesta.
Cuando tengo la sensación de que no podré aguantarlo mucho más, la tensión explota.
Me muerdo el labio inferior ante el grito de placer que está a punto de escaparse y acaba siendo un gemido bastante escandaloso en su lugar.
Se separa de mí, quitándose mi pierna del hombro y se pone de pie, todavía sin sacar sus dedos de mi interior. En el proceso, roza su nariz por toda la longitud de mi cuerpo, erizándome la piel.
Si decide seguir haciendo cosas así, acabaría corriéndome una segunda vez.
Me da un pequeño beso antes de sacar los dedos de mi interior. Me rodea la cintura con los brazos, pegándome por completo a él, siendo capaz de notar perfectamente su gran erección contra mi abdomen.
«Madre mía».
Hago el amago de bajar la mano para aliviar su tensión y darle al menos una parte del placer que me ha dado él a mí, pero me detiene en el acto. Me agarra la muñeca y la eleva por encima de mi cabeza, pegándola a la pared. Hace lo mismo con la otra, aguantándolas con una sola mano.
Dejándome por completo a su merced.
Mentiría si dijese que no me gusta esto.
Me gusta demasiado.
Con la mano que tiene libre, vuelve a acariciar mi costado, como si todo lo que ha pasado ya no fuese suficiente.
Conozco esa sensación.
Esa que parece que da igual cuanto besos me dé, cuantas caricias me ofrezca, cuantos jadeos me robe... no terminan de saciarme del todo.
Muevo la cadera al sentirlo recorrer mi pierna de nuevo. Choco mi cadera contra la suya, rozando mi intimidad contra su miembro.
Él suelta un siseo entrecortado y, aunque me gustaría disimularla mejor, no puedo evitar sonreír al escucharlo.
Acorta la distancia entre los dos, apoyando su frente sobre la mía, haciendo que nuestras bocas estén a milímetros de tocarse.
—No hay nadie en casa —susurra, logrando que su voz suene una octava más grave. «¿Qué problema tenía con su voz?»—. Así que no necesitas taparte la boca para ahogar los gemidos.
Me da un pequeño beso en los labios.
—Puedes hacer todo el ruido que quieras.
Deposita un beso más largo en mi mandíbula.
—No sabes lo loco que me vuelve escuchar mi nombre de tu boca.
Esta vez besa mi cuello. Giro ligeramente la cabeza para que pueda acceder a él con más facilidad.
—Ryu... —empiezo a decir, pero me distraigo cuando ahora es él quien roza su miembro contra mi intimidad.
—No digas mi nombre de esa forma, Esther —murmura con su boca pegada a mi cuello—. Porque no creo que pueda controlarme mucho más.
Rodeo con una pierna su cadera, quedándome en una postura demasiado expuesta.
—No lo hagas —susurro cerca de su oído.
Suelta una risa corta antes de salir del escondite de mi cuello, clavando los ojos en mí, con el fuego brillando en su mirada.
—Estabas tomando la píldora, ¿verdad? —pregunta, retirándome un mechón de pelo mojado del rostro. Asiento en respuesta—. ¿Quieres hacerlo «sin»?
Asiento de nuevo. Sé que lleva meses sin verse con Brittanny. Yo tampoco he hecho nada con nadie desde que llegué a Irlanda.
Solo sería esta vez.
Libera mis manos antes de rodearme el culo y elevarme del suelo, obligándome a que tenga que abrazarle la cadera con mis piernas. Suelto una risita nerviosa al sentirlo por completo en la parte más sensible de mi cuerpo. Me apoya contra la pared y comienza a besarme, con las mismas ganas que antes.
Incluso más.
Yo coloco una mano entra ambos, rodeándolo para ubicarlo en mi entrada.
—Si no estás segura, podemos...
Pero no lo dejo terminar. Aprieto las piernas alrededor de su cadera, adentrándolo dentro de mí, arrancándole un gemido en respuesta. Suelto un jadeo entrecortado cuando entra entero.
—Ni se te ocurra ir lento —le advierto cuando comienza a dar las primeras estocadas.
—No pensaba hacerlo.
Entonces, las estocadas se vuelven mucho más constantes, mucho más rápidas... mucho más profundas.
Una y otra y otra.
Apenas puedo pensar. Solo soy capaz de sentir.
Ni siquiera soy consciente de la fuerza con la que se agarra a mi culo ni las marcas que le dibujo en la espalda hasta que llegamos a la cima del clímax. Jadeamos, gemimos y gritamos cuando el orgasmo arrasa con nosotros, dejándonos exhaustos.
Apoyo mi frente sobre la suya, todavía sin movernos de nuestra posición.
—Tenemos dos horas más antes de que vuelvan —susurra, para después besar mi frente.
—¿Tienes ganas de más?
—¿De ti? —pregunta, sonriendo ladinamente—. Siempre.
Le retiro un par de mechones mojados del rostro antes de ahuecarlo, dibujando la línea marcada de su mandíbula con lentitud. Cuando llego a la parte de su barbilla, Ryu muerde la punta de mi pulgar.
Sin poder evitarlo me quedo más tiempo del que debo observando su boca.
Me fijo en como curva los labios en una sonrisa ladeada ante la atención que está recibiendo y desvío los ojos hasta chocar con los suyos.
—¿Qué te parece si nos secamos?
—Me parece aburrido —respondo, soltando un risa floja ante la carcajada grave que se le escapa al escucharme.
—¿Aburrido?
Asiento con la cabeza.
—¿Qué te apetece hacer entonces? —susurra contra mi cuello antes de dejar un beso largo debajo de mi oreja.
No le respondo directamente.
Entrelazo nuestras manos y salgo de la bañera, recorriéndome un escalofrío cuando mis pies entran en contacto con el frío suelo de mármol, pero no le doy demasiada importancia.
No tardaré en entrar en calor de nuevo.
Abro la puerta del baño y arrastro a Ryu por su habitación hasta acabar frente a su cama. Entonces lo obligo a sentarse en el colchón y sin rechistar, obedece, siguiendo con su mirada cada uno de mis movimientos.
—No sé si me gusta a donde está yendo esto —susurra con lentitud, como si saborease cada una de las palabras.
—Te va a gustar.
Ryu hace el amago de decir algo más, pero lo callo con un beso.
Al principio tarda en corresponderme ante la sorpresa, en cuanto el primer jadeo se escapa de mis labios empieza a ascender con las manos por mi cuerpo hasta rodearme la cadera, atrayéndome hacia él. Coloco una pierna a cada lado de su cuerpo, acabando a horcajadas encima suya.
Rodeo con los brazos su nuca y enredo los dedos en su pelo, profundizando el beso. Ryu, por otro lado, acaricia arriba y abajo mis muslos dando pequeños apretones cuando llega a mis rodillas o asciende hasta mi culo.
Empiezo a balancear mis caderas adelante y atrás, rozando mi sexo con su miembro, que parece aumentar de tamaño ante los movimientos.
Sonrío divertida cuando Ryu suelta un suspiro entrecortado.
Asciende con una mano por mi cuerpo hasta ahuecar uno de mis pechos mientras que con la otra sigue acariciando mi muslo, dibujando círculos en la cara interna de estos, dejando un halo de calor en ellos. Muerdo su labio inferior y tiro de él, antes de liberarlo.
Entonces empiezo a dibujar un recorrido de besos por la línea de su mandíbula, descendiendo por su cuello hasta el punto donde le late el pulso enloquecido.
Cuando aumento el ritmo del balanceo de mis caderas contra su entrepierna lo escucho gemir.
Madre mía.
«¿Quién iba a pensar que un gemido podía poner tanto?»
Trago saliva y hago el mismo recorrido que antes, pero ahora de forma ascendente hasta llegar debajo de su oreja.
—Te gustaba lento, ¿verdad?
Antes de que sea capaz de responder rodeo su miembro, masajeándolo arriba y abajo con lentitud. Muy lento. Lo escucho gruñir y rodea mi mano con la suya e intenta acelerar el ritmo de mi caricia, pero con mi mano libre se la quito, sosteniéndola contra el colchón.
Sin dejar de acariciarlo, vuelvo a balancearme sobre él.
—¿Prefieres que vaya más despacio?
Ryu suelta una risa ronca entrecortada cuando hago todo lo contrario, aumentando un poco el ritmo.
—¿Lo estás disfrutando? —cuestiona, jadeando.
Apoyo mi frente sobre la suya, rozando a conciencia nuestros labios, pero cuando intenta besarme, me alejo un par de centímetros, sonriendo con suficiencia.
—Como no tienes una jodida idea —susurro casi sin aliento.
No obstante, la sensación de victoria se desvanece cuando soy tan ilusa para creer que mi fuerza es capaz de superar la de un jugador de rugby.
En un solo movimiento es capaz de tumbarme sobre el colchón y acabar él encima de mí. Ahogo un grito de sorpresa cuando me rodea con los brazos, colocándose en mi entrada y se frota contra ella.
—Despacio, ¿no?
Y vuelve a frotarse, esta vez incluso más lento.
Muevo las caderas a destiempo, en busca de calmar la tensión que está creando en mi entrepierna ante el ritmo que ha impuesto. Veo que se estira hacia delante y lo escucho abrir un cajón. De reojo veo un cuadrado de aluminio en su mano.
Enarca una ceja al ver que yo he dejado de moverme. Va a acercárselo a la boca para romperlo, pero se lo arrebato de los dedos, mirándolo de malas formas.
—¿Quieres dejarme embarazada o qué? —refunfuño, abriéndolo yo con las manos.
Ryu está a punto de romper a reír, pero termina por acallar la risa ante mi mirada.
—¿Me lo das? —pregunta en su lugar.
—Te lo pongo.
Rodeo de nuevo su miembro con una mano, notándolo palpitante y caliente contra mi palma. Con la otra coloco el pequeño plástico en la punta antes de arrastrarlo hacia abajo hasta la base. Ryu se estremece con esa simple caricia.
Sin dejar de rodearlo, lo ubico en mi entrada. Abrazo con las piernas su cadera y apoyo las manos sobre su hombro, notándolos tensos bajo mi tacto.
Entonces, da la primera estocada, arrebatándome un gemido.
Detrás de la primera, va una segunda, y una tercera, y una cuarta, en un vaivén constante que me lleva hasta el límite. Apoya un brazo al lado de mi cabeza y comienza a dibujar un caminito de besos húmedos desde la base de mi clavícula hasta mi mentón.
Con la otra mano me alienta a subir las piernas un poco más arriba, obligándome a doblarlas, logrando que pueda entrar más profundo.
—¿Despacio? —susurra contra la piel de mi cuello, erizándomela—. ¿O rápido?
Sin esperar a una respuesta de mi parte, aumenta el ritmo.
Intento imitarlo lo mejor que puedo, pero al sentir que estoy muy cerca del límite, se me nubla la mente y apenas soy capaz de pensar con claridad.
Actúo por instinto.
Clavo con fuerza las uñas en su espalda mientras los gemidos se escapan de mis labios, sin poder controlarlos. Con una mano ahueca mis pechos mientras que desciende con la otra hasta el punto donde se unen nuestros cuerpos y empieza a acariciar mi clítoris, ayudándome a llegar al orgasmo.
—¿Mejor?
Asiento con la cabeza, cerrando los ojos con fuerza al notar que la tensión se acumula cada vez más en mi entrepierna, volviéndose insoportable.
—No pares —susurro con voz entrecortada.
Apoya la frente sobre la mía. Siento como se tensa cuando él parece estar también al límite. Con nuestras bocas a escasos centímetros, el orgasmo nos recorre a ambos.
Varios espasmos suaves sacuden su cuerpo mientras que yo siento que las piernas se vuelven líquidas y me fallan. Ryu me da un beso pequeño en los labios, y sin dejar de abrazarme, se deja caer sobre el colchón, haciendo que yo termine encima suya.
Nos acurrucamos bajo las sábanas. Rozo la nariz contra su pecho antes de apoyar la cabeza en él, siendo capaz de sentir su corazón latiendo embravecido.
—Entonces... —Habla al cabo de unos segundos. Me estrecha más cerca de él, enredando sus piernas con las mías mientras que me acaricia el pelo distraídamente. Besa mi sien antes de alzarme la barbilla para que lo mire a los ojos—. ¿Cuándo ibas a invitarme a una cita?
Entrecierro los ojos al ver como sonríe con inocencia.
Sin embargo, me pilla de sorpresa cuando me besa la punta de la nariz, haciendo que la arrugue en un acto reflejo, distrayéndome.
No sé cuánto tiempo nos quedamos mirándonos el uno al otro.
Podrían haber sido horas, o minutos, o solo unos pocos segundos.
No lo sé.
Lo que sí sé es que no entendía cómo había tardado tanto tiempo en darme cuenta de lo que sentía.
De lo que siento por él.
Ahueco su rostro, acercándolo al mío antes de besarlo.
Ryu sonríe con su boca pegada a la mía y no puedo evitar corresponderle el gesto y sonrío también.
—¿Ronda tres? —pregunto con burla.
Al reírse, siento su pecho vibrar bajo mi cabeza.
—Eres insaciable —murmura contra mi pelo.
—Solo por ti.
Sin dejar de sonreír, me rodea la nuca, alzando mi mentón antes de besarme.
Con la diferencia de que, al entreabrir los labios, su sonrisa desaparece, dejando la diversión atrás.
N/A: Poco más que decir *les lanza agua bendita* PECADORASSSSSS 🌚
En fin, antes del capítulo ocho, tengo que confesar que ya tenía este capítulo escrito y es que la tensión que han tenido estos dos era insoportable, incluso para mí.
➡️ Sección de rezo a Ryu:
➡️ Sección de rezo a Esther:
➡️ Sección de gritos:
➡️ Sección de teorías o futuras escenas jeje:
Me gustaría haber hecho una nota de autora más interesante, pero voy con el tiempo justo para darle a publicar. Pidolosiento.
Eso sí, mañana lo leeré todo y estaré pendiente de los mensajes privados y Telegram.
Nos vemos la próxima semana, inmaduras 🧡
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